Capítulo 30 + Aviso importante

Alguien debía darle el premio del hombre más paciente del mundo a Sebastián. Porque soportar con una dulce sonrisa un camino de más de cuarenta minutos escuchándome parlotear merecía un reconocimiento.

Faltaba poco para media noche y hace un buen rato había recibido un mensaje de Doña Julia en que nos avisaba se habían ido a la cama, así que casi entré de puntillas al departamento para no despertarlos.

Una parte de mí me recomendó seguir su ejemplo, pero el corazón seguía demasiado despierto, por lo que en un intento por prolongar la velada, acepté la invitación silenciosa de Sebastián de charlar en el balcón que nos recibió con una preciosa vista de la ciudad apenas deslizó la puerta corrediza. Dejé ir una sonrisa maravillada por el paisaje, adoraba ese lugar.

—Esto ha sido una locura —solté emocionada, sin contener mi alegría. Había sido una noche increíble. El viento alborotó algunos mechones de mi recogido. Sebastián caminó a mi lado, sonriéndome con esa dulzura que me derretía—. Estoy muy feliz. Creo que estoy a punto de escupir el corazón —reconocí de buen humor.

Tras años siguiendo el manual, encerrada en la monotonía, aquella aventura resultaba una bocanada de aire fresco. Mis dedos se aferraron al barandal, las luces a los lejos de algunos edificios dieron la impresión de ser estrellas que tintineaban. No podía creer estuviera en aquel lugar tan bonito, junto a una de las personas que más quería en el mundo. Y en silencio no pude evitar odiarme un poco por sentirme tan viva en un momento tan triste. La vida es agridulce.

—¿Qué pasa? —curioseó Sebastián, despertándome, al notar mi felicidad fue menguando a causa de mis pensamientos.

No era una pregunta que exigiera una respuesta, no buscaba presionarme, sino apoyarme, sabía lo mucho que me ayudaba hablar y también lo mucho que me costaba hacerlo. Él era la excepción en mi lista, la única persona con la que podía hablar de todo y no sentirme culpable.

—Nada... —mentí. Negué, no tenía sentido engañarlo. Con él no debía mantener el papel de súper mujer—. Es solo que me gustaría que esto hubiera pasado en otro momento —admití. Él me entendió, era complicado. Respiré hondo—. La familia de José Luis han ayudado a mucha gente esta noche —cambié de tema para no hundirme, intentando encontrar un poco de luz en la oscuridad. Un gesto precioso que demostraba el mundo estaba llena de gente buena.

—No me sorprende de parte de ellos —me dio la razón con una sonrisa nostálgica.

Interpreté el tono de su voz. Él conocía de primera mano la bondad de la familia Iriarte.

—Se ve que te adoran —añadí sonriéndole. Bastó una noche para darse cuenta que el cariño era mutuo, para ellos Sebastián era parte de su familia y el respeto que les manifestaba era prueba de lo mucho que lo valoraba. Él escondió una discreta sonrisa que despertó las mariposas en mi estómago. Esa era una de las cosas que más me gustaban de él, ni el dinero, ni el éxito habían logrado cambiar su esencia—. Y no puedo culparlos, quererte es fácil —expuse—. Tienes que revelarme tu secreto para lograrlo.

Sebastián negó con una sonrisa antes de acercarse para verme directo a los ojos. Sus manos me abrazaron por la cintura, acortando la distancia entre los dos. Sus pupilas oscuras recorrieron mi rostro sin prisa.

—A mí solo me interesa que me quieras tú —murmuró.

—Entonces no tienes que preocuparte —defendí divertida encantada por el brillo de su mirada —. Aunque no sé si quererte sería la palabra que usaría cuando pienso en ti —reconocí—. Suena simple, tan vacía, fría. Debe haber una mejor —consideré. Fruncí los labios, pensándolo—, una que explique que me aterra un futuro en el que no estés, la magia de mis días que son mejores cuando apareces, que a veces solo me basta escucharte para sentirme en paz...

