Capítulo 68
Por supuesto que la terquedad de los hombres ha causado problemas para realizar la reunión tan deseada, incluso luego de todos los mandados que hice por ellos siguieron con dudas sobre mis capacidades, sin embargo, luego de tres meses de preparación, la reunión finalmente pudo hacerse, y entonces pude hacerles ver que confiar en mí sería la mejor decisión para hacer que Nicolás Alberti cayera de su alto trono de entre los mafiosos.
—Lo primero será atacar las tres bases al mismo tiempo. En vista de que estas bases son inmensas, serán dos grupos por base —fue lo que comenté en la reunión, hecha hace un tiempo, dejando que vieran los documentos que se les fue entregado, en donde especificaba con números específicos y fotografías el tamaño de las instalaciones y número de hombres al mando de Nicolás.
Prepararlo todo sin que Nicolás se diera cuenta fue arriesgado, casi imposible, pero por suerte... era yo la que lideraba el plan. Con paciencia y cautela, todo avanzó sin problemas, aunque debimos dejar vivo a Nicolás por más tiempo del que me gustaría.
"—Base del norte, destruida."
"—Base del este, destruida."
"—Base del oeste, destruida."
Al recibir el aviso y ver el desastre que habían dejado los líderes con sus grupos por las cámaras que han aceptado llevar, no pude evitar sonreír satisfecha. El plan estaba en marcha, todo lo que acordamos en la reunión estaba saliendo a la perfección, y gracias a que mi análisis fue tan específico y cuidadosamente analizado, los líderes poco a poco se dieron cuenta de mi valor, confiando más en mí.
—Lo segundo... Los armamentos. Recibimos informes sobre unos barcos de carga que llegarán con armamentos para Nicolás. Se prepara para matar a Alessandro y si eso ocurre, todos los grupos mafiosos estarán perdidos —advertí en la reunión, y por supuesto que lo tenían en mente.
Alessandro no solo controla la mayor parte de la mafia italiana, sino que va más allá, impidiendo que otros grupos se atrevan a acercarse al territorio, generando una guerra entre mafias y que posiblemente deba involucrarse el gobierno, creando algo más catastrófico.
"—Objetivo en la mira."
Sonreí de lado y tomé el micrófono para comunicarme con ellos y dar la orden.
—Acábenlos.
Presencié la destrucción de todo ese cargamento. Los barcos incendiados, los cuerpos flotando en el agua, la sangre que teñía alrededor de los cuerpos... Todo iba tan bien para entrar al tercer y último paso.
—Y por tercero... rodearemos la mansión. Acorralaremos a Nicolás hasta que se sienta como un animal atrapado. Ni saber lo que le espera podrá salvarlo, ya no tendrá a quienes recurrir o a dónde huir...
La sonrisa en los rostros de los líderes me hizo saber que mi plan les había convencido y les agradaba más de lo que creí.
Hasta este punto, luego de la destrucción de aquellos barcos de carga, ya ni siquiera necesitaba las cámaras que vigilaron a Nicolás todo este tiempo. Me levanté de la silla con la copa de vino en mano, bebí un último sorbo antes de derramar el resto sobre el teclado y el equipo, declarando su inutilidad después de esto. Las pantallas se apagaron, las chispas saltan, dejé la copa sobre la mesa y salí de la habitación para reunirme con Helena y Fran. Asentí con la cabeza y subimos al jet que finalmente nos sacaría de esta isla.
—Llegó el momento —comenté mientras el jet volaba sobre el océano.
—Lo has pensado todo con cuidado y ha salido más que bien. Sería terrible tenerte como enemiga, Lía —sonríe Helena con orgullo.
Le dediqué una sonrisa y observé por la ventana por un momento. Acaricié la cabeza de Rex y luego a Neyron, observándolos, recordando a su dueño que tanto deseo ver.
—Fran, ¿cómo está la otra situación? —cuestioné deseosa de saber de él.
—Igualmente... todo ha salido perfecto.
Mi sonrisa no espera, tampoco intento ocultarla. Asentí agradecida por su información, él retrocede y vuelve a su lugar.
—No te preocupes, consentida. El cachorro y tú se encontrarán muy pronto.
Mis mejillas se sonrojan levemente, aparté la mirada hacia la ventanilla para intentar disimularlo, sin embargo, mi felicidad era notoria, hasta divisar la tierra que nos esperaba.
