Capítulo 62
—La comida estuvo deliciosa, ¿no lo cree? —pregunta Stella una vez habíamos terminado de comer, dirigiéndonos a la salida.
—Por supuesto, es por eso que Alessandro y yo venimos muy seguido —sonreí observando las calles ya oscuras por la noche sobre nosotras.
—Tienen buenos gustos.
Empezamos a caminar con tranquilidad y en silencio, hasta que empecé a escuchar pasos tras nosotros. La miré a ella de reojo, justo cuando se detuvo.
—Lo siento, señorita... pero ser su amiga... —su sonrisa se torna diferente, maliciosa—. Es realmente agotador...
Abrí los ojos de par en par, unos hombres me toman por los brazos y me lanzan al suelo, obligándome a caer de rodillas.
—¡¿Stella, qué significa todo esto?! —exclamé, consiguiendo que ella se ría de mí con burla.
—¿Realmente no te das cuenta? Vaya, sí que eres estúpida —se burla, riendo a carcajadas—. En verdad te has creído todo el cuento de que éramos amigas, deberían darme un óscar, en serio. Y tú te creías tan inteligente culpando a Giselle.
Ella les hace una seña a los hombres que me sujetaban y entonces sentí la punta metálica del cañón de una contra mi cabeza. Mi corazón empezó a latir con fuerza, por supuesto, no estaba acostumbrada a que me amenacen con un arma.
—El plan no era matarte... pero ya no logro tolerarte ni un segundo más —un auto negro estaciona junto a nosotros, y un hombre abre la puerta para ella—. No te preocupes, me aseguraré de que Alessandro reciba tu cadáver, aunque aún no me decido si mandarte por partes o únicamente la cabeza... Bueno, ya me decidiré, tengo mucho tiempo para pensarlo... pero tú no. Ciao, señorita Lía.
Stella, no... ahora es Fiorella, sube al auto el cual se pone en marcha rápidamente, dejándome sola con estos tipos. Los miré de reojo, sintiendo el frío del arma tras mi cabeza, escuché finalmente cuando le quitó el seguro.
—Demasiado fácil —menciona el hombre.
El disparo resuena, me aturde los oídos, sin embargo, la bala rebota en el suelo al fallar, escuché su quejido de dolor. Me levanté al instante y apenas su compañero saca su arma, golpeé su brazo, lo desarmé y con el codo golpeé su rostro hasta que cayó aturdido, sujetando su nariz sangrante.
—Justo a tiempo, Helena —sonreí.
—Por supuesto, no podía dejar que maten a mi alumna estrella —responde a la par que patea la cabeza del hombre contra la pared tras él, la sangre gotea y él cae inconsciente, creo—. ¿Y? ¿Dónde está la rata?
—Se fue, estoy segura de que a la mansión para inventar algo más sobre que he muerto y mi última voluntad fue dejarla a cargo —reí burlesca, rodando los ojos.
—No puedo creer lo rastrera que él, ¡además, yo le di chocolates! —se cruza de brazos, pero el otro hombre se recompone en ese momento, y la apunta con su arma.
—Así son las cosas, yo dejé que firmara una pintura —golpeé un nervio en el cuello del hombre y este cae inconsciente, soltando el arma—. Pero lo mejor será irnos ahora antes de que se salga con la suya.
—Por supuesto, y me permitirás patearle el trasero, ¿verdad?
—Pensaré si te dejo algo —respondí, sentía que mi mano hormigueaba, quería hacerla pagar.
—¿Lo pensarás? —ella enarca una ceja y hace una mueca por no ser seguro que la deje golpearla.
—Me separó de mi hombre, Helena... No solo la quiero muerta, sino que deseo torturarla con mis propias manos.
Helena sonríe de punta a punta mientras yo me sorprendía de mí misma y la seriedad con la que había afirmado mis intenciones. En verdad deseo hacerlo, deseo que Fiorella grite y se arrepienta, hasta que ruegue que la mate para acabar con su sufrimiento... Pero, ¿seré capaz? Una cosa es desear algo, otra muy distinta es ser capaz de obtenerlo.
—Oye, ten —Helena me entrega una de las dos pistolas que estos hombres llevaban consigo, quedándose ella con la otra—. Mejor prevenir que lamentar, ¿no crees?
Asentí estando de acuerdo, sin embargo, observé la pistola en mis manos, jamás había tocado una, ¿está bien darme esto?
—No te preocupes, no tienes que usarla por ahora, es solo por precaución —ella me dedica una sonrisa—. Yo seré quien te proteja mientras el cachorro no esté.
Mi rostro se sonroja, ella estalla en carcajadas pero me abraza por el cuello, empezando a caminar hacia la mansión. Pronto comenzamos a correr hasta que habíamos llegado, encontrando con varios autos negros movilizándose y hombres gritando órdenes; entre ellos, reconocí a Fran, luciendo inusualmente exaltado y enfadado, incluso una vena en el cuello se le marcaba notoriamente.
—Cielos, que sexy —comenta Helena viéndolo igualmente—. Es el primer hombre que me atrae en décadas, ¿está soltero?
