Capítulo 7

—Creo que ya les agradas —dijo Alessandro, agachándose en cuclillas frente a mí, con una sonrisa ladina.

—No creí que tan rápido —respondí, mientras apartaba la cabeza de Rex, que no me dejaba verlo—. Ya no parecen tan aterradores.

Sonreí ampliamente, aunque solté un leve quejido mientras reía cuando Rex y Neyron comienzan a lamer mi rostro y mi cuello de nuevo.

—¡Ya, tengo cosquillas! —exclamé entre risas, tratando de zafarme—. Alessandro, ayúdame, por favor.

Escuché un silbido en ese momento y, de inmediato, los perros se detuvieron, dirigiendo su atención hacia él. Alessandro les hizo una seña para que fueran hacia él, y ambos obedecieron, moviendo la cola con entusiasmo. Suspiré aliviada, mientras sonreía y me acomodaba.

—Oye... —llamé la atención de Alessandro, quien se acercó a mí y me tendió ambas manos para ayudarme a levantarme del suelo.

—¿Qué sucede, bellezza? —acepté su ayuda con algo de timidez, y me puse en pie, sacudiendo mi ropa.

—Giselle me ha mencionado que no sueles venir aquí... Me gustaría saber por qué, es un muy lindo lugar para pasar el tiempo —dije observando a mis alrededores, disfrutando de las vistas.

—El trabajo no me da mucho tiempo libre y, cuando lo tengo, prefiero dedicarme a otras actividades —responde.

—Am... ¿Cuál... sería ese trabajo? —pregunté con curiosidad, aunque estuviera nerviosa por haberlo hecho.

Es que luego de presenciar su actitud junto a sus perros, el ambiente entre nosotros se sintió diferente, más relajado, comencé a sentir como si Alessandro no fuera el hombre que me había comprado en una subasta para satisfacer sus deseos sexuales. Parecía alguien más... cercano.

—Eso es algo que aún no puedo decirle a una bella ragazza —responde tomando mi barbilla a la par que se acercaba a mí, hasta ponerme nerviosa de nuevo.

—¿Por qué...? —solté en un susurro, casi sin aliento por su cercanía.

—Eres muy curiosa, ragazza —comentó, con una mirada intensa, como si quisiera callarme de alguna manera, y fue lo que me trajo a la realidad.

—Lo siento... —murmuré, avergonzada de hacer tantas preguntas tan cómodamente.

—Las disculpas sobran —dice, apartándose para acariciar a sus perros antes de alejarse hacia la salida del gazebo.

Me quedé en mi lugar, observándolo mientras se alejaba, pero me acerqué a la entrada del gazebo y lo llamé de nuevo.

—¿Algún día me dirás?

Él se detuvo y me miró por encima del hombro.

—¿Sobre qué?

—El por qué me has traído aquí realmente... y cuál es tu trabajo. ¿Cómo es que tienes todo esto?

Alessandro me observa en silencio durante un momento antes de sonreír de lado. Desvió la mirada por unos segundos, pero volvió a voltearse para enfocarse en mí.

—Lo sabrás tarde o temprano... pero será mejor para ti que jamás lo descubras —sus palabras tan serias y frías me erizaron la piel, alertándome—. Aunque eso solo lo sabrás si... te quedas conmigo.

—¿Si me quedo contigo...? ¿Entonces, dices que puedo irme? —cuestioné sorprendida.

—Nunca estuviste encerrada aquí. Si te traje fue para facilitarte las cosas, pero lo que decidas hacer es asunto tuyo.

Me quedé callada, pensativa, intentando procesar sus palabras. Quería hacer más preguntas, pero la duda me frenaba. Una parte de mí temía la respuesta, mientras que la otra estaba consumida por la curiosidad. Miré a los perros, que jugaban tranquilos, y luego volví la vista hacia la casa de Alessandro.

—Si decido quedarme... —empecé, mirándolo apenada y cautelosa—. ¿Qué harías... conmigo?

Alessandro me mira fijamente, y su sola mirada fue suficiente para hacerme estremecer. Comenzó a caminar de vuelta hacia mí, despacio, sin prisa alguna, pero cada paso suyo entrecortaba más mi respiración.

—Nada es gratis, y lo sabes bien. Si decides quedarte, será bajo las condiciones por las que te compré en aquella subasta, pero la diferencia será que tú te entregarás a mí por voluntad propia.

Su tono de voz, profundo y dominante, me hizo apretar mis manos alrededor de la madera del barandal, sintiéndome cada vez más nerviosa. Subió el pequeño escalón de la entrada y yo retrocedí unos pasos, inquieta.

—Así es como pagarás tu estancia aquí. No acepto en mi casa a cualquier persona sin hogar solo por caridad... —me toma por ambos brazos para apegarme repentinamente contra uno de los pilares del gazebo, acorralándome contra este, sujetando mi barbilla con una mano—. Si decides quedarte... tendrás que pagar de alguna manera.

Su respiración se mezclaba con la mía por su cercanía, y me costaba recuperar el aliento. Sentía que el aire se atoraba en mis pulmones. Su rostro se acerca más al mío, cerré los ojos y giré la cabeza, intentando respirar nuevamente. Escuché su risa baja y ronca, rozando mi oreja con su aliento, haciéndome estremecer aún más. Alessandro se separa ligeramente para mirarme.

—Pero eso es solo si tú lo aceptas. Aunque... no dudes que, si lo haces, también aceptarás mi techo, mi comida, mi dinero... y mi protección, algo que la gente como tú necesita. Es un precio justo, ¿no lo crees?

Finalmente se aparta por completo, y yo solté un suspiro cuando lo hizo. Me mira con una sonrisa ladina y luego acaricia mi mejilla con suavidad.

—Te daré tiempo para pensarlo. Cuando sepas lo que quieres, házmelo saber.

Pasa por mi lado y sale nuevamente del gazebo. Lo observé irse antes de dejarme caer al suelo, apoyándome del pilar tras de mí. Miré hacia donde había desaparecido, sintiendo mi corazón aún latiendo desbocado. Mis mejillas ardían por la tensión del momento.

Rex y Neyron se acercaron, buscando mi atención de nuevo, y comencé a acariciarlos para distraerme mientras intentaba calmarme.

—Puedo irme... —murmuré, recordando sus palabras.

Era libre de marcharme, pero ¿a dónde? Siempre sería el mismo dilema para alguien como yo, que había vivido con el único propósito inculcado desde pequeña, sin haber conocido el mundo exterior por sí misma. Sin saber lo que hay allá, ¿existe quien pueda ayudarme sin esperar nada a cambio? ¡Sería mucho pedir! No creo que sea posible.

¿Qué haré?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top