Capítulo 56

El ambiente en el despacho se tornó ardiente, hambriento más bien, podía sentir que mi cuerpo quema de lujuria, pero Alec no se quedaba atrás. Igual de agitado, él no duda ni tarda en remover mi ropa, pues esta le estorbaba hasta el punto de parecer desesperado por quitármela. Al liberar mis senos, sus labios atrapan uno de mis pezones, chupándolo y envolviéndolo con su lengua, se sentía tan bien que mi cuerpo se estremece con fuerza y mi intimidad palpita necesitada.

Sus manos sujetan mis piernas y las abre a la par que me empuja hasta haberme recostado sobre su escritorio, sus besos bajan por mi abdomen hasta mi intimidad, dejándome sentir su aliento contra mi piel sensible.

—Se ve que no puedes esperar más, estás tan mojada. Lista para recibirme —murmura con tentación, justo antes de deslizar su lengua por mi intimidad, haciéndome retorcer.

—¡Mmh!

Arqueé mi espalda mientras sentía su lengua, la cual se fue adentrando en mí, simulando embestidas húmedas. Podía sentir mi cuerpo arder, sus manos se marcaban en mi piel, sujetando mis piernas para que no las cerrara. Sentía que estaba por correrme tan rápido, Alec lo nota, por lo que decide detenerse. Con una facilidad impresionante, me da la vuelta sobre su escritorio, las puntas de mis pies apenas tocaban el suelo, sus manos sujetan mi cintura y él presiona su abultada entrepierna contra mi trasero.

—Alec... apresúrate —pedí jadeante.

Se inclina sobre mí, extendiendo un brazo hasta abrir uno de los cajones de su escritorio y de este saca un preservativo. Lo escuché bajar el cierre de sus pantalones y abrir el paquetito plateado, me sentía impaciente, quería tenerlo dentro de mí con urgencia.

Entonces volvió a tomar mi cintura y presionó la punta de su erección contra mi entrada, se frotó en mí, bañando el preservativo con mis fluidos, humedeciéndose hasta que comenzó a deslizarse dentro de mí rápidamente. Apenas sentí que entró la mitad de él, pero me sentía llena y completa. Alessandro se adentra en mí completamente con una embestida fuerte y profunda.

—¡Ah...! —gemí en alto, sintiendo que tocaba fácilmente ese punto excitante.

Me paré en puntillas, subiéndome más en la mesa a la vez que apretaba mis puños, sus manos sostuvieron mi cintura y me hizo moverme a la par que él. Entraba y salía de mi con rapidez, golpeaba mi interior de una manera deliciosa que me hacía perder la cabeza, mi mente quedó en blanco, solo podía gemir con cada embestida.

—¡A..Alec...! ¡Oh, dios!

Aumentó la velocidad de sus embestidas, golpeando mi cuerpo contra su escritorio sin piedad, sus manos se estiran hasta alcanzar mis senos y apretar mis pezones, mientras sus dientes dejan marcas en mi cuello y hombros. Sus jadeos contra mi oreja eran la mejor melodía que podía escuchar, sus gemidos, haciéndome saber que disfrutaba estar dentro de mí.

No podía soportarlo más, sentía que iba a correrme. Alec aumenta la fuerza, volviéndose más irregular en sus movimientos, besa mi cuello y jadea hasta que finalmente ambos habíamos conseguido corrernos a la vez. Mis piernas temblaban sin fuerzas, él salió de mí, mientras yo me desplomaba sobre su escritorio. Lo vi tirar el condón a la basura, pero sus manos acarician mi trasero suavemente.

—Tienes que desayunar, bellezza, y yo tengo que trabajar —menciona en mi oído—. Aunque... podemos pasar tiempo juntos en la tarde, ¿qué dices?

Besa mis hombros con suavidad, la idea sonaba tan bien que asentí casi de inmediato, aún me sentía agitada, por lo que tuve que mantenerme acostada un poco más antes de levantarme y ponerme mi ropa de nuevo. Me di vuelta, viendo a Alec acomodar su ropa, me acerqué a él y besé sus labios, rodeando su cuello con mis brazos.

—No vuelvas a quedarte despierto aquí, te hará mal trabajar demás y dormir poco.

—Está bien, lo intentaré.

Besa mi frente y me sonríe tiernamente; me despedí antes de salir del despacho, fui hasta el comedor, notando que Helena estaba hablando con las demás y su plato vacío.

—Esa visita te tomó más tiempo de lo que pensaba —habla Helena al verme llegar.

—Lo siento, ocurrió algo —sonreí apenada mientras me sentaba en mi lugar y me daban mi plato de desayuno.

—Como sea... mejor vete preparando, porque hoy entrenaremos hasta que no te puedas ni levantar, como en el primer día.

Suspiré luego de beber agua y dejar el vaso de nuevo en la mesa. Asentí en respuesta, de todos modos no tenía otra opción más que aceptar mi destino. Helena se levanta y se va a preparar, yo acabé de desayunar y fui a hacer lo mismo.


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—Bien, lo haces mejor cada vez —menciona Helena sonando orgullosa.

Me tiré al suelo boca abajo con mis músculos temblando y el sudor corriendo por mi cuerpo a cantaros.

—Hablabas en serio cuando dijiste lo de entrenar hasta dejarme como en el primer día —murmuré entrecortada por los jadeos de cansancio.

—Siempre digo la verdad.

—Aja... —suspiré profundo mientras me sentaba.

Noté mi botella de agua frente a mí, al sujetarla y observar quién era la chica que me la ofrecía, vi a Stella frente a mí, sonriendo amable y servicial.

—Tenga, señorita.

Me levanté pero para sentarme y agarré la botella, miré que estaba sin abrir y toqué disimuladamente la parte de la tapa, estaba limpia.

—Gracias —respondí abriendo la botella y bebiendo de ella.

Stella hace una pequeña reverencia antes de alejarse hasta colocarse junto a las chicas de nuevo. Dejé de prestarle atención y acabé el agua de la botella pero el sudor me mataba.

—¿Me pasan mi toalla por favor? —pedí.

—Yo lo hago —Stella la agarra primera que todas y se me acerca de nuevo para tendérmela—. Aquí tiene.

—Am... Gracias, Stella —volví a decir, dedicándole una pequeña sonrisa leve mientras secaba mi sudor.

Ella vuelve a hacer una pequeña reverencia y se aleja sonriendo.

Recordaba las palabras de Alessandro cada vez que veía a Stella, ella tuvo antecedentes con el tío de Alec, es por eso por lo que aún me cuesta confiar en ella, aunque no se ve como una mala persona... es agradable. Quizás solo haya sido una víctima más de la mafia, pero desgraciadamente le tocó el grupo equivocado.

No lo sé, seguiré observando.

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