Capítulo 40

Mi cuerpo tiembla más por el asco de sentir el aliento de este hombre en mi cuello, y su mano apretando mi seno, pero la pistola en mi boca me impedía moverme siquiera un poco, temiendo que fuera a disparar. Incluso podía sentir como golpeaba su miembro contra mi trasero, haciéndome saber que se había excitado conmigo y que, quizás estuviera planteando la posibilidad de violarme frente a Alessandro.

Sentía como si todo estuviera perdido, Alessandro no se mueve, no puede hacerlo mientras siga teniendo la pistola en mi boca. La desesperación de no saber qué hacer me volvía loca al intentar pensar en algo, quizás no sea fuerte como ellos... quizás no sea una líder como Alec, pero tal vez, solo tal vez, podría usar mi ingenio.

Siempre he podido pensar en algo que me ayudara a salir de situaciones así cuando los que me compraban intentaban abusar de mí, debo ser capaz de pensar en algo ahora... o será lo mismo que con Luciano, volveré a estar en blanco y al merced de quienes no quiero.

Piensa Lía... ¡Piensa!

—¿Sabes algo, Mascheratti? Nos has hecho la vida imposible a mí y a mis compañeros por años. Eso cambiará en este momento, porque ahora yo tengo tu vida en mis manos —comenta el hombre, retrocediendo conmigo para tomar distancia de Alec—. Y la verdad, soy un hombre con necesidades... y ahora mismo planeo saciar mi placer con tu querida mujer.

Tragué con dificultad y armándome de valor, puse en marcha el improvisado plan que se me ha ocurrido. Apenas sentí que su mano presionaba mi seno de nuevo, fingí jadear como si lo estuviera disfrutando. Ambos hombres me miran, pero no podía mirar a Alessandro, no así. El hombre suelta una pequeña risa y vuelve a presionar mi seno para escucharme gemir, aunque lo hiciera forzadamente.

—Mira eso... Tu mujer no es tan fiel después de todo. Observa cómo le gusta esto, es una completa perra, no le importa que no seas tú o siquiera que estés presente. Está disfrutando que otro hombre la esté tocando.

Volteé la mirada hacia él, quitó la pistola de mi boca pero no dejó de amenazarme en la cabeza con esta, mirando atento a los movimientos de Alessandro, pero también observando mi sonrisa que parecía hipnotizarlo.

—No pares... Me gusta, el que Alessandro nos mire solo lo vuelve más erótico —murmuré en su oído, intentando que mi voz sonara más sensual que asqueada, él aparta la mirada incrédulo hacia Alessandro pero con una sonrisa triunfante—. Continúa, y yo te devolveré el favor.

Deslicé una mano por su abdomen, bajando hasta su entrepierna, él jadea y su mano con la pistola tiembla al querer ceder, pero seguía atento y con el dedo en el gatillo.

—Mhm...

El hombre sonríe con satisfacción, burlándose de Alessandro quien se notaba paralizado por mi actuar. Entonces presioné su bulto y él soltó un gemido, y la pistola se apartó de mi cabeza. Al instante llevé mi otra mano a ella y se la arrebaté fácilmente. Antes de que su mano en mi seno bajara a meterse en mis pantalones, apreté tan fuerte su miembro que él se retorció del dolor.

—Jamás vuelvas a tocarme.

Me aparté enseguida, y aunque mis manos temblaran y mi corazón se aceleraba cada vez más, cerré los ojos y presioné el gatillo manteniendo la pistola frente a su rostro.

El disparo retumbó en mis oídos y sentí la sangre salpicar sobre mi cuerpo al estar tan cerca, pero yo no era capaz de abrir los ojos y ver lo que había hecho. Escuché el cuerpo caer al suelo en un golpe sordo. No quería mirar.

Luego de un par de segundo, pude sentir la mano de Alessandro pasar por mi cintura, mientras la otra acariciaba mi mano y hacía que le entregara la pistola, lo cual hice enseguida, como si el arma me quemara las manos. Alec me abraza y yo no tardé en refugiarme en sus brazos, respirando agitada, con un nudo en la garganta.

—Lo hiciste bien, bellezza... —susurra suavemente mientras acaricia mi espalda y yo me aferraba a él, ahogando los sollozos en su pecho.

—A..Acabo de... Yo...

—Era él o tú... no tenías elección, no te tortures por eso... —lanzó la pistola al suelo para liberar sus manos y cargarme de nuevo—. Vamos a casa...

