Capítulo 23

—No nos arriesguemos, propongámosle a Azura Color otro contrato por la nueva producción —planteó José Luis, jugando con su pluma. El tema no le daba dolores de cabeza, lo tenía claro—. No creo que se nieguen.

Yo tampoco. Eran nuestros proveedores de confianza, era un ganar-ganar. Sus materiales era de primera calidad y al ser sus clientes desde hace años, sus precios eran insuperables. Siempre era la primera opción, sobre todo en un proyecto tan arriesgado.

—Apoyo la idea. Hagámosle una llamada hoy mismo —le pedí a Mariana, la chica que me ayudaba en el departamento de compras. Ella asintió haciendo una anotación en su agenda. Prefería cerrar ese tema de una vez por todas—. Concretemos una cita para firmar. Además, me gustaría que nos acompañaras, Celeste —propuse. Ella que se había mantenido callada durante toda la reunión, pegó un respingo al escuchar su nombre, fue como si apenas recordara donde estaba. Llevaba días así, lejos del mundo—. Me gustaría que le dieras un vistazo y escogieras las telas, colores, basándose en las paletas que diseñaste —le expliqué.

—Sí, sí, claro —repitió algo perdida.

Desde la fallida visita a Raymundo la notaba ausente, y la entendía, había sido un golpe duro. Esperaba que el tiempo le ayudara a recuperarse, aunque en el fondo sabía que solo el día que Berni recobrara su salud, ella tendría paz. Odiaba no poder hacer nada más por ella. Una verdad cruel: no importa cuanto quieras a las personas, hay que aceptar no tener la cura de sus males.

—¿Todo bien? —indagué, acercándome a ella apenas dieron por terminada la charla, porque saberlo no impedía lo intentara.

Celeste alzó la mirada de sus apuntes, sus ojos oscuros se clavaron en mí.

—Sí. Tengo la cabeza en otra parte —se excusó con un ademán, recogiendo sus cosas. La sala comenzó a vaciarse, y tuve la impresión quiso hacer lo mismo—. Berni no pasó una buena noche —me recordó. Su actitud comenzó a cobrar sentido. Sí, había días complicados—. ¿Crees que podría irme temprano para cuidarlo? —dudó.

Ni siquiera lo pensé.

—Claro que sí, Celeste, no tienes que preguntar —le dije a sabiendas él era su prioridad. Además, también me interesaba verlo bien—. ¿Quieres que te lleve? —propuse enseguida, pero ella me detuvo con una sonrisa.

—Tranquilo, no me moriré si tomo un camión —me recordó divertida, caminando a mi lado rumbo a la salida. Acomodé mi saco en una torpe manía, aceptando tenía razón. Esperaba no resultar demasiado invasivo.

—Llámame cualquier cosa que necesites —le pedí.

Celeste me regaló una dulce sonrisa, abrazando su cuaderno.

—Prometo que lo haré. Ya no te preocupes por mí.

Pero era imposible. Celeste era mi punto débil, lo que ocupaba mi mente la mayor parte del tiempo. Hubiera dado todo a cambio de obrar el milagro que añoraba, de ser lo que necesitaba. Sin embargo, era un simple mortal. Nunca te siente más humano hasta que alguien se adueña de tu corazón. Y seguía pensando en eso cuando una voz me regresó al presente.

—Licenciado, tiene visita... —me avisó Susana, mi secretaria poniéndose de pie apenas aparecí.

Fruncí las cejas, extrañado. Me tomó por sorpresa porque no esperaba a nadie. Estuve a punto de preguntar de quién se trataba, pero no fue necesario. Su voz bastó para reconocerla. 

—¿Podemos hablar?

Echando la mirada a un lado la encontré ansiosa tambaleaba en sus tacones altos, aguardando por mí. Tuve que tomar un profundo suspiro para no perder el temple. Siendo honesto, Karen era la última persona que creí que vería, y confieso que tampoco era algo que deseara. Busqué, sin encontrar, razones para negarme, sin embargo, al final con un ademán la invité a pasar. Ya no me escondería, era momento de afrontar lo que muchos años dejé en el cajón.

—No has contestado mis llamadas, ni mensaje —soltó sin contenerse, apenas puso un pie dentro, disfrazando el reclamo en un comentario casual.

—He estado ocupado —mentí, rodeando el escritorio mientras ella tomaba asiento frente a mí, usando ese torno cortés que nos funcionaba tras años de conocernos.

