Capítulo 28
Apenas empecé a ser consciente de mi entorno nuevamente, me removí un poco, sintiendo la suave superficie bajo mi cuerpo, me senté a la par que tallaba mis ojos. Observé a mi alrededor, dándome cuenta que estaba en la habitación, no lo tomé importancia y volví a acostarme al notar que aún era de noche.
Me di vuelta al acomodarme, pero entonces choqué contra el pecho de Alessandro, levanté la mirada notando lo profundamente dormido que estaba, y repentinamente recordé lo que había pasado horas antes. Creí que solo lo había soñado y decidí calmarme, quería ir al baño para hacerlo, pero apenas me puse en pie, mis piernas fallaron como si estuvieran muertas del cansancio, además, sentí una punzada de molestia en mi entrepierna que no lo esperaba, por lo que terminé cayendo al suelo.
—Auch... —murmuré acariciando mi cadera tras el golpe. Escuché movimiento a un lado y miré espantada a Alessandro, lo vi dándose vuelta, mostrándome su espalda desnuda.
Me cubrí la boca con ambas manos para evitar chillar al ver los rasguños en su espalda. Me levanté ayudándome de la mesa de noche y aunque mis piernas no funcionaban del todo bien y me dolieran las caderas a cada paso que daba, conseguí llegar al baño.
Cerré la puerta con seguro, por si acaso, y fui hasta el lavabo. Observé mi cuerpo cubierto por una de las remeras de Alessandro, confirmando aún más lo que pasó entre nosotros. Me miré en el reflejo del espejo, aún sin poder creerlo del todo.
Quiero decir... no me creí capaz de poder hacerlo, lo recuerdo y... De verdad no creí que podría. Mis piernas no resistieron más y terminé deslizándome hasta el suelo, quedándome allí por bastante tiempo, hasta que me sobresalté al escuchar unos toques ligeros en la puerta.
—¿Lía...? ¿Estás... bien? —su voz suave, pero notándose algo angustiado por alguna razón. Las palabras se atoraron en mi garganta por aún estar en shock—. ¿Puedes responder o abrir la puerta?
Suspiré y estiré mi mano hacia la perilla para destrabarla, me regresé a mi lugar para darle espacio y él abrió la puerta lentamente, mientras me buscaba con la mirada. Al encontrarme, se cruza de brazos y se recarga contra el marco de la puerta.
—¿Te arrepientes? —preguntó, mirándome con seriedad, no parecía sorprendido, supongo que esperaba un sí de mi parte.
—No... —alcancé a decir, esta vez consiguiendo que él se sorprendiera por mi respuesta segura. Dudoso, tuerce los labios, sin creerme del todo.
—¿Entonces, por qué estás en el suelo? —pregunta.
Me mantuve en silencio unos segundos, mis mejillas se sonrojaron y lo miré con una sonrisa leve y apenada.
—Porque no me puedo levantar...
Alessandro me observa por un momento, hasta que suelta una pequeña risa. Cubrió sus ojos con una mano a la par que apoyó su cabeza contra el marco de la puerta en lo que calmaba su risa, luego se acerca a mí y se agacha hasta mi altura y ambos nos reímos levemente.
—¿Y por qué viniste hasta aquí entonces? —cuestiona colocando un mechón de cabello tras mi oreja.
—No lo sé, me sorprendí por lo que pasó y vine aquí para no despertarte si chillaba, pero bueno... estás aquí de todos modos —se vuelve a reír por mi vaga explicación y entonces me abraza.
—Realmente creí que te habías arrepentido.
Negué con la cabeza y disfruté de su cercanía y de los latidos de su corazón que podía escucharlos y sentirlos.
—Debo admitir que no... te lo dije, me gusta cuando eres tú.
Él no responde pero escuché y sentí sus latidos acelerarse bastante, levanté la mirada, pero solo podía ver su cuello y mandíbula por debajo, y decidí animarme a dejar un beso en su cuello, lo que lo sorprendió y cuando volví a apoyar mi cabeza contra su pecho su corazón parecía que explotaría.
—Vas a matarme, mujer... —murmura riendo leve.
Me sonrojé y simplemente me acerqué más a él, pero sentí como me cargó en brazos y se levantó, salió del baño y me dejó en la cama de nuevo.
—Volvamos a dormir.
Asentí sonriendo, creyendo que era una buena idea. Alec se acostó junto a mí y nos cubrió mejor con la manta, yo me acerqué a él quien pareció sorprenderse un segundo, pero suspira y me rodea para atraerme más y enredar nuestras piernas.
Sonreí estando cómoda y cerré los ojos.
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Leía un libro mientras estaba en el sofá del gazebo, junto a Rex y Neyron, Alec había salido hace una hora por temas de su trabajo.
Cerré el libro y suspiré al no poder concentrarme. Desde que ocurrió lo de ayer no puedo pensar en otra cosa, pero era más por emoción que por otra cosa. Dejé el libro en la mesa y recosté mi cabeza por el reposabrazos del sofá, y me incliné más dejándola colgada a la vez que reía nerviosa con mi mano cubriendo mi boca.
Rex y Neyron aparecieron en mi campo de visión y ambos comenzaron a lamer mi rostro haciéndome reír, me di vuelta, comenzando a acariciarlos a ambos con un mano intercalándolos. Rex y Neyron miran atrás de mí y mueven la cola con entusiasmo, cuando estaba por moverme él ya se había sujetado con sus manos a mis lados y dejó un suave beso en mi nuca.
—¿Cómo es que nunca te oigo llegar? La primera vez que nos vimos fue lo mismo —comenté, recordando aquella vez.
—No lo sé... pero me gusta así —responde Alec, aun contra mi piel y volviendo a besar mi nuca.
—¿Por qué?
—Porque así puedo sorprenderte, bellezza.
Volteé mi rostro y él levanta su cabeza, pude girarme pero enseguida él se inclina sobre mi para besar sorpresivamente mis labios, no pude evitarlo y sonreí en medio del beso, al igual que él antes de separarse.
—Entonces... —agarra mis piernas y las levanta para sentarse y luego colocarlas sobre su regazo—. ¿Qué leías?
Miré el libro en la mesa y luego a él.
—Ni idea —respondí sincera.
—¿Huh? —él enarca una ceja.
—Estaba pensando en otra cosa, así que no pude entender lo que leía.
Sonríe con diversión y mira al techo apoyando su cabeza en el respaldo. Ambos permanecimos en un silencio cómodo para ambos, sentí que comenzó a acariciar mis piernas y sonreí por ello.
Creo que avanzamos más de lo que imaginé.
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