13. La Fantasía
El tema de los padres de Génesis no se tocó más esa noche, ni siquiera cuando ella regresó de su paseo nocturno más tranquila, pero también más vacía. Johha dijo estar demasiado cansada y Támesis solo pudo decir:
—Cosas de este plano, ma, sientes que te mueres cada noche.
Johha rió, Génesis no.
—Puedes dormir en la cama, Johha —ofreció Génesis—. Es bastante grande, puedes dormir ahí con Támesis y yo tomaré el sofá.
—No quiero incomodar.
—Ni lo digas, ve y descansa.
Johha no necesitó más insistencia y se fue a la habitación. Támesis se quedó otro poco. Habían comido pastel de manzana y aunque para Támesis fue lo más delicioso de su vida, Génesis sabía que no le llegaba ni al cinco por ciento de sabrosura al que hacía su abuela; esperaba algún día llegar a hacer uno cercanamente parecido.
Sin acordarlo en voz alta, ambos empezaron a recoger la cocina como si fuera una actividad que hubieran compartido por años.
—No sabía que los de tu especie tenían... padres. Es decir, padres como los de acá.
—No son tan como los de acá. En Cronalis puedes elegir si concebir en tu cuerpo, lo que es considerablemente menos elegido por las mujeres de mi plano porque hay como mil riesgos a cambio de dos ventajas... o puedes crearlo con lo que tú llamarías magia. Es un proceso complejo, no lo entiendo muy bien, pero es lo preferido.
—¿Y tú cómo llegaste a tu mundo?
—Mi madre me concibió. El pequeño porcentaje es casi ella sola —bromeó—. Exagero, pero sí conozco muy pocos en Cronalis que hayan sido concebidos.
—¿Y conciben... como los humanos?
Támesis se sonrojó un poco, solo un poco.
—Bueno... pues sí. Aunque al igual que con otras necesidades del cuerpo —dijo "necesidades" como si fuera un simple eufemismo—, en Cronalis no se hace como acá.
Génesis no pudo desaprovechar la oportunidad de molestarlo teniendo como incentivo el tono de sus mejillas:
—¿Y cómo lo hacemos acá?
Támesis le sostuvo la mirada pese al calor de su rostro. Sabía que ella lo decía a propósito de burlarse de él, pero no le molestaba, sorprendentemente descubrió otro instinto humano: el de responder en tono bajo, pausado, mientras se sonríe de lado y brillan los ojos. El tono pícaro. Luego descubriría que eso era coquetear, por ahora solo quería responderle a la altura.
—Con frecuencia y por placer.
—Me dijiste que en Cronalis solo comen para dar energía al cuerpo, que solo duermen cuando es estrictamente necesario.
—Sí.
—¿Con el sexo es igual?
Támesis se encogió de hombros.
—Es una manera de concebir, nada más. Y casi nadie elige concebir tradicionalmente, así que haz tus cuentas.
Génesis suspiró.
—Suena demasiado aburrido.
—No lo es. Ustedes tienen deseos carnales irracionales que sí o sí deben saciar, nosotros no. Nos concentramos en otras cosas.
—¿Cómo qué?
—Como intentar no caernos de los relojes —dijo Támesis con burla... y con pesar. Pero logró su cometido: Génesis soltó una carcajada.
Y, esto no lo esperaba, pero de nuevo fue consciente de la cercanía que tenía con ella, igual que cuando cayó del árbol. De nuevo sintió la garganta reseca, el corazón acelerado, la hiperfijación. Quizás sí estaba enfermando y Cronalis quería desaparecerlo.
—No funcionó mucho, ¿no?
—No, supongo que no.
—Ahora que lo pienso... si el tiempo en Cronodistrito no es medible como acá... ¿cómo calculas tu edad?
—No tenemos edad. Alcanzamos un punto máximo de madurez física e intelectual y así nos quedamos.
—¿Tú ya la alcanzaste? —Génesis se escuchó a sí misma y retrajo el labio—. No es una ofensa, me refiero a que no sé cómo luce un adulto completo en tu planeta. Tu madre no se ve tan joven, pero tampoco se ve como tu madre; parece más una hermana mayor.
—Es una de las mil desventajas de concebir: el envejecimiento físico. Pero ya no envejecerá más de como está ahora, así que de todas formas es poco. Y sobre tu pregunta... me falta un poco para mi madurez completa, completísima.
—¿Eres como un adolescente?
—No, nada me duele.
Génesis rio.
—No lo había visto así... —Pensó en voz alta—, adolescente es el que adolece. Por eso somos tan insufribles a esa edad. No, un adolescente es...
