Capítulo 42
—¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡¿Estás bien?! —aquella chica se apresura a socorrerme para revisar que no me haya hecho más daño, pero pasos rápidos llaman mi atención y de repente Alessandro estaba aquí con otro chico tras él.
—¿Qué pasó? —pregunta Alessandro al verme en el suelo.
—Me dijiste que ella estaba aquí y que le prestara ropa, así que vine y no la vi. Me alarmé, pensé que algo le pasó entonces la busqué y abrí la puerta y bueno... ¡En serio lo siento! —se disculpa nuevamente la chica, viéndose realmente culpable y preocupada.
—Estoy bien... —comenté intentando calmar a todos. Alessandro se me acerca e inspecciona mis heridas para cerciorarse de que ninguna se hubiera abierto.
—Bianca... debes tener más cuidado. Y además... debes tocar la puerta antes de entrar —le reprende Alessandro mientras me carga en brazos para sacarme del baño.
—Sí, sí... Lo haré la próxima vez, solo me preocupé al no encontrarla —responde caminando tras nosotros.
Alessandro suspira mientras niega con la cabeza, pero entonces voltea a verme a mí con advertencia, siendo mi turno de recibir una regañada.
—Y tú, quédate quieta. Tus heridas no son leves, pudieron abrirse de nuevo... —Alec me deja sobre la cama, pero el mencionar las heridas abiertas parece preocuparlo—. Bianca, llama a Giselle, quiero estar seguro de que no ha pasado nada.
Bianca chilla en sorpresa y culpa, y sale corriendo, gritando el nombre de Giselle para apresurarla en llegar hasta aquí. Dejé escapar una pequeña risa al verla tan alarmada.
—Alec... estoy bien, en serio —comenté, intentando que me creyera.
—¿Por qué no cierras con seguro?
—Porque no pensé que alguien iba a entrar.
—Aquí estoy señor —Giselle entra a la habitación con Bianca aún muy preocupada detrás de ella.
—Giselle, por favor, ¿puedes revisar que no se haya abierto alguna herida? —pide Alessandro dándole espacio a ella de acercarse a mí.
—Está bien —responde Giselle acercándose.
Rodé los ojos, pero simplemente dejé que lo hiciera para que todos estuvieran más tranquilos. Giselle se toma su tiempo, lo único que ha dolido es cuando destapó mis heridas quitando el vendaje, pues algunas zonas se habían pegado un poco a la tela por la sangre seca. Al menos esto ha ayudado al cambio de vendas y gazas, evitando que se pegaran aún más en mi piel. Cuando Giselle finalmente termina, sonríe a todos con tranquilidad.
—No le ha pasado nada, pueden estar tranquilos —avisa ella y a todos pareciera que les regresara el alma al cuerpo.
—Se los dije, pero no me hacen caso —les reclamé cruzándome de brazos. Alec vuelve a acercarse a mí, Giselle se hace a un lado para dejarlo pasar.
—Bellezza... entiende que ahora estamos muy... alertas, por lo que te pueda pasar... estás muy lastimada.
—Alec, lo entiendo, pero soy yo la que siente el dolor y lo que pasa con mi cuerpo. Si les digo que estoy bien, es porque lo estoy.
Alessandro se aparta y mira a Bianca y al otro chico, que hasta el momento solo se mantuvo pendiente, pero en silencio.
—Está bien, supongo que debería presentarlos, ¿no? Lía, ellos son mis hermanos, Bianca y Giovanni. Chicos, ella es Lía, mi pareja.
—Es un placer conocerlos —comenté con una sonrisa amable.
—También es un placer conocerte, Lía... Me alegro de que estés bien —suspira Bianca con alivio y aún con un poco de culpa.
—Lo mismo digo —habla Giovanni por primera vez.
Les sonreí de nuevo con agradecimiento por su preocupación, pero entonces Alessandro se dirige hacia Bianca de nuevo.
—¿Y la ropa que te pedí?
—¡Oh, cierto! —ella corre a la puerta del baño y agarra la ropa que había tirado—. Aquí está. No te preocupes, puedes usarla sin problemas.
—Gracias, Bianca —dije, sujetando la ropa que me tendió.
