Capítulo 69

Apenas Alessandro termina de bajar las escaleras del jet, su madre es la primera en arrojarse a él para abrazarlo efusivamente, demostrando la preocupación que se vio obligada a contener por estos años. Tras ella llegan Bianca y Giovanni, igual de aliviados por ver a su hermano mayor. Sonreí observando la escena desde atrás mientras acariciaba la cabeza de los perros a mis lados.

Alessia y Bianca no se resistieron y lloraron fuertemente, y aunque Giovanni intentó contenerse, pude ver un par de lágrimas de felicidad rodando por sus mejillas. Alessandro lo ve y no tarda en atraerlo igualmente para abrazar a su hermano, abrazo al que se sumaron las dos mujeres.

Me acerqué cuando se separaron para calmarse un poco, Alessia me recibe sujetando mi mano y dedicándome una sonrisa más tranquila.

—Me alegro de que estés bien, cariños. Pero, ¿no intentarán arrestarte de nuevo? —pregunta Alessia preocupada nuevamente.

—No te preocupes, madre... Me he encargado de eso, nadie intentará nada —responde Alessandro con seguridad, y si él estaba tan tranquilo, entonces nosotros podemos estar igual—. Por cierto, lamento pedirte esto, pero no podremos volver a la mansión por ahora, la están fumigando.

No pude evitar soltar una risa divertida por su expresión, pero en verdad era la forma más adecuada para decir que estábamos desinfectando cada mísero espacio de ese lugar. Casi como si lo demolieran todo para volver a construirle exactamente como estaba.

—No lamentes nada, por supuesto que pueden quedarse aquí el tiempo que quieran. De todas formas queríamos que lo hicieran.

—Se los agradecemos —respondí con una sonrisa—. Entonces, qué suerte que no he vaciado el armario.

—Igualmente podrías dejarlo así aunque no estén aquí —Bianca apoya sus manos en mis hombros—. Ya sabes, para cuando vengan a visitarnos de nuevo.

Asentí dándole la razón y aceptando la idea. Su sonrisa se vuelve más amplia, pero finalmente decidimos entrar a la casa. Alessandro y yo nos disculpamos para subir hasta la habitación, donde lo abracé, hundiendo mi rostro en su pecho.

—¿Ya te he dicho que te he extrañado?

—Creo que en estos últimos diez minutos lo has olvidado, así que puedes decirlo ahora —ambos reímos suavemente, levanté la mirada y no lo solté ni un segundo.

—Te he extrañado, Alec...

—Y yo te he extrañado mucho más, bellezza mia —besa mis labios con intensidad, pero también con una suavidad encantadora.

Extendí la mano hasta la cerradura de la puerta y sin dejar de besarlo cerré con llave. Su sonrisa contra mis labios me hacían saber que se ha dado cuenta, sus manos se deslizan de mi cintura hasta mis piernas y me hace dar un brinco hasta enredar mis piernas en su cintura.

—No sabes cuánto he esperado por esto —susurra contra mis labios.

—Creo tener una idea, porque yo también he esperado por estar contigo de nuevo —susurré igual, en un tono bajo y necesitado, jadeante con todo un poco de sus besos.

Nuestros labios vuelven a encontrarse con desesperación, él nos acerca a la cama y me deja sobre ella con delicadeza, sin embargo, uno de sus pies golpea algo debajo de la cama. Abrí los ojos de golpe al saber lo que era, pero no pude detenerlo.

—¿Qué es esto? —pregunta sorprendido.

—Y..Yo no tengo ni idea, ¿cómo llegó eso allí? —intenté negar que el juguete sexual era mío, aunque fuera demasiado obvio. Alessandro me mira burlesco, y yo bufé resignada—. Te lo he dicho... te he extrañado. No creas que podía satisfacerme solo con mis dedos, no era suficiente.

Alessandro sonríe con altanería, y besa mi cuello a la par que lanza aquel juguete de vuelta al suelo.

—Y, dime... ¿ese juguete conseguía satisfacerte? —pregunta mordiendo mi cuello, bajando lentamente hasta mi pecho, mi respiración se corta, hundí mis dedos en su cabello.

—Tampoco... —respondí sincera—. No era lo que necesitaba.

—¿Qué necesitas entonces? —juega conmigo, disfrutando ver como mi cuerpo se eriza en reacción al tacto, como temblaba de deseo bajo su cuerpo.

—A ti... Te necesito, Alec —jadeé ansiosa, más que necesitada.

—Bien... —se endereza y finalmente se despoja de su camisa, dejándome contemplar aquel cuerpo que tanto anhelé por estos tres años—. Entonces te prometo que no saldrás de aquí hasta quedar satisfecha.

