EPÍLOGO

Solté quejidos por el esfuerzo que estaba haciendo desde ya un par de minutos, mientras Alessandro intentaba detenerme, notándose exasperado y molesto.

—Lía, bájate de ahí.

—No.

—Abajo.

—Ni que fuera un perro, Alessandro —exclamé enfadada. Lo escuché resoplar hartado.

—Te vas a hacer daño, bájate.

Lo ignoré completamente y seguí colgando de los barrotes de las escaleras, ya que, estaba en medio de una revolución. Sin embargo, no tardamos en escuchar pasos acercarse.

—¿Qué está ocurriendo? —pregunta el mayor.

—¿Mamá?

—¿Pero qué hace? —los tres me miran con confusión y un poco de preocupación porque me fuera a caer de donde estaba.

—Ah, chicos... Díganle a su padre que se puede ir a la mierda.

—Estoy aquí.

—Pues, te puedes ir a la mierda, no me importa.

—¿Por qué están peleando? —pregunta la menor, Isabel. Alessandro vuelve a suspirar pesadamente, mientras que yo empezaba a sentir que mis brazos temblaban.

—Tu madre, siendo tu madre... otra vez.

—Y tú siendo un estú... ¡Mierda! —mis manos pierden fuerza y me solté de los barrotes. Alessandro no tarda ni dos segundos en moverse y pronto me atrapó antes de caer dolorosamente contra el suelo.

—Te lo dije —comentó.

—Cállate, imbécil.

—¡Mamá! —los tres se acercan de inmediato, mientras que yo intentaba empujar a Alessandro para soltarme y bajarme. Empujé su cabeza con ambas manos, él solo resopla varias veces y rueda los ojos.

—¿Pero qué se supone que haces, madre? —pregunta el mayor, Demian, lucía igual de serio que su padre y algo molesto por mi casi suicidio accidental.

—Sí, mamá. ¿Por qué hiciste algo tan peligroso?

—¿Ustedes no tienen nada mejor que hacer? —me crucé de brazos sin responder.

Alessandro finalmente me deja en el suelo, le dediqué una mirada fulminante que no lo intimidó para nada, en cambio, me la regresó, haciéndome enfadar aún más. La tensión era palpable, incluso nuestros hijos no querían mover siquiera un dedo. Chasqué la lengua, harta de incluso ver a Alessandro, me di vuelta y me dirigí hacia el salón.

—¿Papá?

—Se le pasará, no se preocupen. Saben que su enojo no dura mucho.

—¡Púdrete en el infierno, Mascheratti! —le saqué el dedo medio, odiando cuando ni siquiera le importa la razón de mi enojo, solo espera a que se me pase y listo, eso solo me enfada más.

—Bien... Saldré con unas amigas, por favor, hagan las paces —pide Isabel.

—Diviértete —le responde Alessandro abrazándola. Ella se me acerca e igual me da un abrazo a la par que se despide antes de irse.

—Yo iré a terminar el nivel en el que me quedé —el mediano, Matteo, subió las escaleras hacia su habitación.

—Hm... Solo me iré de aquí —Demian se va simplemente.

Quedamos solo nosotros dos, Alessandro me voltea a ver, pero le di la espalda, aún molesta con él. Volví a escuchar su respiración pesada y casada.

—¿Por qué me casé?

—Si tanto te disgusto, entonces divorciémonos —espeté mirándolo por encima del hombro—. No estaré con alguien que duda de nuestro compromiso.

—No empieces, Lía.

—Para ti soy yo la que empieza siempre, ¿no? —me volteé para encararlo.

—¿Sabes algo? No tengo tiempo para esto —responde con su típica voz gélida, restando importancia a todo lo que tiene que ver conmigo. Se da la vuelta para alejarse.

—Jamás tienes tiempo... —murmuré, abrazándome a mí misma para encontrar algo de consuelo.

