28. El Castigo

El déjà vu que Támesis experimentó cuando llegó a su audiencia involuntaria con el Consejo lo golpeó fuerte con amargura en el pecho. Cuando regresó a Cronalis el juicio había sido esperable porque sabía todo lo que había hecho para llegar ahí, de modo que la inquietud era mínima; sin embargo, ahora, luego de tantos meses sin saber del Consejo, sin la esperanza de que le concedieran el viaje al plano humano, esperando jamás ver a estos doce seres alrededor del paredón circular en el que estaba, no tenía ni idea de qué esperar y eso lo desesperaba.

Tragó saliva, preguntándose por qué la sala estaba siempre en penumbras. ¿Costaba mucho que pusieran buena iluminación? Quizás el benévolo Consejo lo único que quería era que el acusado se sintiera tan chiquito y perdido en la negrura que se arrepintiera de sus faltas.

—Támesis Season, previo caminante, actual recolector —dijo una voz entre las sombras—. Bienvenido.

Como anfitriones no eran demasiado acogedores, reflexionó Támesis.

—Ehhhh... no sé qué hago acá.

No hay nada más bajo que un recolector, ya no me pueden castigar más, quiso añadir.

—La guardiana Minutena ha solicitado una reevaluación de tu caso —respondió, amable, la mujer del pelo rojo que en su primera audiencia lo trató como a un atemporal y no como a un idiota.

—¿Reevaluar qué?

—Tu castigo.

—Así es —dijo otra voz femenina del otro lado. Támesis dio media vuelta en su lugar para intentar ubicar la fuente—. Es verdad que caerse del reloj en el primer día es una falla imperdonable, pero en ese momento nadie en el proceso de ubicarte sabía que esa estación de trabajo era una reliquia, de modo que lo que pasó fue un riesgo que nunca se tuvo en cuenta. La culpa no es completamente tuya.

—Pero aún así sí es tuya —añadió una voz masculina a su derecha—. Hiciste el curso dieciocho veces y fallaste, eso demuestra tu entera incapacidad de ejercer en Cronalis como caminante.

—Ya te hemos puesto como recolector, pero Minutena nos ha hecho notar que darte la autorización de ejercer un cargo público acá en Cronalis es pasar por encima de todos los recolectores que se han ganado su puesto sin fallas de ningún tipo. No es justo con ellas y ellos.

—Yo creo que lo estoy haciendo bien —murmuró Támesis, sintiéndose pequeño con cada acusación que le lanzaban.

—No es ese el punto, la cuestión es tu derecho de ejercer en Cronalis.

Támesis tragó saliva, inquieto. ¿Por qué Minutena lo odiaba? Desde que lo habían amenazado con castigar a su madre, Támesis se había portado bien. Cumplido, responsable, sin quejarse ni una sola vez, ¿por qué su mera existencia era entonces incómoda para la guardiana? La encontró detrás de los miembros del consejo, mirándolo con indiferencia y la resintió por ser tan cruel. Su aspecto decía día soleado, su alma gritaba tormenta eléctrica con vendaval. Eso era lo injusto de la situación.

—Además, siendo hijo de personas que no se adhieren a las leyes, no sabemos qué esperar de ti. —Dijo la mujer de pelo rojo, de nuevo amable pese a la carga de sus palabras—. Eres medio humano, Támesis y eso te hace impredecible.

—He vivido acá desde que nací; más allá de mis genes, no tengo nada humano que deban temer.

—La rebeldía viene en los genes, no se necesita más —interrumpió Minutena con su voz dulce, pero su entonación odiosa. No era común que alguien además de los doce miembros del consejo tomaran la palabra, pero nadie se quejó cuando ella lo hizo—. Eventualmente serás un problema.

—¡Eso no lo sabes!

—Es un riesgo que no vale la pena tomar —secundó una voz junto a Minutena. La guardiana asintió, como si fuera lo más lógico del mundo que alguien estuviera de acuerdo con ella. La mujer del consejo continuó—: Minutena ha puesto sobre la mesa otra opción para tu castigo.

Támesis tomó aire para defenderse. Odiaba ser recolector, pero si eso era lo peor en Cronalis y se lo querían quitar, ¿qué le esperaba? ¿Qué tipos de castigos la gente de Cronalis no conocía y él estaba a punto de experimentar? La parte humana de su corazón se aterró ante sus propios pensamientos. Sin embargo, antes de que hablara para pedir misericordia, la mujer del pelo rojo intervino:

—Tu castigo es el exilio al plano humano.

Támesis no creía lo que escuchaba. Parpadeó lentamente, su garganta seca.

—Habías pedido el viaje para visitar libremente el plano, pero eso no será posible —añadió otra voz—, tu exilio no tiene regreso, no ahora, no nunca. Tu tiempo de existencia será considerablemente reducido y morirás como humano en ese plano.

Así que ese era su castigo: morir en el plano humano sin respaldo del plano que lo vio crecer, sin honor, sin felicidad. La montaña rusa de sus emociones estaba a punto de colapsar. Con la voz ahogada, Támesis murmuró:

—¿Cuánto tiempo me queda?

