19. La Verdad
En Cronalis siempre sabías qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. Johha extrañaba eso. En ese momento, en el plano humano, el impredecible plano que se robó a su esposo, no tenía ni idea de qué hacer y eso la frustraba. Salía durante el día, recorría calles, intentaba mirar todas las caras alrededor esperando descubrir por arte de magia un método que le ayudase de verdad a buscar a Marcus, pero nada pasaba.
Estaba segura de que recordaba vívidamente a Marcus, de que lo reconocería en el instante en que lo viera y, estúpidamente, había pensado también que estando en el plano humano su conexión con Marcus la llevaría a él porque sí, porque era la forma de ser de las cosas.
Pero la realidad era otra: estaba sola, desesperada y sin opciones de recurrir a nadie.
Se devolvió al apartamento temporal, agotada de fracasar por ese día. Al entrar, vio a Támesis secando algunos platos con un trapo azul. Apenas la vio, su amado hijo le sonrió. Cuando le habló, era casi un susurro:
—Génesis ya está durmiendo. Tuvo un día horrible.
—No fue la única —replicó ella entre dientes. Johha se acercó al mesón para tomar algunos trozos de pan que habían quedado; el apetito del plano humano era algo difícil a lo que acostumbrarse—. ¿Cómo estás tú, hijo? Sé que este plano es complejo para personas como...
—No está tan mal —interrumpió.
Y ahí estaban de nuevo las alarmas de la cabeza de Johha repicando con fuerza en las paredes de su cráneo.
—No es tu lugar.
—Solo digo que no es terrible, ma. Acá hay... tantas cosas, como la comida.
El instinto temeroso de Johha palpitaba a todo dar.
—Tu misión es regresar a Cronalis, hijo, encontrar otro empleo y enderezar las cosas. Será como si nada hubiera pasado.
Támesis suspiró.
—Lo sé, soy un atemporal, no pertenezco a este plano. —Hubo un corto silencio en el que Támesis solo miraba los cubiertos que estaba secando. Con algo de temor, añadió—: Pero a veces tampoco siento que pertenezca a Cronalis.
Esa horrible sensación tan humana de un nudo en la garganta invadió a Johha. Estaba tan cansada de su búsqueda infructuosa, de huir de Minutena, de ocultarle cosas a su hijo.
—Tu padre solía sentir algo similar. —Támesis se sobresaltó. Johha no hablaba de Marcus; podían contarse con los dedos de las manos las veces que lo había nombrado en la vida de Támesis. En una de esas veces ella le había dicho que no importaba quién era y crecer con solo madre fue su normalidad incuestionable. Por supuesto que había tenido curiosidad muchísimas veces, pero no la suficiente como para incomodarla con preguntas imprudentes—. Me decía que nunca había sentido ser parte de nada hasta que me conoció. Que yo le di el espacio en el universo al que pertenecía.
Había una pasión en la voz de Johha que Támesis nunca había escuchado. Su madre se caracterizaba por ser seria de carácter, al punto de casi parecer indiferente. Las pocas sonrisas que soltaba durante el día en Cronalis eran a causa de Támesis y, aún así, la mayoría parecían ofrecidas por cortesía más que por alegría verdadera. Támesis había aceptado simplemente que era la personalidad de su madre y jamás se lo tuvo en cuenta, pero ahora mientras hablaba de su padre... sonaba feliz, casi añorante, incluso sonrió. Se preguntó si era efecto del plano; quizás en Cronalis solo apetecía ser serio y frío, pero acá en el humano todo se sentía a flor de piel.
Támesis podía empatizar con eso.
—Pero se fue —dijo Támesis a su pesar—. Lo siento. Es decir, nunca estuvo... ni siquiera me hablabas de él. Siempre asumí que nos abandonó y por eso no te gustaba mencionarlo...
—Marcus jamás nos abandonaría —replicó Johha a la defensiva—. No te hablo de él porque quiero protegerte.
—¿De qué?
—De sus errores, de los míos...
—Mamá, ¿qué pasó con él?
—Se cayó del reloj y no encontró el camino de regreso.
Qué duro fue para Johha pronunciar esas palabras. Por lo equivalente a casi seis décadas humanas, había pensado en Marcus cada día, pero ni una sola vez, ni siquiera cuando recién ocurrió el accidente, Johha había dicho en voz alta que se había caído del reloj. Era tabú, era dolor, era un secreto que ella y la hermana de Marcus guardaban con celo.
Támesis se sentía mareado. No solo su madre estaba hablando de su padre, un misterio en sí mismo, sino que el motivo de que él no estuviera con ellos era que había cometido el mismo error que él. Tropiezos heredados de padres a hijos, quién lo diría, pensó.
Eso, sin embargo, no explicaba por qué no había vuelto; Támesis se había caído del reloj, sí, pero en menos de nada tuvo a una guardiana tras él, tuvo un Consejo dándole un castigo, tuvo un viajero coordinando desde las sombras su penitencia con Génesis. ¿Por qué no hicieron lo mismo con su padre? Cronalis no era como el plano humano, no había una "época pasada" donde las cosas fueran distintas, no; Cronalis era lo que era desde siempre y para siempre, entonces, ¿por qué?
—¿No lo buscaste?