Me di vuelta y salí de la casa para ir al gazebo y relajarme un poco. Pensar en todo esto, intentar tener la cabeza fría y no hacer algo de lo que fuera a arrepentirme después. Levanté la mirada, encontrándome con la de Alessandro, observándome desde la puerta de vidrio del salón, sin embargo, al conectar miradas, él sujeta la mía por poco tiempo, antes de dar media vuelta e ir a su despacho.

Resoplé pesadamente, sintiendo bastante dolor en mi pecho por esa indiferencia. Levanté las piernas en el sofá para poder abrazar mis rodillas y apoyarme en ellas, cerré los ojos y me concentré en calmar mi enojo y frustración.


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Crucé el umbral de regreso al interior de la casa, sin haber planeado que Alessandro pasaría por allí a la misma vez. Ambos nos observamos, pero fue él quien apartó la mirada primero, apreté los puños con frustración; iba a pasar de largo, cuando Matteo entra corriendo al salón, sujetando su celular con fuerza, lucía muy preocupado.

—¡Mamá! ¡Papá! —Alessandro se coloca junto a mí.

—¿Qué sucede, Matteo? —preguntó.

—Es Isabel... Creo... Creo que la han secuestrado.

—¿Qué? —ambos abrimos los ojos de par en par, mi corazón dio un vuelco del miedo por la desaparición de mi hija—. ¿Cómo lo sabes?

—Hace un momento, me llamó para preguntar si se han arreglado. No sé dónde estaba, pero de repente parecía estar luchando con alguien. La llamada se cortó, intenté volver a llamarla de nuevo, pero no responde.

Alessandro no pierde el tiempo en ordenar a Fran que de alerta y que comiencen a buscar a Isabel. Me acerqué a Matteo y lo abracé para intentar calmarlo, ya que lucía más preocupado que todos.

—¿Quién pudo haber sido? —se cuestiona Alessandro a la vez.

—No lo sé... quizás uno de tus tantos enemigos —mencioné con un tono sarcástico y amargo.

—Lía, por favor.

Rodé los ojos, tranquilicé a Matteo antes de salir del salón e inmediatamente llamar a Bianca y Helena. Iría a buscar a mi hija, cueste lo que me cueste, la recuperaré antes de que algo le ocurra.


***

***


Observé todas las luces desde tierra y aire que rodeaban el lugar, cargué la pistola en mis manos sin desviar la vista de mi siguiente objetivo.

—Vamos a entrar —declaré saliendo del vehículo junto a Bianca y Helena.

Observé a todos los autos y helicópteros de los hombres de Alessandro que rodeaban la vivienda de uno de sus enemigos. Él no sabe que estaba aquí, si lo supiera me mandaría a casa de inmediato, planeaba entrar con sigilo y no meterme en esta disputa, solo quería sacar de aquí a Isabel. Sin embargo, al escuchar disparos dentro de la mansión, sabiendo que aún no ha empezado la redada, mandé el plan a la mierda y a paso firme me acerqué al gran grupo de hombres grandes y fornidos, que apenas me vieron, se hicieron a un lado para dejarme pasar sin reprochar.

—¡Lía! ¡¿Qué mierda haces?! —espeta Alessandro al verme acercarme a la entrada principal. En respuesta, le saqué el dedo medio sin detener mi avance o voltear siquiera.

—¡Púdrete! ¡Rescataré a mi hija! —exclamé decidida.

Bianca dispara al cerrojo de la puerta, Helena patea las puertas que se abrieron de par en par, disparé al instante a los primeros hombres frente a mí. Helena y Bianca me apoyan desde atrás, derribé una mesa y la usé para cubrirme de los disparos antes de asomarme y disparar a los restantes.

Observé a todos lados, me levanté y disparé a la par que mis amigas y los enemigos, recargué y volví a disparar. Las balas van y vienen, el sonido de los disparos resuena por todo el territorio, haciendo zumbar mis oídos. Salí de detrás de la mesa, subí las escaleras hacia el segundo piso, más hombres aparecen, algunos caen del balcón interno al recibir disparos antes de siquiera llegar a las escaleras, a otros los tiré de estás.