Quizás podría visitar a Génesis unas horas y...

—Tendrás la línea de vida de un humano común y corriente. Tengo entendido que la vida de los humanos se rige por hábitos de salud, suerte y riesgos normales del plano sobre los que no tenemos control, pero que más o menos dura entre sesenta y cien años; tú ya tienes aproximadamente treinta en su tiempo, así que haz tus cuentas. Además, por supuesto, también depende de su situación económica y social, dicen que el dinero y los buenos contactos solucionan y alargan la existencia de esas criaturas.

Treinta años me quedan. Quizás setenta si tengo suerte. Setenta años, setenta años, setenta años. Génesis.

Hubo varios bufidos de desagrado, como si lo que se describía ahí de los humanos fuera una blasfemia que ofendiera a cualquier ser existente en cualquier plano.

—Qué bárbaros.

—Tan superficiales.

—No hay peor castigo que terminar en ese agujero de muerte y capitalismo.

—Y más si es en latinoamérica.

—Ah, por supuesto, Támesis no merece el primer mundo.

—Son solo diferentes niveles del mismo hueco.

Támesis no escuchaba las quejas. Desde que las palabras "tendrás la línea de vida de un humano común y corriente" habían atravesado sus oídos, el resto se había desdibujado a su alrededor, sonidos incluidos. Sus ojos se llenaron de lágrimas, su rostro afligido, sus manos temblando.

—Te pedimos encarecidamente que no hagas despliegue de tan horrendo ritual humano que es el llorar —pidió una voz ronca y fastidiada tras Támesis. Él se limpió los ojos antes de que las lágrimas resbalasen por sus mejillas—. Es un castigo que te has ganado y lo mínimo que puedes hacer es aceptarlo con la dignidad que merece este Consejo.

Solo que Támesis no lloraba por la tristeza, sino por la felicidad de conseguir lo que tanto quería y sin solicitarlo, es más, de manera en que sus verdugos sentían que lo estaban hiriendo. Según entendía, el Consejo le había prohibido los viajes pensando que él querría volver, ¿si les hubiera dicho desde el comienzo que su ida era sin regreso, le habrían permitido irse hace siete meses? Sorbió la nariz y asintió, obligándose a no sonreír, a lucir derrotado. Sin embargo, no pudo evitar decir:

—¿Desde cuándo me dejan ir... digo, me exilian?

Támesis no notó que la guardiana se había movido con sigilo entre las sombras hasta alcanzarlo, solo escuchó su voz junto a su oreja al tiempo que sentía cómo lo tomaba de la mano.

—Desde ahora.

Sin más, desaparecieron del Consejo y de Cronalis. Támesis no alcanzó a echar un último vistazo al plano que lo había visto crecer, pero no sintió ni por un segundo que se perdiera de algo. 

Cuando fue de nuevo consciente de su alrededor, ya no estaba en Cronalis con sus lugares apagados, la vibra sombría y todo tan recto y aburrido. Veía tonos fuertes en cualquier dirección, un cielo azul brillante, árboles muy verdes, casas de colores vivos.

Estaba en el plano humano.

Minutena lo soltó y eso le hizo recordar que ella lo había llevado. La miró sin saber cómo debía actuar. Ella debía asumir también que era el peor castigo para un atemporal estar exiliado en ese lugar, de modo que si actuaba con agradecimiento y felicidad, ella podría volver a Cronalis y revocar este castigo.

Intentó lucir devastado, bajó sus cejas hacia los labios y encogió los hombros.

—Ehh... qué triste estoy de llegar a estos extremos.

Hubiera sonado más convincente si no lo hubiera dicho como si lo estuviera leyendo de una hoja, y si no hubiera añadido la entonación de una pregunta al final.

—Ni como caminante ni como mentiroso sirves.

—Yo no...

—Jamás voy a empatizar con el hecho de que cambies la vida atemporal por una miserable vida humana —añadió, cortante—. Y no lo entiendo tampoco, pero es... es fascinante de observar.

Támesis pensó que muchas de esas palabras las había usado Minutena la noche anterior cuando habló con él. Solo que ahí no se notaba odio de su parte, pero sí curiosidad, y en ese momento en el plano humano se preguntó si Minutena también sabía que esto no era un castigo para él. ¿Lo había ayudado...? No tenía sentido.

—Tú... lo hiciste a propósito —reflexionó, esta vez no sonó a pregunta. Minutena no lo negó... ni asintió, simplemente lo miró con indiferencia—. Idear este "castigo" —hizo comillas con sus dedos—, lo hiciste adrede para dejarme volver.

—Quiero entenderlo —fue toda su respuesta—. Vendré ocasionalmente, quizás consigas alguna explicación que darme con la... —Frunció los labios con asco antes de decir—: la vejez.