Sollocé más sonoramente esta vez, mis manos tiemblan, cubiertas de sangre... sangre que no era mía. Sé que fue en defensa propia, sé que si no lo hacía yo, él iba a matarme o a Alec, pero... realmente... No puedo creer lo que he hecho. Maté a una persona... ¿cómo alguien puede vivir con algo así en mente? No puedo. No soporto lo que hice.

Alessandro sigue caminando hasta que finalmente cruza una puerta y el calor del sol nos envolvió a ambos. Pronto escuché voces, motores y hélices de helicópteros. Alessandro se acerca a sus hombres que se veían aliviados por volver a ver a su jefe.

—Señor... —escuché la voz de Fran.

Miré a mi alrededor, notando que estábamos en lo que parecía ser una base en la mitad del océano. Fran y Alessandro comparten palabras que yo no alcanzaba a escuchar o procesarlas, solo podía ver la sangre en mis manos. Cerré los ojos, abrazándome a mí misma y escondiéndome nuevamente en el pecho de Alessandro, a quien escuché suspirar profundamente antes de dirigirse a un jet.

Cuando comenzaba a subir las escaleras para entrar, escuché el grito de Fran dando ordenes y entonces, empezaron las explosiones. Toda la base fue explotada por los hombres de Alessandro, mientras nosotros nos adentrábamos en el jet.

—Señorita... —Giselle aparece en mi campo de visión, se veía realmente preocupada, pero no podía ni dedicarle una sonrisa, no tenía fuerzas ni para fingir una.

Alessandro habla con ella por pocos segundos, y me llevan a la parte de atrás del jet, en donde encontramos una enorme cama lujosa y amplia. Alessandro me deja sobre ella, sin importarle que pudiera ensuciarla.

Giselle y otras dos chicas no tardan en tomar su lugar a mi lado para empezar a limpiarme y sanar mis heridas.

—Señor, será mejor que espere fuera —escuché a Giselle.

—Está bien, te la encargo.

Alessandro se va, no sin antes mirarme por última vez, cerré los ojos, sintiendo que una lágrima escapaba rodando por mi mejilla. Las chicas me quitaron la ropa rota y sucia para poder pasar las esponjas húmedas por mi cuerpo y limpiarme completamente. El ver mis heridas las espantó completamente, pero Giselle les ordenó continuar.

—Señorita, debo coserle —me informa Giselle luego de haber visto mi herida en la pierna y en el costado.

Estaba tan agotada como para responder, ella lo hizo aun así, pues es lo que necesitaba. Confiaba en ella de todos modos, pues ella ha sido enfermera en un hospital antes de ir a trabajar a la mansión. Según tengo entendido, porque Alessandro le hizo un favor y así se lo devolvió. Giselle prepara lo necesario para coser mis heridas mientras las demás seguían limpiando mi cuerpo.

—Le retiraré los puntos —avisa cada paso a seguir antes de hacerlo.

Con unas tijeras, corta los hilos que apenas sujetaban mi piel en la herida de mi costado. Recordé vívidamente la falsa piedad de esos hombres al ver mi herida, el que les "preocupara" que fuera a morir desangrada y por lo tanto que deberían coserla... sin anestesia. No hizo falta pensar demasiado para saber que era un método de tortura para que hablara... fue uno de los peores. Cosían mi herida, la descosían por haberlo hecho "mal", arrancaban los hilos, y volvían a empezar.

—Por suerte es bastante superficial... no ha hecho daños internos —comenta Giselle mientras cose la herida.

Cerré los ojos de nuevo, aún podía sentir la aguja perforando mi piel pero era como una simple molestia esta vez, porque ahora sí tenía anestesia. Las chicas se miran, pero no dicen nada, se dedican a limpiar mis manos, quitando la sangre incluso por debajo de mis uñas. Giselle termina con la herida de mi costado y pasa a coser la de mi pierna, informándome que esta ha sido más profunda.

Mantuve la mirada al frente, simplemente dejando que ellas hicieran lo que debían hacer, pero aunque pasaran las esponjas una y otra vez, y aunque mi piel se viera completamente limpia... la sensación seguía allí. Pero no solo la sangre de aquel hombre al que había matado, también su mano en mi seno, también las manos de esos hombres que mientras me torturaban, aprovechaban en tocarme más de lo que debían. El dolor y el asco eran desbordantes.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top