Escuché a Alessandro entrar con sus hombres mientras yo subía y buscaba por los pasillos mientras gritaba el nombre de mi hija, con la esperanza de oírla.

—¡Isabel! —pateé una puerta, la habitación estaba vacía—. ¡Isabel, respóndeme! ¡Isa!

—¡Mamá! —abrí los ojos de par en par—. ¡Mamá, por favor!

Salí corriendo de inmediato apenas la escuché. Mi corazón late tan rápido que incluso podía escucharlo. Disparé al cerrojo, pateé la puerta y al instante sentí mi sangre hervir por encontrar a un maldito imbécil sobre mi hija, intentando forzarla.

—Apártate de mi hija —disparé sin dudar ni temblar en su pierna, gritó de dolor, lo empujé para tirarlo de la cama al suelo, sujeté su cabello y lo jalé hasta golpearlo contra una pared. Pisé su pecho, enterrando el tacón de mi zapato en su pecho—. Hijo de perra.

Disparé en su rostro una vez y en su pecho dos veces más. Lo solté con asco y dejé caer la pistola para acercarme a Isabel, quien lloraba aliviada de verme. No podía moverse, estaba amarrada de manos y piernas a la cama, su ropa un poco rasgada, pero casi nada... había llegado a tiempo.

—Mami... —solloza demostrando el miedo que había pasado.

—Estás bien... Ya estoy aquí —la abracé y consolé, sin poder evitar derramar lágrimas a su vez.

—Mamá... estás temblando más que yo —comentó luego de haberse aliviado un poco. Sonreí y besé su cabeza, la abracé más fuerte y desaté las cuerdas.

—Salgamos de aquí —dije finalmente.

Isabel sonríe limpiándose las lágrimas y asiente. Me abraza una vez nos pusimos de pie y no me suelta por nada del mundo, yo tampoco quería soltarla. Observé el lugar con asco, pero al ver a mi hija conmigo de nuevo, solo pude sentir alivio.

Salimos de la habitación, encontrándonos con Helena y Bianca, además de Fran y Mauricio. Bajamos las escaleras, viendo como todos los guardias revisaban que ya nadie estuviera vivo en esta casa. Isabel corre para abrazar a su padre y luego a sus hermanos, volviendo a llorar y expresar el miedo y la impotencia que había sentido... La entiendo bien.

Bianca apoya su mano en mi hombro y me dedica una sonrisa de victoria antes de irse con Helena. Entonces, bajé la mirada a mi brazo izquierdo, permitiéndome prestarle atención por un segundo, antes de notar a Alessandro acercándose a mí. Me crucé de brazos para disimular y lo oculté.

—Lía... —empezó, pero lo interrumpí.

—Lo siento... —solté apartando la mirada֫—. No debí molestarme, y tampoco debí molestarte a ti.

—Lamento lo que dije, y lo que no dije... Debí ser más atento, y no ignorar lo que sentías. Lo siento. Tampoco dudo de nuestro compromiso en verdad.

—No... Yo también me cuestionaría mi compromiso si fuera con una loca intensa —respondí apenada, aún sin poder mirarlo al rostro, pero él sujetó mi cintura y me acercó hasta apegar nuestros cuerpos. Tomó mi barbilla entre sus dedos y me obligó a mirarlo a los ojos con delicadeza.

Bellezza... No creo que lo seas. Solo querías desahogarte, y no supe entenderlo.

—De todas formas, no fue la manera...

—Pero lo he entendido, y te prometo que nunca más ignoraré tus sentimientos.

—Y yo prometo aprender a controlarlas mejor.

Ambos dejamos ver finalmente una sonrisa tierna y sincera, Alec me acerca con una mano en mi nuca y besa mis labios con intensidad y una gran desesperación por demostrarme que va en serio. Rodeé su cuello con mis brazos, pero al hacer eso y sumando las caricias de Alec en mi brazo izquierdo, solté un gemido de dolor inevitable, que lo hizo separarse al instante.

