❈ 23
Me despedí de Cassian, prometiéndole que tomaría precauciones respecto a Darshan y aceptando a regañadientes que mi amigo decidiera acudir a la mañana siguiente, temprano, para comprobar cómo iban las cosas, y bajé de nuevo hasta colarme por la ventana abierta.
Eché un vistazo a la cama, pero Darshan parecía continuar dormido. Pensé en las reservas de Cassian hacia aquel chico, cómo había sacado su lado sobreprotector hacia nosotras, pero también le di la razón en algo: Darshan era un peligroso misterio. Y una parte de mí descansaría una vez nuestros caminos se separaran, pues no tenía ninguna intención de desentrañar sus secretos.
Dirigí mis pasos con sigilo hacia la puerta, evitando las tablas sueltas del suelo que podrían crujir ante mi peso, poniéndome al descubierto.
Estaba a punto de alcanzar el quicio de la puerta cuando una voz me dejó helada en el sitio:
—Deberías practicar un poco más tu sigilo.
Me giré hacia la cama, desde donde Darshan me observaba con una ceja enarcada.
¿Desde cuándo estaba despierto? El corazón empezó a latirme con fuerza ante la posibilidad de que el chico hubiera sido consciente en todo momento de cómo entraba en la habitación y luego me escabullía por la ventana... Por todos los dioses, ¡incluso podía haber estado escuchando mi conversación con Cassian!
Apreté los puños junto a mi cuerpo, sin saber qué responder. Aún seguía entumecida por el modo en que había logrado engañarme con aquella convincente actuación, haciéndome creer que estaba dormido. ¿Cómo había podido ser tan estúpida? ¡Había escapado de una cárcel, de un lugar donde no podías permitirte bajar la guardia y, mucho menos, poder dormir a pierna suelta!
—¿Sueño ligero? —al final opté por refugiarme en mis comentarios sarcásticos, intentando alejar a Darshan del tema.
Por la forma en la que me miró, tuve la horrible certeza de que había captado mi movimiento de desviar la conversación. Cambié el peso de un pie a otro, obligando a mi cabeza a crear una historia lo suficientemente buena para que Darshan no quisiera seguir indagando sobre por qué me había descubierto escabulléndome por la ventana de mi propio dormitorio, el que ocupaba en aquellos momentos por su delicado estado de salud.
Gracias a la luz que nos proporcionaba la luna, pude ver cómo sus labios se curvaban para esbozar una sonrisa desdeñosa. La conversación que había mantenido con Cassian respecto a él, sobre nuestras sospechas de que aquel chico ocultaba algo, se repitió de nuevo en mis oídos, alertándome.
—Contigo yendo de un lado para otro es complicado conciliar el sueño.
Me obligué a que su comentario no me afectara lo más mínimo, pero me tomé la libertad de devolvérselo:
—Te prefería cuando estabas semiinconsciente —repuse, haciendo un aspaviento con la mano—: al menos mantenías la boca cerrada.
Tenía la extraña sensación de haber caído en una trampa. Todo lo que rodeaba a Darshan parecía conducirme a ese mismo maldito pensamiento: que aquel chico fugado de una cárcel de alta seguridad no paraba de tenderme trampas, como si estuviera probándome.
Los labios de Darshan se curvaron en una sonrisa ante mi comentario, pero yo no me permití caer en ese gesto. Trampa. Trampa. «Todo es una trampa, Jedham; no puedes bajar la guardia, y mucho menos confiar en él.»
La perversa diversión que antes había mostrado el chico se disipó, como si hubiera leído mis pensamientos. De todos modos, estaba convencida que los suyos respecto a mí no debían ser muy distintos: aquella era una extraña alianza forzada y, aunque nos habíamos mentido el uno al otro al afirmar que teníamos que tendernos un pequeño puente para que todo aquel asunto saliera bien, ninguno de los dos estábamos cumpliendo con ello.
—He escuchado voces.
