un problema real
Regresar a la oficina era algo que causaba mucha incomodidad a Kanon, pero no podía evitar seguir realizando su trabajo. Aioros había tomado algo de distancia luego de entender el rechazo, pero en su mente aterrizaban ideas muy concretas.
- Sigues molesto, ¿Verdad? - dijo Aioros acercándose al escritorio de Kanon.
- No estoy molesto, sólo quiero realizar mi trabajo. - dijo Kanon mirando su computador.
- Está bien, es justo - dijo Aioros caminando fuera de la oficina. Había una actitud más indiferente hacia él, y no es que a Kanon le preocupara demasiado, pero lograba llamar su atención.
Necesitando cambiar la dirección de sus pensamientos, se propuso visitar a Sorrento con cualquier excusa para poder compartir con él un instante. Entonces recorrió la delegación con un café en la mano y otra en el bolsillo, mirando con detención.
Sorrento estaba en el Departamento de Control de Armas, en la sala de prueba de armamento. En aquel momento, él conversaba con sus colegas y explicaba el mecanismo de un arma que se encontraba ahí, armándola y desarmándola con mucha agilidad. Fue en aquel momento en que Kanon lo miraba desde la ventana que Sorrento pudo notarlo. Le regaló una sonrisa coqueta y levantó su mano para mostrarle el vaso, entonces el pelilila se acercó a verlo.
- Buenos días jefe...
- Le traje esto, señor Sorrento. Según tengo entendido, es su favorito.
- Muchas gracias. - dijo probándolo y quemando sus labios - mierda, está caliente. - Kanon sonrió coquetamente - ¿Qué?
- Nada, que está muy caliente... Eso me suena conocido... - dijo sonriendo de costado.
- Hey, estamos en el trabajo... - respondió Sorrento mordiendo su labio.
- Lo lamento, no pude evitarlo. Quise verte un momento antes de seguir con nuestras labores... Veo que has estado trabajando duro, Sorrento...
- Sí, muy duro...
Ambos rieron a carcajadas.
- Somos los peores...
- Los peores, tú lo dijiste. Te dejo trabajar...
- Hoy salimos a terreno.
- Cuídate mucho, ¿Sí?
- Siempre. Nos vemos en la noche, hay algo que quiero comentarte.
- ¿Me harás esperar todo el día...?
- Todo el día, junta ganas...
- Nos vemos, Sorrento.
Sorrento le guiñó un ojo desde la puerta.
- ¡Gracias por el café! - dijo al ver a Kanon alejarse.
Kanon le sonrió. Se fue nuevamente a su oficina, pensando curioso qué sería aquello que tendría que decirle. Fue entonces que Aioros lo encontró sonriendo mirando al vacío, mientras su mano acariciaba sus labios.
El moreno se sentó en su escritorio. No había manera en que pudiera interponerse entre ambos, era evidente que estaban en la mejor etapa del amor, nadie podría combatir eso. Eso lo hacía sentir muy frustrado, porque realmente gustaba de Kanon. Lo admiraba, necesitaba y deseaba desesperadamente.
La jornada transcurrió lentamente. El reloj avanzaba más lento que nunca. Cuando llegó el momento de salir, Kanon se despidió de Aioros y se dirigió hacia el Departamento de Control de Armas. Sorrento aún no llegaba de su misión.
Recorrió la oficina pensando en si era necesario esperarlo, seguía curioso y sospechaba que era algo importante, por lo cual quería salir a cenar. Reservó entre tanto en un restaurante del gusto de ambos y siguió recorriendo el lugar para hacer tiempo. Había pasado una hora, ya no quería estar en los pasillos, así que fue a su oficina. Aioros seguía allí.
- ¿Aún aquí?
- Sí... Estoy... No es nada.
- Esperando a Sorrento, me imagino.
- Sí - dijo Kanon sonriendo.
- Deberían haber regresado.
Kanon sintió una puntada de dolor en su estómago. Aioros seguía siendo su jefe, quien tenía toda la información que sólo su cargo en la delegación podía tener.
- ¿Pasó algo...?
- No lo sé. No he recibido reporte como solicité.
- ¿Cómo...? - dijo con voz temblorosa.
