Capítulo 39
Narra Lía
No importaba lo que pasara o cuánto tiempo pasara, mi cuerpo no dejaba de temblar por el terror que sentía y el dolor que no me dejaba tranquila ni por un segundo. Apenas había abierto los ojos, empezaron con sus preguntas, y si no respondía comenzaban a golpearme, pero eso es lo más leve de lo que verdaderamente me han hecho.
—¡¿Dónde está?! ¡Habla de una vez!
—¡No lo sé...! —respondí entre sollozos, como lo hice durante las últimas horas luego de haberme desmayado de nuevo.
—Mientes —espeta en mi rostro con impaciencia y enfado. Me dio un golpe en la mejilla que me tiró al suelo.
Todo en mí era doloroso, pero a pesar de que por cada palabra inservible para ellos que salía de mi boca, ellos me golpeaban o me torturaran de alguna forma, ya sea haciéndome cortes con una navaja o ahorcándome con un cable, yo aun así no expuse el paradero de Alessandro.
—Estoy perdiendo la paciencia, y no creo que quieras que eso pase de verdad. Porque lo que has vivido ahora no será más que un paseo en el campo con lo que tengo preparado —amenaza aquel hombre, arrodillándose frente a mí.
Lo miré intentando calmar los sollozos, entonces le escupí en la mejilla en respuesta, dejando en claro mi postura. Él me mira furioso y me clava la navaja en el muslo, solté un grito de dolor y más cuando la empezó a mover, creando una gran línea de la que brotaba mucha más sangre. Volví a llorar y retorcerme de dolor en el suelo, él sonreía ante mi sufrimiento pero seguía preguntando por Alessandro, esperando a que yo cediera.
Al no decir nada, él volvió a perder la paciencia. Me sujetó del cuello para acercarme a él y así poder verme con superioridad para sus siguientes palabras.
—Tengo entendido que Alessandro te sacó de una subasta, a la que te han devuelto varias veces. Significa que deberías estar acostumbrada a que abusen de ti, ¿no es así? —su sonrisa era espeluznante y en verdad esperaba a que no hiciera lo que pensaba que quería hacer—. Te daré una última oportunidad. Dime dónde está Alessandro y no haré que mis hombres te violen hasta quedar satisfechos. Pero no te preocupes, puedo darte tiempo para pensarlo, aunque te recomiendo no tardar demasiado, todos... están emocionados por tu respuesta.
Palmea mi mejilla levemente antes de apartarse de mí, dejando la navaja aún encajada en mi pierna. Da unas cuantas órdenes antes de salir de esta oscura habitación, dejándome sola.
Mis manos amarradas tras mi espalda me impedían moverme, y la navaja en mi pierna hacía doloroso cada intento. Volví a sollozar, no quería que otros me tocaran, la simple idea me causaba tanto asco y repulsión, pero... mucho menos quería delatar a Alessandro. No sé si ya ha despertado, no sé si sigue vivo o si puede defenderse... No quiero arriesgarme a que ellos vayan por él.
—Alessandro... —lo llamé, deseando verlo entrar por esa puerta.
Pero el sueño pudo conmigo, haciéndome caer inconsciente nuevamente, por el dolor y el cansancio de gritar y forcejear.
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Escuchar la puerta ser abierta de golpe me hizo sobresaltar, mi cuerpo tiembla pensando que iban a violarme porque no iba a abrir la boca. Sin embargo, sentí una mano diferente sobre mi hombro, una más cálida.
—Bellezza...
Abrí los ojos de golpe al reconocer su voz y aquel apodo. Me giré como pude y allí estaba, mirándome con alivio pero también con una enorme preocupación.
—Alessandro...
Las lágrimas simplemente comenzaron a desbordarse, él apoyó su mano en mi mejilla, limpiando las lágrimas suavemente antes de abrazarme con delicadeza, dejando que apoyara mi cabeza en su pecho. Quería rodearlo con mis brazos, quería abrazarlo y llorar en él, pero mis brazos aún seguían amarrados.
—Estás vivo... —murmuré aliviada.
—Sí, gracias a ti —responde igual de aliviado por encontrarme.
Él se separa para comprobar mi estado, y vio la navaja enterrada en mi pierna. Ambos sabíamos que lo mejor sería quitármela ahora, porque el moverme con ella puesta solo me lastimaría más, y esto aún no está acabado hasta que salgamos de aquí.
—Aguanta esto, bellezza... —pide abrazándome mientras sujeta la navaja con firmeza.
Asentí cerrando los ojos y escondiendo mi rostro en el hueco de su cuello. Alec besa mi hombro antes de arrancar la navaja de un estirón. Ahogué un grito y mordí su hombro, él no se quejó y presionó mi herida para detener la sangre.
—Aguantaste bien... Buen trabajo —murmura mientras acaricia mi brazo y yo sollozaba.
Alec me recuesta en el suelo para encargarse rápidamente de mí, arrancó una de sus mangas para usar la tela y amarrarla en mi pierna para detener el sangrado. Solté un gemido de dolor por la presión, él usó la navaja para cortar las bridas que sujetaban mis brazos y mis piernas. Observé las marcas que aquellas bridas dejaron en mis muñecas, pero no tardé en presionar mi costado por el dolor constante y punzante.
—Déjame ver —pide sujetando mis manos para apartarlas.
El ver su reacción me hizo saber que estaba grave y que él estaba cada vez más enfadado. Negó con la cabeza y se apresuró a levantarme, intentando ser cuidadoso, aunque el más mínimo movimiento me causara dolor.
