Capítulo 4

—Esto es... extraño —murmuré mientras dejaba una toalla que había encontrado, en el tendedero.

Había una ducha y un jacuzzi. Opté por la ducha, ya que jamás me había metido a un jacuzzi y no quisiera tocar algo que no sabía cómo funciona. Me quité la lencería, dejándola a un lado. Abrí la puerta corrediza semitransparente de la ducha y entré, encendí la regadera y dejé que el agua tibia destensara mis músculos. En la pared de la ducha estaba una repisa con acondicionador y shampoo, agarré el shampoo y me lo apliqué masajeando mi cabeza y de paso relajarme cuanto pudiera.

—¿Si me tardo será capaz de entrar a buscarme? —murmuré, pensando en voz alta.

No quería averiguarlo. Tardé lo menos posible en la ducha y, al salir, me sequé con la toalla que había colgado antes, me enrollé en ella y miré a todos lados, dándome cuenta de un detalle.

—Carajo...

Sé que estoy aquí justamente para ofrecerle mi cuerpo a este desconocido, pero no estaba lista para hacerlo. Con solo una toalla cubriendo mi cuerpo es tan fácil que la quite. Volví a rebuscar en el baño hasta encontrar una bata, suspiré aliviada y la cambié por la toalla, amarrando el nudo con fuerza. Me miré en el amplio espejo sobre el lavabo y traté de cerrar mejor la parte del pecho.

Me sequé cuanto pude el cabello y resoplé mientras me mentalizaba para salir y enfrentar a ese hombre. Abrí la puerta y me asomé para ver en donde estaba.

—¿Buscas a alguien? —me sobresalté cuando escuché frente a mí.

—Y..Yo... b..bueno...

Él me mira, manteniéndose de brazos cruzados totalmente relajado, apoyado contra el marco de la puerta del vestidor, mientras que yo estaba al borde del colapso por los nervios.

—Es tarde, será mejor dormir —dice acercándose a mí.

Rodeó mi cintura con un brazo, me contraje ligeramente ante su tacto aunque nos separe la tela de la bata. Cerró la puerta del baño tras de mí, y me guió hacia la cama, alejándose de mí para rodearla y acostarse del otro lado. Me mantuve de pie, observado dudosa hacia el lado que me correspondía.

—¿Qué ocurre? ¿Te quedarás de pie sin más?

—Es que... tengo el cabello húmedo... ¿No te molesta...?

—No te preocupes por eso, es solo un poco de humedad que se lavará mañana. Acuéstate.

Tragué saliva y me metía bajo las mantas, dándole la espalda y alejándome lo más posible de él, sin importarme estar en el borde de la cama. Traté de cerrar los ojos y tranquilizarme, pero en un instante sus brazos consiguen atraparme hasta atraerme al medio, pegando mi espalda a su pecho.

—Eres Lía Dávila, ¿no? —su aliento contra mi oreja me puso nerviosa de nuevo.

—Sí... soy Lía —respondí intentando evitar que mi voz se trabara.

—Tengo entendido que tienes fama de "indomable". ¿Entonces nunca te dejaste tocar por nadie?

—No.

—Interesante —murmura, aunque pareciera no poder creérselo del todo.

—¿Qué es interesante? —me atreví a preguntar.

—Que pudieras aguantar siete años sin que pudieran follarte. Eso no es nada fácil, así que dime, ¿cómo lo hiciste?

Me sonrojé por su falta de pudor, sentí mi rostro arder por la vergüenza. Pero también me preguntaba cómo sabía mi nombre y cuántos años había pasado en ese lugar.

—B..Bueno... solo no dejaba que me toquen...

—a mí me has dejado tocarte, y aunque se te notara el miedo, esperabas que hiciera algo más...

Me ruboricé aún más y deseé cubrirme con las mantas hasta la cabeza para ocultarme.

—Y... tú no lo hiciste —respondí, esquivando su insinuación.

De repente, me hizo dar la vuelta y se colocó sobre mí. Lo miré, sorprendida y abrumada, me sentía atrapada entre sus brazos a ambos lados de mi cuerpo contra la cama.

—¿Quieres que lo haga? —enarca una ceja y deja ver apenas una media sonrisa.

—¿Por qué me preguntas? No es como si tuviera elección. Me compraste para eso, solo tienes que hacerlo y ya —solté.

—Tienes razón, no tendría por qué preguntarte —agarró el borde de la bata por el pecho y destapó mi hombro—. Después de todo te compré. Me perteneces.

—¡Hm! —cerré los ojos con fuerza ante el miedo, el cual aumentó al sentir su mano acariciar mi pierna e ir subiendo, pero se detuvo.

—Pero mi elección es preguntarte. Aunque, a juzgar por tus reacciones... ya sé cuál es tu respuesta.

Lo sentí apartarse de mí, al abrir los ojos lo vi acomodándose de nuevo a un lado, dejando un espacio entre ambos.

—No porque te haya comprado significa que debo follarte de inmediato. Aunque no lo creas, tengo un buen autocontrol. Puedo esperar.

—¿Por qué me compraste entonces...? —me atreví a preguntar.

—Porque eres interesante, bellezza, y eso me atrae —volví a sonrojarme, y esta vez me cubrí con las mantas—. Así que puedes dormir tranquila, no voy a tocarte... Al menos no esta noche.

Con eso último me dio la espalda y se dispuso a dormir. Lo observé mientras agradecía que no fuera a hacer nada, al menos ahora. Suspiré profundo y lo observé por un momento.

—¿C..Cómo... te llamas? —pregunté con timidez.

—Alessandro Mascheratti.

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