Capítulo 60
Miré por unos segundos a cada persona frente a mí, muchos se veían aliviados, otros un poco menos nerviosos, aunque seguirían preocupados, pero mis palabras parecen calmarlos, al menos por ahora. Mi vista se pasa a Fran, él asiente con la cabeza, apoyándome como la nueva líder de la mafia hasta que Alessandro regrese. Supongo que él ya se lo habrá dicho, porque no se ve sorprendido como los demás.
—Stella, ven conmigo, por favor —pedí para su sorpresa, ella asiente y se acerca a mí con obediencia y rapidez; ambas subimos las escaleras y llegamos hasta la habitación.
—¿Quería hablar conmigo, señorita? —pregunta ella dirigiendo su mirada ansiosa y preocupada hacia mí.
—Sí, la verdad es que... ahora mismo, eres en la única en quien puedo confiar plenamente —la rodeé con mis brazos en un abrazo desesperado, mi cuerpo tiembla nervioso y las lágrimas rodaron por mis mejillas—. No sé qué hacer, Alessandro me cargó con todo esto tan rápido y yo... yo no sé si pueda...
Me aferré a ella sollozando. Sentí sus brazos dudosos antes de rodearme igualmente y corresponderme e intentar consolarme. Suspiré profundo para calmar el temblor en mi voz y poder hablar con propiedad.
—Debo desenmascarar a un traidor... pero ¿cómo se supone que haré eso? —murmuré inquieta—. Necesito confiar en alguien, y esa eres tú, Stella.
—¿Yo?
—Sí... —me separé un poco y le dediqué una suave sonrisa—. Ambas llegamos aquí por lo mismo, una subasta, a ambas nos compraron... siento que eso nos vuelve más unidas, ya que tú me entiendes más que nadie. ¿No crees lo mismo?
Stella me veía sorprendida, los ojos abiertos de par en par, pero sus labios se curvan en una sonrisa tranquila y asiente con la cabeza, estando de acuerdo conmigo. La abracé de nuevo y volví a sollozar, ella retoma su consuelo.
—Confío en ti, Stella... Quiero que seas mi mano derecha en todo esto.
—Haré mi mayor esfuerzo, Lía.
—Gracias... En verdad, te lo agradezco.
Volví a separarme de ella para respirar y relajarme, me excusé para ir al baño a limpiar mi rostro. Me encerré en el baño con seguro y me acerqué al espejo, encendí el grifo y limpié el rastro de lágrimas que había corrido el poco maquillaje que me había puesto. Observé mi reflejo, sorprendida incluso de mí misma, no creí que fuera a salir así de fácil.
Sequé mi rostro y finalmente salí del baño luego de haber aclarado mis pensamientos y tomado una decisión, Stella seguía allí.
—Ya estoy más tranquila... —comenté suspirando aliviada.
—Me alegro de escuchar eso —sonríe levemente. Me acerqué a la cama y me senté allí—. No quisiera apresurarla, pero me gustaría saber... ¿qué hará ahora? Con todo el tema del traidor y demás. ¿Tiene alguna sospecha de quién pudo haber sido?
Asentí en respuesta, llamando su atención inmediata.
—Sí tengo una idea, pero debes prometer que no se lo dirás a nadie. ¿Está bien? —cuestioné, ella asiente y se acerca a mí—. Pienso que la traidora fue Giselle.
Su expresión vuelve a demostrar sorpresa, como si no se esperase ese nombre de entre todos, ¿quién se lo esperaría? Es por eso por lo que es perfecto.
—¿Qué, Giselle? Pero si ella... quiero decir, ella es muy leal.
—Justamente por eso. Eso es lo que todos creen, pero a veces, los más leales son los que más secretos guardan. Piénsalo... Giselle es la más antigua aquí, conoce cada rincón de esta mansión y cada secreto de Alessandro, dónde guarda sus papeles importantes o demás cosas con las que pudo delatarlo.
—Pero, ¿por qué lo haría hasta ahora? ¿Por qué no antes? —pregunta ella confundida en verdad.
—Giselle no es idiota, ella supo callar sus intenciones hasta llegar el momento perfecto, esa fuiste tú... —respondí, sorprendiéndola de nuevo—. Por supuesto, es tan obvio... Aprovechó que tú tuviste antecedentes con Nicolás para que la primera sospechosa y culpable seas tú. Pero por suerte para ti, yo la descubrí primero.
