Capítulo 46
—Me alegro de que ya te sientas mejor, Lía —Alessia me abraza mientras sonríe aliviada de finalmente verme recuperada y sin vendajes, aunque aún tendría que usar parches que cubrieran la herida del costado y del muslo, es más por prevención.
—Sí, gracias por la preocupación y los cuidados —respondí sincera.
—Para nada, no agradezcas, fue un gusto tenerte aquí —Bianca y Giovanni sonríen ampliamente.
—Para mí fue un gusto conocerlos.
—Bellezza, ya es hora de irnos —anuncia Alessandro revisando su celular.
—Cuídense, y no duden en regresar por si pasa algo más, o simplemente quieran visitarnos.
Asentí estando de acuerdo. Alessandro toma mi mano para dirigirnos al jet que esperaba afuera. Nos despedimos de todos una última vez antes de adentrarnos en este y tomar asiento en nuestros lugares.
—¿Está... mejor la situación allá? —pregunté con cierta curiosidad y cautela.
—Se podría decir. He tomado las medidas necesarias para nuestro regreso, si ocurre algo, no será pronto —responde seguro de sí mismo y eso era lo que más conseguía calmarme.
Rex y Neyron se acomodaron cerca de nosotros para recibir la atención que exigían. El jet despega en un instante, Alec no apartaba la vista de su celular, frunciendo el ceño de vez en cuando. Pero antes de poder decirle algo, él empieza.
—Ahora que has mejorado completamente, empezarás tus entrenamientos de defensa personal cuando lleguemos —avisa repentinamente.
—¿Tan rápido?
—Quiero que aprendas lo antes posible.
—Hm... está bien —respondí aceptando los hechos sin más.
Lo miré de nuevo y decidí apoyar mi cabeza en su hombro para llamar su atención, consiguiéndolo enseguida. Alec deja de lado su celular y me mira con una sonrisa, apoyando su mano en mi pierna.
—La entrenadora que contraté para ti es una amiga mía que me debe un favor. Enseña, en un ring de boxeo, cualquier tipo de artes marciales.
—Oh, se oye interesante. ¿Pero cómo es eso de que te debe un favor?
—La ayudé en su momento, le di su propio ring y protección a cambio de lealtad y un favor que cobraría más tarde.
—¿Y usarás ese favor en mí?
—Claro —no lo duda ni por un segundo, pareciera que de verdad quería que aprendiera a defenderme por mi cuenta por si algo le llegase a suceder.
Decidí no pensar en cosas como esas y mejor mantener mis pensamientos centrados en algo más. Observé la ventana, como cruzábamos el cielo, luciendo hermoso y agradable.
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—No sé si esto sea una buena idea... —dije, queriendo dar media vuelta y regresar a la habitación, pero entonces Alessandro, que estaba tras de mí, me toma por los hombros y me regresa al camino.
—Sabes que es necesario, además, tú ya habías aceptado hacer esto.
—Lo sé, lo sé... pero...
—Tranquila, estaré contigo en las primeras lecciones.
Resoplé resignada mientras salíamos de la casa hasta el jardín donde allí estaban algunas chicas, Giselle y una mujer con ropa deportiva y un bolso cargado. Vaya, tenía un muy trabajado físico.
—Helena —me tensé en cuando Alessandro la llama, y ella se gira hacia nosotros. Me mira fijamente de pies a cabeza, como si me estuviera analizando, consiguiendo hacerme sentir nerviosa e incómoda.
—Realmente no se parece en nada a las otras chicas con las que solías estar. ¿Te saliste de tu zona de confort?
Abrí los ojos con sorpresa y observé a Alessandro por su respuesta. Él la mira con dureza, demostrando que tampoco le ha simpatizado el comentario de aquella chica.
—Creo que conseguiré a otra entrenadora para esto. Giselle, sácala de aquí —Alessandro de repente me toma en su hombro como si no pesara nada.
—¡Oye! —solté en un quejido por su repentino actuar, pero se detuvo cuando escuchamos la risa a carcajadas de Helena.
—Solo unas cuantas palabras frente a tu noviecita y ya te has ofendido. Has cambiado, cachorro, y no solo por el simple hecho de tener una novia. Lo cual también es una sorpresa.
¿Cachorro?
