Capítulo 16 + Aviso importante ❤️🎉

—Ese Raymundo solo sabe dar problemas.

—Mamá.

Si bien no se trataba de mi persona favorita, de nada servía quejarse. Además, nos gustara o no, era el padre de Berni, lo mejor era no emitir opiniones que estaban de más.

—¿Qué? Es la verdad —protestó, ignorándome. Molesta azotó su taza, aunque después pareció arrepentirse. Suspiró cuando se percató estaba intacta—. Nunca sirvió para ser padre, y su único trabajo era existir —remarcó antes de darle un trago a su bebida caliente—, y ni eso pudo hacer bien.

Terminando de preparar mi café, sin importar hace un rato había entrado la noche, tomé asiento frente a ella en la alta barra de la cocina.

—No creo que sea prudente poner demasiada fe en él —argumenté. Después de todo, hallarlo tal vez no haría la diferencia, qué nos aseguraba que sería compatible o se mostraría interesado tras conocer la verdad—. No quiero desanimar a Celeste, pero dudo que Raymundo quiera hacer un sacrificio por alguien que lleva años sin ver —expuse usando la lógica, aunque sonara cruel.

Porque era su hijo, pero solo por concepto. Jamás estuvo presente, dudaba que por arte de magia le naciera el amor. Nunca le preocupó Berni, ¿qué más le daba ahora enterarse que no estaba bien? Mamá pintó una mueca, sin lucir convencida. Luchando entre la lógica y su corazón.

—El amor hace milagros —alegó sin hallar un motivo real. Preferí guárdame lo que opinaba sobre esa clase de "milagros"—. Mírate a ti —lanzó de pronto, confundiéndome. No disimulé la extrañeza ante la comparación—, ¿no te ofreciste a ser el donador aún cuando no tienes ningún lazo con él? —me recordó.

—Eso es diferente.

—Ah, sí, ya me acordé —me cortó antes de que pudiera poner los puntos sobre la mesa—. Eso fue gracias al gran "amor fraternal" que le tienes a Celeste por todo lo que hizo por ti cuando eras un niño —dramatizó. Negué, riéndome. Ya sabía a dónde se dirigía—. Vas a tener que buscar otra excusa, porque esa te va empezar a quedar grande, Sebastián —me aconsejó.

—Pues aunque lo digas en ese tono es verdad —defendí—. Tus deseos de conseguirme pareja te hace ver cosas donde no las hay —añadí sin caer en el juego.

—Solo quiero que aceptes la realidad —contratacó con una seguridad que envidié. Negué, pero ella no le interesaba escuchar—. Estás enamorado, Sebastián.

Enamorado, que palabra más fuerte. Escucharla removió un miedo enterrado en mi corazón. Resultó abrumador. De golpe me reencontré con una vieja advertencia, había prometido no volver a ser su víctima. Sabía que cuando el amor entra en juego siempre algo se rompe en el proceso. No quería que ella formara parte de esa lista. No quería repetir la misma historia.

—¿Sabes qué? No es bueno tomar café tan tarde —admití, dejando el tema de lado—. Nos hace decir cosas sin sentido y como no quiero repetirlas voy a tener que rechazarlo —dicté dejando la taza intacta, poniéndome de pie—. Será mejor que vaya a ver cómo sigue Berni.

—Sí, culpa al café —murmuró a mi espalda.

Fingí sordera sin el valor de hacerle frente a un sentimiento que me sentía incapaz de aceptar. El amor resulta cautivador para los primerizos, para los románticos, pero cuando te ha enseñado su peor cara tienes prohibido caer en el mismo pozo. Yo también fui parte de ese grupo, de los que daban la vida, no supe manejarlo, no logré marcar límites. Entregué todo hasta quedarme vacío. Y pese a ser un hombre de razón, no entendí por qué me estaba resultando tan difícil seguir mi propias reglas. Porque al asomarme por la puerta y encontrar a Celeste recostada junto a Berni, leyendo un libro me fue imposible no sonreír. Sin poder evitarlo, como si naciera por arte de magia, con tal inicio debí adelantar el final.