—¿Qué ocurre? —pregunta de inmediato, pero no me deja ni volver a esconder la herida cuando sujeta mi brazo y la examina luciendo preocupado—. Te han dado.

—Mamá, ¿estás bien? —los tres se acercan al escuchar a su padre y ver la herida en mi brazo.

—Solo fue un roce —dije rápido para que no se preocuparan—. Estoy bien, en serio. No es nada serio.

Alec no suelta mi brazo y llama a Fran para darle indicaciones sobre llevarme con Giselle pronto o a un hospital, rodé los ojos, pero me concentré en Isabel... lucía espantada y culpable.

—Lo siento... mamá... Si no me hubieran... —la interrumpí acunando su rostro en mis manos y secando sus lágrimas suavemente.

—Isa... nada de esto podría ser tu culpa. Además, estoy bien, y aunque no lo estuviera, no me arrepentiría de nada. Porque no dudaría ni siquiera en lanzarme a un volcán activo por alguno de ustedes... Piensa en que esto no se compara a un volcán, pudo haber sido peor para ambas pero no fue así —la abracé con fuerza, ella sollozo en mi hombro—. Estamos bien.

Dejé que se calmara hasta que Matteo y Demian se acercan a ambas y llaman la atención de Isabel.

—No te preocupes, Isa. Mamá es más fuerte de lo que crees —dice Matteo.

Los dos hermanos mayores abrazan a su hermana más pequeña, quien les agradece el apoyo y consuelo. Sonreí ligeramente al verlos tan unidos, adorándolo. Sin embargo, solté un gritito por la sorpresa que me llevé cuando Alec me carga en brazos repentinamente.

—¡O..Oye!

—Chicos, es hora de irnos.

—¡Puedo caminar! —exclamé.

—Vamos detrás de ustedes —responde Demian, con una sonrisa divertida al igual que los otros dos.

—¡Alec! —reclamé.

Bellezza, no discutas —su sonrisa se vuelve altanera y se acerca hasta poder susurrar cerca de mí, solo para poder escucharlo yo—. Porque mañana tendré que cargarte todo el día... Créeme que te arrepentirás por haberme pedido el divorcio, que de todas formas, jamás te lo hubiera dado. Primero tendrías que volverte viuda.

Mi cuerpo se estremece, aparté la mirada para ocultar la sonrisa aliviada en mi rostro al escucharlo. Cuando dije lo del divorcio en nuestra pelea, tuve miedo de que fuera a acepar... es un alivio saber que no lo haría.

—Igualmente iba a matarte si pensabas aceptar la idea del divorcio —respondí, consiguiendo que él soltara una suave y gruesa risa entre dientes, que hizo vibrar su pecho por el que estaba recostada.

Alec besa mi cabeza de una manera larga y suave, consiguiendo que mostrara una sonrisa más amplia. Cerré los ojos, disfrutando de nuestra reconciliación mientras nos acercábamos a su auto.

Mia bella signorina.

Me deja en el asiento del copiloto, pero antes de alejarse lo jalé por el cuello de su camisa y besé sus labios con intensidad.

Amore mio —respondí contra sus labios.

Alec sonríe antes de separarse, cierra mi puerta y sube del otro lado a la par que nuestros hijos se acomodan en los asientos de atrás.

—A todo esto... ¿Por qué estaban peleando? —cuestiona Isabel.

—Sí, es cierto. Queremos saber cómo es que mamá llegó a colgarse de las escaleras así —le sigue Matteo, Demian no dice nada pero también estaba intrigado.

Alec y yo nos miramos con complicidad, ya que nuestras peleas solo debemos saberlas nosotras. Sujeta mi mano y deposita un beso en mis nudillos antes de dejarla sobre la palanca de cambios para manejar más cómodamente. Y respondimos a la vez.

—No lo recuerdo...

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