Capítulo 29

El sabor de la deliciosa comida aún era algo nuevo para mí, pero disfrutaba de cada bocado como si fuera el último o la primera vez que lo probaba. Alec junto a mí almuerza en silencio, pero no de manera incómoda. No necesitábamos hablar todo el tiempo para pasarla bien, solo disfrutábamos de la comida y de la compañía del otro. Hasta que Alessandro pide llamar a Giselle y segundos después ella aparece, inclinando la cabeza al entrar.

—Giselle, tendré una visita en una hora. Te encargo a Lía cuando esa persona llegue —comentó con naturalidad, aunque eso llamó mi atención.

—¿De mí? ¿Por qué? —pregunté con curiosidad y confusión.

—Es mejor que te quedes con la duda, bellezza.

—Pero ahora quiero saber más —murmuré sintiendo que era muy complicado deshacerme de mi curiosidad. Alessandro ríe ligeramente pero niega con la cabeza.

—Es un tema entre mafiosos. Te aseguro que no querrás estar allí, y mucho menos con este sujeto... Créeme.

Su mirada parece oscurecerse ligeramente, pero mantenía una sonrisa que me hacía pensar en que aquel sujeto no venía para hacer un trato con él o ese tipo de cosas. Parecía ansioso por alguna razón. Fruncí los labios, intentando no abrirlos por las dudas que tenía en la cabeza, pero al bajar la mirada hacia mi plato y guardar silencio, conseguí reunir un poco de valor.

—Lo estuve pensando... y creo que sería mejor saber más sobre lo que haces. Saber qué esperar, cómo debo reaccionar... Entender más la situación en la que estoy envuelta, porque... bueno, me estoy quedado contigo —comenté, intentando darle sentido a mis palabras y que no parecieran solo una excusa, porque no lo eran, realmente lo creía.

Alec me observa por un instante mientras se lo piensa, y luego se mira con Giselle, quien estaba igual de sorprendida que él por mi comentario, pero Alec parece querer probarme, apoya los codos sobre la mesa, juntando sus manos y me mira luciendo serio.

—Estoy de acuerdo, realmente debes saber, así estarás preparada por cualquier situación que se presente... pero no creo que este sea el momento.

—¿Por qué no? Prometo no estorbar, solo quiero... saber cómo eres en realidad cuando trabajas, solo conozco una parte de ti y... de verdad quiero conocer más —a medida que hablaba mi voz iba bajando el volumen por la vergüenza que me daba pronunciar esas palabras, podía sentir incluso mis mejillas empezando a sonrojarse.

Sin embargo, Alessandro de repente les ordena a todos los demás abandonar el comedor. Apenas nos quedamos solos hubo un breve momento de silencio, en el que Alec solo me observaba antes de explicarse un poco.

—La visita que espero es alguien con el que ya has tenido contacto. Lo conoces —confiesa.

—¿Qué? —lo miré confundida y sorprendida a la vez.

—Fue uno de tus compradores de hace unos años. Se enteró de que ahora estás conmigo, y quiere pagarme por ti —mi cuerpo se tensa al escucharlo, apreté el borde de la mesa con fuerza. Alec observa mi reacción de reojo y suspira hasta recostarse contra el respaldo del asiento—. Claro que... no estoy dispuesto a darle mi mujer a nadie... —de repente se acerca, sujeta mi barbilla con delicadeza y me obliga a levantar la mirada hasta su rostro—. Me perteneces, Lía. Recuérdalo.

—No me preocupa eso... —admití en un murmullo, él espera mi explicación—. Me preocupa que te estén ofreciendo dinero por mí, los demás... ¿Qué están dispuestos a hacer, si es que lo están? No quiero que alguien intente matarte...

Alessandro sonríe de lado y acaricia mi mejilla.

Mia bella... Me subestimas. Desde que entré a este mundo fue peligro de muerte constante, y aquí sigo... y mientras yo siga con vida, tú permanecerás a mi lado. ¿Lo entiendes? —su seguridad era un consuelo para mí, sonreí levemente y asentí—. Bien.

Alessandro me suelta para regresar hasta su lugar y acomodarse, se lo piensa un momento antes de dejar notar una pequeña sonrisa y volver a mirarme.

—Si prometes mantenerte siempre a mi lado y obedecerme en todo lo que te diga... te dejaré estar en esta reunión.

—Lo prometo —respondí enseguida y con total seguridad, ganándome su aprobación.

—Está bien... termina de comer.

