Capítulo 48

Podría jurar que mantenía una sonrisa en el rostro mientras soñaba tranquilamente, en la cama tan cómoda que hacía que todas mis preocupaciones desaparecieran en un instante...

—¡Vamos, consentida. Arriba!

Abrí los ojos de par en par, sentándome inmediatamente por el susto que Helena me ha dado al aparecer de la nada dentro de la habitación y arrebatarme las mantas de un tirón. Mi corazón latía acelerado por el susto, pero al verla aquí agarré mi celular a un lado.

—¡¿Son las seis y media de la mañana?! —exclamé sorprendida.

—El día se aprovecha, así que vamos.

Observé a un lado en busca de Alessandro para que detuviera esto, pero sorprendentemente no estaba aquí. Helena parece notar mis intenciones, pues se cruza de brazos y sonríe de lado.

—Alessandro me dio permiso de despertarte a partir de ahora, así que vas a tener una alarma humana todos los días.

Hice una mueca y me lancé de nuevo sobre la cama, agarré la manta y la jalé para volver a cubrirme completamente, esta vez hasta la cabeza.

—¡¿Por qué?! Aún me duele todo el cuerpo —comenté con un tono de voz quejoso entre lloriqueos.

—No me hagas tirarte de la cama —advierte ella.

No le hice caso, solo me mantuve en silencio queriendo volver a dormir como estaba haciendo antes de esta interrupción; próximamente, sentí que me agarraba del tobillo que estaba fuera de las mantas y me tiraba de la cama como había dicho.

—¡Auch! —solté desde el suelo.

—Te llevaré arrastrando hasta el jardín si no te apresuras, y no creo que quieras que te arrastre por las escaleras.

Solo podía pronunciar quejidos mientras me levantaba del suelo, la fulminé con la mirada mientras ella intentaba "disimular" una risa suave y se iba. Rodé los ojos y me dirigí al baño para asearme antes de bajar a entrenar.

Realmente estaba considerando esta idea sobre los entrenamientos. Odio levantarme temprano para iniciar una actividad física intensiva como son los entrenamientos con Helena. Ella no deja que descanse ni por dos segundos hasta que termine de hacer lo que ella me encomendó. Agradecí a todos los santos que podrían existir cuando habíamos terminado y yo podía irme a descansar aunque mis piernas apenas me respondían al igual que mis brazos.

—Agh... —me lancé sobre la cama, a un lado de Alessandro, quien estaba leyendo un libro mientras se ríe de mí y mi reacción.

No le di importancia, solo quería dormir todo lo que no pude desde que Helena me había tirado de la cama. Pude sentir las caricias de Alec en mi espalda antes de dejar un tierno beso en ella y colocar la manta sobre mí.

***

***

—¡Vamos, vamos! —la voz de Helena resuena nuevamente en la habitación. Al instante me cubrí con las mantas hasta la cabeza.

—No quiero.

—Te tiraré de nuevo, consentida —amenaza.

Me agarré al cabecero de la cama y sentí como empezó a jalarme hasta que mi cuerpo estuviera casi levitando, pero finalmente me terminé soltando al no aguantar ni ser rival para ella.

—Camita... ayuda... —supliqué, deseando volver a ella y seguir durmiendo. Todos los músculos de mi cuerpo dolían a horrores.

Pero por más que quisiera, no podría detener lo inevitable. Tuve que levantarme entre quejidos de resignación, pero por más que los días pasaran, no podía dejar de protestar.

—No se levantará —comenta Alessandro, de pie junto a la cama mientras yo intentaba ignorarlos a los dos y seguir durmiendo.

—¿Cómo qué no? Ya verás que sí —escuché decir a Helena, entonces sujeta mi brazo y me lanza de la cama para arrastrarme mientras yo observaba a Alessandro pidiendo ayuda, él solo se dedicó a reír y dejar que Helena siguiera.

Así que pronto descubrí que para nada iba a estar de mi lado. Luego de lo que pasó, él es el más decidido a que aprenda a defenderme completamente sola, para que no volviera a sucederme nada. Pero eso no me favorece mucho a mí, porque aunque Helena no fuera a despertarme, él se encargaba de hacerlo.

—Helena, una entrega —anuncia Alessandro saliendo al patio mientras yo colgaba de su hombro quejumbrosa, él me deja en el suelo frente a Helena quien sonríe ampliamente.

—Justo a tiempo, sí que eres bueno con las entregas, cachorro.

Alessandro resopla y rueda los ojos ante el apodo, pero la ignora y se aleja para ir a hacer sus cosas de mafiosos o algo así.

***

***

Por un momento me ilusioné al creer que hoy podría descansar, pues nadie ha venido a despertarme hasta el momento. Sonreí aún con los ojos cerrados, hasta que unos lengüetazos en mi rostro me hacen soltar más quejidos.