No era ayuda del corazón, eso era claro. (¿Minutena tenía corazón al menos?) Era un acto que alimentaba sus propios intereses: la frustración de no entender y el deseo de hacerlo. Era una intención tan egoísta como se podía esperar de una guardiana, pero a Támesis no le importaba porque lo valioso era que estaba ahí, en el plano humano, cerca de Génesis y con toda una vida por delante.

No pudo resistirse a abalanzarse a Minutena y abrazarla. Ella era pequeña en comparación a Támesis y quedó totalmente envuelta por sus brazos y su mentón; no se resistió, pero tampoco devolvió el gesto, solo se quedó ahí de pie como un poste hasta que Támesis quiso alejarse. Ni una ligera sonrisa hacía sombra en el rostro pálido y neutral de la guardiana.

—¡Gracias!

—No te hice ningún favor, humano, yo sí creo que es una maldición estar en este hueco. —Minutena escupió las palabras con desagrado, pero ninguna tenía tanto énfasis como el "humano" que usó por primera vez para referirse a él—. Pero cada quien puede ser feliz en su miseria.

De repente Támesis miró alrededor y otra incertidumbre le invadió el pecho. Era una sensación negativa, pero la verdad es que lo invadió el alivio y la felicidad de sentirla, de notar el palpitar de su pecho y saber que iba a poder sentir todo de ahora en adelante hasta que muriese.

—¿Dónde estoy? ¿Cuándo estoy?

Minutena miró a un lado y a otro, seria.

—Estás a una calle de la casa de esa humana que llevaste al pasado, es en esa dirección —Señaló hacia la izquierda—, tus padres están en algún lugar cerca, creo. Ella debe saber. Sobre el cuándo... el tiempo que pasaste en Cronalis luego de regresar es el mismo que ha pasado acá. Saca tus cuentas y...

—Siete meses, dos semanas y casi dos días —dijo él rápidamente, incapaz de ocultar su emoción—. Ese tiempo ha pasado.

Minutena lo miró de arriba abajo con desaprobación, como si el hecho de haber contado los días en Cronalis con el tiempo humano fuera otra forma de ofensa personal hacia ella.

—Ridículo —masculló. Minutena llevó su mano a la parte trasera de su vestido y de algún bolsillo sacó un sobre amarillento, mediano y gordo que le tendió a Támesis—. De parte de tu tía. Le debía un favor y... bueno, me pidió que te lo diera.

Támesis se sintió mal de no haber visto a su tía más que algunas pocas veces durante su tiempo de regreso en Cronalis. Estaba resentido con todo el plano, y también con su tía por nunca haberle contado la verdadera naturaleza de la relación de sus padres. Sabía que ella no tenía la culpa, pero siendo que se había quedado solo en un plano que sentía ajeno, a alguien tenía que culpar y ella era su única familiar disponible.

Recibió el sobre, que pesaba más de lo que parecía al haber salido del bolsillo de Minutena.

—Dile que...

—A ti no te debo ningún favor —cortó ella—. Ábrelo cuando yo no esté, si es algo prohibido no quiero ser cómplice.

Támesis suspiró. Minutena era... Minutena, no podía pedir más.

—Te debo mucho, Minutena.

—Nunca necesitaré nada de ti, humano.

Y sin más, desapareció.

Támesis respiró hondo unos segundos, cerró los ojos y rogó que al abrirlos nada hubiera cambiado, que no fuera un delirio de su mente triste y siguiera en Cronalis listo para otra jornada de recolección. Sin embargo, cuando miró de nuevo, seguía allí en el plano humano, listo para una nueva vida.

Analizó el sobre en sus manos. No decía nada en el exterior, y cuando lo abrió vio muchos papeles doblados. Sacó el único que era de un color amarillento, el resto eran blancuzcos. Este sí decía "Támesis" en la parte exterior del doblez y al abrirlo reconoció la letra pulida de su tía. Era una nota corta y concisa:

"Tu padre es un gran soñador y cada día admiré eso. En esta ocasión, contigo, puedo contribuir a que tu sueño se cumpla. Un pequeño empujón para tu nueva vida. Siempre te voy a amar, Taim y si llegas a cruzarte con Marcus, dile que su hermana lo ha amado sin descanso todo este tiempo. Y dile a Johha que gracias por traerte a este plano y hacerme feliz. Los amo". —Jacky ♥

Támesis se emocionó hasta sentir un nudo en su garganta y humedad casi rebosando de sus párpados. Agradeció mentalmente a su tía y miró el resto de documentos, sonriendo mientras lo hacía. Qué ingeniosa era Jacky, pensando siempre en todo, considerando que, en el plano humano, existir debía ser registrado legalmente. Eso había en el sobre: documentos de nacimiento, de identidad, direcciones en donde había vivido, certificados de escuelas a las que había ido, un diploma universitario que lo acreditaba como experto en antigüedades, incluso una tarjeta débito a su nombre: pruebas de una vida que aún no había vivido, pero que debía fingir que sí para poder empezar ahora.

Qué emocionantes eran los nuevos comienzos.

Amor eterno a Jacky ♥ (pero no tanto amor porque solo apareció en dos capítulos jasjasjasja)
Muchas gracias por leer ♥

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