Capítulo 18

Después de estar horas sentada en el sofá, distraída con el celular, decidí levantarme y estirarme un poco. Observé la mansión, pensando en que era hora de entrar. Caminé hacia la entrada del gazebo, pero antes de salir, Giselle se me acercó un poco apresurada.

—Señorita, el señor ya tiene a sus visitas en la casa. Por órdenes suyas, será mejor que se quede aquí —me informó con un tono cuidadoso.

—Oh... —murmuré, sintiendo un leve pinchazo en el pecho y obligándome a mí misma a no hacer una mueca—. Está... bien, creo.

Giselle me dedica una sonrisa amable, pero yo no pude evitar sentirme atrapada. La idea de estar aquí mientras Alessandro recibía a otros visitantes, con los cuales seguramente se ha de estar... divirtiendo... me incomodaba. Regresé al sofá, tratando de distraerme nuevamente, pero en realidad lo único que hacía era pensar y repensar todo. ¿Por qué Alessandro no quería ni que estuviera dentro de la casa mientras tenía a sus visitas? ¿Qué ocultaba?

Pasaron algunos minutos, quizás más de los que me gustaría admitir, y mi impaciencia comenzó a ganar terreno. Además, había estado aguantando las ganas de ir al baño por un buen rato, y ya no podía más. Me levanté de nuevo y busqué a Giselle, encontrándola cerca del gazebo.

—Lo siento, Giselle, pero necesito ir al baño —comenté, tratando de sonar tranquila, aunque por dentro me sentía cada vez más inquieta.

Ella hace una mueca, indecisa, pero finalmente asintió. Rex y Neyron nos siguieron fieles, entramos a la casa y cruzamos el pasillo hacia el baño más cercano del piso de abajo. Cuando llegamos a la puerta del baño, me detuve un momento.

—Oye, Giselle, t..tengo un poco de hambre... —dije, un poco avergonzada porque sabía que era mi culpa por saltarme el desayuno—. ¿Podría pedirte algo ligero, por favor?

Ella volvió a dudar, mirando a nuestro alrededor por un instante, pero luego volvió a asentir.

—Claro, señorita. ¿Qué le gustaría comer?

—Cualquier cosa está bien, algo pequeño.

—Está bien, vuelvo enseguida. Por favor, no vaya por la mansión.

Asentí mientras ella se alejaba. Entré al baño, cerré la perta y me dejé caer sobre el inodoro, sintiendo un alivio momentáneo cuando terminé, me había aguantado mucho tiempo. Me lavé las manos y, al mirarme en el espejo, no pude evitar notar el cansancio en mis ojos. El estrés de las últimas semanas estaban comenzando a pasar facturas.

Mientras estaba perdida en mis pensamientos, escuché unas voces fuera del baño. Al principio, no presté atención, pero una de las voces me resultó extrañamente conocida, lo que despertó mi curiosidad. ¿Quién estaba en la casa? Sin poder contenerme, abrí la puerta del baño y escuché cómo las voces se acercaban.

Entonces los vi. Alessandro y otro hombre caminaban hacia el salón, seguido por los guardias de ambos. Mi cuerpo se paraliza al verlos, comenzando a temblar sin control. Los reconocí de inmediato, más al hombre junto a Alessandro, y el terror se apoderó de mí. Quise retroceder, volver al baño y esconderme, pero su voz me atrapó como un lazo.

—¿Huh? ¿Y ella quién es? —preguntó el hombre, con una mirada que me hizo encogerme.

Maldije en silencio. No había escapatoria. Alessandro me miraba con severidad, tal vez por haber desobedecido sus órdenes de permanecer afuera. Su expresión era indescifrable, pero lo que me aterraba más era la mirada lasciva del hombre a su lado.

—Un momento... —el hombre entrecerró los ojos y me observó con mayor atención—. Te he visto antes, niña.

El corazón me dio un vuelvo por el pánico. ¿Por qué tenía que recordarme?

—¿La conoces? —pregunta Alessandro, con una clara confusión en su tono.

El hombre se toma su tiempo para recordarme, y al hacerlo, suelta una gran carcajada que me puso la piel de gallina.