—Rex, Neyron... basta...

Ellos me responden con ladridos que intenté callar con una almohada sobre mi cabeza, sin embargo, ambos jalan de la manta bajo mi cuerpo y me tiran al suelo, comenzando a arrastrar la manta, conmigo encima, hacia la salida.

—Ni los perros están de mi lado...

Que nadie podría dejarme descansar una única vez. Ni los fines de semana me dejan en paz.

—Señorita... tiene que levantarse —dicen ahora las chicas del servicio.

—Hm —protesté dando la vuelta mi rostro hacia el lado contrario a ellas.

—Ya está, le tiraré agua —al escuchar a Helena me levanté de golpe.

—Ya desperté... ya...

En serio no quería iniciar el día con la ropa mojada.

***

***

—¿Aún no? Okey, esperé por este momento con ansias —comentó Helena.

La ignoré creyendo que no sería nada, pero pronto sentí como si me cayera encima diez litros de agua helada que me hicieron saltar de la cama hasta colgarme del techo cual gato asustado.

—¡Helena! —exclamé enfadada, ella solo lanza el balde a un lado y se sacude las manos como si nada.

—Tendrías que estar acostumbrada ya —responde cruzándose de brazos.

Tal vez debería, pero es que es muy difícil...

Tenía ese pensamiento en mente pero de todos modos no podía hacerle caso, aunque lo intentara. Nuevos días transcurrieron y poco a poco mi cuerpo ya reconocía a Helena entrando a la habitación para despertarme e ir a entrenar.

Apenas escuché la puerta abrirse y la voz de Helena, acepté mi triste destino sin más esta vez.

—¡Arriba! —dijo ella, y yo me levanté con pereza—. Vaya, y ni siquiera tuve que insistir demasiado. Es un gran progreso.

Rodé los ojos ante su comentario mientras ella sonreía y se aplaudía a sí misma, yo solo la ignoré y fui al baño a asearme. Así fueron los siguientes días, sin muchas peleas entre ambas para levantarme.

—¡Buenos...! —Helena se interrumpe a sí misma al verme levantarme sin más, soltando maldiciones por lo bajo, pero yendo al baño, ignorando a Helena y sus halagos a sí misma.

Hasta que abrí los ojos un día más, observé la hora notando lo temprano que era, pero ya no podría volver a dormir. Suspiré y fui a cambiarme, de todos modos no tardaría en aparecer Helena para despertarme. Y así fue, cuando me estaba terminando de preparar, ella abrió la puerta.

—Consentida es tiempo de... —ella vuelve a callar al verme completamente despierta y lista.

—De entrenar... Lo sé —respondí agarrando mi toalla para el sudor y pasando junto a ella—. Ya, vámonos entonces.

—Am... sí.

***

***

Abrí la puerta del jardín justo a tiempo cuando escuché la voz de Helena.

—Bueno iré a despertar a...

—Hola —saludé acercándome a ellas. Helena se gira como si hubiera escuchado a un muerto, me mira de pies a cabeza y la sorpresa solo aumenta en su expresión.

—¿Ya aquí? ¿A las seis y veintiséis?

—Cuatro minutos antes, sí. ¿Pasa algo?

Niega rápidamente y sonríe con amplitud.

—Para nada. Finalmente no tengo que batallar para traerte.

—Supongo... Bueno, ¿qué hacemos hoy?

Dejé mis cosas a un lado mientras ella se mantenía observándome aún sorprendida. Miré a los alrededores notando que de nuevo Alessandro no estaba por aquí. Hacia ya algunos entrenamientos que no aparece, sino que se encierra en su despacho.

—Probemos algo nuevo... —miré a Helena con una ceja arqueada, pero entonces ella se posiciona frente a mí con una sonrisa ladina—. Golpéame.

—¿Qué? —abrí los ojos con asombro, creyendo que había escuchado mal.

—Hazlo. Golpéame.

—Creí que aún no íbamos a practicar eso...

—Has mejorado mucho, y no solo en la disciplina por levantarte temprano, ya aguantas trotar cuatro kilómetros en un ritmo constante sin morir en el intento, entre otras cosas. Creo que ya estás lista, así que... Golpéame.

Suspiré asintiendo y entonces me puse en posición, lancé un golpe hacia su rostro que detuvo rápido y fácil como me esperaba que lo hiciera. Lo que no esperaba, fue la llave que me hizo luego de atrapar mi puño.

—No tienes un buen balance con los pies y por eso tampoco un buen punto de equilibrio. El golpe debe ser recto pero con una ligera flexión, espalda recta y debes tener un campo de visión amplio además de una buena recepción para la devolución de tu golpe.

Me suelta para apartarse, yo me giré a mirarla como si lo que hubiera dicho no tenía sentido en mi cabeza, aunque intentaba comprender al menos una frase.