—Tranquila... Saldremos de aquí y estarás mejor, lo prometo... —promete Alec mientras apoya su cabeza sobre la mía y sale de la habitación corriendo.
Yo no tenía ni idea de dónde estábamos pero él parecía saber por dónde debería ir para encontrar la salida. Estar en sus brazos me hizo sentir relajada que incluso podría desmayarme de nuevo, pero al mismo tiempo me era imposible hacerlo. Observé el desastre a nuestro alrededor, la cantidad de cadáveres y sangre volvieron a causarme náuseas.
Alessandro sigue corriendo hasta doblar por una esquina, en la cual se detiene de golpe y consigue esquivar justo a tiempo el intento de golpe de un hombre ensangrentado que tenía un fierro en manos.
—¡Todo esto por esa estúpida perra! —exclama enloquecido.
Alessandro mira con seriedad a aquel hombre mientras retrocede para mantener la distancia, esquivando cada golpe que él lanzaba pero fallaba, hasta que tropieza con sus pies heridos y Alessandro aprovecha para dejarme en el suelo.
—Cierra los ojos, bellezza. Yo me haré cargo.
Alessandro besa mi frente, pero yo solté un jadeo de sorpresa y miedo cuando el hombre quiso golpearlo, pero él agarró el fierro justo a tiempo y se levantó.
—¿Ah...? —el hombre se sorprende por no poder mover ni un poco el fierro, ahora agarrado por Alessandro.
El hombre lo suelta de golpe, retrocediendo y tratando de salir corriendo, pero Alessandro lo sujeta por el cuello de la camisa y lo golpea contra la pared hasta que esta se abolló al ser de metal. Alessandro golpea de nuevo al hombre contra la pared antes de dejarlo caer al suelo, sin embargo no lo deja así, él pisa la espalda del hombre y estira sus brazos.
Los gritos del hombre me dejaron la sangre helada y el cuerpo erizado. Aunque Alessandro me haya dicho que cerrara los ojos, no podía, el verlo de esta forma era conocer finalmente todos sus lados. Y sinceramente... había algo atrayente en él aunque estuviera cometiendo un acto tan atroz como este. La seriedad y calma con la que lo hacía, no hacían más que evitar que apartara la mirada de él.
Alec finalmente rompe sus brazos, el sonido de la rotura de sus huesos fue clara y sonora, y Alec solo lo soltó con asco. Volvió a mirarme, enarcando una ceja porque no he cerrado los ojos, se acercó a mí, pero apenas dio un paso cuando lo vi abrir los ojos de par en par.
—¡Lía!
—Quieto —de repente me paralicé al sentir la punta fría de un arma contra mi cabeza.
Todo pareció congelarse en ese preciso instante, pero mi cuerpo temblaba mientras sentía el arma en mi cabeza. Alessandro mira con seriedad al hombre junto a mí y mueve su mano hacia su bolsillo para intentar sacar su arma con lentitud, pero el hombre quita el seguro del arma haciendo detener a Alessandro.
—He dicho... quieto —Alessandro chasquea la lengua con frustración y aparta su mano—. Wau... no creí que en serio fuera a pasar esto. El gran Alessandro Mascheratti, el mafioso más grande y peligroso de... posiblemente el mundo entero, el que se creía alguien sin debilidades... ¡Y mírenlo ahora!
El hombre se ríe con emoción y sarcástico. Me obliga a levantarme aunque mis piernas apenas pudieran mantener mi peso, solté quejidos de dolor, él me sujetó del cuello mientras seguía presionando el cañón de su arma en mi cabeza para mantener a Alessandro a raya.
—Está asustado por la vida de tu amada, aw... Qué patético —habla con asco, pero entonces sentí su rostro oliendo mi cuello, ladeando mi cabeza a fuerzas para dejar que llegara a mi piel—. Pero... la verdad es que tienes buen gusto, señor importante.
Alessandro observa la mano del hombre que baja de mi cuello por mi pecho, sus facciones se vuelven más duras, sus puños más apretados.
—¿Te molesta? ¡Ah, lo siento! Es que se ve tan bien... y su piel es tan suave... Si hubieras tardado un poco más te lo hubiera agradecido, el jefe nos habría dejado divertirnos con ella —su mano se cuela bajo mi remera, intenté detenerlo pero mis débiles brazos no iban a hacer una diferencia, mucho menos en mi estado actual. Entonces su mano llegó hasta mi seno, apretándolo, haciéndome sentir tanto asco, ni siquiera podía mantener la mirada en Alec, no quería ver su expresión mientras me veía así—. Mhm... esto se siente tan delicioso, podría darle una probada ahora mismo y tú no podrás detenerme. Porque, bueno... ¿Qué harás? ¡No puedes matarme! Porque no me importará matarla a ella justo ahora. ¡Así que dime! ¡¿Qué piensa hacer el gran Alessandro Mascheratti para evitar que violen a su mujer?!
Apreté los dientes frustrada y asqueada. Miré a Alessandro suplicante mientras las lágrimas desbordaban de mis ojos, él me vio y quiso acercarse de nuevo, pero el cañón de la pistola se coló en mi boca rápidamente.
—Vuelve a mover siquiera un solo músculo y lo dispararé sin dudarlo... Un movimiento en falso... y esta preciosura se muere aquí y ahora.
Alessandro parecía acorralado y estaba segura de que él no acostumbraba a sentirse así. ¿Qué podía hacer él? ¿Qué podía hacer yo? ¿Realmente no soy capaz de hacer nada? Tengo tanto miedo...
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