26. El Espejismo
Johha tuvo que pensar conscientemente en el verbo respirar para poder meter aire en sus pulmones antes de desmayarse luego de escuchar a Génesis.
—¿Lo... lo conoces?
Los tiempos de la esperanza eran curiosos. Le había tomado años, décadas a Johha mermar la esperanza de reencontrarse con Marcus luego de que se separaron, pero solo le tomó dos segundos volver a sentirla en el pecho con cinco simples palabras pronunciadas por otra persona.
—Sí, estoy segura... —Génesis acercó la foto a sus ojos de nuevo, como si quisiera hacer zoom y confirmar, pero su tono no dejaba ningún espacio a dudas—. Bueno, no acá. En el pasado, hace diez años, cuando visité mi adolescencia. Ese hombre me vio llorando un día y me preguntó si estaba bien, Támesis estaba conmigo y...
—Támesis lo vio... —repitió Johha con una sonrisa llena de lágrimas—. ¿Estás segura, Génesis?
Génesis miró a Johha y sintió una ligera punzada de culpa. Ella estaba segura, pero ese gesto de esperanza infinita depositada en su memoria la hacía sentir como si fuera un crimen de alto rango siquiera pensar en estar equivocada. No obstante, miró la foto otra vez y asintió.
—La noche en que llegaste, cuando hice el pastel de manzana y salí a caminar... —Génesis esperó que Johha asintiera para saber que lo recordaba—. Esa noche me lo encontré de nuevo, iba con un perro y terminamos hablando de mis padres... él me ayudó a salir de esa época.
Mientras hablaba, la misma Génesis se fascinaba de los giros del destino. Johha suspiró, su llanto inacabable, agridulce.
—¿Estuvimos tan cerca? —Negó con la cabeza, intentando abordarlo desde otra perspectiva—. En este plano eso fue hace diez años... diez años.
—No se veía muy mayor a como está en esa foto. Se veía... joven, como tú.
—Ese lugar. El de tu pasado, ¿es lejos de acá?
—No, queda como quince minutos en auto, podemos... —De repente Génesis recordó algo más y se sobresaltó—. ¡Me dijo dónde vivía! Es el vecindario de mis padres y no era lejos de donde nos estábamos quedando. Si voy, puedo recordarlo, yo... Puede funcionar, al menos podemos preguntar.
—Vamos —rogó Johha—. Vamos ahora.
Génesis miró la hora en su teléfono —cómo extrañaba su teléfono, perderlo era una desventaja de los viajes en el tiempo— y arrugó la frente.
—Es casi medianoche, Johha. Pero mañana a primera hora, ¿de acuerdo? —La miró con afecto—. Debes descansar también. Las últimas horas han sido demasiado.
Johha sabía que no iba a poder dormir nada por las ansias de que la mañana llegara, pero asintió porque aún podía pensar con lógica y sabía que la medianoche en el plano humano no era hora de ir a tocar puertas ajenas, ni siquiera si la excusa era la probabilidad de encontrar al amor de su vida que dejó de ver casi sesenta años atrás porque se quedaron en planos diferentes del universo.
—De acuerdo. ¿Puedo...?
—Por supuesto que te vas a quedar acá —se adelantó Génesis—. Es una casa muy grande para mí sola.
Se sonrieron con una confianza que les sorprendía a ambas. Se conocían hacía unos días, pero sus circunstancias eran extrañamente tan diferentes y tan iguales al mismo tiempo, que era fácil empatizar, tan fácil apoyarse una a la otra; resultaba irrazonable no hacerlo.
Ambas enamoradas de atemporales, una porque la vida se lo trajo a la puerta de su casa, la otra porque el tropiezo de él lo hizo aterrizar a sus pies.
La casa era pequeña, de una sola planta y con un jardín que no parecía florecer en ningún momento del año. Pero qué más daba, podía haber sido una mansión, un cobertizo o un castillo, Johha no lo habría notado por los nervios, por el pitido en sus oídos y el retumbar de su corazón que hacía eco en todo su cuerpo, como si ese fuera el único órgano que tuviese bajo la piel.
Pero sí notó a la mujer que salió por la puerta, y fue imposible ignorar la gran panza de embarazo que tenía y que parecía estar a punto de explotar. Tampoco pasó por alto a los otros dos niños que salieron tras ella, todos cargando algo que meterían en el baúl de la camioneta que estaba estacionada afuera. Iban saliendo todos, y a Johha se le fue el color de la cara por un segundo al pensar que Marcus tenía toda una vida ya hecha y derecha en ese plano.
