Capítulo 45

Solo podía mirar como Giselle atendía mis heridas como lo hace todos los días desde que llegamos a esta isla, y rezar porque llegara el momento en el que me dijera que podría dejar de usar estas espantosas vendas que me dan picazón y molestia.

—¿Crees que ya podré dejar las vendas? Es que pican mucho —pregunté bufando harta de ellas. Giselle suelta una pequeña risa y termina de vendarme.

—Por cómo van sus heridas... lo mejor será que las aguante un poco más, señorita.

—Pero ya no duelen —insistí.

Bellezza, la experta aquí es ella. Lo mejor es que le hagas caso —responde Alessandro en defensa de Giselle, pero lo fulminé con la mirada y rodé los ojos.

Asentí asumiendo la derrota de esta discusión. Giselle guarda sus cosas, se despide de ambos y sale de la habitación, dejándome a solas con Alessandro. Me acomodé la remera, que justamente le pertenecía, y volví a acostarme en la cama, mientras que él se acercaba y se sentaba a mi lado.

—Verás que pronto te desharás de esas vendas, no te apresures —intenta animarme.

—Lo sé, aunque no pueda evitar ser impaciente. Las odio —respondí con un bufido.

Alessandro me sonríe antes de encargarse de apagar las luces para poder descansar. Lo único que iluminaba la habitación, era la luz de la luna que entraba por las puertas del balcón. Alessandro regresa a la cama, metiéndose bajo las mantas junto a mí y sujetando mi cintura para atraerme hasta su cuerpo.

—¿Alec?

—¿Mm?

—¿Volveremos a la ciudad? —pregunté repentinamente.

—¿Quieres volver?

—Quizás... Me gusta este lugar, es tan lindo y pacífico, pero aún hay cosas que no he podido conocer allá, y extraño un poco ese lugar... —mencioné dándome la vuelta para poder verlo al rostro.

Alessandro asiente comprendiendo mis palabras, él me rodea con sus brazos, dejándome apoyada contra su pecho y besa mi cabeza.

—Cuando te recuperes del todo, la mansión ya estará arreglada y habrá más seguridad... así que volveremos, pero... ten en cuenta que algunas cosas cambiarán.

—¿Cosas como qué?

—Cosas como tu propia seguridad, bellezza. No me arriesgaré a perderte de nuevo.

Sus palabras aceleran mi corazón y la sangre sube hasta mis mejillas. Me separé solo un poco para poder verlo al rostro, y observar sus ojos brillar suavemente, Alec acaricia mi mejilla y se acerca hasta unir nuestros labios con una intensidad apasionada. Su lengua acaricia mi labio inferior, como si pidiera permiso para entrar en mi boca, permiso que concedí.

Nuestras lenguas se enredan con más pasión, la tensión en el ambiente se vuelve más tentadora y calurosa. Pronto su cuerpo se coloca sobre el mío sin aplastarme, sus besos bajan a mi cuello, dejando una suave mordida sobre la tela del vendaje que lo cubría.

—Mhm... —murmuré. Alec se endereza un poco para mirarme con aquella sonrisa ladina que me hace enloquecer.

—Haz dicho que tus heridas ya no dolían, ¿cierto? —preguntó entonces.

—E..Es cierto... pero...

—Bien —me interrumpe sin más.

Sus besos bajan de mi cuello a mi pecho, y sus manos se encargan de desvestirme completamente sin que yo hiciera demasiado esfuerzo. Se endereza y se quita la remera, dejándome apreciar su musculoso cuerpo tatuado y que me calentaba con solo observarlo, quería besarlo. Negué con la cabeza para quitarme estos pensamientos e intentar mantener la cordura.

—Tu familia está aquí... —le recordé, pensando que sería algo vergonzoso si nos escuchaban.

—No te preocupes por ellos, están durmiendo —responde agitado, se notaba impaciente.

—Pero...

—He esperado a que te mejores porque no quería lastimarte. Pero no puedo esperar más. Quiero tenerte completamente, bellezza. Cumplir nuestro acuerdo de hacer uso de ti como yo quisiera —acaricia mi cintura, erizando mi piel—. Es lo que voy a hacer.

La electricidad envuelve mi cuerpo por la emoción de que Alec me tomara como quisiera, he de admitir, que la idea me encendía más que la leña al fuego. Mi cuerpo arde, grita por él, quiere que lo toque. Alessandro parece ver mi deseo a través de mis ojos, pues sonríe de lado mientras desliza su mano por mi abdomen hasta mi intimidad.

—Veo que tú tampoco puedes esperar más. Está bien, te daré lo que ambos queremos.

Sus dedos encuentran mis pliegues, masajea y los introduce en mí, mojándose con mis fluidos que le permitían deslizarse más fácilmente. La fricción era deliciosa, no pude evitar empezar a gemir. Parece saber cada punto sensible que tenía y los presionaba, como si quisiera arrancarme más gemidos. Sin embargo, su lengua pronto se hizo presente, explorándome con ella en mi cavidad, se sentía mucho mejor.

