Protección
Era una situación de máxima gravedad. Sorrento ya sabía lo que ocurría, pero no podía hacer mucho al respecto, ya que, a pesar de sus conocimientos, no tenía la práctica necesaria para poder zafarse de un peligro de esta magnitud.
Su vida estaba en riesgo. Sabía que aquel hombre no estaba allí para ser su nuevo 'compañero' o peor, 'jefe': era su cuidador. Cuando ocurrían situaciones de alto riesgo como éstas (muy poco frecuentes, por cierto. Generalmente mataban a los policías involucrados en las investigaciones de manera muy abrupta), los altos cargos exigían que las personas amenazadas se vieran protegidas por la élite de la policía de investigaciones, los cuales no eran muchos ya que pocos lograban sobrevivir en aquellas misiones. Kanon era precisamente uno de aquellos suicidas que les encantaba proteger al resto, y Sorrento era el policía flacucho inexperto en armas que se encontraba en peligro inminente...
Sorrento se sentía patético. No sólo no lograba controlar sus tripas, aún cuando había pasado por estas cosas antes. Se miraba en el espejo y sentía rabia, frustración, mucha pena y ganas constantes de vomitar al recordar la imagen. Era imposible para él sacarse la sensación de que estaba en un lugar inapropiado sólo por ser inteligente. Era útil para la policía por su brillantes conclusiones, pero un idiota en cuanto a ser... un maldito policía.
Lo extraño era que no se percibía en peligro. De alguna manera pensaba que Kanon había llegado a entrometerse, pero cuando bebió de aquella taza el líquido que incendió sus entrañas, lo miró con detención.
Estaba sentado en el respaldo de la silla con sus pies en el asiento, mirando hacia abajo con su pelo cubriendo su rostro. Sus manos aún sostenían la botella, de la cuál él parecía no probar sorbo. El pantalón en aquella posición se arrugaba, dejando ver sus calcetines con lunares. A Sorrento le causó gracia aquel detalle, pero luego siguió observando. Su cuello inclinado hacia adelante hacía que su cabello cayera con naturalidad sobre sus brazos, dejando ver un poco de la piel de su cuello, la cual estaba tatuada. No lograba ver de qué se trataba el tatuaje, pero sí se percataba de que estaba completamente tatuado. Jamás lo hubiese imaginado al verlo vestido de esa manera. Siguió observando el tamaño de sus manos, seguido por su cabello que acariciaba sus formas, todas perfectamente dibujadas sobre esa tela.
- ¿Estás bien, Sorrento? - dijo sin quebrar su postura.
- S...Sí - dijo sorprendido Sorrento, quien se incorporó aclarando su garganta. Kanon se había dado cuenta de que lo estuvo mirando por bastante tiempo, y a su vez Sorrento se había percatado de que Kanon lo había notado. Ahora se sentía más imbécil que nunca.
- ¿Te sientes bien, Sorrento?
- Sí, me siento espectacular. - mintió.
- Bien. - Dijo Kanon sin mucho ánimo, se veía algo cansado - Vamos andando, a casa. - dijo extendiendo su mano hacia Sorrento para ayudarle a levantarse.
- No estoy ebrio... - Dijo incorporándose tan rápido que tuvo que afirmarse del escritorio del mareo que dió vuelta su cerebro. Demonios, pensó que no podría superarse en lo patético, pero así era.
Kanon tomó del antebrazo a su compañero y se marchó de ahí, seguido por un orgulloso Shun que no quiso aceptar la ayuda y se metió a la oficina de su hermano, quien también trabajaba en el lugar. Se podría decir que se encontraba más a salvo que Sorrento por eso, pero también porque difícilmente podrían saber que él era parte del equipo de Julián porque trabajaba sólo en la oficina.
