Capítulo 22

Narra Lía

—Oye... Gracias... por lo de hoy —murmuré mientras permanecía sentada en el auto, justo frente a la mansión, sin atreverme a salir—. Por lo de ates, en el jardín... y también por la comida.

—Fue un placer, bellezza —respondió Alessandro con una sonrisa relajada.

Sonreí ligeramente, sintiendo un leve rubor en mis mejillas. Ambos salimos del auto y entramos en la mansión. Apenas habíamos cruzado el gran umbral cuando Giselle y varias de las chicas del servicio se acercaron para comprobar cómo estaba yo y si necesito algo.

—S..Supongo que solo quiero descansar, pero gracias —respondí, llevándome una mano a la cabeza. Todas asintieron, comprendiendo mi estado.

Les sonreí en agradecimiento antes de dirigirme hasta las escaleras. Sin embargo, apenas puse un pie en el primer escalón, sentí la mano de Alessandro posarse suavemente en mi espalda baja.

—¿Qué pasa? —cuestioné, volviendo a mirarlo.

—Nada, solo te acompaño por si acaso.

—Tengo el barandal justo al lado —dije, arqueando una ceja.

—Lo sé, pero nunca se sabe. Anda, sigue caminando —añadió con una sonrisa y un ligero empujón para animarme a seguir caminando.

Lo miré entrecerrando los ojos un momento antes de continuar y subir las escaleras. ¿Se preocupa más por mí, o es mi imaginación?

Al llegar a la habitación , fui directamente al vestidor para cambiarme a ropa más cómoda. Al fin podía suspirar aliviada. Estaba en un lugar seguro, estaba a salvo... más o menos. Con un mafioso nunca se sabe qué puede pasar, aunque no me refería precisamente a Alessandro.

Salí del vestidor y lo encontré sentado en el sofá de la pequeña sala de su habitación, mirando la televisión.

—¿Qué... ves? —pregunté curiosa, acercándome un poco.

—No lo sé, pero es lo más interesante que encontré —contestó con un tono despreocupado, recostando la cabeza en el respaldo del sofá antes de volver a mirarme.

Me quedé parada tras el sofá, también mirando la pantalla, pero entonces Alessandro me tomó por la muñeca, jalándome suavemente hacia adelante hasta que terminé recostada sobre su regazo.

—¡A..Alessandro! —me quejé sorprendida, pensando en que me iba a caer.

—Oye... llámame Alec, como lo has hecho antes —dijo con una sonrisa mientras volvía a centrar su atención en la televisión.

Por un instante, me quedé paralizada, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba. Sin embargo, pronto me di cuenta de que... no estaba tan mal. En realidad, me sentía cómoda allí, como si ese fuera mi lugar.

Suspiré y me acomodé, dándome media vuelta hacia la televisión. Sentí la mano de Alec reposar suavemente sobre mi hombro. Lo miré de reojo, pero no hice nada más que prestar atención a la película. A pesar de la trama interesante, lo siguiente que recordaba era haberme quedado dormida. Desperté parcialmente cuando Alec apagó la televisión y, con cuidado, me cargó para llevarme a la cama. Escuché sus pasos alejarse y me acomodé automáticamente sobre las suaves sábanas.

Al poco rato, lo sentí regresar. Se metió en la cama y me tomó por la cintura, atrayéndome hacia él. Su aroma natural, fresco y envolvente, me rodeó. Instintivamente, me acurruqué más contra su cuerpo, buscando su calor. Él enredó su pierna con las mías y nos cubrió mejor con la manta. De repente, sentí un tierno beso en mi cabeza.

—Buenas noches, mia bella signorina.


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Los días que siguieron pasaron más rápido de lo que imaginaba. Nunca pensé que podría disfrutar viviendo con un mafioso... bueno, ni siquiera me imaginé conocer a uno. Alec, sin embargo, estaba cada vez más agotado por el trabajo. Ya no pasaba tanto tiempo en casa, y cuando lo hacía, solía encerrarse en su despacho.

