Capítulo 49

—¿Podrías... contarme? Creo que ya hemos convivido lo suficiente como para sentir curiosidad por tu historia, Helena —comenté, dejando entrever esa curiosidad en mi mirada.

Helena se mantiene mirándome sin estar del todo convencida, se cruza de brazos, me observa un segundo antes de suspirar profundo con resignación. Sin embargo, una media sonrisa se dibuja en su expresión.

—Tal vez te lo cuente... pero solo lo haré el día que consigas darme aunque sea un solo golpe —responde con una sonrisa arrogante.

—¡Oh vamos! —solté en un quejido. No me creía que pudiera hacer eso. ¡Ella es una experta en esto! Helena levanta las manos como si no pudiera hacer nada para cambiarlo.

—Así serán las reglas, consentida. No te lo dejaré tan fácil como el cachorro de Alessandro.

—¿Al menos puedes decirme cómo es que se conocen con Alessandro y cuando empezaste a llamarlo así?

—Te diré todo lo que quieras saber cuándo me des un solo golpe.

—¡No es justo!

—Nada es justo en esta vida. Ahora... basta de charla, nos falta seguir entrenando. Y si no entrenas, nunca podrás darme ese golpe de la verdad —me quejé pero con diversión, ambas nos posicionamos y ella fue corrigiendo mi postura y forma de golpear—. Protege tu rostro. Toma distancia. No te quedes quieta.

Ella se acercaba a mí mientras yo intentaba hacer todo lo que ella me decía, aunque fuera difícil y confuso, me caí más de una vez por tropezarme con mis propios pies o porque ella me hizo caer.

Como ahora, me agarró con una mano del cuello, la otra mi brazo frente a ella y pasó una pierna atrás de mí para patear la mía y hacerme caer al suelo. Solté un quejido por el golpe pero a la vez por su mano presionando mi cuello y mi muñeca.

—Acabada —declara nuevamente como en todos los momentos en el que me había dejado en el suelo, o sin escapatoria.

Me suelta y se levanta, me tiende la mano y yo la acepté mientras tosía un poco y recuperaba el aliento.

—Es todo por hoy.

—Una vez más —pedí aunque estuviera cansada y sujetándome por las rodillas.

—No estás en condiciones para seguir.

Agarré su muñeca e intenté darle un golpe, pero lo esquiva justo a tiempo y agarra mi brazo, me jala y golpea aquella zona que había mencionado antes, el plexo solar, o algo así. Jadeé sin aire y caí hacia el frente, casi desmayándome, pero sentí que ella me sujetó a tiempo.

—Ya, no te fuerces, consentida. Mejor descansa.

Yo estaba muerta del cansancio por lo que o me desmayé o me quedé dormida mientras ella aún sujetaba mi cuerpo con un brazo, pero sentí cuando me dejó acostada en el suelo.

Supongo que... una siestecita no está mal...


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—Me sorprende lo mucho que has avanzado en tan poco tiempo. Eso significa que, o soy muy buena entrenadora, o tú aprendes rápido... y siendo sinceras, me inclino más por la primera.

No pude evitar reír por su comentario, ella sonríe con diversión pero deja las tonterías a un lado y nos hace posicionarnos nuevamente. Desde la vez que me enseñó a luchar por primera vez, habían pasado ya algunos meses, aunque no estaba segura, puesto que me he concentrado tanto en los entrenamientos que apenas y recuerdo el día en el que despierto.

Alessandro observaba desde el gazebo esta vez, lo que no sucede muy a menudo por su trabajo. Las chicas estaban preparando el hielo, agua y toallas; claramente que el hielo es solo para mí, desde que empezamos con esto he tenido varios golpes por todo el cuerpo, pero no me importaba porque estaba mejorando.

—¿Aún recuerdas nuestro trato? —pregunta ella con una sonrisa burlona mientras nos movíamos en posición, creando un círculo esperando el primer movimiento de la otra.

—El golpe de la verdad. Claro que lo recuerdo, hoy será el día en que sabré más.

—Lo dudo mucho, consentida.

Ella lanza el primer golpe, pero yo me hice a un lado agarrando su muñeca y lanzando el golpe hacia su rostro, sin embargo lo hizo a un lado a la vez que agarraba mi puño y entonces levantó la rodilla para golpear mi estomago consiguiendo que la soltara.

—¿Ya te rindes?

Me levanté decidida, volviendo a posicionarme como respuesta. Helena sonríe y decide levantar su pierna para patear mi costado pero yo la bloqueé con mis brazos, agarré su pierna con uno y usé la mía para patearle la otra y hacer que cayera al suelo.

Cuando salte sobre ella para golpearla sentí sus dos pies en mi estómago y luego me lanzó al frente, apoyé mis manos en el suelo como me enseñó y agaché mi cabeza para rodar en el suelo y tener más control.

—Esquivas bien, pero aún te falta aprender a golpear.

Salté a un lado rodando de nuevo para esquivar su patada, me levanté, pero ella fue más rápida e hizo aquel movimiento de agarrarme del cuello y patear mi pie para tirarme al suelo.

—Acabada.

—Aún no.

Enredé mis piernas en su cintura y usé toda la fuerza que pude para tirarla hacia atrás. Me levanté una vez más, pero ella hace lo mismo antes de poder darle un golpe, intenté hacerlo de todas formas, pero me detiene o lo esquiva. Estaba comenzando a frustrarme y a cansarme.

Recibí un golpe bajo la mandíbula que me desorienta, ella golpea mi pecho y yo caí al suelo apenas sin aire, Helena se coloca sobre mí y me sujeta por la tira de mi musculosa, levantando mi cuerpo para que la observara al rostro. Pensaba en rendirme sinceramente, ya mis músculos temblaban y apenas podía levantar los brazos...

—Creo que esto ya ha termina... ¿Huh?

Ella baja la mirada hacia mi puño contra su pecho que la hizo solo moverse un poco. La miré y una sonrisa apareció en mis brazos.

—Tú misma lo has dicho: "si lograba golpearte", pero jamás dijiste si debía ganar con ese golpe, o si debía ser fuerte.

Ella me mira, parecía analizar mis palabras con gran sorpresa, mi sonrisa se amplía y dejé caer mis manos en el césped a la altura de mi cabeza, finalmente derrotada.

—Me rindo.

Helena estaba bastante sorprendida por lo que había hecho, pero aun así se levantó. Me quedé tendida en el suelo, sin poder moverme ni siquiera un poco, pero estaba satisfecha. Esto ya no se trataba de saber la verdad... Había conseguido lo que más quería ahora: golpear a mi entrenadora.

—Señorita —las chicas y Giselle se apresuran a socorrerme y colocan las bolsas de hielo sobre casi todo mi cuerpo.

—Fallecí... Ahí te voy San Pedro —dramaticé consiguiendo hacerlos reír.

Las chicas me dan agua y pasan las toallas por el sudor de mi cuerpo, yo agarré una de estas toallas y la puse sobre mi rostro para finalmente poner una bolsa de hielo sobre este.

—Quiero descansar por un mes.

—Se lo merece —responden las chicas.

Sonreí ligeramente y me quité las cosas del rostro, vi a Alessandro apartándose del lado de Helena quien estaba cruzada de brazos y sonriendo incrédula aún. Alessandro se acerca a mí y se agacha hasta mi altura.

—Estuve por detener esa pelea.

—Si lo hacías te golpeaba.

Alessandro ríe entre dientes, pero niega a la vez con la cabeza. Suspiré y cerré los ojos para descansar un momento, aunque ese "momento" se convirtió en una siesta de varias horas seguidas.

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