- He enviado cinco patrullas de refuerzo, estoy a la espera de saber algo más.
- ¿No hay algo que pueda hacer...?
- Sólo queda esperar. Ya sabes cómo son estas cosas.
Kanon se dió media vuelta, no había manera de exigir más información, no era su área. Internamente una rabia lo invadió, todo eso era culpa de Aioros. Nunca debió haberlo enviado a ese departamento.
Dos horas más tarde, Kanon ya había adelantado todo el trabajo que tenía que realizar durante la semana.
- ¿Aún nada...?
- Aún nada. Yo no me iré hasta saber información, Kanon. No te preocupes por ello. Acabo de enviar más refuerzos.
Kanon estaba tremendamente nervioso. Revisó su celular... No habían mensajes de Sorrento. Se quedó un instante viendo una foto de ambos, por breves segundos logró olvidar la pena que le invadía, pero la realidad cayó encima nuevamente al escuchar a su jefe hablando por teléfono.
- ¿... dónde? ... Entiendo... ¿Dónde estarán siendo atendidos...? Bien, nos vemos en un rato. Gracias por la información. - Kanon lo miraba petrificado - ¿Me acompañas, verdad?
- Por supuesto - dijo Kanon respirando rápidamente, apenas podía controlarse. Sentía su cuerpo lleno de adrenalina.
Al subir en el vehículo, Aioros podía percibir el inmenso nerviosismo de su compañero.
- Bien, nos dirigimos al hospital central. Interceptaron todas las patrullas, varios policías salieron heridos y los llevaron al centro asistencial tan pronto como fue posible.
- ¿Hay alguien grave...?
- No lo sé. No me informaron eso hasta el momento. ¿Estás bien...?
- Te odio, Aioros - dijo Kanon mientras varias lágrimas recorrían su rostro - Si no hubieses expuesto a Sorrento a esto...
- Todos los policías están capacitados para estos cargos.
- Eso es pura mentira, sabes que es el departamento más peligroso de todos. Si algo le pasó a Sorrento, no te lo perdonaré jamás.
- Tienes todo el derecho a estar molesto. Pero si algo le ha sucedido, no es por nada más que por gajes del oficio, Kanon. Es su trabajo.
- No puedo creer que pensé que eras mi amigo todos estos años. Eres un maldito hijo de puta.
- Cálmate, sigo siendo tu jefe.
- Ah... Ahora eres mi jefe. Pues si es por eso, yo soy el mejor puto policía que hay en esa delegación, así que más te vale entender con quién te estás metiendo.
- No creas que soy idiota, Kanon. No te hagas el inocente, sé todo lo que hiciste.
Kanon apretó sus puños. Estaba en una encrucijada y no estaba dispuesto a responder a aquella acusación.
- Qué bien, al menos te hice callar esa boca que tienes.
Kanon ardía en rabia y luchaba por contenerse, y tras unos instantes eternos, pudo lograrlo respirando profundamente. Aioros podía sentir cómo su pecho se levantaba y bajaba con violencia.
Bajaron del vehículo al llegar al hospital. Kanon se esforzó por no correr a preguntarle a la encargada de urgencias por Sorrento. Aun así, esperó a Aioros para escuchar la información.
De veinte policías, cinco estaban con mediana gravedad, siete estaban a salvo y ocho se encontraban aún desaparecidos. Entre ellos, Sorrento.
Kanon intentó controlar su respiración, pero no lo lograba y el mareo invadió su ser. Corrió al baño y vomitó todo lo que procesaban en ese momento sus tripas.
¿Y si le había pasado algo malo a Sorrento...? ¿Por qué no aparecía aún? Revisó su celular: un mensaje nuevo.
Te amo
Kanon salió del baño a toda velocidad.
- Rastrea el celular de Sorrento.
- Están todos fuera de cobertura, pregunté recién en la delegación. No pueden rastrearlos.
- Tengo un mensaje de hace veinticuatro minutos, podemos rastrear de dónde fue enviado.
- Bien. Dame unos momentos... - dijo tomando su celular y llamando por teléfono.
Kanon caminó unos pasos y miró nuevamente su celular. Se sentó en la sala de espera.
- No fue enviado cerca de la zona de investigación. Me parece que sería bueno enviar refuerzos nuevamente, ¿Te parece?
