Capítulo 50

Cuando fui despertando, deseé no haberlo hecho, pues todo mi cuerpo dolía como si un desfile de elefantes habría pasado por encima de mí por una semana. Me senté en mi cama con quejidos escapando de mis labios sin espacios, pero de todos modos me levanté y fui a cambiarme y a por mis cosas para el entrenamiento con Helena. No quería que viniera a buscarme, ya he superado esa fase.

Suspiré agotada, teniendo que aferrarme de todo a mi alcance para caminar, ¡ni siquiera podía caminar derecha! Dios... le pediré a Alessandro una silla de ruedas y una rampa para llegar al patio.

Al haber llegado finalmente, observé a todas partes con extrañeza, puesto que no había ningún circuito u obstáculo, tampoco vi a las chicas preparando el hielo y las toallas, ni a Helena calentando para romperme un par de huesos de nuevo... ¿Qué está pasando aquí?

—Am... ¿Hola? —saludé al acercarme y llamando la atención de Helena.

Ella se me acerca al verme llegar, sonríe ligeramente y cruza sus brazos tras su espalda.

—Hola, consentida.

—¿Am... qué haremos hoy?

—Como ayer te has murto por todo el día... será hoy el que te diga todo lo que quieras saber.

—¿En serio? —la miré sorprendida—. Digo... ¿de verdad quieres hacerlo?

—Una apuesta es una apuesta. Perdí justamente, así que... ¿Qué quieres saber?

—Hm —lo pensé por un momento, qué quería saber—. Dijiste que llamabas a Alessandro cachorro por haberle dado una paliza, bueno... quisiera saber sobre eso, ¿por qué pasó?

Helena parece pensativa, recordando ese momento, porque ríe levemente, como si esos recuerdos le causaran gracia y diversión. Asintió con la cabeza, en señal de que me lo iba a contar.

—Hicimos una apuesta... —comienza ella al igual que empieza a caminar, yo la seguí enseguida—. Le dije una vez que si lograba darme un golpe, así como te lo dije a ti, yo lo entrenaría.

—¿Entrenarlo?

—Alessandro no aprendió todo lo que conoce en la calle, ¿sabes? Sí, tenía conocimiento y peleaba bien, pero no tenía técnica y es por eso que cuando me conoció en una pelea, quiso que le enseñara.

—Y te dio el golpe...

Ella niega con la cabeza levemente y sonríe.

—No fue tan inteligente como tú. Claramente no pudo contra mí sin una técnica o un mejor conocimiento de pelea, y por eso... le di una golpiza.

—¿Pero, entonces...?

—Vi su determinación... él no se rindió hasta desmayarse, pero mientras estuviera consciente no se detendría. Yo no solo me concentro en si pueden dar el golpe o no. Me concentro en la determinación que tienen para conseguirlo, así como tú la tuviste y además fuiste astuta.

—Entonces... aunque yo no hubiera podido darte ese "golpe"... ¿Me hubieras contado la verdad?

Asintió en respuesta, y yo no pude evitar sentirme como si me hubieran estafado de alguna manera, pero a la vez no... ¿Cómo es eso?

—Debiste verlo cuando se despertó. Estaba tan frustrado y furioso consigo mismo, parecía un niño haciendo un berrinche —se ríe Helena con burla.

Sinceramente no puedo imaginar a Alessandro así, digo... más joven... y además haciendo un berrinche. Simplemente no puedo verlo de esa manera, aunque quisiera hacerlo...

—Pero bueno, así fue. ¿Otra pregunta?

—Dijiste que te enfrentaste a grupos de hombres y perdiste...

Ella rápidamente lo entiende y responde enseguida.

—Sí, así fue. Digamos que... como yo era la que reinaba en el ring de mi barrio, ellos quisieron demostrarme que no soy invencible, y como los cobardes que son, decidieron que me atacarían en un callejón, en un grupo de ocho hombres, todos grandes y musculosos contra mí sola.

La miré espantada, imaginándome la situación sin poder creerlo, pensando en que si yo estuviera en su lugar estaría muerta del miedo, no podría soportarlo, no me atrevería jamás a enfrentar un situación así por mi cuenta...

—Aún recuerdo esa golpiza. Me dejaron como a una cucaracha aplastada esa vez, y obviamente mi orgullo tenía que salir a flote. No podía permitirme tal humillación y los enfrenté —me vi más sorprendida de lo que ya estaba—. Yo sola... reté a un grupo entero. Volvieron a partirme el rostro pero yo estaba que quería destrozarlos... así que los enfrenté una y otra y otra vez... pero fue en esa última pelea que conocí a Alessandro... Él, al comienzo, me hizo entender que no valía la pena, siendo yo, una chica joven con menos masa muscular y gente... era derrota fácil, sin dudar.