Sonreí con altanería, cruzando mis brazos, confiada en mis ideas. Stella solo se mantiene en silencio, mirándome, analizando mis palabras que fueron cuidadosamente dichas para ser clara y precisa. Stella se lo piensa y asiente con la cabeza agarrándole el sentido.
—Wau... Yo no lo hubiera podido deducir... Entonces, ¿qué planeas hacer?
—Lo primero es hacerle creer que no sabemos nada, pero quiero que la vigiles de cerca, y me digas todos sus movimientos. Qué hace, a dónde va, con quién va, qué lleva consigo... Todo. Y si hay algo fuera de lo normal, lo quiero con lujo de detalles —sentencié segura.
—Por supuesto, yo me encargaré de vigilarla bien —responde con una sonrisa. Su respiración parece calmarse, sus manos dejaron de temblar.
—Me alegro contar contigo, Stella, eres una gran amiga —la abracé de nuevo, siendo respondida al instante.
—Siempre estaré de tu lado, Lía.
Se lo agradecí en un murmullo antes de separarnos. Como era muy tarde, la mandé a descansar por hoy y ordenar a todos que hicieran lo mismo. Apenas me había quedado sola en la habitación... la sentí muy fría, solitaria. Me abracé a mí misma, observando el lado de Alessandro en la cama, ahora estaría vacío y no sabía por cuánto tiempo. ¿Realmente había llegado a la cárcel? ¿O ha escapado?
Temo porque lo hayan llevado a una cárcel aún más lejos de mí, donde nadie supiera su paradero. Quería saber sobre él, quería tenerlo conmigo más bien.
—Alec... Vuelve pronto, por favor.
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Salí de la oficina de Alessandro cerrando con llave, la cual guardé de inmediato sin que nadie se diera cuenta, llegué hasta el comedor y miré a Stella, quien de inmediato me divisa de reojo. Con un movimiento de cabeza discreto le indiqué seguirme, fui hasta la habitación y pocos segundos después, llega ella.
—Stella, encontré una lista de cosas que Alessandro dejó para mí, nos ayudarán a conseguir información. Necesito que las busques y me las traigas enseguida —pedí entregándole dicha lista.
—Entendido, empezaré de inmediato —responde antes de echarle un vistazo a la lista, la vi enarcar una ceja con dudas reflejadas en su rostro—. ¿Segura que esto servirá?
—No lo sé, Alessandro nunca deja nada concreto. Pero estoy segura de que si reunimos todo sabremos qué hacer.
—Okey, lo entiendo... pero, ¿para qué quiere que consigamos un kilogramo de helado de dulce de leche, frutilla y chocolate...? —me mira con una leve sonrisa, mientras yo me encogía de hombros.
—Quizás esté en prisión, pero siempre encuentra formas para consentirme. ¿Podrías traer el helado primero? Es que con todo el estrés que me causa esto, me vendría muy bien.
—Seguro... enseguida regreso.
Stella sale de la habitación, escuché sus pasos alejarse hasta desaparecer. Me acerqué al vestidor y busqué entre las cosas de Alessandro hasta dar con lo que había guardado, unos archivos sobre ciertas personas que le deben un favor, rebusqué en mi bolsillo, y encontré la lista con números telefónicos de dichos contactos. Saqué foto de todo, de los números y de los archivos de esas personas; volví a guardar todo nuevamente y salí de la habitación.
Llegué al salón y rápidamente vi a Rex y Neyron, ladraban y rasgaban el vidrio de la puerta corrediza. Me acerqué a ellos y salí al jardín, siendo recibida por ambos perros.
—Rex, Neyron... —los abracé y acaricié, encontrando consuelo en ambos animales.
Sin embargo, comenzaron a actuar extraño, ladraban y corrían como si me estuvieran intentando decir por dónde ir, creí que estaba loca hasta que ellos muerden mi pantalón y jalan de mí para que comience a caminar.
—Está bien, está bien. Los sigo —mencioné riendo un poco por esta actitud que resultaba tierna.
Me guían por el jardín hasta dar con el lugar donde Alessandro me permitió abrazarlo por primera vez, luego de aquella visita de Luciano. Los perros me sueltan y empiezan a oler el lugar hasta dar con un punto exacto en donde comienzan a escarbar. Me asomé al agujero que estaban haciendo y vi una caja de madera enterrada.
Alessandro, ¿cuánto tiempo tuviste para preparar todo esto?
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