Capítulo 33
—Llegamos, mia ragazza.
—¿Cuántas formas de llamarme tienes? —pregunté mientras me desabrochaba el cinturón de seguridad al igual que él.
—Muchas en realidad... Espera un momento —dice, bajándose del auto y dejándome confundida, pero lo rodea y abre la puerta para luego tenderme la mano—. Bellezza...
Acepté su mano sintiendo mi corazón acelerado, ayudándome a bajar y mantener el equilibrio en estos tacones tan altos, cerró la puerta tras de mí y me guió por el resplandeciente lugar tan propio de la clase alta. Rápidamente noté las miradas de asombro sobre nosotros. Parecíamos celebridades pasando, bueno... prácticamente Alessandro lo es.
—Señor Mascheratti... Señora Mascheratti... —el portero nos abre la puerta.
—Señorita... Mascheratti, Joe, por favor —corrige Alessandro, mientras yo intentaba contener mi risa. Sin embargo, ambos entramos, volviendo a llamar la atención de los demás que ya estaban dentro.
—Idiota —dije riendo por lo bajo y consiguiendo una sonrisa por su parte.
Nos acercamos a las demás personas para saludar y presentarnos, la mayoría se detuvo al vernos y comenzaron a murmurar, pero se notaba quienes hablaba bien y quienes no lo hacían.
—Eres el más importante al parecer —murmuré cerca de él.
—Ambos lo somos ahora... Y sí, es lo más probable.
—Alessandro Mascheratti... —un hombre junto a una bella mujer se acercan a nosotros y se pasa la mano con Alec.
—Dante Rossi —saluda Alessandro aceptando su mano con una sonrisa amistosa.
—Tiempo sin verte, ¿cómo has estado? Déjame te presente a mi esposa, Diana Rossi.
—Un placer —Alessandro saluda a la mujer desde su lugar.
—Igualmente —responde ella sonriendo amablemente, mientras yo miraba sin saber qué hacer, pero no hizo falta pensar demasiado, Alessandro apoya su mano en mi espalda y me presenta a ambos.
—Dante, Diana, ella es mi pareja, Lía Mascheratti.
—Es un gusto —saludé intentando no verme tan tímida e intimidada.
—El gusto es nuestro... Vaya, amigo, nunca creí que conseguirías a alguien a quien darle tu apellido finalmente, te felicito en verdad —bromea Dante palmeando el hombro de Alessandro quien ríe corto inclinando levemente la cabeza.
—¿Qué puedo decir? Si Lía no aparecía, seguramente seguiría así, pues no encontraba quien se lo mereciera... hasta ahora —Alessandro me mira con ternura, haciéndome sonrojar y sentir algo apenada.
—Eso es adorable, Alessandro, por favor, espero que le enseñes un poco de palabras bonitas a Dante —juega Diana sujetándose del brazo de su esposo quien la mira con fingida indignación antes de reír.
—Y cuéntanos, ¿cómo es que se conocieron?
Disimulé mi tensión al no saber qué decir, Alessandro es el único que lo nota y me sujeta contra su cuerpo para relajarme mientras se encarga rápidamente de responder con ingenio.
—Nos conocimos en un viaje, su belleza me cautivó tanto que no pude evitar hablarle y por serte lo hice —responde Alessandro tan seguro que incluso yo podría creer en eso en lugar de la verdadera historia.
—Me alegro de que así haya sido —responde Dante.
Suspiré aliviada por la rapidez de Alessandro en responder. Miré a un lado, pero Diana me hace una seña con la mirada para alejarnos un poco, yo le sonreí y mientras los hombres se quedaban hablando nosotras nos fuimos, no muy lejos, aun podía ver a Alessandro y él a mí.
—¿Por qué cuando los hombres hablan tienen que gritar? —pregunta Diana sonriendo divertida.
—Me hago la misma pregunta —respondí.
—Te ves joven... ¿Cuántos años tienes? —pregunta con curiosidad.
