Capítulo 38
Pronto se cumplió un año desde que había llegado a vivir con Alessandro, un año desde que había dejado ese espantoso lugar atrás, un año de ser libre de hacer lo que quería, con la persona que quería. Esto había pasado más rápido de lo que pude esperar, siempre creí que terminaría en un infierno, sin importar quién fuera el que me comprase en aquella última subasta.
—¿Qué quieres hacer hoy? —pregunta Alec cerrando su computadora, luego de haber estado en ella desde la mañana.
—Podemos ir a algún restaurante —propuse dejando a un lado mi libreta con el lápiz que usaba para dibujar.
—Es una gran idea —Alec se acerca por detrás del sofá y besa mi cuello—. Vayamos a prepararnos entonces.
Sonreí y me di vuelta para quedar frente a frente con él, besé sus labios con intensidad, sus manos poseen mi cintura para acercarnos, una de ellas sube por debajo de mi remera, haciendo este momento más lujurioso. Besé el cuello de Alec e iba a bajar, sin embargo... todo ocurrió tan rápido, apenas pude procesar lo que pasó.
Creíamos estar a salvo, jamás esperaría que algo así pasara tan de repente. No hubo indicios, ninguna alerta, no hubo nada que pudiera avisarnos sobre esto.
La pared repentinamente estalla con tanta fuerza, que nuestros cuerpos fueron expulsados hacia el otro lado de la habitación. Mi cuerpo golpea contra los escombros, caí tras el ahora destruido sofá. El zumbido en mis oídos era incesante. Apenas pude abrir los ojos, el dolor en mi cuerpo empeoraba mientras más consciente era sobre este, me llevé una mano a la cabeza, pero mientras intentaba levantarme, una punzada horriblemente dolorosa en mi costado me hace retorcerme del dolor.
Observé lo que tenía allí y espantada sujeté un pedazo de madera que se había incrustado en mi piel, era tan molesto y doloroso moverme con eso, que solo pensé en quitarlo sin detenerme a pensar si debería hacerlo o no. Solté un grito ahogado al arrancarlo y lanzarlo a un lado mientras cubría la herida con mi mano, la cual no tardó en llenarse completamente de sangre.
Me levanté con ayuda del sofá, apenas siendo capaz de mantenerme en pie. Observé a mi alrededor para entender algo de lo que estaba pasando, pero mi vista borrosa pudo encontrar a Alessandro, inconsciente en el suelo tras su escritorio, con varios pedazos de escombros sobre él, apenas dejando que sea visible. Iba ir hacia él, cuando una voz fuerte y demandante me sobresalta.
—¡¿Dónde está?!
Volteé al recién abierto agujero en la pared, un hombre alto, imponente y aterrador entra al desastroso despacho de Alessandro, mira a todos lados pero se concentra en mí. Su mirada tan penetrante y helada me hizo temblar más que el propio dolor que sentía. Camina hacia mí, intenté retroceder para escapar pero fue inútil. Sujetó mi cuello y me estrelló contra la pared.
—¿Dónde está Alessandro Mascheratti? ¡Habla!
Con todas mis fuerzas evité mirar hacia Alessandro, podré estar semi consciente, pero sabía que delatar su ubicación era la peor decisión que podría tomar.
—N..No está... —respondí entre quejidos de dolor y miedo.
Sus facciones se marcaron más, incluso pude ver las venas de su cuello mientras soltaba una maldición tan fuerte que me hizo sobresaltar de nuevo. Me lanzó al suelo por desquite y observó a su alrededor, volví a cubrir la herida en mi costado y arrastrarme en mi intento por volver a escapar, pero había más hombres que lo impedían. Entonces uno de ellos me sujeta del cabello y me observa con detenimiento.
—Un momento... Jefe, ella es la mujer de Alessandro.
—¿Estás seguro? —pregunta otro hombre a su lado.
—Sí, no hay duda. La he visto. Es Lía Mascheratti.
Me da vuelta para que su jefe pueda verme mejor, aquel hombre me observa detalladamente, y alcancé a distinguir una leve sonrisa ladina en sus labios, provocándome más terror del que ya tenía.
—Tienes la completa razón... Es ella —dice aquel hombre con una voz peligrosamente calmada, se acerca a mí y sujeta mi barbilla—. Bueno, aunque Alessandro no esté aquí... no deberíamos irnos con las manos vacías.
Me lanza sobre el hombre que me había reconocido, este sujeta mis brazos y no tardan en colocarme unas bridas para asegurarme. El estarme lanzando constantemente empeoraba mi estado, me sentía mareada y a punto de desfallecer.
—¡Vámonos!
Miré de reojo hacia Alessandro, aliviada de que nadie haya podido verlo. Que bueno...