Sus palabras me dejaron congelada. Mi conversación con Cassian no le había pasado inadvertida, y no sabía hasta qué punto había llegado a escucharnos; mi amigo, haciendo gala de su carácter protector, se había apuntalado en las azoteas de los edificios cercanos para poder vigilar de cerca a Darshan y comprobar que no tramaba nada. Que no intentaba jugármela.
Darshan enarcó una ceja ante mi silencio, pero yo di media vuelta y salí del dormitorio.
Huí como una cobarde.
❈ ❈ ❈
El ya familiar aporreo en la puerta me hizo abrir los ojos a la mañana siguiente, instándome a que abriera rápidamente antes de que la persona que se encontraba al otro lado decidiera que era una buena idea echarla abajo. Me incorporé sobre el improvisado colchón que había creado con aquellos cojines y mi rostro se retorció en una mueca cuando mi cuerpo protestó por la incomodidad al que se había visto sometido dos noches seguidas; en la casona de Al-Rijl tampoco contábamos con muchas comodidades, pero no dormíamos en el suelo.
Cogí una bocanada de aire antes de abrir la puerta y descubrir el ceño fruncido de Cassian al otro lado. Le hice un gesto para que aguardara, comprobé por encima del hombro que no había ni rastro de Darshan en los alrededores y me incliné hacia mi amigo con actitud conspirativa.
—Creo que anoche escuchó nuestra conversación.
No dije que, tras la insinuación de Darshan de haber escuchado «voces», yo había salido huyendo, quizá confirmando sus sospechas.
El rostro de mi amigo se ensombreció aún más después de mi repentina confesión. Su mirada se desvió por encima de mi hombro, como si estuviera esperando ver aparecer de la nada a Darshan y poder iniciar otra ronda de intercambio de testosterona.
—¿Cómo se encuentra su herida?
La pregunta de Cassian me dejó desconcertada. ¿Desde cuándo le interesaba el estado del chico prófugo al que había decidido ayudar? Retrocedí un paso para que mi amigo pudiera entrar mientras daba vueltas a su extraña pregunta.
Cassian ladeó la cabeza en mi dirección al ver que no respondía.
—Quizá haya llegado el momento de que vaya a buscar a Prabhu Vishú —explicó mi amigo, disipando las dudas que hubiera podido albergar.
Enarqué mis cejas a causa de la sorpresa.
—No puedes seguir manteniéndolo aquí, Jem —continuó hablando Cassian mientras se adentraba en mi salón; sus ojos se clavaron en el lugar donde había pernoctado las últimas noches. No se me pasó por alto cómo frunció los labios con molestia—. Es un riesgo demasiado alto. ¿Qué pasaría si tu padre le descubre? ¿Qué vas a decirle?
Pensé en ello. Y luego recordé la discusión que habíamos mantenido al poco de que llegara de mi última misión; mi padre no apoyaba que continuara en la Resistencia, no apoyaba que arriesgara mi vida con el único propósito de ver derramada la sangre de cierta nigromante.
Me había pedido que me mantuviera apartada con la excusa de que debía tomarme un respiro después de aquellas frenéticas semanas en las que tuve que fingir que era una chica más de Al-Rijl, pero yo sabía que estaba extendiendo aquello con la certeza de que no volviera a poner un pie en el refugio donde tenía su base la Resistencia. Él estaba fuera y, mientras Cassian había tenido la oportunidad de seguir con su rutina dentro de los rebeldes, a mí se me había mantenido apartada de manera premeditada; incluso mi padre le había pedido a mi amigo que no me dijera nada de lo que estaba sucediendo.
El resquemor por aquella decisión tomada unilateralmente por parte de él me recorrió la piel de manera desagradable.
—Mi padre estaría encantado —mascullé entre dientes, apretando los puños—. Con tal de mantenerme al margen de todo, incluso estaría agradecido de que hubiera decidido centrarme en Darshan y en el hecho de no ser descubiertos.