Al bajar del jet nos esperaba el vehículo que nos llevaría de regreso a la mansión que había dejado atrás, hace tres dolorosos años... Mientras el auto avanzaba y más cerca estábamos de la mansión, mi corazón latía con más fuerza. Me llegó un informe más... él estaba allí.
—¿Preparándote para el reencuentro? —pregunta Helena con una risa divertida.
—Por supuesto —respondí mientras me aplicaba labial—. Más me vale verme bien para la ocasión.
—Consentida... Siempre te has visto bien.
Cerré el espejo y le dediqué una sonrisa agradecida, sin embargo, al mirar por su ventana divisé el muelle de ese entonces... Dónde, además de casi ser asesinada por Frey, fue el lugar donde acepté pertenecerle a Alessandro, sin importar el costo... Estábamos muy cerca.
Mi corazón vuelve a acelerarse, me retoqué un poco más el maquillaje y acomodé el escote en mis senos para mostrar un poco más. Helena vuelve a reír, contagiándome un poco. Suspiré profundo, sintiéndome nerviosa y un poco agitada, no podía aguantar ni un segundo más.
—Mira, hemos llegado —avisa Helena.
La cantidad de vehículos e incluso helicópteros era exagerada, pero no lo suficiente cuando se trataba de Nicolás. Las rejas de la mansión se abren para nosotras, nos adentramos en el terreno hasta que pude ver la entrada principal. Helena se baja casi de inmediato, la puerta de mi lado se abre y una mano conocida se tiende hacia mí. Pude sentir el instante en el que mi corazón se detuvo por un momento.
—Bellezza...
Su voz más profunda hace erizar cada vello de mi cuerpo. Tomé su mano, sintiendo ese estremecimiento que su tacto consigue provocar en mí. Bajé del auto con su ayuda, nuestras manos se negaban a soltarse ahora que por fin se habían encontrado. Me mantuve mirando nuestras manos unidas y seguí su movimiento cuando las levantó hasta que sus labios tocaron mis nudillos con suavidad y pasión.
Y como la primera vez, sentí la garganta reseca, el aire ya no llegaba a mis pulmones y finalmente podía dimensionar la falta que me ha hecho en estos años.
—Alessandro... —suspiré su nombre, haciéndolo sonreír sobre mis nudillos. Me mira a los ojos, dejándome hipnotizada por el brillo que desprenden los suyos, dejándome en claro que me ha extrañado tanto como yo a él.
—Tres años sin saber de ti... —de repente sujeta mi cintura y me apega a su cuerpo queriendo mantenerme lo más cerca posible—. Pero vuelvo a enamorarme cada vez que te veo. Cada vez que pienso en ti... Dime, bellezza, ¿sientes lo mismo que yo?
—¿Cómo preguntas eso? —cuestioné llevando una de mis manos hasta tocar su mejilla, Alessandro se apoya en ella y cierra los ojos, disfrutando de mi tacto—. Eres mío, Alec... no me importa el tiempo que haya pasado. Volvería a enamorarme de ti una y mil veces, siempre.
Alessandro, con un movimiento rápido, me envuelve en sus brazos, atrayéndome más contra su pecho. Me aferré a él con fuerza, hundiendo mi rostro en su cuello, sintiendo la familiaridad de su piel, su calor, su esencia... No hicieron más palabras para expresar el alivio, amor y desesperación que nos habían sostenido por estos tres años separados. Nuestros corazones se sincronizaban, latían con fuerza como si fueran uno solo.
Finalmente, nos separamos apenas para poder ver el rostro del otro, Alec acerca su mano a mi rostro y arrastra con su pulgar la lágrima que rodaba por mi mejilla.
—Terminemos con esto —murmuró con una determinación férrea en su voz—. Y luego... volvamos a vivir juntos.
Asentí estando de acuerdo, una sonrisa tenue se curva en mis labios, apoyé mi mano sobre la suya en mi mejilla y la acaricié con suavidad.
—Vamos a por ese hijo de puta.
Alec sonríe con determinación, desliza su brazo alrededor de mi cintura, Rex y Neyron se colocan a nuestros lados, moviendo las colas por haberse reencontrado con su dueño. Ambos avanzamos, seguidos de los demás. Entramos a la mansión, la cantidad de cuerpos en el suelo era impresionante, una verdadera escena del crimen, sangre manchando incluso el techo. Al cruzar por el salón y mirar a través de la puerta de vidrio que daba a la piscina, podía ver el agua teñida de rojo, y más cuerpos.