Ella se acomodó en el respaldo, sin quitarme los ojos de encima. Fue fácil descifrar esa mirada, resultaba sencillo adelantar nuestras reacciones. No se andaría con rodeos.

—¿Ahora así le llamas a estar enfadado conmigo?

Agradecí fuera directa, así que me permití a mí también serlo.

—¿Tengo motivos? —lancé con la misma habilidad.

No, no pensaba exponer lo que había hecho, ella misma podía reconocer sus acciones.

Karen, tras un discreto titubeo, se esforzó por no bajar el mentón.

—Depende de lo que dijera tu amiga —se excusó, queriendo lavarse las manos.

Negué con una sonrisa, incrédulo. Así que esa sería su carta.

—Por favor, Celeste no te ha mencionado una sola vez, así que no intentes culparla de algo que sabes hiciste mal —la frené para que no perdiera el tiempo con esa estrategia. Involucrarla no funcionaría. Karen quiso replicar, pero tras meditarlo pareció entender que sería en vano. Apretó los labios, resistiéndose—. Escucha, no estoy enfadado —admití—, sino decepcionado —resumí. La rabia se diluye, hay emociones más poderosas, que se expanden como el humo en un incendio, asfixiando a todo aquel que las consume. Y aquel dardo sí se clavó justo en el centro, lo noté en la frialdad que inundó sus ojos verdes—. Te conozco desde hace años y jamás pensé fueras de las personas que le ponen el pie a otro.

Tenía errores, igual que yo, pero nunca había mostrado indicios de dañar sin consideración.

—Por Dios, no me sermones como si fueras mi papá —expuso cansada.

—No, evidentemente no lo soy —reconocí porque mi intención no era darle clases de moral, esas misma que ni yo mismo practicaba, sino explicar por qué me afectó su traición. Porque el daño de los que te odian es digerible, parte del proceso, sin embargo, de las personas que confías siempre deja pequeñas cicatrices—, pero pensé que sí amigos.

El resentimiento ahogó sus pupilas, noté tomó un largo respiro para no estallar.

—Yo también —me acusó sin esconder su enfado—, pero ahora tengo mis dudas... He sido, junto a José Luis, la persona que más te conoce en esta ciudad, he estado contigo en todo momento, en las buenas y las malas —remarcó, golpeó con el índice en la madera, enfatizando el punto—, te he apoyado en cada proyecto, incluso en los que no tenían sentido, porque tras ese hombre exitoso que todos alaban estaba un muchacho que fracasó, que se equivocó, que muchas veces pecó de ingenuo, ¿y quién estuvo a su lado en cada caída? ¿Quién le recordó debía seguir? —me echó en cara, conociendo la respuesta. Respiré hondo, es difícil ganar cuando la otra persona también tiene razón—. Yo pensé que lo valorabas —murmuró dolida—, pero ya veo que tienes mala memoria.

—Yo no olvido lo que hicieron por mí —defendí para que no confundiera las cosas. No estaba dispuesto a que torciera las cosas a su favor. Que me abrieran una puerta no me condenaba a guardar silencio toda la vida. Karen se puso de pie como si no pudiera controlar el hormigueo en sus pies, caminó en círculos por la oficina, con las manos en la cintura—. Escucha, yo siempre he agradecido lo que tu familia hizo —acepté—, y lo tengo presente, jamás podré olvidar fueron los primeros que confiaron en mí, pero también he trabajado mucho para recompensar cada peso que apostaron —remarqué.

Aquello fue suficiente, frenó de golpe, incapaz de controlar a la fiera que la dominaba. El cristal que habíamos mantenido durante casi una década se rompió.

—Dinero —repitió de mala gana, junto a una risa amarga, mientras negaba sacudiendo la cabeza—. El dinero es tan fácil de pagar. Estoy hablando de lealtad —me echó en cara, apoyándose en el filo del escritorio. Su mirada desafiante se clavó en la mía—. Esa que creí ingenuamente que me daba un lugar importante —se burló de sí misma. Retrocedió—, pero ya veo que cualquier mustia puede ganar.

—Karen —le advertí no siguiera en ese terreno.

—¿Cómo no te das cuenta que esa mujer solo quiere aprovecharse de ti? —expuso desesperada—. Por Dios, Sebastián, usa la cabeza —me pidió elevando las manos al cielo como si le pidiera a un ser superior me abriera los ojos—. Llegaste a su vida para resolverle la existencia. ¿Cómo no va a quererte? Si eres el dueño de la empresa que está pagando el tratamiento de su sobrino, si gracias a ti despierta en un departamento de lujo —alegó, fuera de sí misma—. Disfrutando de la vida que jamás hubiera conseguido de no ser porque se metió en tu cama —estalló.