Sonreí ampliamente, recorriendo libremente su cuerpo con la mirada, podía sentir mi intimidad hormiguear y mi respiración se vuelve más pesada. Alessandro besa mis labios con una pasión ardiente, el sabor de sus labios me resultaba más adictivo que nunca. Sus manos se deslizan por mi cuerpo, acariciando mi piel como si quisiera dejar su tacto grabado en mí, se coloca entre mis piernas, obligando a mi falda a levantarse de más.

Sus labios se desliza a mi cuello, a la par que su mano se mueve hasta mi intimidad, tan solo acarició por encima de la tela de mis bragas, pero mi cuerpo se contrae y mi intimidad se siente empapada.

—Puedo notar lo mucho que me deseas... —murmura con un gruñido gutural que consigue hacer que tragar saliva se volviera difícil—. Pero no es necesario apresurarnos, ahora tenemos todo el tiempo del mundo para estar juntos.

Adentra su mano bajo mis bragas y me toca directamente, incliné la cabeza hacia atrás y gemí sin poder evitarlo, sus dedos me acarician, untándose con mis fluidos para deslizarse mejor, pero realmente no se apresura, no los mete siquiera un poco.

—Alec... —gemí en un intento por quejarme de tu tortura.

—No seas impaciente, quiero saborearte primero —besa mis labios, mordiendo el inferior y jalándolo levemente—. Hasta haberme grabado todo tu cuerpo en mi memoria.

Volví a contraer mi cuerpo por sus caricias en mi intimidad, gemí nuevamente, y él sonríe contra mi piel, disfrutando de esto. A la par que me acaricia, empieza a subir mi blusa hasta mis muñecas, enredándola entre estas para sujetar mis brazos por encima de mi cabeza.

—Mantenlas arriba, bellezza... deja que te haga sentir bien —susurra contra mis labios.

Detiene sus caricias para deslizar sus manos por mi cuerpo y con una de ellas desabrochar mi sostén, que convenientemente para ambos, era de aquellos que no tenían tiras. Su respiración contra mi piel me provocaba hormigueos por todo el cuerpo, hasta que sus labios rozan mi pecho, bajando hasta encontrar uno de mis pezones. Su lengua se desliza por encima y en círculos, mi cuerpo se arquea.

—¡Mhm! —mordí mi labio inferior sintiéndome verdaderamente sensible.

Su mano vuelve a mi intimidad, acariciando, mientras sus labios chupan mi pezón y lo succiona con fuerza. Escuchar sus jadeos y su respiración pesada me excitaban más de lo que esperaba, Alec comienza a bajar, besando mi abdomen. Se endereza un momento y desliza mi falda hasta poder quitármela junto a mis bragas, dejándome completamente expuesta a él.

—He soñado con tu cuerpo tantas veces, y por supuesto... la realidad es mucho mejor —menciona relamiendo sus labios, con su vista fija en mi intimidad, sujeta mis piernas y las coloca sobre sus hombros—. Disfrutaré de esto como no tienes idea, Lía.

Mi nombre se escucha tan bien en sus labios, mucho mejor cuando su respiración agitada desbordaba lujuria. Se acerca hasta hundir su rostro en mí, empezando a lamer mis labios y chupar.

—¡Oh, Alec! —gemí apretando mis piernas contra su cabeza, sonrió y sujetó mis piernas, abriéndolas con fuerza para dejarle espacio.

Su lengua se mueve con maestría, había olvidado lo bien que lo hace. Comenzó a adentrarla en mí, consiguiendo volverme loca tan rápido. Arqueé la espalda e incliné la cabeza hacia atrás mientras apretaba mis manos aún amarradas por mi blusa. No pude resistirme, estaba tan sensible que me corrí con fuerza rápidamente.

—¿Ya te has corrido? Apenas acabamos de empezar, bellezza —se burla de mí relamiendo el exceso en sus labios. Me sonrojé y cubrí mi rostro con mis brazos mientras él se ríe entre dientes—. Está bien, solo debo hacer que te corras más veces.

Aparté mis brazos para verlo y observar cómo se quitaba las últimas prendas de ropa que le quedaban. Tragué con dificultad al ver su miembro, ¿siempre ha tenido ese tamaño? Siento como si fuera mi primera vez, me sentía nerviosa.

—Ha pasado mucho tiempo, ¿no? Será mejor que vaya despacio —dice, acariciándose a sí mismo.

Su mano regresa a mi intimidad y esta vez mete sus dedos en mí para prepararme, podía sentirme estrecha como la primera vez; masajeó mi interior hasta que pudo meter tres dedos. Sentía que iba a correrme de nuevo, pero no iba a hacerlo tan rápido otra vez.