Giselle y las chicas del servicio me comentaron que estaba investigando algo importante, aunque no me daban los detalles porque ellas tampoco los sabían. Eso lo tenía constantemente ocupado. Mientras tanto, yo me entretenía con cosas simples, como pasar el tiempo en el gazebo, ver televisión o nadar en la enorme piscina de la mansión. El clima cálido era perfecto para ello.

—¿Huh? —murmuré para mí misma, sonriendo de repente—. Podría intentar....

Me levanté de la cama con una idea en mente, pero justo cuando me disponía a salir, Alec entró en la habitación con una expresión de cansancio evidente.

—Hola, bellezza —saludó , dejando escapar un suspiro pesado mientras se tiraba en la cama boca arriba.

—Hola... oye... —me subí en la cama a su lado y me acerqué a él—. Noté que... estuviste muy tenso últimamente y... quería saber si... ¿No quisieras meterte en la piscina hoy y relajarte? Ya sabes....

Él voltea la cabeza hacia mí, pero mantiene los ojos cerrados y suspirando profundamente de nuevo.

—Me encantaría acompañarte, especialmente sabiendo que te veré en traje de baño... —mis mejillas se encendieron avergonzada, pero le di un suave golpe en el brazo, lo que lo hizo reír—. Pero solo descansaré un momento y volveré a trabajar.

Inflé mis mejillas y bufé, frustrada por su respuesta, pero entonces una idea traviesa se formó en mi mente. Sonreí y me levanté de la cama.

—Está bien, yo sí iré. Que descanses.

—Hm... —fue todo lo que murmuró antes de cerrar los ojos, mientras que yo entraba al vestidor.

Me puse mi traje de baño y me miré en el espejo por un momento, sintiendo un leve nerviosismo. No estaba segura de si esto era buena idea, pero... vale la pena intentarlo. Suspiré para darme valor y salí del vestidor.

—Alec... ¿has visto el camisón que suelo usar? —pregunté, fingiendo buscarlo mientras pasaba por su lado y levantaba las mantas de la cama.

Noté que abrió un ojo y me escaneó con la mirada, entonces se da vuelta soltando un quejido, con una sonrisa divertida.

—Lo haces apropósito, mujer —comentó, cubriéndose los ojos con el brazo.

—¿Qué cosa? —pregunté con inocencia—. Da igual, ¿viste mi camisón o no?

—Así solo conseguirás que tú no vayas a la piscina y yo no vaya a trabajar, ¿lo entiendes?

—No importa, ya lo encontré —respondí con una sonrisa nerviosa, mientras agarraba el camisón y me lo colocaba. De repente, sentí un par de manos en mi cintura y la respiración cálida de Alec en mi cuello, erizando mi piel.

—Dame un minuto y voy contigo —susurró. Sonreí triunfante y asentí, pero él no se movió. Después de un segundo, apoyó la cabeza nuevamente en mi hombro—. Aunque... esta también es una manera de desestresarse.

Sus manos recorren mi cuerpo, deteniéndose en mis senos, lo que me hizo sobresaltar de sorpresa. Me removí en mi lugar, comenzando a sentir una molestia en mi intimidad, y mi cuerpo se volvía más sensible. Besó el hueco de mi cuello y yo automáticamente ladeé la cabeza hacia el lado contrario, como si inconscientemente le concediera más acceso a mí.

Él sonríe contra mi piel ante mi actuar, y muerde mi cuello, ocasionando que soltara una jadeo involuntario. Sus manos bajaron hasta mis piernas y se colaron por debajo del camisón, acariciando mi piel. Pero finalmente reaccioné.

—M..Mejor nos vamos ya antes de que tengas que volver a trabajar —dije, sintiéndome avergonzada y sonrojada.

—Bien —respondió soltando mi cuerpo—. Pero ya me has puesto caliente, bellezza... En la noche no te salvarás ni fingiendo estar dormida.

El susurro en mi oreja me hizo estremecer, y su mano juguetona en mi trasero me hizo sobresaltar. Tragando saliva, lo observé alejándose con una sonrisa divertida mientras se iba a cambiar.

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