Capítulo 15

—No puedes seguir en cama deprimiéndote —la voz de Alessandro sonó cerca, firme pero con una matiz de preocupación. Estaba de pie junto a la cama, su presencia llenando la habitación.

Gruñí y me di la vuelta, enterrando el rostro en la almohada mientras tiraba de las mantas para cubrirme hasta la cabeza, como si esa simple acción pudiera protegerme de la realidad.

—No estoy deprimida, solo quiero llorar sola —murmuré, aunque sabía que no me dejaría en paz tan fácilmente.

—Ajá —escuché su suspiro, cansado y resignado—. Por esto no creí que fuera buena idea mostrarte eso.

Su comentario removió algo dentro de mí. Sabía que se refería a la carpeta con los detalles de mi vida. Aunque fuera doloroso, me alegraba haberlos visto, por todo lo que había descubierto.

—A mí me alegra que me lo hayas mostrado —dije, aunque mi voz apenas fuera un susurro.

—¿De verdad? —respondió con ironía—. Bueno, entonces no me hagas arrepentirme. No volveré a mostrarte nada más si vas a actuar así.

No respondí, y tampoco me moví. Mi silenció lo exasperó, porque, sin previo aviso, arrancó las mantas de encima de mí, dejándome expuesta al frío aire de la habitación.

—O te levantas y vas a cenar algo, o aprovecharé que estés en la cama y cumpliré con el trato —su tono era desafiante, pero al mismo tiempo, no pasaba de ser solo una táctica para que me levante.

Sabiendo eso, sonreí con incredulidad, aunque me sentía vulnerable. No creía que fuera capaz de forzarme a hacer algo, no después de lo que habíamos vivido en este poco tiempo de conocernos. Sabía que no haría nada que yo no quisiera. Sin embargo, no pude evitar aferrarme de nuevo a las mantas, buscando refugio.

—Bien... tú lo has querido. Luego no me culpes a mí —advirtió, con su voz oscura y baja.

—No lo harás, —respondí con voz temblorosa, recordando lo que él mismo había prometido—. Dijiste que...

No me deja terminar. Con un movimiento rápido y seguro, me arranca las mantas de nuevo, esta vez haciendo que me sentara por la sorpresa. Se acerca hasta quedar tan cerca de mí, sus ojos oscuros escrutando los míos, como si pudiera ver a través de ellos.

—Sé lo que dije —su voz era grave, sus palabras acariciando el aire entre nosotros—. Pero también sé lo que tú dijiste... y lo que yo recuerdo es que me diste tu consentimiento para hacer lo que yo quisiera contigo, cuando yo lo deseara.

El ambiente en la habitación cambió. De repente, todo parecía más pequeño, más intenso. Su mano se desliza lentamente por mi pierna, su tacto enviando una corriente de electricidad a través de mi cuerpo. Nuestro labios apenas se rozaban, sobresaltándome levemente cada vez que eso pasaba.

—S..Sí, p..pero yo... —intenté hablar mientras me apartaba un poco sobre la cama, pero sus manos me toman por las piernas y me acercan a él de golpe, solté un jadeo por la sorpresa y más cuando sus manos suben por mis muslos, una de ellas acercándose peligrosamente a mi intimidad.

Mi mente era un torbellino. ¿Qué debía hacer? ¿Dejo que continúe? Sabía que en algún momento esto tendría que ocurrir, pero ahora, en este instante, me sentía completamente abrumada por el miedo y los nervios. No sabía cómo actuar, qué decir, ni cómo procesar lo que estaba a punto de suceder.

Él sonrió, como si pudiera leer mis pensamientos. Luego, sin previo aviso, presionó su mano contra mi entrepierna, aunque la ropa fina entre nosotros apenas mitigaba el contacto. El calor de su tacto se extendió por mi cuerpo, y no pude evitar soltar un pequeño gemido, ahogado en mi garganta.

—¡Hmmg! —me tensé involuntariamente, mi cuerpo respondió al estímulo de una manera que jamás había experimentado. Aún así, llevé ambas manos hasta la suya, en un débil intento por detenerlo.

Sin embargo, Alessandro me empuja suavemente hacia atrás, haciéndome recostar de nuevo sobre la cama. El peso de su mano en mi hombro era firme, pero no opresivo. Estaba en control, y aunque el miedo todavía latía en el fondo de mi mente, no pude ignorar la extraña sensación que su toque despertaba en mí.

—¿A..Alessandro...? ¡Hm! —murmuré con voz temblorosa, mi corazón latía con fuerza.

Su mirada intensa, fija en la mía mientras movía su mano con más presión, provocando un hormigueo que se extendió por mi vientre y bajó hasta mi núcleo.

