Capítulo 36
—No te preocupes, no volverá a molestarte nunca más, Reachel —anuncié sintiendo un gran alivio en mi pecho, mientras acariciaba suavemente su mano conectada a un suero.
—Estoy tan... feliz de saber eso. Gracias... de verdad... —dice al borde de las lágrimas, la abracé mientras ella empieza a sollozar de la felicidad que sentía al saber que finalmente era libre, la entendía bien—. Pero... ¿Qué hiciste con él?
—Eso es lo de menos, no pienses en eso —respondí sonriendo, intentando cubrir la realidad.
—Dime, no estás metida en nuevas cosas peligrosas, ¿cierto?
Sí.
—No, tranquila —volví a sonreír más ampliamente para que ella me creyera. Reachel me observa por un momento breve antes de suspirar derrotada y asentir, agarra mi mano y le da un ligero apretón.
—Está bien, pero aun así... cuídate.
—Tú también, Reachel.
Me despedí de ella para finalmente salir de la habitación del hospital al que le habían ingresado y encontrarme con Alessandro, esperando por mí en uno de los asientos de la sala de espera junto a la puerta. Al verme, se levanta y deja que me acerque primero.
—Ya todo está cubierto. Tu amiga y las demás chicas que Lombardi mantenía prisioneras ahora recibirán algo de dinero para sobrevivir —avisa despreocupado, como si regalar dinero no fuera la gran cosa.
—Gracias, Alec... pero no tenías que hacerlo, quiero decir... es tú dinero y entiendo que la caridad no sea tanto lo tuyo —mencioné. Alessandro muestra una pequeña sonrisa antes de sujetar mi mano y llevarla hasta sus labios.
—No te preocupes, es algo que se recuperará fácilmente —responde tranquilo, acariciando mi mano antes de jalarme suavemente y sujetar mi cintura—. Vamos, será mejor irnos a descansar.
Asentí estando de acuerdo, porque todo esto realmente me ha dejado exhausta. Ambos salimos del hospital para ir hasta el auto, Alec abre la puerta para mí antes de subirse del lado del conductor y ponerlo en marcha, manteniéndonos en silencio por un buen tiempo, hasta que él fue quien lo terminó.
—¿Cómo está tu brazo?
—Es solo un rasguño, no te preocupes, no duele —respondí observando dicha herida.
Alec asiente y vuelve a permanecer en silencio, pero al mirarlo de reojo, podía notar que tenía algo ocupando su mente, quizás algo que quisiera decirme pero no encontraba las palabras, hasta que finalmente lo hizo.
—Lía... —llama mi atención—. Debo preguntarte algo pero no significa que debas hacerlo.
—Okay... —respondí extrañada.
—¿Estarías... dispuesta a matar a alguien? —pregunta y finalmente entendí por qué tantas dudas en preguntarlo, pues no había una forma menos directa de sobrellevar una pregunta así. Apenas lo escuché, sentí como la sangre en mi cuerpo se helaba ante la sola idea de arrebatarle la vida a alguien.
—¿Por qué... preguntas? —cuestioné.
—Golpeaste a un sujeto por lastimar a tu amiga... ¿Matarías por alguien?
Me mantuve en silencio mientras lo pensaba, queriendo decir que sí podría por proteger a quienes amo, aunque ahora no tenga muy en claro quiénes son esas personas. Pero... el imaginarme matando a alguien me dejaba paralizada. Suspiré profundo y desvié la mirada hacia la carretera de nuevo.
—No lo sé... no estoy segura y lo más probable es que no pudiera hacerlo...
—Entiendo.
Pocos segundos después sentí su mano sujetar la mía y llevarla nuevamente hasta sus labios, dejando un tierno y suave beso en mis nudillos. Lo observé con el corazón acelerado, mientras él me miraba, frenando el vehículo en un semáforo en rojo.
—Debo admitir... que te has visto tan sexy golpeando a ese tipo. Actuando como la figura de autoridad que eres ahora, teniendo en claro que nadie puede amenazarte y mucho menos tocarte, y salir ileso.
Mis mejillas arden cuando empecé a sonrojarme, sonreí suavemente y con algo de vergüenza, pues es verdad que me había dejado llevar un poco, confiando demasiado en que Alessandro me defendería.
—Solo actué por un desborde de ira...
—Lo sé... pero eso no cambia nada. Me he sentido verdaderamente orgulloso de ti, vita mia.
Me acerqué a él para abrazarme a su brazo, dejando recostada mi cabeza en su hombro. Alessandro entrelaza nuestras manos y mantiene la atención en la carretera de nuevo. Yo estaba tan cansada, que ni siquiera me esforcé en mantenerme despierta, solo cerré mis ojos y me dejé llevar por el sueño.
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Rápidamente fueron pasando los días luego de aquella espantosa cena. Me han informado que Reachel se ha ido del país a intentar formar una nueva vida diferente, mientras que las otras chicas, presas de Lombardi, tomaron rumbos diferentes cada una.
Pude volver a sentirme en paz y tranquila, disfrutando de las comodidades de la casa. Aunque es verdad que Alessandro volvió a estresarse por temas del trabajo y siempre que eso sucedía iba a buscarme, no necesariamente para algo sexual, a veces... solo basta con abrazarlo, dejar que descanse en mi pecho o hablarle de lo que sea hasta que él se haya quedado dormido. Me ha dicho que le encanta escucharme cuando necesita desestresarse, y eso me ha dado el incentivo de contarle más acerca de mis pasiones o cosas que he descubierto que me gustan a lo largo del tiempo que llevo siendo libre de las subastas.
