Epílogo.
Han pasado diecisiete años de la última vez que la vida me brindó uno de los placeres más grandes: el de memorizar para siempre el inusual color grisáceo de sus ojos junto con cada uno de sus lunares que formaban constelaciones y senderos por todo su cuerpo.
Ella se llevó todo, pero sé que no lo hiso de manera egoísta, sino con la finalidad de liberar espacio para algo nuevo que pronto llenaría el vacío que había dejado; y era el amor de mi vida, aunque ya había escuchado que el amor de nuestra vida, no siempre se queda en nuestra vida.
Me gusta pensar así y dejar de buscar culpables... de culpar a la vida por más injusto que haya sido.
Tal vez las cosas hubiesen sido diferente si ella no enfermaba de cáncer, pero siempre existe un propósito, no necesariamente será muy agradable o fácil de atravesar, pero aprendí de la mejor, me enseñó a ser fuerte aunque el mundo y todo lo demás se me oponga, porque no vale la pena deprimirse, no tiene sentido rendirnos si ni siquiera terminamos de intentarlo.
Y ella fue feliz hasta su último día, había presencia de lágrimas, pero eso no significa que no lo estaba; se fue feliz porque vivió con plenitud, disfrutó cada etapa al máximo, sentía que al menos no dejaría las cosas inconclusas, cada meta que se propuso a lo largo de su vida lo había logrado, atravesó obstáculos y de seguro muchos que otros malos episodios como cualquiera, pero es parte de la vida, tal vez no conoció París o Amsterdam, pero viajó a lugares que disfrutó de la misma manera como sí hubiese estado en ellos, fue la mejor de su clase, sonrió, lloró, conoció el amor... amó y fue amada.
Sé que ella siempre me amará más halla de cualquier frontera tanto como yo la seguiré amando y seguiré recordándola en cada café, en cada esquina donde caminábamos agarrados de la mano y la obligaba a detenerse para decirle lo mucho que la amo, en cada canción que cantábamos porque sí, en cada otoño cuando las hojas caigan y las junte para jugar en ellas, en cada día de lluvia donde prefiera quedarme a ver una serie; y cada amanecer, porque me encantaba verla cuando despertaba todas las mañanas, también en cada parque donde nos amacábamos como dos niños a pesar de ser ya unos adultos.
¿Y saben qué? Me di cuenta que nada de eso ha cambiado, tal vez la persona no es la misma, pero nada cambió, ahora he vuelto a hacer todas esas cosas con mi hermosa hija y le he puesto su mismo nombre, estoy más que seguro que nada fue casualidad, pero mi hija había nacido la misma fecha que conocí a Berenice, incluso en un día de lluvia, tal cual como cuando me enamoré profundamente de ella.
Mi hija lleva cumplidos ya siete años, es la felicidad que envuelve mis días, la razón por la que me dan ganas de tener fuerza y voluntad a diario, mi esposa sabe de mi historia, tanto así que estoy tan agradecido que me haya entendido, y que me siga comprendiendo, que siempre hay etapas que no se cierran por completas y que existen personas que nunca podrán ni serán olvidadas.
Fueron en total ocho años de soledad y mucho dolor por la pérdida que había atravesado, pero ya era momento de dejarla ir, o me hundiría yo solo, y como si la vida me diera otra oportunidad, aquel día que decidí que ya era momento de comenzar de nuevo, fue cuando conocí a quien hoy es mi esposa, luego de dos años nació quien me haría convertir en padre y el hombre más completo.
Recuerdo que Berenice soñaba con formar una familia, al darse cuenta que no podría cumplirlo, me dejó a cargo de su más anhelado sueño, esa fue su última voluntad, quería que yo formara mi propia familia, que sea feliz y no me dejara abatir por el hecho de que ya no estaría junto a mí, y lamento tanto haberla fallado por mucho tiempo. Pero hoy puedo decir que le he cumplido, y pasen los años que pasen, siempre la recordaré y amaré como la primera vez.
Y si, es verdad eso de que nunca se olvida por completo a una persona, sólo aprendes a vivir sin ella, eso, querido lector, te lo puedo asegurar.
Por eso te pido que con el simple hecho de haberte transmitido toda nuestra historia, permitas que Berenice no sea olvidada y junto a cada una de las palabras que quedaron plasmadas y todo quien lo lea, sienta el amor que nos tuvimos con sólo leerlo, porque aquí he plasmado todo y cada uno de mis sentimientos.
Nuestra historia no fue la mejor, sin embargo, estuvo llena de amor y buenos momentos, creo, y estoy seguro, que eso vale mucho más que un final feliz que solo existen en los cuentos.
Porque este no es el final, porque no existe uno, tampoco existirá.
Solo existe lo que fuimos, y estoy feliz con eso.
Con mucho amor.
Taddeo.
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