Iba a responder, pero de repente Fran me divisa al igual que los demás, todos dejan de correr de un lado al otro, Fran se acerca viéndose aliviado, pero mantenía la respiración agitada.
—Señorita... Está bien.
—Sí, y supongo que "Stella" ya ha hecho su escena... —Fran asiente, comprende la situación con claridad.
—Había llegado herida y llorando, dijo que la habían matado al salir del restaurante —explicó, suspira profundo apartándose el cabello del rostro y negando con la cabeza—. Me alivia saber que no ha sido así. Y me disculpo, debí acompañarla para cumplir con mi deber.
—No te preocupes, Fran, yo ya sabía que esto iba a ocurrir —apoyé mi mano en su hombro y seguí caminando hacia la entrada principal—. Ahora... Es momento de resucitar.
Fran y Helena me acompañan, los demás hombres también se calman al verme viva. Seguidos de los demás, entramos a la casa, escuchando rápidamente los sollozos falsos de Fiorella, mientras las demás chicas intentaban consolarla de verdad.
—Pero dinos lo que pasó, Stella —pide Giselle aterrada, escuchando su voz llorosa—. ¿Cómo es que la señorita...?
—Esto no puede ser verdad... —solloza Mirella.
—Lo es... Por desgracia, lo es —habla Fiorella, llorando más fuerte, la pude ser acostada en el sofá, su ropa rota y su cuerpo sucio, como si hubiera peleado con alguien—. Lía Mascheratti ha muerto...
—Vaya, mira eso, Helena... Al parecer he muerto en verdad —llamé la atención de todas, la expresión de horror de Fiorella fue tan gratificante. Quiero matarla—. Dime, ¿me veo muerta?
—Te ves vivita y preciosa, cariño, como siempre fue y será —Helena me sonríe divertida, pero mira a Fiorella con asco—. Sin embargo, pronto alguien no lo estará por mucho tiempo más.
Fiorella se espanta y rápidamente intenta escapar por la puerta del jardín, Fran manda a sus hombres y rápidamente todas las salidas fueron bloqueadas por ellos. Miré a Fiorella, nerviosa y observando a todos lados para escapar, no pude esconder mi molesta y chasqueé la lengua con desagrado.
—S..Señorita... está viva... —Giselle se me acerca, extiende sus manos hacia mí pero no me toca, pareciera adorar el hecho de solo estar respirando frente a ella. Sujeté la mano de Giselle y le sonreí a ella y a las demás antes de acercarme a Fiorella.
—¡No! ¡Esto no debió pasar! ¡Tú debiste haber muerto allá! —intenta golpearme, sujeté su muñeca y con el puño cerrado le di un golpe en la mejilla que la tumbó al suelo.
Fiorella se toca el golpe con dolor, escupió en el suelo manchando con sangre la alfombra y un diente suyo. Ella tiembla, volví a acercarme y la agarré del cabello para obligarla a mirarme.
—¿En serio creíste que podrías engañarme? No te atrevas a compararnos, existen niveles y te puedo asegurar que yo estoy muy por encima del tuyo —sonreí altiva, pues tenía mis razones para confiar en mí y en mis capacidades.
Fiorella me mira sorprendida, recordando que fueron sus misma palabras las que acabo de decir. La solté con asco, ella se mantiene en el suelo, atónita y adolorida.
—La traidora ya se ha descubierto sola —comenté en alto—. Fran, ¿puedes llevarla al sótano? Tengo algunos temas qué tratar con ella.
—Por supuesto, señorita —responde él, sorprendiéndome con una sonrisa suave, como si de alguna manera mi forma de actuar ahora le satisfacción. Mira a sus hombres y asiente con la cabeza, dos de ellos la sujetan por los brazos y la arrastran a pesar de sus forcejeos y gritos.
La observé siendo llevada al sótano, Fran los sigue para cerciorarse de que nada saliera mal. Helena se me acerca y apoya su mano en mi hombro, sonriendo orgullosa.
—Bien hecho, jefa.
Sonreí un poco, tomé aire para calmarme, pues ahora es tiempo de hacer algo que nunca me creí capaz... pero que es necesario para liberar a Alessandro y resolver todo este asunto.
—Helena, por favor... desde mañana quiero que entrenemos con armas —pedí tomándola por sorpresa.
—¿Segura?
—Sí.
Con decisión di un paso tras otro hasta el sótano, vi las escaleras y la puerta del fondo que conservaba los gritos de Fiorella en el interior, dejándose escuchar escasos murmullos fuera de este. Entré, encontrando a aquellos hombres terminando de amarrar a Fiorella para evitar que escapara.
—Esperen —apenas escuchan mi voz, ellos se detienen y me miran por mis órdenes—. Desátenla.
—¿Señorita...? —Fran me mira confuso, pero se detiene a sí mismo. Como si mi seguridad le hiciera confiar en mi decisión. Los hombres desatan a Fiorella y retroceden, dejándome espacio.
—Fran, ¿cómo se llama su padre? —pedí saber.
—Nicolas Alberti.