—No te preocupes, eres mi cuñada después de todo —su sonrisa se vuelve más ancha.
—Bueno, salgan todos para que pueda cambiarse cómodamente —dice Alessandro, echando a todos.
—Pero tú también, no seas pervertido —le reclama Bianca, enarcando una ceja.
—Pero tengo que ayudarla —se excusa Alec, mientras su hermana lo jala para sacarlo al igual que ellos.
—Te aprovecharás, te conozco —insiste ella, mientras que yo me reía desde mi lugar y le daba la razón a Bianca.
—Sí, eso. Hazle caso a tu hermana, Alec.
Alessandro me fulmina pero finalmente, junto a Giovanni, ambos hermanos consiguieron sacarlo de la habitación, y Giselle cierra la puerta tras ella cuando todos abandonan el lugar. Suspiré, miré la ropa de Bianca en mi regazo, era muy linda. La puerta se abre de nuevo, llamando mi atención.
—¿No te dijeron que salieras? —cuestioné mientras aguantaba mi risa.
—Lo hicieron... pero me escapé de ellos. Normalmente soy yo quien da las órdenes, no las recibo —responde Alec, acercándose hasta a mí.
—Está bien... Supongo que sí necesitaré ayuda —admití resignada.
Alessandro sonríe triunfante, pero no tarda en ayudarme a cambiarme de ropa. Me quita su remera, manteniéndome sentada todo el tiempo para no forzar mis piernas. Toma el short de Bianca en manos y se agacha frente a mí. El tenerlo de rodillas me hizo imaginar ciertas cosas que no debería en este momento y por lo que mi rostro comenzó a sonrojarse, mientras él sujeta mi pierna con suavidad.
—¿Qué ocurre? —pregunta con una sonrisa que me hacía saber qué él ya se imaginaba lo que pasaba por mi cabeza.
—N..Nada. No pasa nada —respondí apartando la mirada y abanicando mi rostro.
—¿En serio? —cuestiona enarcando una ceja y yo solo asentí con la cabeza.
Alessandro se ríe, pero decide seguir adelante con vestirme. Me coloca el short con cuidado de no tocar demasiado mis heridas, entonces solo hizo falta la remera de Bianca.
—Puedo con eso —dije, sosteniendo la remera en mis manos, sin embargo, él me la arrebata suavemente,
—Lo sé, pero quiero hacerlo por ti.
Me hizo extender los brazos antes de que pudiera protestar, reí leve y solo le hice caso. Alessandro me coloca la remera y la acomoda bien en mi cuerpo.
—Listo. ¿Quieres bajar a desayunar? —preguntó una vez habíamos terminado, yo asentí en respuesta, tenía bastante hambre.
—Sí, ¿pero y tú madre...?
—No te preocupes, ya le he dicho todo, además... está igual de preocupada por ti.
Dejé ver una pequeña sonrisa, el que su familia se preocupe por mí me hacía sentir mejor. Le pedí ayuda para levantarme, quería caminar un poco en lugar de que me estuviera cargando todo el tiempo en brazos. Alessandro vuelve a acercarse, me ayuda a levantarme y me sostiene por la cintura. Salimos de la habitación con cuidado, todo iba bien, hasta llegar a las escaleras. Miré a Alec, él comprendió de inmediato y me cargó en brazos para ayudarme a bajar.
Bueno... tener a un jefe mafioso importante como esclavo no estaba tan mal. Me imagino las posibilidades.
No, no, no. Lía... no cuando su familia está aquí, después tal vez.
Al terminar de bajar las escaleras él me regresa al suelo, pero casi al instante escuchamos pasos acercarse y a la estancia llega una mujer verdaderamente hermosa, compartiendo los mismos rasgos que Alec y sus otros dos hijos. Eran iguales, salvo que aquella mujer tenía una cicatriz en el rostro, yendo desde la sien izquierda hacia el ojo.
—Tú debes de ser Lía... —habla ella con una voz tan suave y aterciopelada. Asentí al ser lo único que podía hacer, pues estaba impresionada con su belleza. Aquella mujer me sonríe mientras se acerca, apoya delicadamente su mano en mi mejilla y sorpresivamente me abraza—. Gracias al cielo que te encuentras bien...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top