Cassian puso cara de confusión, recordándome que no le había puesto al día sobre lo que había sucedido en aquellos días que habíamos estado distanciados a causa de nuestro enfado. Le hice un gesto para indicarle que se lo contaría todo después y luego le invité con otro movimiento de mano a que se sentara.
—Jem, no puedes seguir posponiéndolo más —protestó.
Mordí mi labio inferior, sintiendo de nuevo esa molesta vocecilla susurrándome al oído que Cassian tenía razón. Cada día que transcurría, más probabilidades existían que los Sables de Hierro irrumpieran en mi hogar para encontrar al fugitivo; cada día que pasaba, la soga que me había anudado a mí misma al cuello se apretaba un poco más.
Además, ¿qué esperaba? Una parte de mí estaba deseando perderlo de vista y la otra se quejaba de ello porque, una vez Darshan se hubiera desvanecido de mi vida, la aburrida rutina a la que me había empujado mi padre con tal de mantenerme alejada de la rebelión volvería a rodearme. Aquella insípida vida que muchas mujeres llevaban había empezado a asfixiarme porque no encajaba conmigo.
Aplasté a la voz que parecía abogar por mantener allí un poco más a Darshan, aquella brizna que rompía la monotonía a la que mi padre me había sentenciado desde que me confesara que había creído que alguien nos había delatado ante el Emperador cuando, en realidad, los nigromantes que habían ido hasta allí iban en busca de otras personas. De otros inocentes.
Solté el aire en un suspiro de derrota.
—Iré a buscarlo.
—No creo que sea necesario.
Di un bote en el sitio al escuchar la inconfundible voz de Darshan. El chico había vuelto a demostrar lo silencioso que podía ser, una cualidad que podía serle de demasiada utilidad en la prisión en la que había estado atrapado. Vi a Cassian girar el cuello en su dirección con una expresión de incredulidad, que pronto sustituyó por otra menos amable.
Fruncí el ceño.
—¿Desde cuándo llevas ahí espiándonos? —exigí saber.
Darshan tuvo la osadía de encogerse de hombros con un lánguido movimiento que hizo a Cassian apretar los dientes.
—Eso no importa —replicó mi amigo, poniéndose en pie y rodeando la mesa para llegar a mi lado, lanzando una amenazadora mirada en dirección al otro chico—: Vamos a ayudarte a llegar hasta Prabhu Vishú.
Darshan entrecerró los ojos ante las palabras de Cassian y nos estudió a ambos con una expresión que no podía ocultar el recelo que sentía. Me di cuenta de que todo aquello era demasiado apresurado, que había sido una decisión que mi amigo había tomado sin tan siquiera pensar en lo que acarrearía: Darshan continuaba herido, y recordaba las advertencias de Sajir sobre lo perjudicial que sería que los puntos se abrieran o una posible infección.
—Solamente si comprobamos que la herida está bien y no corre ningún riesgo —me apresuré a añadir.
Ignoré deliberadamente la iracunda mirada que lanzó Cassian en mi dirección y me concentré en Darshan. Sus extraños ojos plateados se habían oscurecido al escuchar que había llegado el momento de hacer lo que tenía planeado desde que hubiera logrado huir de la cárcel: encontrar a Prabhu Vishú. Obtener su libertad de la mano de una nueva identidad.
—¿Vais a ayudarme? —repitió con lentitud—. ¿Los dos?
Cass se cuadró de hombros.
—Es posible que yo sepa dónde está —insinuó.
Prabhu Vishú era alguien escurridizo, y no siempre se encontraba en el mismo lugar. Al amasar una considerable suma de dinero —por no hacer mención de los trapicheos de los que provenía aquel oro—, también se convertía en un objetivo para algunas personas; por eso mismo solía cambiar su residencia cada cierto tiempo como una medida de seguridad.
Contuve un bufido de molestia: conocía el paradero de aquel maldito comerciante, pero mi amigo había optado por omitir esa parte para que resultara más útil, dándole una excusa para acompañarnos y comprobar que Darshan desaparecía finalmente de nuestras vidas.