—Si te perdieras en una isla una semana y solo pudieras llevar tres cosas —lanzó con esa adorable curiosidad que llevaba su nombre, cerrando el libro y acomodándose en el colchón. Su cabello largo oscuro, se esparció por la almohada—. ¿Cuáles serían?

Berni frunció los labios, pensándolo.

—Agua, un encendedor y quizás un cuchillo —enumeró tras un rápido análisis.

—Yo pensaba decir en un celular, aunque ahora que lo analizo sería inútil porque no tendría señal, un poco de pintura para entretenerme y un pastel porque quisiera morir feliz —respondió risueña, haciéndolo reír. Sí, sonaba a algo muy a su estilo.

—Eso es porque tú tienes mente de artista y yo de sobreviviente —argumentó orgulloso, ignorando el peso que aquella palabra tenía para ella.

Casi pude leer lo que pasó por su mente cuando lo contempló con cariño mientras acariciaba su cabello alborotado. Sobreviviente. Sin querer romper la magia, pero tampoco espiarlos, di un leve toque llamando su atención. Celeste se recompuso de un golpe.

—Sebastián —me saludó Berni, contento, con esa sonrisa que apenas cabía en su cara. En verdad admiraba su carácter, sin importar lo que pasara siempre sonreí y tenía la cualidad de contagiarte.

—¿Cómo sigues? ¿Te sientes un poco mejor? —le pregunté al entrar, rodeé su cama sentándome al borde del colchón. Ya se veía mucho mejor que esta mañana al salir del hospital, tenía buen color y ánimo. El tratamiento estaba resultado difícil, no solo físico, sino anímicamente. 

Berni hizo un puchero, sin querer recordarlo.

—Más o menos, odio las diálisis —contó con pesar.

—Lo imagino, pero piensa que solo será durante un tiempo —le animé para que no se desesperara. Él me miró con sus enormes ojos cafés, poniendo en mí una fe que no sabía si valía la pena—, ten un poco de paciencia —le pedí a sabiendas no era fácil—, vas a ver que después de la operación todo mejorará.

—¿Es más fácil conseguir un riñón en Monterrey que en Hermosillo? —lanzó de pronto, sin contener sus dudas, porque había cosas que no entendía.

Nos habíamos ahorrado algunos detalles. La mirada que me dedicó Celeste lo dejó claro. El nombre de su ex cuñado estaba prohibido, y aunque no estaba muy de acuerdo con guardar en secreto sus motivos, respetaba su silencio.

—Las posibilidades son las mismas —reconocí sin mentirle—, en Hermosillo hay muy buenos médicos y hospitales —admití—, pero ahora que Celeste está trabajando conmigo lo mejor es que se muden una temporada para que pueda ayudarme. No pensarás que te dejará solo.

La sola idea le robó una carcajada.

—Me gusta estar de vacaciones —compartió entrando en confianza, balanceándose—. Doña Mary era buena, pero también muy regañona. Aquí no me aburro, me cae muy bien Doña Juli y tú también.

Sonreí porque esa simple oración tenía más sinceridad que cientos de halagos que había recibido en mi vida.

—Gracias, tú también me caes muy bien.

—Además, aquí no tengo que ir a la escuela —celebró.

Contuve una sonrisa al ver que Celeste contrajo el rostro. A ella eso no le hacía mucha gracia.

—Bueno, tendremos que buscar una solución para ese problema porque no puedes ausentarte mucho y perder el año escolar —mencionó con autoridad.

—Mejor me voy a dormir —dio por terminada la conversación echándose al colchón y tapándose con la sábana hasta la cabeza. Contuve una risa al ver a Celeste cruzarse de brazos, indignada.

—Que listillo —lo acusó, pero no sonó a reproche.

No podía serlo cuando le dedicó una dulce sonrisa mientras la arropaba y no se separó de él hasta que se aseguró el sueño había ganado la batalla. Siendo testigo de la luz que iluminaba su mirada mientras lo cuidaba me pregunté cómo el amor tiene el poder de transformarnos. Sí, Celeste siempre fue valiente, pero cuando se trataba de Berni esa palabra no le hacía suficiente justicia.