—Alec... por favor —gemí, cansada de solo sus dedos.

—Tranquila, no te apures. No quisiera hacerte daño.

—No lo harás, así que por favor... —mordí mi labio inferior con nervios, pero la necesidad era más fuerte que la razón, abrí mis piernas y separé mis labios con dos dedos—. Te necesito, amore... por favor, hazlo como antes. Hazlo rápido.

Sus ojos se obscurecen al verme suplicar, sus labios se curvan en una media sonrisa y la tensión fue incluso palpable, podía sentir su lujuria y deseo de dominarme como lo hacía antes, pero también quería cuidarme por ser nuestra primera vez en tres años.

—Joder, Lía... —con un movimiento pausado, hunde sus dedos en su cabellera negra, peinándose hacia atrás con una elegancia natural—. Haces que controlarme se vuelva algo insoportable.

Presionó la punta de su miembro contra mi entrada y de repente embistió con dureza consiguiendo abrirse paso en mi interior. Solté un gemido más fuerte de lo que había imaginado, el dolor se volvió placer en pocos segundos, Alessandro sujeta mis muñecas y las presiona por encima de mi cabeza mientras se hunde aún más en mí, ya que solo había entrado hasta la mitad.

Sus caderas se mueven en un vaivén, metiendo su miembro cada vez más profundo y rápido. Intentaba controlar el volumen de mi voz, pero me resultaba imposible. Alessandro sujeta mi cintura con ambas manos y acompaña sus movimientos atrayéndome a él para embestirme con más fuerza. Atrapé su cintura con mis piernas, evitando que saliera cuando sentía aquel revoltijo en mi vientre bajo.

—¡A..Alec...! ¡Mhmg!

Incliné la cabeza hacia atrás, mis ojos se volcaron y mi cuerpo se sintió cálido al sentir su semen llenando mi interior. Mi cuerpo tiembla, Alec suspira e intenta salir, pero mis piernas lo aprisionan con más fuerza y lo empujan nuevamente dentro de mí.

Bellezza...

—Más... Amore, por favor... —jadeé—. Aún no he tenido suficiente.

Su miembro aún se sentía duro dentro de mí, volvió a empujar suavemente hasta aumentar gradualmente la dureza de sus embestidas, empujaba su líquido aún más adentro. Soltó mis manos aún amarradas e inmediatamente las bajé hasta sus hombros, sus labios chupan y muerden mis pezones mientras continúa embistiendo. Me aferré a él, rasguñando su espalda hasta sus hombros, lo abracé con fuerza, disfrutando de tenerlo de nuevo.

Tanta fue la espera que ninguno pudo detenerse una vez el calor invadió nuestros cuerpos por completo. El sentimiento de cuidarme yendo más lento y suave de Alessandro se pierde al correrse en mi interior por cuarta vez. Ahora solo puede pensar en marcar mi cuerpo en su totalidad, dejar su huella en mi piel, tan marcada que ni los años podrían quitarla.

—¡D..Dios...! —la saliva recorre mi barbilla al no ser capaz siquiera de tragar con normalidad.

Alessandro se inclina sobre mi espalda sin detener sus embestidas tan duras, ladea mi cabeza y lame aquel hilo de saliva antes de besar mis labios, metiendo su lengua para acariciar la mía. Sus manos recorren mi cuerpo, una de ellas masajea mi seno, mientras la otra estimula mi clítoris. El temblor en mi cuerpo se había vuelto más notorio, no podía parar de temblar por el inmenso placer que sentía.

Mis brazos pierden fuerza, mi pecho cae sobre la cama, pero Alessandro sujeta mis muñecas con una de sus manos y jala de ellas hacia él, impidiéndome descansar. Mi cuerpo se contrae al sentir otro azote en mi trasero, dejando mi piel ardiente y roja. Se siente tan bien...

Realmente estábamos recuperando el tiempo perdido.

Incluso en la ducha, tomándome desprevenida cuando el agua recorría mi piel, sus manos se posan en mi cintura y sus labios en mi cuello. La pared fría me hacía estremecer y erizar, pero al calentarse mi cuerpo por sus embestidas, eso dejó de ser importante. Ya ni lo sentía.

Nuestro reencuentro duró un par de días, no recuerdo cuántos en realidad. Todo lo que sé es que de vez en cuando, Giselle o Marcela nos llevaban algo de comida, pero nadie más nos interrumpía. Al comienzo fue realmente vergonzoso para mí, ya que seguíamos en casa de Alessia, pero Alessandro es un desvergonzado, lo seguía haciendo de todos modos.