—Entonces... ¿Las órdenes empiezan desde ya? —cuestioné con un ligero tono de broma que lo hizo sonreír con diversión.

—Es una prueba, aún puedo negarme a que estés en la reunión.

Enseguida volví a agarrar mis cubiertos y terminar de comer lo que restaba en mi plato. Alessandro se ríe al verme tan entusiasta, pero también vuelve a comer. Al acabar la comida, ambos nos levantamos de nuestros lugares y fuimos a la habitación a prepararnos antes de ir al despacho de Alec. Apenas puse un pie dentro mi mirada fue directamente hasta aquel sofá y al instante recordé lo que había pasado aquí, aunque me di cuenta de no ser la única que lo recordó.

—Ahora es una tentación entrar aquí contigo y ver aquel lugar —susurra en mi oído, rozando mi oreja con sus labios. Suspiré y me estremecí por las leves cosquillas que me provocaba.

Me giré hacia él con una sonrisa, Alessandro sujeta mi nuca para atraerme a él y me besa en los labios con un claro sentimiento de anhelo al que correspondí con igual intensidad. Él cierra la puerta, ambos avanzamos hasta el sofá, donde él se sienta y me atrae hasta subirme en su regazo. El beso profundo y apasionado me deja rápidamente sin aliento, pero la tensión del ambiente me hizo pensar en nuestro momento en este lugar antes de ir a terminar en la habitación.

—Aún hay tiempo —comenta entre jadeos, como si leyera mis pensamientos—. Necesito sentirte, bellezza. Ponte de rodillas.

Mi cuerpo se estremece ante su voz tan dominante con un toque de desespero porque me apresure a servirle. No lo hice esperar, me bajé del sofá para colocarme de rodillas entre sus piernas, Alec sonríe satisfecho por mi obediencia y acaricia mi mejilla con sus dedos con tanta suavidad que me hizo disfrutar de su toque. Su pulgar pasa por mis labios, mirándolos deseosos. Llevé mis manos a su pantalón para desabrocharlo y descubrir su miembro.

Tragué con dificultad al llenarse mi boca de saliva, me acerqué hasta que su aroma impregnó mi nariz, haciéndome sentir más deseosa. Besé la punta y lo lamí antes de meterlo en mi boca, empezando a mover mi cabeza y a usar mi lengua. No tardé en sentir cómo iba creciendo hasta llenar mi garganta, dificultándome un poco la tarea, lo envolví con mis manos cuando lo saqué para respirar.

—Mhmg... —al mirarlo y ver que lo estaba disfrutando, una leve sonrisa se asoma por mis labios.

Quería más, quería que siguiera disfrutando de lo que yo hacía por él. Volví a meter su miembro en mi boca, una de sus manos alcanza mi cabeza y me empuja un poco para que fuera más rápido en mis movimientos. Al mirarlo de reojo y ver esas expresiones suyas, sentía que mi intimidad palpitaba y que mis pezones se endurecían.

Tener el control sobre su placer me hacía sentir bien, pues para alguien como yo, era siquiera impensable creer que podría tener el control sobre alguien más, menos sobre alguien como Alessandro.

—Joder... —jadea apretando suavemente su mano en mi cabeza—. Cada vez es más difícil soportarlo, me haces querer llenarte la boca tan rápido.

Sus palabras no hacían más que calentarme, y yo creyendo que llegados a este punto era imposible. Recostó la cabeza en el sofá y gimió suavemente. No quería detenerme, quería más. Sin embargo, en ese mismo instante llamaron a la puerta y la voz de un guardia anuncia la llegada de la visita.

—Mierda... —susurra Alec con molestia. Me mira un momento en silencio, como su una idea se le cruzara por la cabeza pero a juzgar por su movimiento negativo, parece que la ha descartado—. Tendremos que detenernos aquí, bellezza.

—¿No puedes... hacerlo esperar? —cuestioné un poco apenada.

—Podría, pero no quiero hacerlo —sus largos dedos atrapan suavemente mi barbilla hasta acercarme a él—. Porque quiero terminar con esto rápidamente.

—Está bien —suspiré sabiendo que era lo mejor.

Alec nota mi desilusión y sonríe suavemente, se acomodó la ropa antes de hacerme sentar a su lado y ordenó a los guardias que lo dejaran entrar.

—No te preocupes, cuando terminemos aquí podemos seguir en lo que estábamos —susurra sujetando mi barbilla para hacerme mirarlo y besa mis labios con intensidad.