Kanon tenía sólo una misión: cuidar de Sorrento y ayudarlo a concluir su investigación. Un hombre que no sabe sobrellevar esos traumas no debería ser policía - pensaba Kanon constantemente. Pero aquel día escuchó las palabras de este delgado hombre, la manera en que unía ágilmente acontecimientos, sus gestos al hablar... todo era intrigante. Su investigación estaba a un paso de concluir exitosamente, pero estaba en peligro su efectiva culminación. Entonces Kanon pensó automáticamente en la única forma que podía encontrar de hacerse cargo de la situación, al menos en aquel momento: embriagar al muchacho. No deseaba cargar con un hombre emocionalmente inestable tomando decisiones que no iban a ser acertadas en lo absoluto con respecto a su supervivencia. Se dio cuenta de ello cuando se tomó el licor de un solo trago sin asco alguno como si fuera agua.
Tomó a Sorrento del brazo, lo metió en una habitación oscura y se disponía a meterlo en un bolso para evitar cualquier error de ser vistos. Esa noche, más que ninguna otra, iban a estar buscando la cabeza del resto de los policías involucrados, más aún de Sorrento. La noche anterior había sido Julián, esta noche sería él.
Kanon pensaba en todo eso cuando Sorrento estaba tirado en el piso sin hacer nada más que mirar lo que le hacían a su cuerpo, aquel hombre lo movía con tanta agilidad que parecía no tener peso. Sus manos movían con precisión, y levantando el cuerpo de Sorrento para introducirlo en el bolso, sus rostros quedaron tocándose. Lo depositó con extremo cuidado, y por unos segundos se quedó mirando su rostro con los labios entreabiertos a escasos centímetros, pudiendo sentir ambos sus respiraciones agitadas.
Era la adrenalina. Sorrento sabía lo que ocurría en estos casos, él debía ser protegido, pero ¿cómo...? Claro, esos detalles jamás los estudian. Todo debe improvisarse en el momento, y Kanon resultó ser tan ingenioso en sus formas que lograba salir de las situaciones sin exponerse a grandes peligros. A Sorrento jamás se le hubiese pasado por la mente estar en aquel momento siendo introducido en un bolso... Pero de alguna extraña manera, confiaba. Miraba en ese momento el rostro de Kanon respirando agitado sobre el suyo, sintiendo el suave aroma de su aliento y algunas mechas sobre su piel. ¿No podrían haber puesto a un gorila cualquiera de protección? No, tuvieron que mandar al más guapo de toda la policía nacional...
Pero esa noche, Kanon estaba nervioso sin saber porqué. Sabía lo que hacía, tenía que protegerlo o morir en el intento. No le importaba la idea de morir, sino que Sorrento muriera sin él haber logrado protegerlo. ¿Por qué esta idea, ahora? Eso lo inquietaba, le hacía sentir la adrenalina que recorría su cuerpo. El muchacho estaba ebrio, así tenía que ser, pero estaba despierto, viéndolo por completo. ¿Por qué tenía que estar despierto? ¿Por qué miraba agitado su rostro?
- ¿No me vas a preguntar porqué te estoy metiendo en un bolso? Tengo una respuesta ensayada para eso.
- No.
- ¿En serio...?
- No me iban a preguntar, lógicamente.
- Muy inteligente.
- ¿Podemos irnos ya? Esta posición es muy incómoda, si te soy honesto.
Kanon soltó una carcajada.
- Perdóname Sorrento. - Dijo cerrando el bolso, tomándolo con cuatela, marchándose de aquel lugar.
Kanon caminó al estacionamiento, metió el bolso en el asiento trasero, se subió y condujo inescrupulosamente por las calles, pasándose varias luces rojas, en contra del tránsito la mayoría del camino y a alta velocidad. No le importaba. Nadie iba a castigarlo por ello, sus métodos resultaban, sólo debía ser cauto y no sólo era experto en cada maniobra, sino que lo hacía con estilo.
Llegando a su casa, Kanon sacó el bolso del auto mirando alrededor de manera relajada pero amenazante, y luego entró al departamento.