—Sé lo que es. —Támesis sonrió de lado, un hoyuelo diminuto haciendo aparición en su mejilla izquierda—. Solo bromeo. No, no soy un adolescente. Soy como... según tus estándares de madurez humanos tendría unos veintisiete o veintiocho años.
Génesis estaba por esa edad, pero muy madura no se sentía. Aunque mirándolo bien, Támesis la igualaba en ese aspecto.
—Es decir que ya eres adulto, pero eres un adulto chiquito y no sabes qué hacer con tu existencia, todo te da estrés porque sientes que no vas a poder hacer nada bien y que todos los demás de tu edad ya tienen todo resuelto, pero cuando preguntas a otros, todos están en las mismas que tú así que te das cuenta de que todos fingen y adivinas que lo que debes hacer es fingir también que tienes todo resuelto y seguir fingiendo hasta que la mentira se camufle con la realidad y ya no distingas qué es real y qué no.
Támesis quedó boquiabierto.
—Pues... sí, no lo hubiera podido decir mejor.
—Yo tengo veintisiete —explicó.
—Bueno, si hablamos de años desde el nacimiento, yo tendría lo equivalente a... —Támesis hizo cuentas mentales— unos cincuenta y dos años.
Fue el turno de Génesis de abrir mucho la boca.
—¡Eres un anciano!
—¡No lo soy! Es que los humanos tienen una vida muy corta.
—¿Cuánto viven en Cronalis?
—Hasta que uno decida dejar de existir.
Génesis reflexionó y concluyó que no le gustaría ser de Cronalis. Había días en que la vida parecía pesar demasiado y daban ganas de renunciar a ella, pero todos los humanos tenían el consuelo de que la vida eventualmente acabaría... ¿tener tiempo ilimitado? Qué tortura. Luego pensó en su abuela y también se dijo que daría todo porque ella fuera eterna, que la vida no sería renunciable si ella siguiera respirando el mismo aire a su lado. Pensó entonces en la ironía de que la mayoría de personas agradecerían la vida eterna, pero solo si es para sus seres queridos, no para sí mismos.
Decidió no divagar más al respecto.
—¿Y qué hay de tu padre? Si se necesitan dos para concebir y allá nadie muere... ¿Qué es de él?
Támesis bajó la mirada.
—Nunca lo conocí y mamá no habla de él. No sé absolutamente nada al respecto.
—¿Y no sientes curiosidad?
—Ya no. Con el tiempo ilimitado de Cronalis dejas de darle importancia a la curiosidad, solo pasas a lo siguiente, a algo que sí puedas averiguar.
A Génesis le pareció que Támesis decía menos de lo que sentía, pero no quiso presionarlo a decir más.
—Es mejor no tener un padre que tener uno que te haga sufrir —dijo a cambio.
Támesis suspiró.
—Perdón por hacerte revivir todo esto, Génesis. Si... —Se rió—, ay, no puedo creer lo que voy a decir, pero si pudiera devolver el tiempo evitaría caerme del reloj.
—Sí puedes.
—Yo no puedo, los viajeros sí. Lo que no puedo hacer es convencerlos de nada, así que técnicamente no puedo devolver el tiempo.
Ambos se rieron bajito y el aire que expulsaron los hizo percatarse de lo cerca que estaban. La cocina ya estaba limpia, Génesis había recostado su cuerpo contra el mesón y Támesis frente a ella dejaba entre ambos solo el espacio justo de dos centímetros para no tocarla.
—¿Qué pasa si no podemos resolver esto? ¿Ha pasado? —susurró Génesis.
—Algunas veces. No en estas circunstancias, pero ha pasado. El humano termina acostumbrándose al tiempo en el que se quedó.
Génesis miró los ojos oscuros de Támesis, percibió el calor que su cuerpo irradiaba, notó la mano que él tenía en el bolsillo de su pantalón, un gesto que lo hacía parecer relajado y dulce, aún cuando ella sabía que su personalidad era más bien hiperactiva y nerviosa. Mirándolo tan cerca se le cruzó por la mente la irracional idea de que no sería tan malo quedarse en el pasado si el pasado era como ese instante con él a su lado.
El pensamiento duró lo que dura un suspiro, lo desechó cuando notó lo absurdo que era. No se movió, sin embargo.
—¿Puedo preguntarte algo? —murmuró Támesis.
Génesis pensó que le diría que sí a lo que fuera y estimó la posibilidad de que él estuviera fantaseando la misma vida con ella a su lado, pero no estaba preparada para lo que él dijo:
—¿Me puedo comer el último trozo de pastel?
Génesis rió, desinflándose pero riendo porque había dejado a su mente volar tontamente demasiado alto demasiado. Asintió.
—Come lo que quieras.
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