—Pero tú sigues siendo una fastidiosa —responde Alessandro volteando para verla.
—Lo soy, sí, pero también sabes que soy la única que puede enseñarle a tu novia a defenderse siendo completamente profesional en lo que hago y sin provocarle grandes heridas, pero sí excelentes resultados. ¿O ya se te olvidó?
El silencio me hizo imaginar a Alessandro rodando los ojos, pero también considerando que sus palabras podrían ser ciertas. No la conozco pero se nota que quizás tenga razón.
—Vamos, cachorro. Trae a tu hembra aquí para que pueda ponerla a tu nivel como se debe.
—Pero bájame ya, ¿quieres? —pedí finalmente.
Alec me mira de reojo un instante antes de acomodarme en su hombro y caminar de regreso hasta Helena, quien intenta no reír de nuevo, la podía escuchar. Finalmente llega hasta donde ella estaba y me baja de su hombro.
—Bueno, primero lo primero. Me presento, soy Helena Mancini entrenadora y luchadora profesional —dice ella con aires de grandeza y orgullo por sus logros.
—Am... soy Lía. Es un placer —respondí yo, más insegura y aún dudosa de todo esto.
—Está bien, Lía, empezaré contigo desde cero, pero eso no quiere decir que mis entrenamientos sean lentos o no tan intensos. Primero quiero comprobar tu estado físico y tu aguante al hacer algunas actividades.
Me aguanté el hacer una mueca quejumbrosa al escucharla, pues soy muy mala en lo que se refiere a actividades físicas... ¿Por qué me he imaginado a Alessandro diciendo "no en todas"? Joder, me ha contagiado la perversidad.
—Cachorro, ¿podrías dejarnos a solas? No quiero tu sobreprotección cuando trabajo —pide Helena, o más bien, le ordena.
Alessandro la fulmina pero rueda los ojos, sin parecer convencido de irse, pero resopla y apoya su mano en mi hombro para llamar mi atención.
—Estaré cerca.
—Que no sea demasiado, es en serio —insiste Helena, Alec solo la ignora.
—Si no puedes más, me lo dices.
—Si no puede más, déjala superar su límite o no llegará al objetivo.
Alessandro estaba por decirle probablemente que dejara de meterse en nuestra conversación, pero yo lo distraje sujetando su mano y dedicándole una leve sonrisa.
—No te preocupes, solo ve a sentarte, estaré bien.
Él me mira dudoso y luego a Helena, antes de asentir e irse junto a las demás chicas y Giselle hacia el gazebo, pues entrenábamos junto a este.
—Adiós, cachorro —se despide Helena burlesca, causando que Alessandro volviera a fulminarla pero lo deja pasar para ir a sentarse.
—¿Por qué lo llamas así? —pregunté ya sin poder aguantar mi curiosidad.
—Porque puede ser tan berrinchudo como un cachorro de verdad. Además de haber chillado como uno cuando le di una paliza.
—¿Ah? —la miré incrédula.
—Bueno, empecemos.
—Oye, espera...
La seguí mientras ella iba a dejar su bolso en una mesa que habían puesto aquí, al abrirla vi que tenía muchas cosas como para armar una pista de obstáculos.
—¿Cabe todo eso en ese bolso?
—Pues sí —ella saca unos conos pequeños y los coloca en diferentes partes del patio—. Probaré tu resistencia al correr como primera prueba, cuando te diga empiezas a correr alrededor de los conos, primero será al ritmo que tú quieras, con tal de que no camines hasta que yo te diga, ¿está bien?
—Supongo...
Ella niega con la cabeza, como si le hubiera dicho una estupidez.
—Esto no funcionará si tienes esa actitud tan aburrida. Si dices solo "supongo" es como decir que no podrás hacerlo. Así que te daré otra oportunidad. ¿Estás lista para esto?
La miré como si fuera una loca, pero después de meditarlo un segundo y aceptar mi realidad de que en verdad quiero aprender a defenderme por mi cuenta por si ocurre otro problema... quiero ser una ayuda y no una carga para Alessandro. Suspiré y sonreí ligeramente.
—Estoy lista —respondí más decidida esta vez, haciéndola sonreír.
—Entonces, posiciónate —le hice caso y ella mira el cronómetro que saco del bolso—. Comienza a trotar en tres... dos... uno... ¡Ya!
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