- Déjame ir.
- Tu área es...
- ¡No me interesa el área! ¡Soy el mejor policía y salvaré a tantos hombres como pueda, ahora dame un equipo y déjame ir!
- Kanon...
- ¡¡HAZ LO QUE TE DIGO, MIERDA!! - gritó agarrando de la ropa a Aioros. No bromeaba. El moreno lo miró enojado, pero por dentro estaba muy asustado. Nunca había visto a Kanon tan molesto.
- Está bien, pero te acompañaré.
Esto descolocó a Kanon, que no esperaba que el jefe de su delegación se expusiera de esa manera... Pero al fin y al cabo, él también tenía un alto cargo y estaba pidiendo participar.
- ¡Muévete entonces...!
Al entrar en el auto y dirigirse a la delegación para ponerse la ropa y protección apropiadas y unirse al nuevo grupo de policías que irían como refuerzos, Kanon se equipó con todo el armamento que podía cargar su cuerpo, y además exigió que asistieran al lugar no menos que cincuenta policías. Aioros dejó que liderara la misión, y equipándose similar a Kanon, se alistaron a salir.
- ¡NUESTRA MISIÓN ES SIMPLE: RESCATAR A LOS POLICÍAS Y RETIRARNOS A TIEMPO! ¡¿ENTENDIDO?!
- ¡¡ENTENDIDO!!
Kanon no sólo dirigió al grupo por las calles, condujo el vehículo blindado más grande que existía en el cuartel a máxima velocidad por las calles oscuras de la ciudad. Su corazón encolerizado palpitaba con furia, la adrenalina lo mantenía apunto de estallar.
Al llegar al lugar, había mucho silencio y oscuridad. Entremedio de la espesura de la noche aparecieron varios hombres que comenzaron a disparar sin control contra los vehículos, pero los policías eran muchos más. Kanon apuntaba precisamente, disparaba y caía uno a uno quien osaba interponerse en su camino. Hubo muchos hombres muertos en ese tiroteo, Kanon no dudaba en seguir avanzando sin importar nada. No había tiempo para esperar... Sólo deseaba en su interior que no mataran a los rehenes...
Escaleras. Disparos por doquier. Kanon recibió dos en sus piernas, pero él seguía avanzando como si nada hubiese herido su cuerpo. Recorrió cada habitación aniquilando a quienes se atravesaban, pero no lograba dar con el paradero de Sorrento.
Luego de media hora, Kanon había liderado a aquel equipo a acabar con todos los hombres que los atacaban, y así fue. La sangre chorreaba por el piso y recorría las escaleras como ríos, el olor putrefacto a la carne reventada y la pólvora invadía el lugar.
Kanon vio a un hombre quejándose de dolor en el piso. Lo levantó con furia, suspendiéndolo en el aire.
- ¿Dónde están los rehenes?
- No lo sé.
Kanon le propinó una golpiza que deformó su cara e hizo que su dolor fuera incalculable.
- ¿Te digo algo, hijo de perra? No tengo intención de matarte hasta que me digas dónde están. Estoy dispuesto a quebrar cada uno de tus huesos hasta que hables, mierda. Dime dónde están o te arrancaré los ojos.
- Cuando se comenzaron a oír los disparos, un tipo de cabello lila nos atacó y luego de eso escaparon. ¡Te lo juro, no tengo idea de más!
- Llévense a este hijo de puta al hospital - dijo Kanon dejándolo caer con estrépito.
Se cercioró que todos los hombres caídos estuvieran efectivamente muertos, y luego con toda la fuerza de sus pulmones gritó:
- ¡¿SORRENTO...?!
No hubo respuesta.
Investigaron el lugar. Sin quererlo realmente, pudieron acabar con una gran cantidad de las personas involucradas en fabricación y distribución ilegal de armas. Aioros así lo afirmó al recorrer el lugar, pero sospechaba (al igual que Kanon) que podría ser aún más delicada la situación para los policías desaparecidos.
Kanon miraba al vacío con sus manos a ambos lados de su cintura. Estaba asustado, indignado, furioso y frustrado.
¿Qué iba a hacer si perdía a Sorrento?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top