—¿Qué piensas? —curioseé, bajando la voz.

—En lo rápido que pasa el tiempo —se burló de sí misma levantándose cuidadosa. Temiendo despertarlo  se alejó un poco—. ¿Puedes creer que lo tuve en mis brazos cuando era un bebé de este tamaño y ahora apenas cabe en la cama?

—Y no quiero asustarte, pero en unos años será más alto que tú —lancé divertido.

Su mueca de horror fue un poema.

—¿Ya empezó la hora de contar historias de terror?

—Cuando ese momento llegue él que va cuidarte tal como tú lo haces ahora —le recordé, la vida siempre encuentra la manera de llevarte al punto de inicio.

—Quién sabe —resolvió encogiéndose de hombros, sin darle importancia—. Eso no importa, uno no cría a los hijos para que terminen cuidándonos, Sebastián —mencionó—, sino para que sean felices.

Y por la tristeza que inundó sus pupilas percibí sentía que estaba fallando.

—¿Cómo te sientes? —me atreví a preguntarle.

Desde que llegamos había intentado darle su espacio, pero ahora que estaba más tranquila tal vez sería un buen momento para charlar. Celeste soltó un pesado suspiro, como si no pudiera encontrar la palabra. Dio un par de vueltas por la habitación hasta que se dejó caer en el sofá que estaba al filo de la ventana. Esperó hasta que la seguí, haciéndome un espacio a su costado, para que solo yo pudiera escucharla.

—Un poco aturdida, como si me hubieran golpeado fuerte en la cabeza y aún me costara hallar el centro —describió, sin entender sus propias emociones, apenas estuve a su lado.

—Es normal, tenías muchas esperanzas puestas en él.

Celeste dejó su ciudad con un solo objetivo, hallar al padre de Berni, resultaba natural que sintiera que su sacrificio había sido en vano.

—Y aún no las pierdo —destacó, sorprendiéndome—, es solo que ahora sé que debo probar otros caminos...

No la entendí, pero ella no perdió el tiempo explicándome, levantándose buscó algo en el pequeño mueble al costado de la cama, dejó que la hoja de papel de un viejo cuaderno que había traído consigo me diera la respuesta. O eso al menos era la intención, porque cuando analicé los dibujos a lápiz solo brotaron más preguntas.

—Dijiste que necesitabas una idea —expuso cuando chocó con mi expresión confundida. Limpió sus manos nerviosa antes de tomar asiento a mi lado—, tal vez esta pueda funcionar.

—¿Qué es esto? —pregunté directo, porque tenía algunas sospechas, pero deseaba certezas.

Celeste tomó un profundo respiro, como si hubiera temido esa cuestión.

—Necesitan proyectos sociales —resolvió. Entonces vi los diseños con otros ojos—, pensé que era una buena oportunidad de darle foco a todos esos niños que están esperando un milagro. Hay que ponerles cara para no olvidarlos —me explicó.

—¿Tú los hiciste?

Había cierta incredulidad en mi voz, incredulidad que ella confundió.

—Son simples bocetos —aclaró deprisa, tuve la impresión que deseó arrebatarme los dibujos para esconderlos—, pero puedo trabajar en ellos —aseguró determinada. Sin prisas admiré los trazos expuestos, eran un gran trabajo pese a que era evidente fueron hechos en un suspiro—. Por favor, no te tientes el corazón conmigo, ni me digas que sí por lástima —añadió al notar no decía nada, torturada por mi silencio—. Puedo soportar perfectamente un no...

Negué sonriendo, porque estaba equivocándose.

—Me parece que es una gran iniciativa, Celeste —la corté con una sonrisa.

—Sebastián...

—Lo digo en serio —insistí riéndome un poco por su defensiva—. Y no pienses que solo te halago por compromiso o porque te quiero, te aseguro que sé separar lo profesional de lo personal. En verdad creo que le haría bien a la compañía centrarse en un tema tan humano. Además, siendo objetivo, tus diseños son increíbles.

Desconocía tuviera talento para el dibujo, aunque por las sombras en algunos estaba claro que su especialidad eran las texturas, el trabajo con sus manos.