Levanté la cabeza con suficiencia, ya que mi plan salió a la perfección. Llegamos hasta aquel pasillo donde en el fondo estaba el despacho de Alec, desde aquí podíamos escuchar los gritos de Nicolás y sus acompañantes, pues había algunos que eran de interés personal para mí. Fran nos ve llegar, asentí con la cabeza y él abre la puerta para nosotros.
—Alessandro... Entonces escapaste, ¿cómo no fui informado de esto? —exclama mirando a los pocos guardias que le quedaban, igualmente retenidos en el suelo de rodillas.
—No te preocupes, Nicolás —hablé altanera, llamando su atención—. No tenías como saberlo de todas formas, puesto que todos tus informantes han muerto antes de llegar a ti.
—Tú... No es posible, en el sótano...
—¿En serio creíste que alguien sería capaz de hacerme daño? Por favor... —me reí con burla y miré a Fran, él comprendió y enseguida fue a traer mi preciado regalo—. Cometiste varios errores, Nicolás, pero el peor de todos fue subestimarme. El siguiente fue desconfiar de tu propia hija y no ir a buscarla a tiempo.
Fran regresa con una bolsa negra en mano, al abrirla un olor fuerte a putrefacción llena la habitación, Fran deja al descubierto la cabeza de Fiorella, asesinada hace dos años atrás. La mujer en la habitación grita horrorizada, la observé de reojo, pero por el momento la ignoré.
Nicolás lo observa incrédulo, tomándole tiempo reconocerla, puesto que su rostro estaba casi irreconocible, los signos del paso del tiempo y la descomposición lenta por haberla conservado en hielo, eran evidentes. Su piel había perdido toda vitalidad, ahora era de un color grisáceo, tensada y reseca. Sus labios se notaban retraídos, dejando ver sus dientes, en una expresión macabra. Su cabello, aunque aún adherido al cráneo, estaba enredado y deslucido.
—Sé que no eres capaz de reconocer a tu hija, ni siquiera pudiste distinguir su dedo, creyendo que era mío —me acerqué con una calma que la experiencia en estos años me había otorgado—. Pero será mejor que la veas bien, porque esta es Fiorella, tu querida y única hija.
—¿Cómo has podido? ¡¿Cómo te has atrevido a...?! —interrumpí su arrebato con una seña a los guardias a sus lados, ellos lo sujetan y lo someten contra el suelo.
—No te creas un padre dolido ahora, porque yo misma te escuché decir que la querías muerta. Mientras ella era torturada todos los días por negarse a dar información sobre ti, ¿tú qué estabas haciendo? Teniendo una orgía en una cama que no te correspondía.
—¡Maldita! —exclama con odio, intentando levantar la cabeza para mirarme.
—No permitiré que insultes así a mi mujer delante de mí —Alessandro se acerca con pasos decididos y molestos, sonreí y retrocedí, dándole espacio—. Nicolás, he esperado este momento por mucho tiempo. Pero no sería tan divertido que murieras tan rápido, ¿no es cierto?
Mi cuerpo se eriza, observé a George y Mauricio acercarse con unos cuchillos verdaderamente afilados. Nicolás intenta forcejear pero aunque se soltara era imposible que saliera de aquí.
—Solo puedo pensar en despellejarte vivo, pero como has insultado a mi mujer, dejaré que ella decida —Alec me tiende la mano, la tomé sin pensarlo demasiado.
—Eso suena bien, pero añadámosle algo más, algo para que tenga en común con su hija, a la que ha abandonado a su suerte —Fran se acerca a George y Mauricio y toma el mismo cuchillo con el que he cortado los dedos de Fiorella.
—Me parece perfecto... —Alessandro sonríe y mira a sus hombres—. Comiencen.
Nicolás grita con desesperación, intentando escapar. Los guardias sujetan sus manos contra el suelo y Fran se dedica a cortarle los dedos, mientras tanto, George y Mauricio cumplen con despellejarlo, cortando la primera capa de piel. Los gritos se escuchan escalofriantes, sin embargo, Alessandro y yo permanecimos inquebrantables.
—¡Detente! ¡Por favor, Lía! —la voz femenina llama mi atención.
Finalmente le presté la atención que tanto quería desde que me vio entrar y pudo reconocerme. Levanté una mano y los tres se detuvieron, pues los horribles gritos no me permitirían escuchar lo que ella tenía para decir.
—¿Sí? —la miré con una sonrisa, esperando a que hablara.