—¿Balance... punto de equilibrio... golpe recto pero flexionado...? ¿Qué?

—Posiciónate para dar un golpe —ordenó, eso hice aún confundida—. ¿Lo viste en una película? Cambia eso. Pies separados al ancho del hombro, uno un poco más adelantado. Busca tu equilibrio o caerás antes de dar el golpe. Tu espalda debe estar recta, pero también relajada. No eres un perchero. No te pongas rígida o perderás flexibilidad, necesitas estar preparada para moverte.

Mientras habla me corrige la postura y me muestra ella misma como debería hacerlo. Al verla e intentar copiar su posición me di cuenta del cambio que se sentía en mi equilibrio.

—Los nudillos cerrados, pero el pulgar jamás dentro del puño o te lo vas a fracturar. Mantenlo fuera, sobre tus otros dedos. Al lanzar el golpe no lo hagas solo con el brazo, la fuerza debe venir desde tus piernas, girando la cadera, el torso y el hombro. Como un resorte. Usa todo tu cuerpo, no solo la muñeca —ella lanza un golpe lento para que viera como movía su cuerpo a la hora de golpear, intenté copiarla para entenderlo y ella asiente con la cabeza y apunta al frente—. La mirada siempre al oponente.

—¿Y si aparecen más?

—Entonces despierta el sharingan —Helena sonríe ante su referencia que yo no comprendía, por lo que niega con la cabeza y suspira—. No importa. Todos tus sentidos deben estar alertas a lo que pasa a tu alrededor, escucha cada cosa y siente las vibraciones desde las plantas de tus pies.

—¿Sentir las vibraciones? —deshice mi pose para mirarla tan confundida como se me notaba.

—Cuando alcanzas un nivel avanzado te es más fácil hacerlo, cuando sientes todo a tu alrededor, claro que con un límite de alcance, pero si lo controlas eres capaz de saber por dónde vendrá alguien más para atacarte. Los atacantes suelen tener pisadas fuertes ya que se apresuran hacia ti para que no tengas tiempo de reaccionar, así es como te das cuenta de que están allí.

Asentí, más o menos comprendiendo lo que acabó de decir. Ella me indica con una leve palmada en el hombro que vuelva a mi posición.

—Vuélvete a posicionar. Los brazos arriba —traté de encontrar mi punto de equilibrio de nuevo—. Esto lo irás mejorando para que cuando entres en posición ya sea automático, porque los atacantes no esperarán por ti.

—Lo entiendo.

—Bien. Ahora practica con esta posición. Guarda siempre las manos cerca de tu rostro cuando no estés golpeando. Recuerda: una mano golpea, la otra protege. Esto no es solamente atacar y ya, debes protegerte —asentí comprendiendo que eso era algo importante—. No busques ganar, muchas veces no podrás hacerlo, mejor será que desorientes a tu agresor y huyas. Los mejores puntos para eso pueden ser: los ojos, la garganta, el pene si es hombre... Pero también puedes golpear el plexo solar, es la parte dura entre las costillas y encima de tu estómago. Está lleno de nervios súper sensibles, controlan cosas importantes como la respiración así que si lo golpeas con fuerza le quitarás el aire y ellos se doblarán como una silla plegable. Puede llegar a ser un punto clave para dejar a alguien fuera de combate.

Mientras habla me va indicando cada parte para entender mejor el dónde sería efectivo golpear, tenía sentido.

—Reitero, no intentes ganar. Si tienes la oportunidad, vete. No te quedes allí. Las probabilidades de que ganes completamente es como del uno por ciento... o dos, si tuvieras entrenamiento con otros. Aunque ochenta por ciento si terminaste tu entrenamiento conmigo —sonríe con aires de grandeza, que realmente me hizo reír un poco—. Pero no siempre ocurrirá.

—¿Y por qué no del cien por ciento? —pregunté sonriendo divertida y curiosa.

—Porque, nosotras casi nunca tenemos esa oportunidad —Helena suspira profundo, mientras yo esperaba por su explicación—. Seamos realistas, por más que quiera poner en un pedestal intocable a las mujeres... los hombres, en su mayoría, por genética son más fuertes, aunque haya excepciones entre ellos, o excepciones en las chicas. ¿Quién sabe? Tal vez una sola pueda contra varios por su cuenta, nada es seguro en este mundo.

Helena sonríe como si estuviera recordando algo que le habrá pasado, mientras se truena los nudillos. Pero vuelve a suspirar y calmarse a ella misma.

—Pero siendo nosotras dos... estoy segura de que no somos esa clase de mujeres. Un grupo de hombres podrían apalearnos fácilmente.

—¿Te ha pasado? —la pregunta salió de mi boca sin siquiera haberla pensado antes. Ella se queda en silencio un momento antes de responder.

—Sí... y por ser una idiota orgullosa más de una vez...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top