—Y te apuesto que si me das un poco de tiempo te puedo presentar algo mucho mejor. Te prometo que daría lo mejor de mí para no decepcionarte —me aseguró con tanta determinación que tuve la certeza que nunca lo haría.

—Sé que sí. Igual debo presentarle la idea a José Luis personalmente, después de todo él es accionista de la empresa, su opinión es igual de importante que la mía y tener su aprobación es fundamental para cualquier decisión —aclaré. No podía adelantarme.

—Lo entiendo —respondió deprisa, asintiendo comprensiva—. Yo puedo esperar hasta que tengan una respuesta.

Lo pensé mejor. Tenía una mejor idea.

—En realidad me gustaría que fueras tú quien dirigieras esa reunión —expuse.

Celeste se puso pálida, esperó mi risa para dejar claro era una broma, cuando no llegó, apenas encontró su voz.

—¿Qué?

—Es lo natural, tú eres la dueña de la idea. Son tus creaciones. ¿Quién mejor que tú para hablar de ello? —argumenté con la lógica de mi lado. Celeste se llevó una mano a la cabeza—. Pero no me mires como si te hubiera invitado a nadar con tiburones —me burlé de su cara de pánico. Parecía que en cualquier momento comenzaría a hiperventilar.

—Es que yo jamás he expuesto nada en mi vida.

—No es tan difícil, solo tienes que decirle lo mismo que me dijiste a mí —resolví con simpleza—. Sé que cuando te escuche hablar con tanta ilusión no podrá negarse.

Porque Celeste le había dado un verdadero propósito a lo que ojos del resto era solo un paso más al reconocimiento.

—¿No podrías encargarte tú? —planteó temerosa, intentando convencerme. Para su mala suerte yo era igual de perseverante—. Es decir, yo puedo trabajar para ti...

—Y yo podría pagarte por la idea, claro —reconocí—, pero no quiero quedarme con un mérito que no me corresponde. De hecho, no solo quiero que lo presentes, si él lo aprueba me gustaría tú nos ayudaras con el proyecto en general. Claro, ajustando tus horarios para que puedas estar al pendiente de Berni, sé que es tu prioridad —expuse convencido que nos ayudaría mucho tener su visión en la iniciativa.

—Dios, tú no te andas con medias tintas —murmuró aterrada, haciéndome reír.

—Ahora conoces otro de mis defectos —admití de buen humor, sin una pizca de culpa—. Vamos, Celeste, ¿qué me dices? —la animé. Tenía una fuerte corazonada, en verdad me entusiasmaba el giro que le había dado a la historia. El problema dejó de serlo para convertirse en motivación.

Celeste dudó, entendí la razón, pero tras un leve titubeo, pareció soltar el miedo y obligarse a saltar.

—Sí, sí quiero trabajar —lanzó como si hubiera necesitado una oleada de valor para lograr pronunciarlo—. Igual yo puedo adaptarme a cualquier idea que tengan en mente... Estuve pensando en lo que hablamos la otra noche —añadió, entrando en confianza—, quiero darle un propósito a mi vida, tener un sueño, autonomía, trabajar, ganar mi propio dinero, que Berni se sienta orgulloso de mí —me contó en uno de esos momentos en los que me abría su corazón, Y me fue imposible no sonreír escuchándola tan motivada—. Claro que soy consciente que no es de la noche a la mañana, es un proceso, pero necesito dar el primer paso. Por mí, por él. Tal vez todo lo que me pasó me ayudará a salir de mi caparazón, este es un nuevo capítulo, está en mis manos hallar un poco de luz en la oscuridad.

—Vas a conseguirlo, Celeste —confié, porque era su fortaleza para levantarse lo que hacía la diferencia. Tenía todo para alcanzar lo que se propusiera.

Celeste me agradeció con una de esas sonrisas que decían más que mil palabras.

—Voy a aprovechar cada minuto a tu lado, sé que no encontraré mejor maestro que tú —me dijo con cariño tomando mi mano, tan inocente como cuando era una adolescente. Y aunque era un error, sonreí enternecido—. Quizás con un poco de suerte pueda aprender algo de ti en estos días.