¿Será que le miento o no? Se ve amable... Pero no creo que sea la mejor idea decir que prácticamente sigo siendo una adolescente, y sería extraño para otros saber que estoy con alguien siete años mayor que yo.
—Tengo veintitrés años —respondí intentando no tardar demasiado en las cuentas.
—Wau, te ves más joven. Yo tengo veinticinco.
Asentí sonriendo, la verdad lo había supuesto al verla, y realmente es bella, además de ser más alta que yo. Estoy segura de que es la envidia de casi todas las chicas, si no fuera por Alessandro y sus cumplidos diarios, también le tendría envidia sinceramente.
—¿Y estudias algo?
¿Qué respondo? Le será raro si no estudio y más raro si no trabajo tampoco. Piensa en una carrera, Lía, piensa en una carrera.
—Artes.
¡Eso es una asignatura, idiota!
—Quiero decir, estudio todo lo que tenga que ver con el arte, es que adoro pintar —intenté explicarme rápidamente sin sonar nerviosa.
—Oh, ¿quieres hacer pinturas?
—Exactamente.
—Eso es genial y creativo. Muchas de aquí ni siquiera terminaron sus estudios porque ya tienen a alguien que las mantenga —rueda los ojos pareciendo muy en contra de eso.
—Sí... que mal por ellas...
¿Cómo le explico...? O mejor ni le explico.
—Sí... —ella detiene a un mesero para agarrar una bebida—. ¿Bebes?
—Hm, no en realidad.
—¿En serio? ¿Por qué? —vuelve a preguntar mientras solo agarra una copa y el mesero se aleja.
—No me gusta... no lo sé, pero no me atrae —respondí sin más.
—Entiendo, está bien.
Le sonreí. Ambas pasamos la mirada por el lugar, noté a Alessandro hablando en un grupo de hombres. Sonreí y seguí mirando a las diferentes personas en el establecimiento, hasta que vi a quienes apenas estaban entrando, casi me atraganto con mi propia saliva y más porque cuando ella desvió la mirada hacia mí... él también lo hizo... Su sonrisa no tardó en hacerse notar, haciéndome sentir escalofríos.
—¿Los conoces? —pregunta Diana confundida y apuntándolos.
—A..Am... no... para nada.
Rápidamente desvié la mirada hacia Alessandro, rogando porque lo haya visto, y para mi suerte así fue. Lo miró y luego a mí, se disculpó con los demás y se acercó a mí a paso rápido.
—¿En serio no los conoces? Porque están viniendo para aquí —menciona Diana haciéndome sentir que comenzaba a temblar, pero cuando me volteó a ver de nuevo pareció preocuparse—. Hey, ¿estás bien? Estás pálida.
—Y..Yo... Yo...
—Bellezza.
Apenas escuché a Alessandro pude sentir que el alma me regresaba al cuerpo, y apenas sentí su mano en mi cintura, tuve la necesidad de refugiarme en él.
—Alec... —murmuré.
—Qué bueno que vienes, se puso pálida de repente... —dice Diana preocupada.
—Yo me haré cargo, gracias. No tienes de qué preocuparte —responde Alessandro inventando una excusa creíble para alejarnos.
Miré por encima del hombro hacia aquella pareja frente a la puerta, ellos se quedaron a mitad de camino hacia nosotros. Miré con lástima a la chica y ella me devolvió la mirada, pero rápidamente cambió su expresión bajando la mirada y aparentando tranquilidad.
—Sabes quién es, ¿cierto? —pregunté.
—Sí... —responde mirándolo con una severidad espeluznante.
—¿Qué hace aquí?
—No reconozco muchas compañías, seguramente una de ellas es suya.
—¿No es...? Ya sabes... —pregunté sin querer mencionar su relación con la mafia, y por suerte él comprendió de todas formas.
—No, si lo fuera lo sabría.
Asentí sintiendo un poco más de alivio. Bueno... al menos sabemos que no es un mafioso... pero aun así eso no me deja tranquila del todo. Sigue siendo peligroso.
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