—Quítate la ropa. Quiero verte mejor.

El tono de su voz era una orden, pero no violenta. Era el mandato de alguien acostumbrado a tener el control. Tragué saliva y me quedé quieta, tratando de procesar lo que estaba pidiendo.

—Vamos, hazlo —presiona un poco a la par que se aparta de mí, sentándose a mi lado y mirándome fijo.

Fruncí los labios y me levanté hasta pararme en frente de él, bajé la cabeza para mentalizarme mientras mis manos temblorosas bajaban hasta el borde de mi remera, y con un profundo suspiro, la levanté lentamente, sintiendo como su mirada recorría cada centímetro de piel expuesta. Bajé mis shorts igual de lento, y cuando caían al suelo, sentí su mirada fija en mí, aún expectante. Sabía que no bastaba solo con eso.

Con el rostro encendido de vergüenza, me deshice de mis bragas y luego de mi sostén, quedándome completamente expuesta ante él. Sintiendo la gran diferencia entre tener una lencería como las que Tania nos hacía usar, las cuales, aunque fueran mínimas y transparentes, al menos se sentía como una barrera que tuviera que quitar, ahora no existía eso. No había nada entre nosotros. Estaba desnuda, no solo en cuerpo, sino en alma.

No me atrevía a mirar al frente, hasta que sus manos acariciando mis brazos me sobresaltaron, lo encontré mirándome con un brillo que desconocía, pero que me hacía no querer apartar la mirada de sus ojos azules.

Bellezza mía —murmuró mientras acariciaba mi mejilla—, no te preocupes... cuidaré bien de ti.

Su mano recorrió mi cuerpo, desde mi cuello hasta mi vientre, dejando un rastro de fuego en su camino. Me estremecí bajo su toque, mi respiración entrecortada por la anticipación. Cuando sus dedos finalmente llegaron a mi intimidad, el mundo pareció detenerse. Era una sensación nueva, abrumadora, y a pesar de mis nervios, no pude evitar responder a su tacto.

—¡Mhg! —mis manos se aferran a sus brazos cuando mis piernas se sintieron débiles en un instante.

Alessandro me permite recostarme contra su cuerpo, mientras que sus dedos acariciaban y estimulaban mi intimidad, podía sentir como algo comenzaba a escurrir por mis muslos y su risa ronca hizo vibrar su pecho junto a mi cabeza.

—Apenas te he tocado, pero aquí está muy húmedo —comenta sin detener sus movimientos.

—A..Ale... Alessandro —traté de hablar, pero realmente no sabía qué decir.

Alessandro nos da vuelta y me acuesta de nuevo sobre la cama, esta vez, colocándose de rodillas al borde de esta. Sus dedos adentrándose en mi interior cada vez más profundo, sus movimientos no se detuvieron, como si buscara algo dentro de mí.

—¡Hmg! —mi cuerpo se sobresalta al sentir como una descarga placentera atravesando mi cuerpo, iniciando por ese punto que él presionó. Me mira con una sonrisa ladina al darse cuenta.

—Así que... aquí está —comenta volviendo a acariciar aquel punto, ocasionándome nuevos espasmos de placer.

Mi cuerpo estremeciéndose, intentando aferrarme débilmente a las mantas. Con cada movimiento de sus dedos, mi cuerpo se tensaba y se relajaba, una y otra vez, como si estuviera al borde de algo que no comprendía. Mi respiración se volvió errática, y cuando finalmente llegué al clímax, sentí como si una ola me arrastrara, dejando mi mente en blanco como para evitar soltar un gemido en alto, y mi cuerpo tembloroso.

¿Esto es un orgasmo?

Alessandro saca sus dedos de mi interior, traté de recuperar las fuerzas suficientes para mirarlo, notando que estaba observando sus dedos mojados por mis fluidos; mi rostro se enciende de la vergüenza, y con ambas manos me cubrí el rostro a la vez que cerraba mis piernas.

—Jamás te habían tocado así antes, ¿no? —negué apenada—. ¿Ni siquiera tú misma?

Volví a negar con la cabeza, sin decir nada, pero hice huecos entre mis dedos para verlo, notando su sonrisa satisfecha antes de meter sus dedos a su boca mientras me mira de reojo. Volví a avergonzarme, provocando una risa leve en él.

—No tienes de qué preocuparte —dijo, mientras se levantaba de la cama—. No sabe nada mal...

Alessandro se va al baño, apenas escuché la puerta cerrarse, destapé mi rostro, pero no mi boca, sorprendida por lo que acababa de pasar. Miré al techo mientras procesaba antes de sentarme y mirar la mancha de humedad en las sábanas.

Esto... en serio se sintió... bien.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top