—No. Estaba embarazada y elegí cuidarme y cuidarte. He hecho eso durante todo este tiempo, hijo. Y no me malentiendas, no me arrepiento de nada, eres mi mayor orgullo, sin pero alguno.
Palabras llenas de amor en una voz casi fría. Así era Johha, esa era la mamá que Támesis conocía.
Támesis procesaba lento y a la vez rápidamente lo que pasaba. Pensó entonces en Minutena, en lo que había dicho esa mañana y pequeños nodos de ideas y de secretos empezaron a formar una red en su cerebro.
—¿Por qué estás acá, mamá?
Johha tragó saliva.
—Para ayudarte. No quiero que te quedes acá como le pasó a tu padre.
«En Cronalis no hay secretos, hay condiciones. Si no la hemos devuelto es porque queremos saber qué trae entre manos». Las palabras de Minutena hacían eco en su cabeza. Las sacudió, como si así pudiera callar esa voz.
—Viniste a buscarlo —soltó con tanto convencimiento que sobresaltó a Johha. Para ese punto, sin embargo, no valía la pena seguir ocultándoselo—. ¿Verdad?
—Sí, también.
—¿Por qué de Cronalis no lo buscaron? Cuando yo me caí, Minutena tardó minutos en llegar y llevarme al Consejo.
Johha agachó la mirada. En Cronalis el envejecimiento físico era casi nulo, de modo que Johha no se veía de más de treinta y pocos años, para cualquier desconocido, podía ser la hermana incluso menor de Támesis. En ese momento, no obstante, la angustia en sus ojos y el peso de los secretos cargados por décadas la hacían lucir muy mayor.
—A ti te buscaron porque estabas en tu labor cuando te caíste.
—¿Y mi padre?
Johha tomó aire, pero de nada sirvió. Sus pulmones se sentían llenos de plomo, su garganta un nudo pesado y denso.
—Él no estaba viajando de forma legal. Él... él se cayó del mismo reloj que tú, Taim. De esa reliquia.
Támesis entonces recordó su reunión en el Consejo. Sintió como si hubiera pasado un milenio desde entonces, pues sus recuerdos de esa reunión donde lo castigaron y arrastraron a Génesis en su reprimenda, estaban un tanto borrosos, posiblemente por el miedo que tenía. Aún así, logró rescatar de las brumas espesas de su mente un detalle que uno de los miembros del Consejo había dicho.
—Esa reliquia estaba perdida, la que me asignaron, porque había sido robada... —Johha asintió—. ¿Por qué se la robó? ¿A cuándo quería ir?
Johha parpadeó con rapidez, sintiéndose acorralada. Su hijo no la estaba presionando, pero su secreto era la espada y contarla era la pared. Tomó aire, sintiendo un ya desconocido palpitar desenfrenado.
—Tengo que decirte algo sobre Marcus y sobre mí. Sobre ti también, Taim. Sobre quién eres. No es casualidad que seas tan afín a este plano, que disfrutes tanto estar acá.
Támesis rió nerviosamente. No era casualidad que fuera tan peculiar, no era casualidad que le hubiera tomado casi veinte cursos aprobar su entrenamiento. ¿Lo había pensado antes? Muchas veces, muchas más ahora que visitaba en plano humano y todo era tan fascinante. Pero siempre había sido eso: una loca idea, nada con fundamentos, nada lógico, solo una teoría existencialista que intentaba conectar con las películas que veía y sus sentimientos tan no-atemporales.
En medio de una risa casi histérica, Támesis preguntó:
—¿Vas a decirme ahora que mi papá es humano? —El sarcasmo en su voz fue inevitable... y también fue inevitable la pizca de esperanza que resonó en su tono.
Johha negó con la cabeza, también riendo, también histérica, también asustada. Luego asintió y luego negó de nuevo.
—No, tu padre es atemporal... —Támesis suspiró, hasta que su madre dijo—: yo no lo soy. Yo soy humana.
Las risas cesaron, el tiempo se detuvo. Bueno, no literalmente, aunque Cronalis habría podido detenerlo en otro contexto. No, solo fue ese momento, ese instante en que la presa de secretos de Johha se desbordó y Támesis se vio arrasado por esas verdades, en que el corazón del caminante se saltó un latido y el planeta le dio un segundo para recuperarlo.
Había convivido con su madre por muchos años sin ni siquiera poder atisbar lo que su mente escondía, sin poder ni acercarse a los pozos profundos que Johha no quería que vieran de ella. Con el tiempo, Támesis aprendió a amar así a Johha: callada y distante, y ahora se enteraba de que era todo lo contrario. Era humana, nada menos. Era lo que él tanto admiraba y temía. Era emociones, explosión, comida, dolor, amor. Johha era todo eso y Támesis nunca lo sospechó.
Johha guardaba sus secretos dentro de una bolsita en su corazón y cada vez que metía uno, la tela iba estirándose y estirándose, cada vez más incapaz de contenerlos todos. En esa noche en el apartamento temporal, la bolsita de sus secretos estaba a punto de reventar, así que cuando sacó uno solo frente a su hijo, los botones se deshicieron y tuvo que soltarlos todos.
Y Támesis estuvo ahí, en silencio, escuchando toda la historia, recogiendo cada secreto y guardándolo en su corazón, alivianando la carga de su madre... y aumentando peso a la suya.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top