Sin darnos cuenta habíamos rodeado el jardín, llegando hasta el gazebo. Helena se recuesta contra los barandales de madera, con la mirada perdida, más pendiente de sus recuerdos que de su entorno.

—Dejé de intentar ir en contra de aquel grupo al estar todos juntos, así que los rete por separado, podían ser de a uno o de a dos, incluso llegué a enfrentar a tres de ellos juntos... Así pude tener mi victoria y destrozarlos. Y cuando nuevamente quisieron mandarme al hospital entre los ocho juntos, Alessandro me ayudó.

—Es... genial que hayas podido ganarles.

—Sí... tal vez... Mi orgullo está tranquilo, pero... no siento que haya ganado, no lo sé...

Ella suspira encogiéndose de hombros y restándole importancia, se cruza de brazos y me sonríe levemente.

—¿Siguiente pregunta?

Me quedé pensando por un momento, terminé sentándome en el sofá, pero entonces recordé algo más que me daba curiosidad.

—Cuando Alessandro me habló de ti... me dijo que te ayudó en algo por lo que le debías un favor... y el favor lo pagaste entrenándome a mí, no a él...

—Ah... ese bocaza —ella ríe ligeramente, pero suspira —Es verdad, me ayudó con otra cosa más... Cuando lo entrené, yo estaba pasando por una situación familiar. Digamos que... mis padres descubrieron que soy bisexual.

¿Ah? ¿Bisexual? No lo habría pensado.

—Y pues ellos son fanáticos religiosos, se creían cada palabra al pie de la letra en las tergiversadas biblias de ahora... Así que me echaron de casa, por lo que tuve que vivir en las calles por un tiempo, el ring fue mi hogar realmente, el dueño se apiadó de mí y me dejó vivir allí a cambio de que enseñara a los novatos.

Bueno, eso no era tan malo, después de todo ella sigue haciéndolo, digo, es algo que al parecer le gusta mucho.

—Pero solo sería un tiempo... Alessandro se enteró de mi situación y para ese entonces él ya estaba a la mitad de terminar su imperio mafioso, así que me ofreció protección a cambio de lealtad y un favor adicional... yo no tenía otras opciones, tenía que sobrevivir, así que acepté.

Entiendo eso... el querer sobrevivir en un mundo que parece repelerte todo el tiempo...

—Y esa es mi historia... ¿Algo más?

Negué sonriendo y levantándome del sofá.

—Nada más, gracias por contarme más de ti, Helena.

—No fue nada... Aunque, ¿sabes algo, consentida? Me has caído bien en estos meses que entrenamos juntas... así que cuentas conmigo para lo que necesites. Una entrenadora, guardaespaldas... una amiga...

Ella me tiende la mano sonriendo, le devolví el gesto tomándola con una sonrisa igual a la suya, sin embargo, ella jala de la mía repentinamente, hasta que podía sentir su cuerpo rozar el mío.

—Una amante... —dice contra mi oído—. Eres muy linda, ¿lo sabías? Además de tierna... Completamente mi tipo...

—Helena, eso fue todo —Alessandro aparece de... quien sabe dónde, y nos separa, dedicándole una mirada fulminante y severa a Helena.

—Solo bromeaba cachorro —ella levanta ambas manos a modo de paz—. Aunque no lo hacía al decir que es linda, porque... solo mírala, lo es.

Me guiña un ojo con clara coquetería, no estaba acostumbrada a este tipo de cosas, por lo que me sonrojé levemente, aunque me espanté por la sorpresa de ser cargada por Alec como un saco de papas.

—¡Oye! —intenté reclamar, pero terminé resoplando resignada—. Creo que ya se me hizo costumbre igual...

Helena ríe y Alessandro se aleja de ella sin decir más nada.

—Nos vemos, consentida, suerte con tu nueva... situación.

La miré sorprendida y avergonzada, mi rostro arde con fuerza, así que lo cubrí con ambas manos en mi intento porque parara de sonrojarme, sin éxito. Dejamos de ver a Helena y de escucharla al haber entrado a la casa y seguir subiendo por las escaleras hacia la habitación.

No es justo que no haya sido mi culpa, pero sea yo la que deba pagar por lo platos rotos... aunque ahora no serán platos los que van a romperse... Joder, siento que hace mucho calor aquí o solo soy yo.

¡Demonios! Sí soy yo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top