Con un suspiro profundo me levanté de la cama cuando el sol comenzó a asomarse, acaricié mi cuello lleno de mordidas y chupones como el resto de mi cuerpo. ¡Incluso había mordidas en mis tobillos! Miré hacia atrás, Alessandro duerme de espaldas a mí, dejando ver los rasguños e igualmente mordidas por mis intentos de bajar la voz. Una sonrisa suave se instala en mi rostro, me alejé hasta el baño y me observé en el espejo.

—Cielos... —murmuré sorprendida al verme. El cabello desaliñado, las mordidas, y un poco de ojeras. Digamos que tampoco hemos dormido mucho.

Bajé la mirada hasta la remera de Alessandro que cubría mi cuerpo, su olor tan fuerte me embriagaba, la acerqué a mi nariz y disfruté de tener este aroma de nuevo.

Empecé con mi rutina para arreglarme un poco, lavé mi rostro y arreglé mi cabello, pero cuando estaba terminando de lavarme los dientes, al agacharme y escupir el agua, un par de manos conocidas sujetan mi cintura.

—Ni lo pienses, ya va siendo hora de salir de aquí —dije rápidamente, enderezándome y observando su sonrisa por el reflejo del espejo mientras besa mi cuello.

—Sé que tienes razón, bellezza... pero no puedo evitarlo, eres tan irresistible, y más ahora que te he recuperado —sus manos se deslizan por mis piernas, metiéndose bajo la remera.

—Alec... —intenté llamar su atención, pero sus caricias conseguían que mi mente quedara en blanco, cerré los ojos y bufé resignada—. Bien, pero solo una vez.

Inmediatamente me da vuelta y me sube a la mesa del lavabo, colocándose entre mis piernas y besando mis labios con intensidad. ¿Cómo podría negarme?

Sujeta mis piernas para levantarlas y separarlas, obligándome a recostarme contra el espejo, una de sus manos masajea mi intimidad hasta que sintió mis fluidos, perfectos para deslizarse dentro. No esperó más, bajó sus pantalones hasta liberar su erección y entró en mí, arrancándome gemidos.

Golpea mi interior hasta hacerme perder la cordura, levantó una de mis piernas a su hombro y me penetró con intensidad, hasta tocar el fondo de mi interior. Me aferré a la mesa y a su hombro, pero pronto me dio la vuelta hasta que podía ver mi reflejo en el espejo, entró de golpe y yo solté un gemido más alto.

—Adoro ver esa expresión en tu rostro, te ves tan lasciva, haces que sienta que podría estallar en tu interior en cualquier momento —gime con su voz ronca y profunda, apreté su miembro y él jadea más fuerte—. Es verdad, te gusta cuando te digo estas cosas mientras te follo duro, ¿no?

Sujeta mi cuello con una mano y me obliga a mirar mi reflejo mientras besa mi oreja y ríe roncamente junto a esta.

—Te extrañé tanto, mi amor.

Volví a temblar. Alessandro se endereza y golpea mi trasero con fuerza, aumentando igualmente la velocidad de sus embestidas que pronto se volvieron irregulares. Levantó una de mis rodillas sobre la mesa, consiguiendo llegar a ese punto exacto en mi interior, lo golpea de una forma que consigue hacer que no pueda aguantarlo más. Gemí de nuevo, fuerte y largo, mientras él seguía empujando en mi interior hasta haberme llenado completamente.

Jadeé agotada. Alec me besa el cuello y me levanta para llevarme hasta la bañera, donde sorprendentemente se dedica únicamente a limpiarnos, puesto que le dije que solo lo haríamos una vez. Así que, finalmente pudimos salir de la habitación.

—Así que... al fin han vuelto —Bianca se ríe abiertamente, mientras que Alessia oculta su sonrisa divertida con una taza de té.

Mis mejillas se encienden notoriamente, me reí nerviosa, mientras Alessandro sujeta mi cintura para evitar que me cayera, ya que mis piernas aún permanecían temblando. Lo miré, ya que él es el culpable, notando sus mejillas levemente sonrojadas, intentando ocultarlas al cubrir sus labios, tosiendo falsamente.

—Fue mi culpa, lo siento —dice él, asumiendo la responsabilidad.

—No importa. Todos entendemos que se han extrañado mucho. De todas formas, ya iba siendo tiempo... —responde Alessia dejando la taza en la mesa y sujetándose la barbilla—... de pensar en el nombre de mi nieto.

—¡¿E..Eh...?! —mi rostro se vuelve completamente rojo.

Bianca estalla en carcajadas. Giovanni, que iba entrando, escucha esa afirmación y vuelve a salir. Oculté mi vergüenza al abrazar a Alessandro, pero no podía dejar de pensar en eso...

Un bebé... mío y de Alec.

Quizás...

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