—Ya veo... —murmuré para mí misma, me acerqué a Fiorella, ella me mira desde el suelo con asco—. Entonces te llamas Fiorella Alberti, ¿no es así? Ese es tu verdadero nombre.
—¿Me escuchaste...? —menciona incrédula—. ¿Desde cuándo desconfías de mí? ¿No era yo tu única aliada? ¿No desconfiabas de Giselle?
Me agaché hasta estar a su altura, la miré a los ojos, buscando en ellos sus verdaderos sentimientos que recién ahora estaba dando a demostrar. Veía miedo, enfado, frustración... Temblaba, no pensó que esto pudiera terminar así.
—¿Confiar en ti? Nunca lo he hecho —respondí calmada—. ¿Realmente creíste que en algún momento deposité un mísero ápice de confianza en ti?
—Pero... tú... No puede ser que nunca hayas confiado, si me dejaste estar cerca todo el tiempo.
—No seas tan estúpida, Fiorella —sujeté sus mejillas, ella gime del dolor—. ¿Cómo confiaría en alguien que ni siquiera supo reaccionar como una verdadera mujer que fue vendida y subastada? ¿Tan rápido superaste el trauma? Yo aún no lo hago, ¿cómo es que tú pudiste ser subastada una noche y a la mañana siguiente te presentas a trabajar sonrientemente, tan tranquila, sin temblar por el trauma que debió dejarte el que tu propio padre te diera como esclava sexual de quien pudo haber sido el peor infierno de tu vida?
Apreté aún más sus mejillas, sentía asco, enfado... Me enfada que ella intentó actuar como las mujeres como yo por voluntad propia, sin comprendernos para nada. Sin comprender nuestro dolor, nuestro terror.
—Pudo haberte comprado un hombre violento, pudieron haberte violado hasta que te desgarraras por dentro y aún así no pararían. Pero no tenías miedo, por supuesto que no... porque sabías quién iba a comprarte, todo estaba arreglado. Ibas a estar bien.
Me reí con amargura, la solté con brusquedad y me aparté de ella para acercarme a la mesa de a un lado, tenía muchas herramientas que supuse eran algunos de los instrumentos de tortura que Alessandro usaba. Observé la variedad, un fuerte estremecimiento recorre mi cuerpo.
—Señorita, ¿qué piensa hacer? —pregunta Fran mientras yo me decidía por un cuchillo de carnicero lo bastante afilado como para lo que planeaba.
—Lo que yo haga... dependerá de ella —respondí con frialdad mirándola de reojo. Fiorella parece aterrada al ver el cuchillo en mis manos—. Fran, ¿Alessandro se encargaba de hacer estas cosas él mismo?
—Normalmente lo hacemos nosotros. Al señor le desagrada tocar a personas tan repugnantes —responde de forma natural—. Pero... la primera vez que torturó a alguien personalmente después de años, fue con las personas que la lastimaron a usted, señorita. Luciano y los otros.
—Entiendo. Entonces no hay problema si yo me encargo de esto personalmente.
—¿Está segura? —se ve dudoso, y no lo culpo, seguramente nota que estoy temblando justo ahora.
—Segura —respondí de todas formas—. Como se lo dije a Helena, esta rata es la responsable de que arrestaran a Alessandro, lo separaron de mí por su culpa, y ¿quién sabe cuándo volveré a verlo?
Fiorella intenta levantarse y huir como una idiota, pero los hombres se apresuran a retenerla contra el suelo, ella grita desesperada, pidiendo que la soltáramos. Me acerqué de nuevo y coloqué el cuchillo contra su mejilla, su mirada expresa terror puro, observando el filo del cuchillo que apenas un pequeño desliz le provocó un corte del cuál cayó un hilo de sangre hasta gotear por su barbilla.
—Te daré dos opciones, Fiorella: la primera es que empieces a cantar, dime todo lo que quiero saber sin más forcejeos o rodeos, y te prometo que tendrás una muerte rápida e indolora —apoyé mi mano en su mejilla y limpié sus lágrimas—. Ni siquiera te darás cuenta cuando dejes de respirar y tu corazón se detenga.
—Detente... por favor... —solloza asustada.
—La segunda opción es que te resistas, si quieres quedarte callada, hazlo, no me importa en lo absoluto —sujeté una de sus manos contra el suelo y apoyé el filo del cuchillo sobre el primer doblez, o falange, de su meñique. Di un golpe seco al cuchillo, sintiendo como el hueso crujía, escuchando su grito de dolor, que extrañamente... fue como música para mis oídos—. Pero eso ocurrirá. Ahora que te di una demostración del dolor que sentirás, ¿qué dices? El tiempo que estemos aquí y la cantidad de dedos que te queden, depende únicamente de ti.
—¡Perra! —grita con dolor, llorando a mares—. ¡Mi padre te buscará y te matará!
—Esa no es una opción —volví a sujetarla del cabello para que me mirara al rostro—. Créeme, yo tampoco quiero seguir haciendo esto, me repugna. Pero Nicolás ya me ha hecho el suficiente daño como para seguir torturando a su querida hija hasta que hable, porque Alessandro me importa, y planeo recuperarlo sea cual sea el precio.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top