—Oh, vaya que sí. Me sorprende que la tengas aquí, Ale. No sabía que frecuentaras esos lugares. Pero, bueno, no te juzgo —dijo con una sonrisa perversa—. Que sorpresa verte aquí tan tranquila, preciosa. Escuché que habías cambiado, pero no creí que para mejor, te ves incluso más deseable que antes.

El hombre comenzó a acercarse, sentí que el suelo desaparecía bajo mis pies. Mi cuerpo entero temblaba, y el miedo me bloqueaba, y fue en ese momento que Rex y Neyron se colocaron delante de mí, gruñendo ferozmente para detenerlo de su avance.

—¿Qué demonios...? Ale, ¿qué les pasa a tus perros? —el hombre retrocedió, molesto.

El sonido de un arma cargándose resonó en el aire, y todos nos congelamos al ver a Alessandro sosteniendo una pistola contra la cabeza de aquel hombre.

—Quiero que me expliques sin rodeos, cómo es que la conoces y lo que le has hecho —ordena Alessandro con una voz fría, completamente diferente a la que usa conmigo.

Los acompañantes del hombre sacaron sus armas al instante, pero los guardias de Alessandro se movieron rápidamente para desarmarlos.

—¿Q..Qué... haces, Ale? —balbucea el hombre, claramente asustado por el arma amenazando su cabeza.

Sin previo aviso, Alessandro golpea la cabeza del hombre contra una de las mesitas de cristal la cual se parte en mil pedazos, solté un leve chillido al ver la sangre. Alessandro vuelve a apuntarlo, aunque estuviera arrodillado en el suelo.

—¿No me oíste? ¡Responde!

Su voz demandante nos sobresalta a todos, mucho más a mí. Giselle, que había llegado hace un momento al escuchar todo el alboroto, se me acerca rápidamente y me abraza, yo me refugie en ella mientras Rex, Neyron y dos guardias nos resguardaban de lo que podría pasar.

—Y..Yo fui s..su primer c..comprador en l..la..la subast..ta... de Frey.

Alessandro parecía impactado por un momento, pero la furia en su rostro era más evidente, y parecía aumentar cada vez más.

—Eres un maldito bastardo. ¿Qué le hiciste? —demandó, apretando el arma contra la cabeza del hombre.

—Y..Yo n..no le hice n..nada... ¡En serio! Lo juro.

Mentira.

Antes de poder reaccionar, Alessandro dispara en el hombro a aquel hombre, cuyo grito de dolor resonó en toda la sala. Mis piernas comenzaron a temblar aún más, y Giselle me estrechó con más fuerza contra ella.

—Si no me dices justo ahora lo que le has hecho, te aseguro que desearás nunca haber nacido. El infierno será un paseo comparado a lo que va a sucederte si no respondes —amenaza Alessandro, su voz como una cuchilla helada.

El hombre tiembla del miedo, pero aún así intenta defenderse y evitar responder. Porque sabe que si confiesa lo que me hizo... ese infierno que menciona Alessandro será merecido.

—Tú... Tú también la compraste. No eres diferente a mí. Dime, ¿ya la domaste? —se ríe débilmente—. Te envidiaría si así fuera. Esa perra es tan difícil como hermosa. Lo que daría por no haberla devuelto...

Ya no podía soportarlo más. Corrí fuera del salón, sin mirar atrás. Las lágrimas cayeron por mis mejillas mientras cruzaba el inmenso jardín, intentando escapar de esos recuerdos dolorosos. Corrí hasta legar a los arbustos que formaban un pequeño laberinto en el patio trasero, donde finalmente me dejé caer al suelo. Abracé mis rodillas y dejé salir todo el llanto que había estado conteniendo desde que lo vi.

El dolor en mi cuerpo se mezclaba con los recuerdos de lo que ese hombre me había hecho. Era solo una niña... y aunque aún fuera virgen por delante... lo que me hizo por detrás...

—Basta —susurré, tratando de callar los horribles recuerdos que invadían mi mente—. No quiero recordar... no quiero que me toquen... no otra vez...

Me acurruqué aún más, deseando desaparecer. En mi mente, revivía la desesperación de aquellas noches, los ecos de mis propios gritos y la sensación de vulnerabilidad que me invadía. Era un ciclo del que no podía escapar. Con cada suspiro, el miedo y la inseguridad se apoderaban de mí, y me encontraba deseando que esta pesadilla se terminara.

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