Capítulo 17

Narra Lía

El canto de las aves, aunque suene muy cliché, fue lo primero que escuché al despertar, y me hizo saber que ya era de día. Lo siguiente fue una sensación de peso sobre mi cintura, junto a una respiración suave que rozaba mi cabeza. Al abrir los ojos lentamente, me encontré envuelta en los brazos de Alessandro, su pecho firme presionado contra mi espalda. Sentí su calor envolviéndome y, de inmediato, mis recuerdos de la noche anterior regresaron en oleadas confusas.

Me sobresalté al recordar los sonidos que había escuchado en el baño durante la madrugada. Al principio, no entendí qué era, pero cuando me acerqué, supe que eran gemidos. No puedo explicarme por qué me quedé mirando, pero lo vi...

Mi rostro se puso rojo al recordar su cuerpo desnudo y, sobre todo, su... tamaño. Incluso ahora, la imagen persistía en mi mente, causando que me sonrojara más de lo que me gustaría admitir. Los gemidos que escuché entonces resonaban en mi cabeza como un eco, haciendo que todo mi cuerpo se tensara de nuevo bajo su contacto.

—Hm... —murmuró él en sueños.

—¡Huh! —di un respingo cuando se movió de repente, su brazo me atrapó con más fuerza, y sentí cómo su rostro se hundía en mi cuello.

Mis nervios se dispararon, y traté de no moverme para no despertarlo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que no estaba dormido. Sentí cómo ajustaba su cuerpo contra el mío, presionando su pelis contra mi trasero de una manera que me hizo ruborizarme aún más. El aire a mi alrededor se volvió denso cuando su respiración bajó hasta mi nuca, y sus labios rozaron mi piel con un beso que me dejó la piel erizada.

Bellezza... —su voz ronca, cargada con el peso de la mañana, me recorrió el cuerpo como una caricia.

Mi garganta se secó de inmediato, pero antes de que pudiera reaccionar, el sonido de su celular interrumpió el momento. Con un suspiro pesado, se separó de mí y lo escuché responder a la llamada. Aproveché ese instante para levantarme apresuradamente de la cama y dirigirme al año. Cerré la puerta tras de mí, sintiendo que mis piernas temblaban ligeramente, y me deslicé contra la puerta hasta sentarme en el suelo.

No podía enfrentarme a él. No después de lo que había visto la noche anterior... ¡Qué vergüenza! Sentí como si el calor de mi rostro nunca fuera a desaparecer. Me reproché una y otra vez por haberme quedado mirando como una idiota. ¿Qué me había pasado? ¿Qué demonios estaba pasando?

Mis pensamientos giraban en círculos, llenos de culpa y confusión, cuando escuché que llamaba a la puerta del baño.

Bellezza, te dejaría allí dentro por todo el tiempo que necesites, si no fuera porque necesito usar el baño. Tengo que salir pronto —dijo con ese tono suave pero autoritario que siempre utilizaba.

Mi corazón se aceleró de nuevo. ¿Debería quedarme aquí? No podía evitar sentirme demasiado vulnerable para salir, pero finalmente decidí que no tenía sentido esconderme por más tiempo. Me levanté del suelo y con las manos temblorosas, destrabé la puerta y él la abrió de inmediato, mirándome con una sonrisa en los labios.

—Gracias, bellezza —dice, pasando junto a mí.

Antes de que pudiera reaccionar, sentí una leve nalgada que me dejó completamente desarmada. Mis ojos se abrieron de par en par mientras él entraba al baño, y cuando cerró la puerta frente a mí, escuché una ligera risa que se me clavó en los oídos.

Resoplé, aún sonrojada, y decidí vestirme lo más rápido posible. Quería estar lista antes de que él saliera del baño, para poder evitar cualquier otro momento incómodo. Bajé las escaleras rápidamente y me dirigí al comedor, donde las chicas del servicio ya estaban organizando todo para el desayuno. Al verme, me saludaron amablemente, como siempre.

—Buen día, señorita Lía —saluda Giselle—. El desayuno está listo, ¿le gustaría sentarse?

—S..Sí, gracias —respondí, intentando sonreír para que no se notara mi incomodidad.

Me senté en la mesa y observé cómo las chicas trabajaban con eficiencia. No me acostumbraba del todo a recibir tanta atención, y aunque trataba de parecer tranquila, aún me sentía fuera de lugar en medio de tantos lujos. Apenas estaba empezando a probar bocado cuando escuché la voz de Alessandro desde la entrada del comedor.

—Giselle, voy a tener visitas hoy. Prepara la habitación, ya sabes cuál —ordenó, autoritario.

—Sí, señor —respondió ella sin dudar.

¿La habitación? ¿Qué habitación? Mis pensamientos dieron un giro brusco al escuchar eso, y un mal presentimiento se instaló en mi estómago. No podía evitar preguntarme si esas "visitas" tenían que ver con otras mujeres. Después de todo, ayer tuvo que encargarse él solo de su... "asunto"...

—Adiós, bellezza —Alessandro me sorprende con un beso en la comisura de mis labios, no espera una respuesta de mi parte y se va del comedor.

Lo observé salir, y el mal presentimiento se intensificó. Mi mente no pudo evitar divagar hacia los peores escenarios posibles. ¿Qué tal si trae a otras mujeres para estar con él? Mujeres más hermosas, con más experiencia y menos miedo, que le den lo que yo no puedo... o no quiero darle. Tal vez ya se estaba cansando de esperar. Si ese era el caso, no me necesitaría más, y seguramente terminaría rompiendo nuestro trato, dejándome sola en la calle, sin nada.

Sentí un nudo en el estómago. La idea de ser reemplazada por alguien más era dolorosa y aterradora. Sabía que esto no tenía sentido, que no debería importarme tanto... pero la verdad es que sí me importaba.

Empujé el plato de desayuno, apenas tocado, y me levanté.

—Gracias, pero no tengo hambre... —murmuré antes de salir hacia el jardín.

Caminé hacia el gazebo, buscando algo de paz en la tranquilidad del jardín. Aunque, para mi sorpresa, no estuve sola por mucho tiempo. Rex y Neyron se acercaron moviendo la cola con alegría. Acaricié sus cabezas, sintiendo un leve alivio con su compañía, pero mi mente no dejaba de volver a las mismas preocupaciones.

¿Por qué me importaba tanto que Alessandro me reemplazara? No debería ser algo tan importante... pero después de lo que viví, sabía lo difícil que era estar sola en el mundo, sin dinero ni recursos. Si Alessandro decidía dejarme, ¿cómo podría sobrevivir?

—¡Ugh! ¿Por qué todo es tan complicado? —me quejé en voz alta, abrazando mis piernas mientras me acurrucaba en el sofá del gazebo.

Rex y Neyron me miraron con esos ojos grandes y tiernos, como si supieran lo que me estaba pasando. Chillaron suavemente, preocupados por mí, y no pude evitar sonreír ligeramente. Eran tan inteligentes, siempre sabiendo cuándo necesitaba apoyo.

—Lo siento, chicos... estoy bien —les susurré mientras acariciaba sus cabezas.

Suspiré profundamente, dejando que el silencio del jardín me envolviera. El suave balanceo del sofá y la tranquilidad del lugar me ayudaron a calmarme poco a poco. Deseaba, más que nunca, que este lugar fuera mío, que no tuviera que depender de nadie para estar aquí, para sentirme segura. Entones, no tendría que preocuparme por ser "útil" o por el miedo constante de ser desechada. Solo quería un poco de paz.

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