Mordí mi labio inferior en un débil intento por mantenerme callada y no despertar a nadie, pero era casi imposible para mí guardar silencio. Su lengua y sus dedos juntos me volvían un desastre, mi cuerpo vibra del placer hasta que caí en los efectos de un delicioso y explosivo orgasmo. Alessandro lame mis fluidos, y se endereza para mostrarme sus dedos, los cuales se encarga de limpiar con su lengua.

—Siempre sabes tan bien, bellezza... —comenta mientras mi rostro enrojecía e intentaba cubrirme.

Lo escuché moverse, bajar el cierre de su pantalón y al volver a mirar, pude ver su erección erguirse perfectamente. ¿Era cosa mía o se ha vuelto más grande? Joder, hace tiempo no hacíamos esto.

Alessandro regresa junto a mí, pero esta vez toma mi lugar recostándose contra la pared. Me acerqué a él y besé sus labios antes de bajar por su cuerpo como había querido hacer, pasando mis labios y mi lengua por su marcado torso, hasta llegar a la tan esperada zona. Lamí su prolongada longitud, usé mis manos para ayudarme a darle placer mientras chupaba sus testículos. Alessandro gime e inclina la cabeza hacia atrás mientras su cuerpo se tensa y tiembla.

Metí su miembro en mi boca y succioné con fuerza. Usé mi lengua para acariciarlo y llenarlo de saliva, mientras sentía que se ponía más duro dentro de mi boca, llegando a cubrir mi garganta.

—Joder, verte comiéndome completo me fascina, haces que se me ponga más dura —dice entre jadeos que llenaban mis oídos y me provocaban más—. Quiero llenarte de mí por todos lados, Lía. Hasta que ya no puedas más.

Solté un gemido ahogado por su miembro en mi boca mientras sus palabras hacían que mi intimidad se humedeciera más, me contraía deseosa de placer. Moví mi cabeza simulando embestidas, mientras me apoyaba de mis manos para el resto de su miembro. Empezó a vibrar y a respirar más acelerado, sabía que estaba por correrse, apoyó su mano en mi cabeza y evitó que lo sacara cuando llenó mi garganta completamente.

—Ah... —gime mientras intenta recuperar el aliento.

Me aparté limpiando los restos de su punta y de mis labios, pero él seguía duro. Me incliné hasta alcanzar el cajón de la mesita de noche y sacar un preservativo, se lo puse, siendo lo más rápida posible antes de subirme sobre él.

—¿Estás segura de querer hacerlo así? —pregunta sujetándome por la cintura.

—Lo estoy, te avisaré si siento dolor —respondí impaciente.

Alessandro sonríe, toma su miembro y lo posiciona en mi entrada, me sujeté de sus hombros mientras él empuja mi cintura hacia abajo, llenando mi interior completamente. Solté un gemido un poco más alto de lo que debería por la sensación de plenitud que me provocaba tenerlo dentro de nuevo. Empezó a embestirme mientras yo intentaba mantener el equilibrio, me sujetó por la cintura, evitando que me moviera mientras golpeaba mi interior.

Besó mi hombro y bajó hasta atrapar mi pezón con sus labios. Chupaba mis senos mientras yo trataba de mantenerme consciente. Los gemidos constantes inundaban la habitación, y el sonido de nuestros cuerpos chocando me excitaban más, me volvían loca. Me aferré a sus hombros y empecé a acompañar sus movimientos con mi cintura.

—¡A..Alec! ¡Oh, Dios! —sus embestidas fueron más rápidas y fuertes, sus manos bajaron a mi trasero para apretarlo, mi cuerpo cae sobre el suyo al no poder sostenerme.

Una de sus manos acaricia mi mejilla y sus labios buscan los míos hasta encontrarlos y llenar mi boca con su lengua sin dejar de embestirme. Mientras que la otra mano se desliza por mi abdomen hasta encontrar mi clítoris y estimularlo, comencé a vibrar y a gemir en su boca hasta que no pude más y el orgasmo arrasó mi cuerpo en una oleada placentera, al igual que a él.

Jadeé contra sus labios con cansancio, dejé caer mi cabeza sobre su hombro sintiéndome exhausta.

—¿Cómo te sientes? —preguntó mientras se quitaba el preservativo y lo desechaba.

—Bien, realmente bien —respondí con una pequeña sonrisa por el cansancio.

—Me alegro oír eso.

Abrí los ojo de golpe al escuchar que abría otro preservativo. De repente y antes de poder escapar, él me acuesta sobre la cama y se coloca entre mis piernas con el preservativo puesto.

—Porque esto no ha terminado, bellezza.

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