Entonces la mujer volteó a mirar a Johha y a Génesis, porque ambas estaban cerca de su casa observando todo de manera sospechosa.
—¿Puedo ayudarlas en algo? —preguntó, más a la defensiva que amable, pero se entendía el motivo.
Fue Génesis quien reaccionó primero y sonrió, intentando parecer completamente inofensiva y gentil.
—Buenos días. Disculpe que la moleste, es que nos dijeron que en esta casa vivía un hombre llamado Marcus, no sé si nos equivocamos de casa. ¿Lo conoce usted? Es Marcus Season.
La mujer relajó un poco los hombros, lo que destensó a las tres mujeres al tiempo. Johha seguía imaginando cómo presentarse ante un amor que ya tenía otro amor, pero ya estaban ahí y no podían retractarse.
—Sí, lo conozco. No vive acá, es nuestro casero. La casa es suya.
A Johha le volvió el alma al cuerpo.
—Excelente —dijo Génesis—. ¿Cree que podría facilitarnos un número de teléfono o alguna dirección suya, quizás?
La mujer entrecerró los ojos.
—¿Ustedes son...?
—Oh, una disculpa. Mi nombre es Génesis, ella es Johha. Somos viejas amigas, pero hace mucho perdimos el contacto. —Génesis vio en los ojos de la mujer la desconfianza y aunque era un inconveniente, agradecía que no fuera por la vida dándole números ajenos a extraños—. ¿O podría yo darle mi número y usted se comunica con él y se lo da?
La mujer asintió.
—Sí, claro. —Génesis le dictó el número, que ella anotó en su propio teléfono—. ¿Le doy algún mensaje?
Johha estaba muda desde que habían llegado ahí, pero entonces se adelantó y dijo:
—Dígale por favor que Johha ha venido a buscarlo después de toda una vida de no poder verlo.
Si a la mujer le pareció un mensaje muy dramático, no lo dejó ver, solo sonrió asegurando que pasaría el recado y terminó de subirse a su camioneta, abrochando los cinturones de seguridad de sus hijos y entrando con cuidado al lado del conductor. Génesis se preguntó cómo podía conducir con semejante barriga; era algo admirable.
Cuando la mujer partió, Johha miró a Génesis con una sonrisa.
—Quizás lo encontré, Génesis.
—De todo corazón, espero que sí sea.
Un par de horas después, ya de vuelta en la casa de Génesis, su teléfono sonó. Era un número desconocido y dado que a Génesis nadie además de su abuela la llamaba, no dudó de que fuera Marcus. Tomó la llamada.
—¿Hola?
—Ehhhh... buenos... buenos días. Mi nombre es Marcus, dejaron este número con una de mis inquilinas... —Génesis no podía verlo, pero la forma en la que a Marcus se le cortaba la voz al hablar daba indicios de que su nivel de nerviosismo era igual al de Johha al pensar en el reencuentro—. ¿Con quién tengo el gusto de hablar?
Por algún motivo, entre la voz de Marcus y el gesto de esperanza de Johha frente a ella que la miraba con ansias, a Génesis se le hizo un nudo en la garganta también.
—Mi nombre es Génesis. Tú... tú me ayudaste hace diez años, una noche en la que estaba perdida. Conocí a tu perro, Tarántula.
Hubo un silencio tenso y luego él respondió:
—Te recuerdo —dijo el hombre de otro lado, su voz temblorosa—. Peleaste con tus papás.
—Sí... ya no importa. Johha está conmigo.
Hubo un silencio estupefacto del otro lado, luego Génesis escuchó cómo el hombre tomaba aire a trompicones.
—Johha... Johha está lejos. Hace años que no...
—Volvió por ti desde Cronalis. Pero ella puede decírtelo.
Génesis se acercó a Johha, que no paraba de temblar y que miró el teléfono que ella le brindaba como si fuera una bomba a punto de explotar. Lentamente se llevó el aparato a la oreja y por un minuto entero no dijo nada, pero algo debió escuchar porque su llanto se derramó en el silencio.
—Soy yo... —dijo finalmente, presa de llanto.
Génesis consideró que ya no tenía nada más que observar ahí, así que salió de la sala y la dejó sola con la llamada que llevaba décadas esperando... que ambos llevaban décadas esperando. Pensó en Támesis y una punzada en su pecho vibró por no tenerlo a su lado.