Su respiración agitada, su rostro reflejando todo el terror que sentía por esta escena, podía verla temblar, pero es el hombre a su lado quien toma la palabra.
—Detente... Esto es horrible...
—¿Eso creen? —me acerqué a ellos a paso tranquilo—. Yo no lo creo así, ya que este hombre ha hecho cosas iguales o peores.
—Pero aun así...
—Pero, ¿saben lo que sí es horrible? Abandonar a una hija que no ha hecho nada, que intentó ser buena niña —me agaché hasta su altura y sujeté el rostro del hombre con una mano para acercarlo amenazante—. Es horrible obligar a alguien a vender a tu propia hija a un lugar donde sabías que iban a violarla y tenerla como un objeto sexual, ¿no, papá?
Él me observa sin poder defenderse, mucho menos sabiendo que yo tengo la ventaja en estos momentos, ni siquiera podría intentar golpearme, y se veía molesto por eso. Mi supuesta madre a su lado intenta llamar mi atención para calmarme.
—L..Lía, hija... nosotros...
—¿Ah? No me llames tu hija —la miré asqueada a la par que la apuntaba con la pistola que llevaba conmigo y sin dudar disparé en el centro de sus ojos. Su cuerpo cae al suelo con un golpe seco, el hombre frente a mí se sobresalta—. La verdad es que no esperaba verlos del lado de Nicolás, en verdad fue repugnante cuando los vi en la orgía, pero para mí fue como haber ganado la lotería.
Sonreí como si una niña le estuviera sonriendo a su padre que ama con todo su corazón, eso lo hizo temblar del miedo.
—Los he encontrado, papá... —acaricié su mejilla con cariño y cuidado antes de dejar un beso en ella—. No te preocupes, tendré compasión de ti como la tuve con mamá, porque gracias a ti conocí a Alessandro, gracias a ti... ahora estoy donde estoy... Pero es tiempo de descansar.
Pequé el cañón de la pistola contra su pecho y apreté el gatillo una vez más. Me levanté del suelo, observando ambos cuerpos juntos, como deben estar. Suspiré calmada, indiferente a la muerte de mis supuestos padres. Volví la mirada a Alessandro, quien sonríe ampliamente, él da una orden silenciosa a George, Mauricio y Fran.
—Nosotros nos iremos primero, ustedes encárguense del resto —señala Alec a Nicolás y los demás guardias arrodillados mientras se acerca a mí.
—¡Alessandro! —exclama su tío pero él ni se inmuta.
Volviendo a tomar mi cintura, Alessandro y yo abandonamos la habitación, volvimos a escuchar gritos y súplicas, esta vez de todos los restantes, pero eso a nosotros dejó de importarnos.
Llegamos hasta el salón, donde Alessandro se detiene y jala de mí hasta darme vuelta y presionarme contra su cuerpo.
—Tres años, bellezza... Y finalmente puedo hacer esto.
Sujeta mi barbilla con suavidad para levantar mi cabeza a la par que se inclina sobre mí y poder unir nuestros labios después de tanto tiempo. Había intentado mantener la calma desde que lo volví a ver, pero ahora no puedo hacerlo más... Tres años de incertidumbre, de planes trazados en solitario, de noches interminables imaginando este momento.
Me derretí en sus brazos que me sujetaron con fuerza, como si temiera que pudiera desvanecerme. El mundo alrededor parecía desvanecerse, quedando solo nosotros en ese instante suspendido en el tiempo. Nuestros labios se mueven con urgencia, buscando recuperar cada momento perdido, cada caricia no dada, cada palabra no pronunciada.
Respondí con la misma intensidad, hundiendo mis dedos en su cabello para sujetarme como si fuera un ancla en el mar tempestuoso. No quería perderlo... El beso se profundiza, lleno de promesas, amor y pasión que habíamos reprimido durante demasiado tiempo. Nuestros labios se separan un par de segundos para tomar aire, solo para volver a encontrarse con más fervor. Y al final, cuando ambos nos separamos con la respiración agitada, unimos nuestras frentes, mirándonos a los ojos, aún inmersos en el momento.
—Nunca más, —susurra, su voz apenas audible y aún agitada—. Nunca más te dejaré ir.
Asentí, incapaz de hablar, sentía mis ojos picar nuevamente. Acuné su rostro entre mis manos y sonreí aliviada de sentirlo conmigo. A partir de este momento, no habría fuerza en el universo que consiguiera volver a separarnos.
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