También hemos salido más, me llevó a conocer la ciudad, a enseñarme lo que es pasear por las calles, comer diferentes platillos y disfrutar de cada segundo en libertad, sin preocuparme por nada.
También me ha explicado un poco más acerca de sus actividades como líder de un grupo mafioso importante. Me ha hablado sobre el "mensaje" que Hans le ha ayudado a dar y que al parecer ha funcionado, pues se trataba de un mensaje para aquellos que me habían comprado alguna vez. Iba tras ellos, todos ellos. Cinco ya habían sido asesinados, no quiso darme los detalles y yo tampoco quise saber demasiado, solo sé que los ha torturado antes. Me resulta... algo increíble y espeluznante que conociera tantos y distintos métodos de tortura. Pero prefiero no pensar en eso.
Sinceramente ya estuve el tiempo necesario aquí como para ver esto como algo "normal". Ya no me sorprendía, Alessandro podría decirme que mató a alguien y yo solo preguntaría el qué hizo para que lo matara.
Suspiré cerrando el libro que estaba leyendo, observé hacia el balcón donde estaba Alessandro fumando un cigarro, dejándome ver las marcas en su espalda desnuda, siendo culpa mía. Me levanté de la cama y caminé hacia él, acaricié su espalda para llamar su atención antes de colocarme a su lado.
—Está muy tranquilo... —comenté apoyándome contra el barandal y mirando el paisaje frente a nosotros.
—Sí... —me rodea con un brazo y observa lo mismo que yo.
—¿Cuándo empezaste a fumar? —decidí preguntar.
Él mira su cigarro un momento antes de darle una calada y expulsar el humo al otro lado, para no molestarme.
—Desde los doce, creo... —responde con normalidad.
—Muy temprana edad...
—Tal vez, pero es porque no tuve quien me dijera que no lo hiciera.
—No hablas mucho de tu familia.
—¿Quieres saber? No es una historia agradable —cuestione mirándome con una ceja arqueada, asentí segura, abrazándolo suavemente, apoyando mi cabeza en su pecho—. Mhm... pues... para hacértelo corto, mi padre era un drogadicto que abusaba de mi mamá cada vez que podía... No me quiso mucho así que solía golpearme con un bate de madera.
Lo miré sintiendo una gran tristeza en el pecho. No me esperaba que fuera así de mala su historia, y que la contara como si no importara para nada, aunque... supongo que después de mucho dejó de importarle. Dejé que siguiera hablando, si él quería hacerlo.
—Entonces nació mi hermana, cuando intentó golpearla me interpuse, no dejé que la tocara. Luego nació mi hermano, y fue cuando nos abandonó finalmente. Mi madre no podía encargarse de todo ella sola, así que tuve que ganar dinero de alguna forma. Hice muchas cosas por dinero hasta que finalmente me metí en terreno de la mafia y tuve que hacer cosas por ellos para vivir.
—Así empezaste en esto... —murmuré dándome cuenta. Él asintió confirmándolo—. ¿Y tu madre y hermanos?
—En una casa en una isla privada.
—¿Isla privada? —lo miré sorprendida, por alguna razón no me lo esperaba, pero ahora que lo dije de esa forma, me di cuenta de que es algo tonto sorprenderse por algo así.
—¿No te lo dije?
—Me ves sorprendida, ¿no? —Alec ríe suavemente por mi sarcasmo antes de darle otra calada al cigarro.
Suspiré y me recargue contra él, disfrutando de su compañía y del viento fresco de la tarde, aunque no era lo suficientemente helado como para hacernos temblar de frío. Levanté la mirada hacia Alec, haciendo una mueca al verlo fumar. Me coloqué frente a frente con él, dejando que me acorralara contra el barandal y apoyé mis brazos rodeando su cuello.
—Deja de fumar —pedí, él me mira enarcando una ceja y exhalando el humo que había inhalado.
—Lo intenté varias veces, bellezza. No funciona.
—Cámbialo por otra cosa.
—Tengo unas ideas en mente de un nuevo vicio —comenta acariciando mi cintura, metiendo su mano bajo mi remera y acercando sus labios a los míos.
—Entonces hazlo.
Alessandro sonríe por mi respuesta, se acerca más, permitiéndome unir nuestros labios. Su mano se desliza por mi piel hasta mi espalda baja y me aprieta contra su cuerpo, deslicé mis manos por su pecho hasta llegar a la mano que sujetaba el cigarro y hacer que lo suelte, dejándolo caer al suelo. Lo miré de reojo y pisé el cigarro para apagarlo.
—Vi eso... —advierte contra mis labios. Sonreí y me paré en puntillas para acercarme de nuevo a él.
—No importa. Concéntrate en mí.
—Eso es fácil.
Nuestros labios vuelven a encontrarse hasta que la pasión comenzaba a desbordarse, sus manos alcanzan mis piernas, me hace dar un pequeño brinco hasta enrollar su cintura con ellas, me carga como si no fuera nada, llevándome dentro de la habitación nuevamente.
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