Génesis se volvió una espectadora. Unas horas después, un auto aparcó frente a su casa y de él se bajó el hombre que había visto unos días atrás, que en realidad fue diez años atrás, pero que lucía exactamente igual que en la foto de medio siglo atrás, exceptuando quizás los ojos hinchados por el llanto. Lo vio bajarse del auto y quedarse como una estatua mirando hacia la casa, donde, desde el pórtico, Johha estaba en la misma posición mirándolo a él.
Se acercaron poco a poco, como con miedo de correr y perder el espejismo. Cuando se encontraron a mitad de camino, cada uno estiró una mano con temor y duda, pero cuando sus dedos se tocaron y pudieron estar seguros de que era real, se abrazaron con la fuerza acumulada de cincuenta años de ausencia.
Hubo llanto y palabras susurradas en el cabello del otro que solo ellos escuchaban. Las piernas de ambos cedieron así que terminaron arrodillados en el césped en un revoltijo de brazos, lágrimas y palabras de reafirmación.
Génesis sin darse cuenta estaba llorando también, conmovida por el reencuentro, sinceramente feliz por ellos, en especial por Johha, que había sacado la peor parte de esa separación impuesta por el destino.
De pronto, Génesis vio un movimiento detrás del árbol de manzanas de su abuela. Miró con detenimiento y notó que Minutena estaba ahí, mirando a la pareja, aunque su expresión distaba mucho de ser conmovida y estaba más inclinada al desprecio. Minutera era quien se había llevado a Támesis y esa sola verdad hizo que Génesis caminase hacia ella sin pensarlo dos veces. Minutena notó a la humana cuando ya estaba muy cerca y le dedicó una mirada indiferente.
Génesis tragó saliva.
—Hola, Minutena.
—Humana —replicó ella.
Ahora que la guardiana no estaba ahí para joderle la vida a ella, Génesis no sabía cómo dirigirse a Minutena.
—¿Qué haces acá? —dijo entonces.
—Vengo a llevarme a Marcus.
Su respuesta llena de sinceridad y vacía completamente de sentimiento fue como un golpe en el estómago para Génesis.
—¿Qué? ¿Por qué?
Minutena la miró de arriba abajo, como si estuviera calibrando la importancia de Génesis y si merecía una respuesta. Al parecer decidió que era tan insignificante que no importaba decirle la verdad.
—La reliquia desde la que el caminante cayó fue robada de Cronalis vilmente. Nunca se supo quién se la había llevado hasta que a Johha se le ocurrió volver a este plano y poco a poco hemos unido las piezas. —Soltó una risa irónica, la única risa que era capaz de producir, pensó Génesis—. Es irónico que solo supiéramos que fue él por culpa de su propio hijo y de la mujer que se llevó a Cronalis sin permiso previo. El Consejo quería saber qué hacía Johha en este plano, al comienzo yo pensé que simplemente quería regresar a su lugar de origen, pero me sorprendió que viniera en búsqueda de un criminal... al final resultó que encontramos más de lo esperado.
—Johha solo vino a buscar a su amor.
Minutena miró a la pareja, que seguía en su burbuja de tiempo recuperando cada instante que perdieron juntos. La mirada de la guardiana era recelosa.
—No lo comprendo —exclamó entonces—. No comprendo cómo un Caminante exitoso como Marcus elige arriesgar todo por una humana.
—Porque la ama.
—No lo comprendo —puntualizó—. Pero tampoco es de mi interés comprenderlo. Marcus debe responder frente al Consejo por su ofensa y...
—No puedes llevártelo —casi gritó Génesis. Minutena la miró, ofendida con su atrevimiento de gritarla y, peor, de pretender ordenarle algo—. Es decir... míralos, estuvieron separados por más de cincuenta años. No puedes llevártelo así no más...
—El tiempo humano que hayan estado separados no es mi problema. Marcus es atemporal, para él cincuenta años son un parpadeo.
—Un parpadeo se siente eterno si has perdido a la mujer que amas.
Minutena se encogió de hombros.
—No me interesa. —Minutena dio un paso hacia la pareja y Génesis entró en pánico. El final feliz de los padres de Támesis no podía ser de tan solo media hora, no era justo. Agarró el antebrazo de Minutena y ella abrió mucho los ojos, sintiéndose atacada. Génesis la soltó de inmediato—. Por favor, Minutena, míralos. Marcus no es un criminal, Johha tampoco. Solo son dos personas que han sufrido demasiado.