Pero aquel cebo que lanzó Cassian no pareció ser suficiente para el otro chico.
No me costó mucho adivinar el motivo de la renuencia que estaba mostrando Darshan.
—No vamos a entregarte a los Sables de Hierro —le aseguré.
Sus ojos plateados se desviaron hacia mí con un brillo de inconfundible sorpresa al verse al descubierto con sus propios pensamientos. Sin embargo, no había sido difícil averiguarlo después de que Cassian amenazara con darle una paliza y luego echarle a los Sables de Hierro encima.
Para subrayar mi promesa de que no íbamos a traicionarle, di un discreto codazo a mi amigo, que no tardó mucho en decir:
—Por supuesto que no.
Darshan no pareció muy convencido.
❈ ❈ ❈
Cassian se negó en rotundo a que comprobara la herida del chico en mi dormitorio mientras él esperaba en el saloncito. Puse los ojos en blanco al adivinar que mi amigo no quería perdernos de vista —especialmente a Darshan—, por lo que no tuve más remedio que pedir con amabilidad al chico que se sentara para que pudiera proceder a retirarle los vendajes para poder comprobar cómo evolucionaba la herida.
Darshan se apartó a regañadientes la desastrada camisa que llevaba y yo empecé a retirar el vendaje, sintiendo la incendiaria mirada de Cassian clavada en mi nuca mientras hacía mi tarea.
Se me escapó un respingo cuando quité la última capa y me topé de nuevo cara a cara con aquella herida. Sin lugar a dudas, el aspecto que presentaba era mucho mejor que el del día anterior; la rojez que antes había rodeado los puntos de sutura casi había desaparecido. La piel mostraba un aspecto mucho sano.
Y la herida parecía haber sanado demasiado rápido.
Me mordí el labio inferior, con la yema de mi dedo suspendida en el aire, sin atreverme a posarla sobre su abdomen.
—¿Va todo bien? —la pregunta de Cassian me obligó a salir de mi estupefacción.
Alcé la mirada y me encontré con los ojos plateados de Darshan clavados en mí con un brillo interrogativo.
Apenas había pasado un día y el corte había mejorado su apariencia, aunque los puntos siguieran tirando de la carne para cicatrizar la herida. Tragué saliva mientras le sostenía la mirada a Darshan, añadiendo aquel nuevo misterio a la larga lista que había confeccionado respecto a ese misterioso chico.
—¿Todo bien? —repitió Darshan.
Rompí el contacto visual entre ambos y miré por encima de mi hombro a Cassian, que aguardaba con cierto aire impaciente.
—Creo que está preparado.
Coloqué de nuevo la venda alrededor de la herida mientras intentaba apartar de mi cabeza las preguntas que se agolpaban a causa de aquel extraño suceso. El aprendiz de sanador podría haber magnificado la situación; la herida podría haber sido menos grave de lo que Sajir nos había asegurado... Miles de posibilidades que podían dar una explicación razonable a aquel misterio.
Cuando me hice a un lado para que Darshan se pusiera en pie, me fijé en la seguridad que habían ganado sus movimientos. Atrás había quedado el muchacho desmadejado que Eo y yo habíamos tenido que arrastrar por casi toda la ciudad; ya no había ni rastro de la vulnerabilidad que había mostrado.
Otra faceta de aquel chico.
Cassian se frotó las palmas, incapaz de ocultar su entusiasmo ante la idea de perder de vista para siempre a Darshan. Le pedí a mi amigo unos instantes para poder prepararme, y casi me arrepentí de inmediato de haberlos dejado a los dos solos mientras yo me encerraba en mi dormitorio para cambiarme.
De manera inconsciente rastreé cada palmo de la habitación buscando cualquier detalle que pudiera estar fuera de su lugar. De haberme encontrado en una situación similar a la de Darshan, no habría perdido la oportunidad de investigar entre mis cosas con el único propósito de obtener información.
Pero todo parecía estar en orden.