—Pero no lo digas como si quisieras huir de mí lo más pronto posible —bromeé.

—Claro que no, es solo que no quiero molestarte más. Igual ya me he propuesto que si la búsqueda de Raymundo se extiende por más de dos semanas buscaré algún lugar donde quedarme con Berni...

—¿La búsqueda de Raymundo? —repetí confundido, sentía que me estaba perdiendo de algo.

—Claro, no esperarás me rinda tan rápido —lanzó como si fuera evidente. Tuve que morderme la lengua para no responder que sí, que en mi cabeza el tema estaba cerrado—. No, solo necesito un poco más de tiempo para hallar una pista —planteó para sí misma—. He descartado el dato del guardia, no por él, sino porque si Manuel es amigo de Raymundo lo natural es que le cubra la espalda...

Tenía sentido, al menos eso último. De todos modos, yo consideraba era mejor que las cosas siguieran su curso, hallar un donador en la lista y dejar de aferrarnos a un quizás. Tenía el mal presentimiento que el tema de Raymundo traería más penas que alegrías. Y aunque no dije nada, mi silencio habló por mí.

—Sé que debes pensar que es una locura —reconoció al no recibir respuesta—, y tal vez tengas razón, pero no puedo echar esa posibilidad a la basura, Sebastián —me pidió la comprendiera.

Y lo hacía, en verdad que sí, pero me preocupaba el dolor de la caída.

—Solo no quiero que te lleves una desilusión.

Porque esas duelen como agujas que se clavan en la piel.

Celeste me dedicó una suave sonrisa.

—Desilusión es mi segundo nombre, no te preocupes por mí, sé lidiar muy bien con ellas.

Y aunque sé que no lo dijo por mí, no pude evitar que el dardo me impactara, porque aunque me había propuesto olvidar lo que pasó en Hermosillo, confiando no había tenido importancia para ella, temí que mi nombre formaba parte de esa lista.

—Si tu socio José Luis aprueba forme parte de su proyecto —habló, despertándome—, ¿cómo debo llamarte, Sebastián, Valenzuela, licenciado o jefe? —curioseó divertida, robándome una sonrisa.

—¿Qué te parece si eso lo decidimos mañana, después de la reunión, cuando festejemos? —propuse.

—¿Mañana? —balbuceó abrumada, parpadeando. Sí, por desgracia estábamos contra reloj, la vida siempre nos mide los pasos—. Vaya, tú no pierdes el tiempo.

Reí, ni siquiera pude defenderme. Celeste me correspondió con una adorable sonrisa que fue perdiendo la luz a medida su cabeza ponía sobre la mesa algunas dudas. El silencio nos envolvió y tras una corta reflexión, sus ojos se inundaron de una emoción conocida, sumergiéndola en un segundo, apoderándose de todo a su paso, como un tsunami.

—Sé que no es inteligente de mi parte —comenzó para sí misma. Buscó mis ojos—, pero sí leal, no quiero guardarlo para mí... Siento que estás equivocándote al confiar en mí.

Miedo, solo existía una emoción igual de poderosa para hacerle frente. 

—Yo en cambio creo que no he tomado una mejor decisión —defendí.

Y pese a que en ese momento la venda en mis ojos me impidió verlo, la había encontrado.

Regresamos con las actualizaciones para cerrar el año. Me ausenté un par de semanas porque por temporada navideña mi horario se extendió de 9 a 9, y se cancelaron mis descansos, fueron días muy pesados, en los que hasta dormir era un privilegio, pero todo volvió a la normalidad. ¿Qué les pareció el capítulo? Celeste ha puesto el proyecto sobre la mesa, veremos qué se cruza en el camino. Preguntas de la semana: ¿Qué cenaron en Navidad? ¿Algún sueño o propósito para el 2024? Yo no puedo estar más que agradecida con Dios por todas las bendiciones de este año, salud y tener a mi familia es lo único que le pido para el próximo. Tener fuerzas e inspiración para seguir escribiendo porque eso es lo que más feliz me hace en el mundo. Muchas gracias por formar parte del 2023, por su apoyo. Dios los bendiga. Los quiero mucho ❤️🤗.






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