—Te amo —propuso una opción.

Escucharlo de su boca estrujó mi corazón.

—Sí, te amo —repetí en un murmullo, analizando su significado. Sonreí, me gustaba como sonaba—. Te amo, Sebastián —repetí con total certeza sintiendo que cada palabra se grababa en mi corazón.

Las palabras sobraron cuando sus labios buscaron los míos. El tiempo perdió el sentido al cerrar los ojos, lo único que me importó fue la calidez que me embragó apenas mi corazón se encontró con el suyo. Sin prisas, como si hubiera nacido para encontrar su lugar a su lado. Amaba a Sebastián más que a nadie en el mundo, lo hacía desde antes de entender el significado de esa palabra. Había perdido la cuenta de las veces que soñé que algún día un milagro nos volviera a poner en el mismo camino, y ahí estaba sintiendo más feliz que nunca, libre entre sus brazos, perdida entre cada uno de sus besos. Besos que no solo me robaban el aliento, sino también los miedos.

La distancia despareció entre los dos, ni siquiera me percaté del torpe avance por el balcón hasta que choqué con algo. Tardé en descubrir se trataba del filo del sillón donde muchas noches había pasado charlando. Mi parte racional me advirtió, pero estaba demasiado ocupada recostándome en la pequeña pieza para escucharla. Compartimos una risa que aceleré el ritmo de mi corazón. Ni siquiera tuve tiempo de pensar, volví a encontrarme con sus labios. El frío de la noche dejó de importarme cobijaba por su cálido cuerpo.

Podía sentir mi pecho subir y bajar en una marea de emociones, los latidos tras la delgada tela de su camisa. Por un momento olvidé la niebla que me rodeaba, sumergida en la sensación que despertaba su cercanía. Su aroma, el roce de su barba por mi piel, el toque de mis manos... Y entonces mi cerebro me escupió de vuelta en la realidad. 

Con toda mi fuerza de voluntad tomé de los hombros a Sebastián y lo aparté un poco. 

—Será mejor que le dejemos aquí —nos advertí con la respiración tan agitada que apenas me entendí. Encontrarme con su rostro igual de desencajado que el mío, me aturdió un poco más de la cuenta.—. Berni o tu mamá podrían vernos —le recordé en un chispazo de sensatez. 

Sebastián respiró hondo, asintió despacio estando de acuerdo conmigo. Me senté en el sofá, dejando un buen espacio entre los dos, eché mi cabello desordenado atrás sin el valor de verlo a la cara. Sentía mis mejillas a punto de estallar. Un silencio incómodo se mantuvo entre los dos, silencio que acabé al ponerme de pie de un salto, deseosa de huir de mí misma. Ni siquiera fui capaz de verlo a la cara. Dios, me estaba comportando como una adolescente.

—Mejor nos vamos a la cama o se hará más tarde —me despedí planchando nerviosa mi vestido con las manos—. Y mañana tienes muchas cosas que hacer en la oficina —me enredé—, tienes que levantarte temprano, sería horrible que llegaras tarde por mi culpa...

—Sí, sí —aceptó él, acomodándose el saco.

Respiré hondo.  Un común y diplomático acuerdo que prosiguió a un silencio recorrido por el pasillo que conducía a nuestras habitaciones. Jamás aquel camino me había parecido tan largo, sentí que fue una eternidad antes de llegar frente a la puerta del cuarto de huéspedes.

—Bueno... Gracias por lo de esta noche —balbuceé, jugando con el picaporte. Analicé la última frase—. Es decir, me refiero a lo de la fiesta, al baile —especifiqué. Él escondió una sonrisa ante mi palabrería.

Cerré los ojos, frustrada por ser tan torpe, estaba claro que ayudaba más guardando silencio.

—Descansa, Celeste.