Recé a todos los dioses mientras regresaba al saloncito para que Cassian y Darshan siguieran enteros. Y mis plegarias parecieron haber sido escuchadas porque los dos se encontraban en puntos opuestos de la habitación, evitando mirarse; Darshan se puso en pie al verme aparecer y Cassian se dirigió hacia la puerta sin decir una sola palabra.
—No podemos hacer que salga así —dije yo.
Las ganas de mi amigo de deshacerse del chico le impedían pensar con demasiada claridad, o eso quise creer.
Ladeé la cabeza con una expresión llena de sarcasmo cuando Cassian se detuvo a medio camino y me lanzó una mirada por encima del hombro. Si permitíamos que Darshan pusiera un pie así en la calle, existían muchas probabilidades de que los Sables de Hierro se nos echaran encima; por eso mismo retrasé nuestra salida para ir en busca de algo que poder prestarle al chico.
Mis pasos titubearon cuando me detuve frente a la puerta que conducía al dormitorio de mis padres. Había llegado a la brillante conclusión de que podría usar algunas de las prendas más viejas de mi padre para disfrazar su apariencia, del mismo modo que había hecho cuando le traje hasta allí.
Me humedecí el labio inferior mientras me armaba de valor suficiente para abrir la puerta y cruzar el umbral. El aspecto de aquella habitación no había variado mucho con el transcurso del tiempo; la parte que ocupaba mi padre mostraba evidentes signos de desorden, pero la otra parte permanecía como si se hubiera congelado el tiempo. Como si los años no hubieran pasado.
No dejé que las pertenencias de mi madre me tentaran durante más que unos instantes. Crucé la distancia que me separaba de la vieja cómoda y abrí los cajones donde suponía que encontraría lo que necesitaba; aferré casi a ciegas lo que creí que podría servir para Darshan y salí de allí igual de rápido que la noche anterior, cuando no había sido capaz de responder al chico.
Apreté las prendas contra mi pecho y me obligué a no mirar por encima del hombro. Regresé por segunda vez al saloncito, dirigiéndome hacia donde aguardaba Darshan y le tendí lo que había cogido para él; el chico frunció el ceño cuando las tomó de mis manos, como si pudiera sentir el desenfrenado latir de mi corazón. Las emociones que corrían bajo mi piel.
—Date prisa —ladró Cassian.
Darshan puso los ojos en blanco y se colocó las prendas a una velocidad que hizo que los dientes de mi amigo chirriasen a causa de la furia.
❈ ❈ ❈
La tensión pasó a formar parte de nuestro grupo como un viejo amigo que se nos hubiera unido a última hora. Cassian rastreaba todo lo que nos rodeaba desde el mismo momento que pusimos un pie fuera de mi casa; habíamos convenido que Darshan avanzara entre ambos y, sospechaba, que los motivos de mi amigo nada tenían que ver con los míos.
Mientras avanzábamos por las calles de nuestro barrio me permití dejar vagar la mirada por lo que nos rodeaba. Los preparativos para la Rajva habían comenzado, a pesar de que aún quedaban casi cuatro días para su llegada; vi a los niños colocando cenefas en las puertas ante la atenta mirada de sus padres. Vi corrillos de chicas cuchichear entre ellas, seguramente comentando lo que tenían planeado para la celebración.
El brazo de Darshan chocó contra el mío, sacándome de golpe de mis pensamientos y obligándome a recordar que no podía permitirme bajar la guardia. Aunque no hubiera a la vista patrullas de Sables de Hierro eso no significaba que pudiera relajarme y distraerme de ese modo.
Giré la cabeza en dirección al chico, cuya vista se encontraba clavada al frente y tenía el ceño fruncido. Contra todo pronóstico, solamente habían transcurrido dos días antes de que nuestros caminos se vieran forzados a separarse; inocentemente había creído que su herida en el abdomen le retrasaría en sus planes al menos un par de días... quizá algo más. Debía sentirme aliviada de que nuestra separación se hubiera adelantado, gracias a la sensatez de Cassian, pero una parte de mí no parecía conforme con ello.
