Capítulo 54

Me sentía impaciente mientras esperaba a que trajeran a aquella mujer, observé la hora en mi celular mientras le daba una calada más a mi cigarrillo para intentar apaciguar mi estrés. Quería tener pistas ahora, quería encontrar a Nicolás y asegurarme de que no volviera a siquiera pensar en que podía intentar arrebatarme a mi mujer como si nada. No volvería a permitirlo.

De solo pensarlo me sentía más frustrado, pero el humo llenando mis pulmones y el sabor que emitía el cigarrillo, me ayudaban a tranquilizarme aunque fuera solo un poco. Sé que Lía me ha pedido dejar de fumar... pero realmente es algo difícil si no tengo con qué cambiarlo justo ahora. Ojalá tenerla aquí... No hay momento en el que no la desee conmigo.

—Ahí vienen, señor —avisa George finalmente. Aparté la mirada hacia afuera del auto, y observé a aquella mujer.

Alta, piel bronceada perfecta, cabello negro brilloso, lucía suave y sedoso. Se veía bien...

—¿A..A dónde me llevan? ¿Q..Qué harán conmigo? —pregunta ella luciendo aterrada, muy nerviosa. Exhalé el humo retenido en mis pulmones, observé cómo se acercaban, Fran abre la puerta y la empuja dentro del auto a la par que él y Mauricio se subían y la dejaban en medio de ellos.

—Aquí la tiene, señor —habla Fran, ignorando las preguntas de la chica quien voltea a verme.

La observé, ignorando su expresión sorprendida y aterrada mientras me miraba. Ella vestía una lencería que dejaba poco a la imaginación, buenos atributos, he de admitir. Ahora podía ver más detallado aquel cuerpo perfecto, piel suave, sin imperfecciones u otras manchas.

—T..Tú... tú eres... —tartamudea nerviosa.

—¿Me conoces? —cuestioné apagando el cigarrillo en el cenicero a un lado. Miré a George, que iba tras el volante, y asentí levemente para ordenarle que se pusiera en marcha.

—P..Por supuesto... e..eres muy importante... A..Alessandro Maschrratti —murmura bajando la cabeza, claramente intimidada por mi sola presencia.

No pude evitar dejar escapar una corta risa un tanto divertida por la situación. Ella me mira de reojo, aunque intentaba esquivar mi mirada.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté, aunque ya lo sabía.

—S..Stella Zocolera... —ella juega con sus manos antes de atreverse a preguntar—. ¿Q..Qué ha..arán conmigo? ¿P..Por qué m..me ha comprado?

Pude ver un pequeño destello en sus ojos, apretó sus manos sobre su regazo e intentó "cubrirse" un poco más. Observé su actuar con atención, como lucía tan vulnerable y a la vez accesible, como en su intento por cubrirse realmente realzaba más sus atributos. Estaba claro que si yo decidía arrancarle la lencería y poseerla, ella se dejaría... ni siquiera haría falta forcejear y esperar ni un segundo.

—Tengo entendido que estuviste con Nicolás Alberti por un tiempo —al mencionar aquel nombre, ella comenzó a temblar, se abrazó a sí misma y agachó la cabeza—. Así que es verdad... Entonces tienes información sobre él.

—¿Me... compraste por información...?

—¿Por qué otra cosa sería? —sonreí con algo de burla mientras elevaba la mirada, pero noté de reojo como ella frunció los labios y bajó la cabeza de nuevo.

—No puedo decirle nada... —murmura por lo bajo—. Lo siento.

—¿A caso te ha amenazado? —pregunté, ella asintió levemente—. No tienes que preocuparte, si me dices todo lo que quiero saber, te prometo que él no te hará nada.

—Pero... si te digo todo lo que quieres... ¿no vas a matarme después? —su pregunta cautelosa me toma por sorpresa, sonreí impresionado de su conocimiento.

—Sabes bastante, eso es interesante —sonreí pensativo y asentí a mis propios pensamientos—. Está bien, en vista de que no pareces querer decir nada si no sales ganando, lo cual respeto... ¿Qué te parece esto? Trabaja para mí como parte del servicio en mi casa, nos atenderás a mí y a mi mujer. Te protegeré de todo lo que pueda pasarte, si tienes deudas las pagaré, vivirás cómodamente a cambio de tu servicio y... por supuesto, tu información valiosa.

Stella se lo piensa, parece tentarse a aceptar pero a la vez se ve dudosa en hacerlo, mira a los guardias a sus lados y luego vuelve su mirada fija en mí, me mira de arriba abajo con lentitud, incluso noté cómo se le dificultaba tragar saliva, pero finalmente termina asintiendo.

—E..Está bien... —respondió.

—Trato hecho entonces.

Le tendí la mano, ella la mira dudosa pero la sujeta, entonces la acerqué a mis labios y dejé un leve beso en sus nudillos. La sentí tensarse pero no hizo nada, observé su mano y sonreí levemente antes de soltarla, justo a tiempo cuando ya habíamos llegado a casa.

Bajamos del auto, guie a Stella dentro de la mansión y nos encontramos con Giselle, quien nos recibió de inmediato al entrar.

—Giselle, ella es Stella, trabajará aquí desde ahora, así que enséñale todo lo que debe saber. La dejo en tus manos.

—Como usted pida, señor —responde ella bajando la cabeza.

—¿Y las otras dos? —cuestioné mientras me quitaba el abrigo y se lo entregaba a otra sirvienta.

—La señorita Lía y Helena se quedaron dormidas en el sofá.

Asentí comprendiendo, miré de reojo a Stella, quien solo me observaba. Sonreí y las dejé atrás para ir al salón, encontrando a ambas dormidas profundamente a los pies de la otra, Helena abrazaba los de Lía como si de un peluche se trataran. Me reí sin poder evitarlo mientras me acercaba a ambas, empujé los pies de Helena, quien se remueve quejosa antes de acomodarse de nuevo.

Acaricié la mejilla de Lía y la cargué en brazos para llevarla a la habitación. Ella se acomoda entre mis brazos de una manera que hizo que mi corazón de un vuelco, subí las escaleras y la llevé hasta la cama, dejándola suavemente en ella y la cubrí con las mantas.

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