Y sonó a despedida, no sé entonces por qué me quedé en mi lugar, con los ojos fijos en él, sin el valor de entrar. Mi cuerpo no cooperó. Aún cuando conocía bien el siguiente paso fui incapaz de darlo. Me quedé ahí, mirándolo como una tonta, escuchando esa vocecita en mi cabeza que me ordenó ir a recostarme de una buena vez, dejar las tonterías para después... Luchando con otra mucho más ruidosa que me motivó a hacer por primera vez en años lo que deseaba mi corazón.

Sebastián se sorprendió cuando me lancé a sus brazos para besarlo, no fueron necesario palabras, entendió en la intensidad de aquel roce su significado. Ya no había marcha atrás, no quería que la hubiera.

Mi risa se perdió en sus labios cuando en una habilidad digna de una medalla en un par de pasos ágiles terminé en su cuarto. Escuché que colocó el seguro a mi espalda, acuné su rostro en un camino torpe por aquella habitación que jamás había visitado, y que cualquiera que me viera apostaría lo contrario. Era una locura, y no podía evitar sonreír sintiendo como una alegría me sumergía. El colchón se hundió por mi peso, y aquel vacío que sentí por un instante quedó cubierto cuando Sebastián se apoyó con cuidado sobre mí. Podría escribir un par de páginas de lo mucho que disfruté percibir su cálido cuerpo junto al mío. Compartimos una sonrisa cómplice en la oscuridad, había un lazo especial entre nosotros, algo que jamás había experimentado con nadie más. Sus profundos ojos negros me admiraron con cierta devoción mientras mis dedos acariciaron sus labios entreabiertos antes de que mi boca encontrándose con la suya se encargaran de escribir el resto de la historia.

Ya no habría más preguntas sin respuestas, sus besos apasionados echaron fuera de la cama las dudas, apoderándose de mi juicio. No entendía cómo Sebastián podía ser tan dulce, y de pronto hacerme perder la cabeza en un par de minutos. Mis manos lo despojaron del costoso saco que llevaba puesto al sentir había demasiadas cosas entre nosotros. Reí al descubrir mi poca, por no decir nula, habilidad desenredando su corbata de seda que pareció resistirse por las prisas.

—Deberían dar cursos sobre cómo deshacerse de estas cosas —protesté divertida. 

Su varonil risa murió en mis labios cuando capturó mi boca en un profundo beso que aceleró los latidos de mi corazón. Mis dedos se enredaron en las hebras de su cabello negro, memorizando ese mar de sensaciones que despertaban sus cálidas caricias. Estaba bien claro que había una diferencia abismal en cuanto experiencia entre los dos, y tal vez con otra persona eso hubiera despertado mis preocupaciones, pero con Sebastián las cosas se daban de forma tan natural, confiaba en él y me daba tanta seguridad que dejé los miedos fuera de la habitación, cautivada por el paso lento de sus manos por mi piel que ardió ante su tacto.

Me abracé a su profunda mirada, cargada de una mezcla de pasión y dulzura. El mundo se concentró en esas cuatro paredes en lo único que se escuchaba eran nuestras respiraciones descompensadas y el eco de su nombre que intenté contener mientras mi rostro se escondía en su cuello embriagándome con el adictivo aroma de su colonia que me resultó más fascinante que nunca. Dejé que la voz ronca de Sebastián a mi oído, cargada de una pasión que me erizó, y el roce de su barba corta por mi piel me hechizara y se llevara entre sus manos, esas misma que me habían sostenido en mis peores caídas, aquel precioso vestido que terminó enredado entre las sábanas.

Apenas las barreras desaparecieron aquel atisbo natural de miedo a lo desconocido quedó sepultado ante una sensación mucho más poderosa. Me aferré a él a sabiendas en sus brazos estaría bien. Me perdí en el ritmo cautivador que encontraron nuestros cuerpos que encajaron como si hubieran nacido para estar juntos. Amé a Sebastián hasta que me dolió el corazón, con todas mis fuerzas, sin miedos, con plena seguridad y libertad, grabando con fuego en mi alma el nombre del único hombre que me había ayudado a encontrar luz en la peor de mis tormentas.