Esa maldita parte que parecía fascinada por los misterios que parecían rodear a Darshan; la misma que me había obligado a aplastar en mi interior al recordarme lo peligroso que podía llegar a ser... y lo considerado que había sido conmigo al no abrirme la garganta para poder huir.
Nos alejamos del barrio y enfilamos las calles que conducían al bullicioso corazón de la ciudad. Mi ritmo cardíaco aumentó su velocidad al pensar en la emboscada de los nigromantes en el mercado; casi pude escuchar de nuevo en mis oídos el grito de alarma que se extendió por cada rincón del mercado, provocando que el pánico se extendiera como la pólvora. Sin embargo, nada parecía indicar en el trasiego de la gente que nos hiciera sentir que pudiera repetirse lo mismo que aquel día.
Cassian avanzaba con un destino claro, esquivando a grupos de personas que se detenían para observar los pocos puestos ambulantes que se apoyaban contra algunas paredes. Reconocí el trayecto que estábamos siguiendo, pues casi podía oler a los perilustres desde allí.
Prabhu Vishú, entre sus más que variadas virtudes, contaba con ser un tipo bastante pagado de sí mismo.
Y era evidente por qué había escogido aquella zona para instalarse.
Poder.
Contactos.
Hilos que mover en las altas esferas, favores que luego cobraría con intereses.
Giramos en la siguiente calle, alcanzando una de las avenidas que mostraban el tipo de personas que vivían allí. El poder adquisitivo con el que contaban; fruncí el ceño cuando mis viejos zapatos golpearon los adoquines que recubrían el suelo, nada que ver con la arena removida con la que estaba familiarizada.
Todos ignoramos deliberadamente lo que nos rodeaba, las familias pudientes que paseaban por las calles; los criados que seguían a sus amos... o que se apresuraban a cumplir con los recados que les habían encomendado. No era difícil diferenciar a unos de otros.
Y nosotros, por el aspecto que presentábamos, tampoco generábamos muchas dudas sobre nuestra procedencia.
Continuamos nuestro camino hasta que alcanzamos una de las casas encajadas entre otras dos, nada que ver con las mansiones monstruosas de las ilustres gens que estaban instaladas más allá, cerca del palacio. Enarqué una ceja al contemplar la fachada y las estatuas —ambas con la forma de dos hombres semidesnudos, con una estratégica sábana cubriendo su parte inferior, que portaban idénticas balanzas entre las manos— que alguien había tratado de encajar en el pequeño porche; Cassian masculló algo para sí mismo antes de empezar a ascender los escalones de piedra.
Aquel sitio no solamente era la residencia temporal de Prabhu Vishú, sino también uno de sus centros de negocios.
Cassian ya se encontraba aporreando la puerta cuando Darshan y yo terminamos de ascender el último escalón. Contemplé los grabados que mostraba la madera, igual de extravagante que las estatuas que se alzaban a ambos lados; aquel tipo parecía querer anunciar a los cuatro vientos su brillante futuro, el modo en que engañaba a los incautos para luego dejarles sin una sola pieza de oro.
Aguardamos unos minutos hasta que una chica apareció al otro lado. Un simple vistazo a sus prendas y supe que se trataba de una criada; ella nos observó a los tres con una expresión cautelosa.
Vi a mi amigo componer su característica sonrisa, la misma que había visto emplear para encandilar a las chicas que llamaban su atención, y supe que, si todo salía bien, pronto la tendríamos en el bote.
O quizá conseguiría que nos cerraran la puerta en las narices.
Por eso mismo decidí adelantarme a las intenciones de Cassian y ladeé la cabeza, gesto que llamó la atención de la chica. No pude ignorar el modo en que la mirada de la criada se entretuvo en mi compañero de al lado, haciendo que yo retorciera mis manos a la espalda.