Eso bastó. No quise escucharla más.

—Ya, Karen —la silencié abandonando la cobardía, dispuesto a abrirle la puerta—, esta conversación termina aquí.

Balbuceó indignada, contemplando mi recorrido a la salida. Tomé el pasaporte, no pude girarlo porque ella azotó su palma en la madera, empujándola, impidiendo cortara de tajo la hoja. Tras tantos años conociéndonos, ya habíamos roto el guión de cordialidad.

—¿Por qué? ¿Por qué tú quieres? —me desafío.

—No, porque no quiero decir algo que pueda lastimarte —dicté con la última pizca de cordura. Porque si no sabes callar a tiempo, luego es demasiado tarde. No quería arrepentirme de haber visto la señal y pasar de largo.

Karen se llevó las manos a la cabeza, los mechones de su cabello se enredaron en sus dedos.

—¿Qué sabes tú de lastimarme? —escupió mordaz—. Si eso es lo que has hecho durante los últimos diez años —me echó en cara sin contenerse, luchando con su voz que se quebró. No entendí su reproche, pero esta vez no habría más preguntas sin repuestas—. Cada que me presentabas una chica diferente o cuando decidiste "sentar cabeza" escogiendo otra mujer —enfatizó con amargura ante mi rostro desencajado. Y en medio de aquel caos su seguridad chocó con mi desconcierto—. Y yo siempre ahí, esperando, esperando que algún día te dieras cuenta que no existía una mujer que podía quererte más. Una que te fuera más leal, más incondicional...

El aire comenzó a volverse pesado. Demasiada información. Quise ordenar mis ideas, pero no funcionó, la verdad me golpeó. De todos modos, ella no esperaba alguna respuesta, aquella avalancha era solo el desahogo que necesitaba para cortar el nudo que llevaba atándola.

—Pero me equivoqué, preferiste a Sarahí, aunque para ella siempre fuiste un simple adorno. El prototipo de hombre rico, elegante, atractivo, inteligente, con porte, pero sin llegar a serlo. Casi perfecto —me recordó algo que sabía mejor que nadie—. Jamás pudo superar estuvieras cerca, porque tu devoción por ella no suplía tu falta de apellido. Eras un intento, y aun así te esforzaste por ganarte su corazón —expuso, aunque yo ya no la miraba a la cara. Aquellos errores no me producían orgullo—. Y mientras ella pisoteaba cada uno de tus esfuerzos, cuestionaba todos tus pasos, te exigía más, te remarcaba nunca serías suficiente, yo estaba ahí —citó, lo que muchas veces por la cotidianidad pasé por alto, clavando su índice en mi pecho. El recordatorio de que era real—, en primera fila aplaudiendo más fuerte que todos. Y de qué me sirvió, de nada, al final has vuelto a caer con la misma piedra, perdiendo la cabeza por alguien del que nunca serás su prioridad.

Se equivocaba, había aprendido la lección.

—Porque eso serás, ¿te das cuenta? —prosiguió como si pudiera ver el futuro—. Apuesto que jamás ocuparás el lugar número uno en su cabeza.

—Si lo dices por su sobrino, no pienso competir con un niño —declaré para que ni siquiera intentara atacarme por ese blanco. Aquello no me producía inseguridad. Era consciente no se trataba de una batalla, cada uno tenía su lugar, yo respetaba perfectamente el que él ocupaba.

—No, claro que no, está claro quien ganaría —concluyó fría—. A ver cuánto te dura, espero que cuando la realidad te golpee en la cara no te arrepientas de haber depositado tu fe en alguien que no lo merecía —me advirtió.

—Tú no la conoces.

—¿Y tú sí? Date cuenta que en tu intento de curar tu corazón vas a terminar de romperlo, Sebastián.

—Entonces correré el riesgo —defendí. Con todo lo que eso implicara. Estaba dispuesto a pagar el precio. Tal vez tenían razón cuando decían que amar a alguien, es entregarle las armas para destruirte, y confiar que no lo hará.

Karen me contempló como si no pudiera reconocerme.

—¿Dónde está el Sebastián que conocí? —susurró. Sus ojos me estudiaron desconfiada.

A veces me hacía la misma pregunta.