Quería más, ya que no me había satisfecho con esa interrupción. Cuando intentó separarse, fui yo quien no se lo permitió esta vez, subiéndome sobre su regazo, sus labios se curvan en una sonrisa pero no me detiene, ni cuando la puerta del despacho se abrió.

—Ejem... Señor Mascheratti —se aclara una voz que se me hizo familiar.

Me detuve finalmente, apartando la mirada hacia el contrario en donde estaba ese hombre y limpié el hilo de saliva que bajaba de mis labios.

—Ah, Hans... Toma asiento, adelantemos nuestros asuntos. Verás que tengo cosas que hacer después —menciona Alec con claras indirectas.

Me bajé de su regazo para sentarme a su lado, Alec rodea mi cintura con un brazo y ambos observamos como Hans se sienta en el sofá frente al nuestro. Lo reconocí enseguida, su presencia me incomodaba demasiado, porque a pesar de no haberme violado, él me había humillado al tratarme como a una mascota sin importancia, llegándome a poner un collar y correa, obligándome a lastimar mis rodillas y manos al caminar a su lado como un animal.

Me aferré a Alessandro, buscando esa sensación cálido y protección que él me hacía sentir, gracias a él, no temo por lo que Hans podría hacerme ahora.

—Entonces... ¿Es ella? Ha cambiado mucho, más por... lo amaestrada que está.

Era muy propio de él usar palabras como esa, pues no ve a ninguna mujer como una igual o algo más que una mascota, así que piensa que puede "domesticarnos" o "amaestrarnos" y ese tipo de cosas.

—Sí, es ella. Iremos directo al grano, ¿quieres, Hans?

—Estoy de acuerdo —responde y coloca un maletín sobre la mesa entre nosotros, abriéndolo y mostrando unos grandes fajos de dinero—. Te ofrezco todo lo que hay aquí por ella, pero si sigue sin ser suficiente podemos negociar algo adecuado.

Observé el dinero sorprendida, jamás había visto tanta cantidad, incluso yo dudaba de si debería rechazarlo. Miré a Alec, temiendo que fuera a considerarlo, pero él solo sonríe burlonamente.

—Creo que me has malentendido, no quiero tu patético dinero, mucho menos si ni siquiera alcanza para lo que vale mi florero —ríe corto y suave, Hans frunce el ceño confundido.

—¿A qué te refieres? Te dije que venía a comprarla.

—Así es, y yo te dije que vinieras, pero jamás acepté tu propuesta —Alec acaricia suavemente mi cadera, subiendo una de mis piernas sobre su regazo—. ¿Realmente creíste que iba a darte a mi mujer? Que ingenuo fuiste.

—¿Tu mujer? Te recomiendo no llamarla así frente a ella, se le subirán los humos...

—No me interesan tus recomendaciones, Hans. Lía ahora es mi mujer, no un maldito animal como crees tú que puedes comprar y domar. Dime, ¿qué derecho crees tener para venir aquí a ofrecerme dinero y más encima decirme cómo debo o no actuar con ella?

A pesar de sus palabras tan duras, Alec no parecía alterado, simplemente disgustado por la actitud de Hans, quien ahora lucía más confundido pero además de eso, se veía molesto.

—¿Quieres hacerte ver como el bueno, Alessandro? Pero no te das cuenta de que eres igual que yo —se burla Hans con una sonrisa y me apunta—. La prueba es ella. El que esté aquí mismo justo ahora lo demuestra, porque tú la compraste. Pagaste por tenerla como a un animal, vive de ti, está para ti, porque para eso la compraste como compras tus mascotas.

Fruncí los labios, comenzando a sentirme enfadada por sus palabras tan denigrantes y enfermas, de nuevo comparándome con un animal.

—Si quieres negarlo para los demás, hazlo. Pero no te lo niegues a ti mismo, porque tú la compraste y conseguiste adiestrarla. Ahora solo quieres restregárselos a los demás de que has podido hacerlo, como lo hiciste cuando he entrado, como lo haces mientras hablamos, y como lo seguirás haciendo después. Porque eres Alessandro Mascheratti, y presumes de tu don para conquistar mujeres, mujeres como ella, las llamadas "indomables".

Observé a Alessandro, pero él no apartaba la mirada de Hans quien se mofaba en su lugar. Bajé la mirada con muchas preguntas en mi cabeza, con muchas dudas... dudaba de él...

Y si... ¿Fue por eso...? ¿Y si solo fue amable conmigo para conseguir que cayera ante él? ¿Y si solo quería demostrarle a Hans y a los demás que pudo conseguir lo que otros no?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top