—¿Prabhu Vishú? —pregunté con suavidad.
Los ojos de ella volvieron a estudiarnos de pies a cabeza, haciendo que me preguntara cuántas veces debía haberse visto en aquella misma situación: abriendo la puerta a gente que parecía haberlo perdido todo y que acudía a ese hombre con la esperanza de que pudiera ayudarlos. Inocentes que no sospechaban lo que vendría después de que Prabhu Vishú hiciera de las suyas.
Cuando la criada dio un paso atrás supe que habíamos pasado a formar parte de aquella interminable lista de pobres desgraciados que buscaban a Prabhu Vishú sin saber que estaban metiéndose en la boca del lobo.
Le dirigí una sonrisa de agradecimiento cuando pasé a su lado y vi que mi amigo fruncía los labios, con la vista clavada en los lujos que nos esperaban en aquel vestíbulo de mármol.
—Mi amo les recibirá en seguida —su tono plano me hizo sospechar que llevaba repitiendo aquello mismo a todos los que dejaba allí, a la espera—. No se muevan, por favor.
Observé cómo se alejaba, haciendo que los tacones de sus zapatos resonaran contra las losas del suelo. Cassian le arrancó un chirrido a los suyos cuando giró sobre sí mismo para poder contemplar el resto del vestíbulo; Darshan permanecía inmóvil a mi lado, con un gesto pensativo. Ni siquiera parecía mínimamente asombrado por la opulencia que nos rodeaba.
Momentos después el taconeo de la criada volvió a sonar, seguida de otro sonido de pasos. Me erguí de manera inconsciente mientras la chica aparecía en nuestro campo de visión, acompañado de un hombre que correspondía con la idea que tenía de Prabhu Vishú; estudié el batín que llevaba puesto, lo que parecía indicar que le habíamos interrumpido su sueño. Su cabello ligeramente ondulado estaba desordenado y sus dedos llenos de anillos chasqueaban, haciéndome sentir algo molesta por aquel irritante sonido.
Sus ojos castaños nos recorrieron del mismo modo que lo habían hecho los de su criada, que permanecía a su espalda. Luego abrió los brazos como si quisiera abarcarnos a los tres con ellos para estrecharnos en un efusivo abrazo; todo un espectáculo estudiado al milímetro para ganarse la confianza de los incautos que recurrían a él como su última esperanza.
—¡Bienvenidos a mi humilde hogar! —nos saludó y yo tuve que controlar mi expresión para no poner los ojos en blanco.
Antes de que Prabhu Vishú pudiera añadir algo más, seguramente siguiendo el mismo guión que utilizaba una y otra vez, Darshan dio un paso hacia delante.
—Necesito enviar un mensaje.
Los ojos de Prabhu Vishú relucieron de curiosidad y avaricia: no era un pedido muy complicado... como tampoco peligroso.
Observé la espalda de Darshan con desconcierto, al igual que Cassian. ¿La búsqueda de Prabhu Vishú era para enviar un maldito mensaje? Quise abalanzarme sobre el chico para sacudirlo.
—¿Un mensaje, dices? —repitió Prabhu Vishú con cautela.
Vi la cabeza de Darshan asentir.
—Dile a Ramih Bahar que lo he conseguido.
El efecto fue inmediato en Cassian, Prabhu Vishú y yo: los tres nos quedamos paralizados al escuchar ese nombre saliendo de los labios de Darshan.
Cassian me miró con una expresión de estupefacción y desconcierto que parecía ser pareja a la mía. Prabhu Vishú, por el contrario, y haciendo alarde de sus habilidades como actor, logró mantener a raya sus propias emociones.
Todos habíamos reconocido a la persona a la que quería hacerle llegar un escueto mensaje.
Era uno de los líderes de la Resistencia.
* * *
Friendly reminder:
SOLAMENTE QUEDAN 4 CAPÍTULOS, FLORECITAS
Lo sé, a mí también me ha dejado un poco loca el rumbo que ha tomado el capítulo de hoy.
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