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Te aprecio desde el umbral de la puerta sin que te inmutes, peinas suavemente lo que queda de tu sedoso cabello, pese al cuidado, caen lentamente como gotas de lluvias resbalando por un ventanal de cristal en invierno.

El rojo intenso de tus labios ha disminuido notablemente su color con el tiempo, eres tan frágil que a veces temo que vayas a romperte.

Te despabilas al ubicarme, tus ojos color grisáceos comienzan a cristalizarse y agachas la mirada.

Sé que esto te duele, que te duele seguir continuando, pero, ¿sabes tú cómo me duele a mí verte así y no poder hacer nada?

Aunque, hay algo que sí puedo hacer, y eso cariño mío... es amarte.

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