Me obligan a salir del despacho hacia el jardín, donde había mucha gente, los cuales habían matado a la mayoría de los guardias de la mansión, veía los cuerpos, el olor a sangre, quería vomitar. Me empujaron hasta subirme a un jet, prácticamente debiendo arrastrarme, pues mis piernas dejaron de responderme. Me lanzaron al suelo del jet, amarrando mis piernas.
—Revisen que no traiga ningún arma encima.
—Sí, señor.
Varias pares de manos sujetan mi cuerpo y rebuscan en mis bolsillos por las supuestas armas, pero se tomaron su tiempo, pues también decidieron deleitarse conmigo, tocándome con más intensiones perversas que buscando algo. Solté reclamos, quejidos que apenas y yo podía escuchar, intenté que se apartaran, pero mi cabeza pesaba al igual que mis párpados.
—¿Y bien? —pregunta el jefe.
—No tiene nada, jefe —anuncian ellos, finalmente apartándose de mí.
—Que inusual... Siempre creí que la mujer de Alessandro sería alguien fuerte, intimidante y peligrosa. Así como él... nunca creí que sería así de débil, como lo es esta basura.
De repente sentí una patada en mi estómago que me quitó el aire completamente, solté un quejido y algunas lágrimas brotaron de mis ojos.
—Sin embargo, sí le hace justicia a lo que imaginé en cuanto a la apariencia. Es verdaderamente hermosa —continúa diciendo.
Apreté los dientes con fuerza, ya casi no podía escucharlos, solo distinguí la orden de llevarme a la parte de atrás, pero apenas sentí unas manos sujetarme, finalmente fui presa de la inconciencia.
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Narra Alessandro
Poco a poco pude sentir mi cuerpo, al igual que el dolor de las heridas. Abrí los ojos lentamente, intentando observar a mi alrededor y comprender lo que estaba pasando. Pronto distinguí a Giselle a mi lado, luciendo preocupada y hablando, el zumbido en mis orejas no me permitió escucharlas hasta que empezó a cesar.
—Señor, ¿puede oírme? —comprueba ella al verme desorientado y sin responder.
Asentí en respuesta y volví a mirar a mi alrededor, entonces, noté el lado de la cama donde debería estar Lía, pero estaba vacío. El dolor de cabeza me hizo soltar una maldición, los recuerdos de lo que pasó eran pocos y confusos, pero también eran los suficientes para entender la situación.
—¿Dónde está, Lía? —pregunté.
Observé a las chicas mirándose entre ellas sin saber cómo decirme la verdad. Giselle me ayuda a sentarme, el dolor en mi cuerpo me hizo soltar quejidos, me llevé una mano al pecho, notando el vendaje que traía puesto.
—Señor... el ataque fue tan repentino, nadie estaba listo para lo que pasó —menciona Giselle—. En el despacho solo estaba usted... me temo que... la señorita Lía fue secuestrada por el enemigo. No estaba en ninguna parte.
La observé, como si lo que acababa de decir había sido una estupidez, una locura suya, pero no... ella jamás me mentiría, mucho menos sobre esto. Era la verdad.
—S..Señor. ¡Señor, espere! —ella y las demás intentan devolverme a la cama para que no me forzara, pero abrí la puerta de la habitación casi arrancándola de su lugar y salí de aquí—. ¡Fran!
Fui hasta las escaleras, donde lo vi correr para acudir a mi llamado, Rex y Neyron ladran al verme y me rodean mientras yo me reunía con Fran al final de las escaleras.
—Rastrea el teléfono de Lía, es probablemente la única opción que tenemos para encontrarla, y prepara a todos los hombres —ordené.
—Enseguida.
Fran sale corriendo, Giselle aparece corriendo con una camisa para cubrirme.
—Pero señor... está muy herido... —intenta protestar, pero mientras me ponía la camisa, le di órdenes para seguir.
—Giselle, mira en las cámaras de seguridad que dan al despacho. Alguna debió salvarse.
Ella duda pero finalmente asiente y me hace caso. Me dirigí a paso rápido hasta el despacho, el desastre era evidente apenas me acercaba, incluso la madera de la puerta estaba rota. Miré el interior, observando la pared destruida, pero lo que llamó mi atención fue ver la sangre a un lado, sabía que era la de Lía.
Apreté los dientes al igual que los puños hasta que mis nudillos se volvieran blancos. Observé el rastro de sangre que goteaba hasta el hueco en la pared, señal de que se la habían llevado. Rex y Neyron olfatean el lugar, hasta que Rex empieza a escarbar entre escombros. Me acerqué a él y haciendo a un lado algunas piedras, encontré la destrozada libreta de Lía. Algunos dibujos se habían salvado, dándome cuenta de que muchos de ellos era yo, como el último de estos.
Esto solo hizo que la furia en mi cuerpo aumentara, la sangre hervía en mi interior, y solo podía desear encontrar a esos bastardos que se atrevieron a hacer esto.
Pero seguía intrigado en saber por qué se la habían llevado a ella... siendo que yo estaba aquí. No tiene sentido.
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