Mantuve una sonrisa embelesada hasta que percibí Sebastián volví a mi lado tras regresar del baño. El colchón cedió a su peso a mi costado. Percibí su cálido aliento en mi hombro antes de que depositara un beso suave. Sonreí aunque no pudiera verme. No recordaba haberme sentido igual, tan feliz que pensaba que el corazón me estallaría en el pecho.

—¿Te lastimé? —Su voz contra mi piel me regresó a la realidad. Supe enseguida a lo que se refería, giré para encontrarme con su dulce mirada. Me enterneció su genuina preocupación.

—No, todo en orden, licenciado —jugueteé para que se relajara.

Me acomodé en el colchón para verlo mejor cuando se acostó a mi lado. No pensé que se podía ver más guapo, pero me equivoqué, esa noche estaba para una fotografía. Con su cabello negro algo desordenado, con las marcas de mis besos en su piel canela, sus ojos vivaces brillando en la oscuridad y esa sonrisa encantadora que lo hacía lucir mucho más apuesto de lo normal. Tuve que morderme los labios para esconder una sonrisita mientras me acomodaba en su pecho, cruzando los brazos para admirarlo. Contuve mis ganas irresistibles de besarlo.

—No me mires así que solo puedo pensar que debí hacerte el amor desde la primera noche que dormiste aquí —susurró haciéndome sonreír. Mi cabello igual de salvaje caía por mi espalda en ondas largas, él acomodó un mechón tras mi oreja. Ladeé el resto, pensándolo. Ojalá lo hubiera hecho, ojalá hubiéramos coincidido mucho antes para no pensar en el final. Su dulce mirada me contempló con tanto cariño que me sentí la mujer más afortunada—. Y asumo completamente la responsabilidad —aceptó con cierta culpa—. Es una suerte que tengamos toda la vida para recuperar el tiempo.

Toda la vida. Me acosté en su pecho, permitiéndome soñar con esa posibilidad aunque fuera un segundo. Que bello sería.

—Toda la vida —repetí, saboreando la palabra como si pronunciarla en voz alta pudiera volverla realidad—. No lo digas así o lo tomaré como una declaración —lancé de buen humor.

—Tómalo como una promesa —reconsideró. Sonreí, siendo testigo de su seguridad. Él estaba dispuesto a apostar todo por mí—. ¿Sabes una cosa? Creo que en este momento tengo todo lo que algún día me parecía imposible. Pensar que hace unos meses sentía que mi vida no tenía ningún sentido —me compartió sincero, riéndose de sí mismo—. Y mírame ahora... —susurró dándome un beso en el cabello. Sí, lucía mucho más libre—. Solo falta que Berni se recupere y que nos den los resultados del concurso para que nada me quite el sueño.

—Espero que no falten mucho para eso —deseé.

—Verás que sí —me animó. Quise mantenerme igual de optimista—. Tenemos que entregar el proyecto final este miércoles —me puso al tanto.

Este miércoles, repetí grabándome esa fecha. Tres días solamente. Casi pude escuchar el avance del reloj.

—Por cierto, quería hablar contigo sobre eso... —inició, recuperando mi atención.

Alcé el mentón, encontrándome con su mirada. Una sonrisa se deslizó en sus labios ante mi curiosidad. Fruncí las cejas, reprendiéndolo por jugar con mi ansiedad. Estuve a punto de reprenderlo, pero quedó en planes porque me calló con un besos. ¿Funcionó? Sí. Bastó que su boca se encontrara con la mía para desarmarme, sus fuertes brazos me atrajeron hacía él para que no quedara espacio entre los dos y sus dedos me sostuvieron con firmeza.