—Cansado de dejar pasar la vida por miedo —resumí, porque tras un largo camino, después de salir del fango, no pensaba regresar atrás. Ese nuevo hombre aprendió que la mejor manera de vivir era actuar en el presente. Entendió que incluso lo que estanca muere, que las heridas son pruebas de que se avanzó—. Escucha, Karen, sé que lo que diré puede sonar cruel —comencé, a sabiendas era momento de enfrentar la realidad—, pero si tu felicidad está peleada con la mía lo mejor será que planteemos distancia —propuse.

Ella que no compartió la idea, dejó caer la quijada, ofendida.

—Estás mandándome al diablo por una recién llegada —me acusó.

—No, esto es por ti —aclaré, para evitar malinterpretaciones. Celeste no tenía nada que ver en mi decisión—, porque no quiero herirte más.

Prefería ser honesto, podía justificar el dolor cuando desconocía lo provocaba, pero seguir prolongándolo no sería justo para ninguno de los dos.

—Tú no —replicó enseguida, se acercó para tomarme de los hombros, pidiéndome la mirara. En sus ojos bailaba un miedo que encendió la culpa. Contemplándola mejor, me pregunté cómo pude ser tan ciego, ignorar todas las señales—. Me lastima que no me quieras...

—Entonces estaré haciéndote daño por siempre —acepté.

Porque era consciente no podría corresponderle, eso nunca cambiaría. Lo que sentía por ella era agradecimiento, no amor. Y aunque me odié por no seleccionar las palabras adecuadas para evitar otra herida, sabía que era mejor un solo impacto que cientos de sutiles golpes que tendrían el mismo final.

La verdad nos sumergió en el silencio, durante un instante el tiempo pareció poner una pausa, caí en cuenta había regresado a su curso cuando sentí Karen me soltó de a poco. De pronto, un sentimiento amargo se apoderó de mi pecho. No fue necesario que ninguno hablara, ambos sabíamos que esa sería la última vez que nos veríamos. Y no hubo tiempo de despedidas, el golpeteo de la puerta nos regresó al presente, recordándonos que la vida no se detiene por nadie.

—¿Licenciado, está ocupado?

Mariana se asomó por una rendija de la puerta.

No pude contestar, alguien lo hizo por mí.

—No —respondió Karen tomando la bolsa que había dejado en la silla—, ya lo hemos dicho todo —zanjó. Ni siquiera me miró al pasar a mi lado.

Pensé en lo que significaría ese quiebre, en lo que opinaría su hermano, su familia...

Tuve que hacer un gran esfuerzo para fingir serenidad cuando Mariana me dedicó una mirada curiosa. Carraspeé, ordenándome no perder el norte. 

—¿En qué te puedo ayudar? —lancé, enfocándome en el trabajo, dejando mis líos personales fuera. Mariana agitó su cabeza para concentrarse. El gesto que se pintó en su cara no me gustó. Tuve un mal presentimiento—. ¿Sucede algo? —la animé a hablar, intrigado.

No me equivoqué.

—Malas noticias, licenciado. Acabo de hablar con Azura Color para acordar los detalles de la reunión... —inició, calló sin saber cómo continuar. Al final decidió soltarlo tal cual—. No has cancelado —soltó agobiada.

—Podemos reagendar —consideré sin entender la gravedad del asunto, o tal vez intentando engañarme con que tendría solución.

—No me está entendiendo —remarcó antes de agregar, sin dejar lugar a dudas. Le dio especial énfasis a cada palabra para que comprendiera estábamos metidos en un lío—: Tal parece que se arrepintieron de último momento. De la nada se dieron cuenta que "no tienen la capacidad para surtir la nueva producción" —repitió sus palabras. Agobiada se llevó una mano a la cabeza. Y aunque sabía lidiar con cambios de planes, o al menos así solía repetírmelo, no me preparé para que nuestra única puerta segura se cerrara de golpe. Los planes se vinieron abajo de un segundo a otro—. Jefe, han sido claros, no van a firmar con nosotros.

¡Hola a todos! ❤️ Los problemas para la convocatoria comienzan 😓. Y fue un capítulo de malas noticias, el próximo será mejor... Les adelanto una sorpresa, en el próximo aparecen dos personajes del Club 🤫. Sí, ¿adivinan de quiénes se trata? 😱🤔😎  La primera persona qué acierte, se le dedicará el capítulo ❤️. Me encantaría leer sus respuestas. Preguntas de la semana: ¿Qué personajes aparecerán y qué creen que harán? ¿Les gustó el capítulo? Los quiero mucho.

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