—Marcus robó la reliquia y...
—¡Míralos! —suplicó. Minutena enarcó una ceja, pero los miró. Génesis continuó—: Han estado separados mucho tiempo, merecen compensar ese tiempo. Por favor, no te lo lleves. Son buenas personas.
Minutena arrugó la frente como si sintiera que lo que Génesis veía en la pareja y lo que ella veía, eran dos imágenes completamente distintas. Deseó por un segundo ver con los ojos de la humana, pero ese pensamiento le generó asco, así que pronto lo desechó.
—No es decisión mía.
Génesis agarró su propio cabello, desesperada. Pensó en Támesis, en la forma en que le habló de su madre y de cómo deseaba que ella fuera feliz, pensó en que ahora que lo había perdido para siempre dependía de ella lo que pasara en ese momento. Génesis no pudo mantenerlo a él a su lado, pero podía hacer algo por Johha y Marcus, o al menos tenía el deber de intentarlo. Entonces se le ocurrió, de repente, un buen argumento. Salió de sus labios de forma apresurada:
—Dijiste que para ustedes el tiempo no es como acá.
—¿Y?
—Marcus es de Cronalis, él tiene muchísimos años de vida. Johha no, Johha es humana y ahora que ha vuelto a este plano empezará a envejecer como una persona normal.
—No entiendo qué tiene que ver...
—Déjalo con Johha, Minutena. Déjalo sesenta, setenta años, que es la vida que tiene Johha. Déjalo acá disfrutar, ser feliz con ella y ver cómo va envejeciendo mientras él no lo hace. No comprendes el amor, bueno, yo sí, y sé que nada duele más que perder a la persona que amas. Cuando vuelvas por él en unas cuántas décadas, estará destrozado y eso es peor castigo que cualquier cosa que le hagan en Cronalis. No opondrá resistencia a irse si está descorazonado. Además, para ustedes seis décadas no son nada, no pierden nada.
Minutena pareció considerarlo, pareció imaginar que el plan de Génesis se llevaba a cabo y analizar las consecuencias. Era verdad que el paso del tiempo era insignificante en Cronalis, de hecho, aunque seis décadas humanas habían pasado desde el robo de la reliquia, en Cronalis era un delito que seguía fresco y vigente porque el tiempo se estiraba y se encogía en su propio eje distorsionándolo todo.
—Marcus será menos problemático si rinde cuentas al Consejo cuando no tenga nada por lo que luchar. Será más dócil —razonó la guardiana.
Génesis sintió un escalofrío ante las palabras crueles de Minutena. La forma en la que veía el plan era muy diferente a como ella lo veía, la perspectiva cruda que la guardiana tomaba le dejaba más claro que nunca sus diferentes formas de ver la vida, de existir, de sentir.
—Sí, exacto —afirmó Génesis—. Si te lo llevas ahora, no dejará de luchar por regresar.
Un resoplido mitad risa irónica brotó de sus labios.
—Como el padre es el hijo.
Las alarmas de Génesis se encendieron ante la mención de Támesis.
—¿Támesis?
Minutena de nuevo le dedicó una mirada recelosa y de nuevo pareció considerar que la humana era insignificante, que no merecía el esfuerzo de una mentira. Blanqueó los ojos y dijo:
—No deja de lloriquear porque quiere regresar a este plano. Ya tiene al Consejo harto, lo último que querrían es que llegue otro igual de fastidioso.
—Támesis quiere volver... —susurró para sí misma, embargada por la tristeza—. ¿Podrías...?
—No —cortó Minutena. Luego miró a la pareja—. Reportaré que no lo he encontrado, pero dile que estaré vigilando cada día. Se escapó una vez, no se va a escapar dos.
—¿Sería realmente tan malo que dejaran que Taim se fuera de Cronalis? —soltó Génesis abruptamente.
Minutena se encogió de hombros.
—No es mi posición dictaminar eso. Además, en Cronalis, cada quien se hace cargo de sus errores, a diferencia de este plano de irresponsables impulsivos.
Sin más, Minutena desapareció. Génesis quedó perpleja en su lugar por unos segundos, procesando la idea de que Támesis estuviera desesperado por volver al plano humano, por volver a ella. Y luego lloró al razonar que nadie iba a intervenir por él en Cronalis, que nada podía hacer ella desde acá y que esa realidad que sus padres vivieron estando separados por un plano era la misma que les esperaba a ellos, con la diferencia de que Génesis y él no tendrían su final feliz.
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