—Espero que lo que vayas a decirme sea muy, muy importante —protesté cuando se apartó, dejándome con la reparación acelerada. Su encantadora risa fue el antídoto perfecto para acabar con mi fugaz enfado.

—Lo es —aseguró—. Ya se lo comenté a José Luis, y él estuvo de acuerdo, si ganamos la convocatoria quiero que las ganancias que correspondan a la compañía sean destinadas a financiar el tratamiento de niños y de sus familias que vengan de pequeñas comunidades —me platicó con esa sonrisa que lo acompañaba cada que hablaba de uno de sus sueños. Volvió a ser ese muchacho entusiasta que tenía tantos planes para cambiar el mundo.

—¿Lo dices enserio? —murmuré. Un nudo se formó en mi garganta porque conocía la respuesta. Eso era un gesto muy digno de él, mentiría si dijera que me sorprendió. Tras mudarse solo a una ciudad, empezar de cero y abrirse camino con todas las dificultades que implicaba, conocía de primera mano ese camino—. Eso es maravilloso, Sebastián —celebré su iniciativa acunando su rostro entre mis manos, enternecida por su nobleza—. Eres el hombre más bueno del mundo.

Y aunque él no quiso colgarse medallas, yo me sentí muy orgullosa de él.  Intenté no quebrarme ante su mirada transparente. Un hombre como él no merecía que le hirieran, merecía alguien a su altura. Respiré hondo intentando aplacar el cosquilleo que se formó en mi pecho. Hubiera dado lo que fuera por ser la pieza que lo hiciera más fuerte y no la que quebrara un corazón que había tardado tanto en sanar.

—Vas a ver que vas a lograr, no tienes una idea de las vidas que vas a cambiar —pronostiqué disimulando el quiebre de mi voz. Si alguien podía hacer algo así de grande era él. Sebastián recorrió con sus manos mi mejilla. Compartimos un beso especial, suave, de esos que buscan congelar el tiempo y entregan un poco del alma—. Solo una cosa más... —lo detuve. Sus ojos negros se encontraron con los míos—. Quiero que me prometas algo —le pedí, tomándolo por sorpresa. Sonreí ante su desconcierto. No se trataba de nada malo, pero sí que necesitaba que no lo olvidara—. Pase lo que pase, sigue adelante, ayuda a toda esa gente y escucha tu corazón —defendí. Posé mi palma en su pecho percibiendo el ritmo de sus latidos—. Y nunca, nunca olvides lo mucho que te amo —remarqué.

Porque aunque esa noche entre sus brazos parecía imposible hacerlo sabía que vendrían tiempos difíciles. No quería que dudara de lo que sentía por él. En aquella tormenta había dos verdaderas que eran más fuertes que un vendaval: mi corazón era completamente suyo y no había algo que deseara más que fuera feliz, incluso cuando para conseguirlo lo primero se convirtiera en un simple recuerdo.

¡Hola a todos! Después de un par de semanas de ausencia he regresado con un capítulo de esta novela. Espero que les gustara, a mí me costó un poco escribirlo, pero quedé bastante contenta con el resultado. ¿Les gustó? ❤️😍 Dos avisos súper importantes: con este capítulo empieza la recta final de la novela. ¡Sí, quedan solo diez capítulos para despedirnos de este par! Y no quiero dar spoilers, pero se viene lo mejor 😎🤫❤️. El segundo aviso es sobre mi ausencia, en los últimos días estoy atravesando un par de problemas laborales y personales que ocupan la mayor parte de mi tiempo, había pensando pausar la novela, pero tras analizarlo mejor decidí que no lo haré. Después de todo, la novela ya está escrita por completo y editada, es solo que antes de publicarla siempre le doy un par de revisiones adicionales, así que me disculpo si ven se me escapa algún error de dedo, prometo corregirlo apenas recupere el ritmo de mi vida ❤️. Igual les aseguro que son errores mínimos. Gracias de corazón por todo su apoyo, no saben lo que me motivan sus comentarios ❤️🥹. 

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