Abrió el cierre tan rápido como pudo, Sorrento se salió de allí quejándose por los calambres y le tardó unos cuantos segundos darse cuenta de que ese no era su casa.
- Te equivocaste de dirección... Ésta no es mi casa...
- Es la mía. Bienvenido.
- Ya veo. Lógico, bastante lógico. Bonito lugar - dijo Sorrento observando. - ¿Estoy a salvo acá?
- Más que cualquier otro lugar en el mundo.
- Ven, te mostraré mi habitación para que puedas dormir. Acompáñame - dijo tocando su hombro.
- Lindo lugar - dijo pisando un calzoncillo de Kanon - y creías que los genios solamente somos así de desordenados...
- No eres el único genio acá - dijo Kanon levantando una ceja.
- Ahora sí me surge la necesidad de preguntarte, ¿para qué es necesario traerme a tu pieza?
- Puro capricho. ¿Estás ebrio aún?
- Nunca lo estuve. - dijo ruborizado por completo.
- Qué bueno, porque no me gusta dormir con hombres ebrios.
- ¿Vamos a dormir juntos?
- No querrás que duerma en el piso... la cama es grande.
Sorrento se sentía divertido y no paraba de sonreír.
- Estás ebrio, Sorrento.
- Puede ser, un poco.
- Me alegro. Ahora, vete a dormir en la casa del perro, por favor. - dijo tirando una almohada a Sorrento justo en la cara, la cual no iba a atrapar ni estando sobrio siendo tan torpe por naturaleza. Ambos se rieron de buena gana.
- Bueno, lo malo de dormir conmigo - dijo Sorrento en tono decidido - es que duermo en calzoncillos - dijo en el momento en que sus pantalones abandonaban sus caderas para caer directamente en sus pies.
Kanon dejó de reír instantáneamente para liberar la sorpresa del gesto realizado por el pelilila, llevando su mano a la boca para intentar reaccionar ante aquello.
- Sorrento, yo entiendo que esto es hasta un punto entretenido e... interesante - dijo dejando que sus ojos se detuvieran en el calzoncillo de Sorrento - pero es sólo... un juego.
- Lo sé. Buenas noches - dijo metiéndose en la cama, tapándose con la frazada.
Kanon se levantó mientras Sorrento podía escuchar cómo se sacaba su elegante ropa al desabrochar el cinturón, bajar el cierre...
- Bueno, Sorrento. Lo malo de dormir conmigo es que yo sí tengo que usar algo de ropa.
Sorrento lo miró de reojo y vio a Kanon con unas correas que sostenían armas al costado de sus muslos. No pudo además notar la innumerable cantidad de tatuajes y su cuerpo perfectamente trabajado. Sorrento apretó su almohada como si su vida se aferrara a ella. Se sentía trastornado. ¿Cómo podía estar viviendo emociones tan intensas en unas cuantas horas? Su mente se ponía a imaginar muchas posibilidades del momento. El juego mantenía encendido su corazón como nunca, la adrenalina lo mantenía despierto a todas las cosas que antes ignoraba.
- Kanon, fuera de broma. ¿Estamos a salvo?
- Estaba esperando que me preguntaras eso.
- ¿No lo estamos?
- Nunca, a menos que te mantengas a mi lado.
- Vale. ¿Puedo saber una cosa más?
- Lo que quieras.
- ¿Puedo confiar en ti?
- Sí, dime...
- No, esa es mi pregunta. ¿Puedo confiar en tí?
Kanon se tomó un breve instante para responder.
- Eso espero. Voy a hacer lo posible para protegerte...
- No, Kanon, no me refiero a eso. Quiero saber si puedo...
- Sí. - lo interrumpió Kanon con mucha determinación.
- De acuerdo. Tú también en mí.
- Vale.
- Vale. Kanon - dijo Sorrento dándose vuelta.
- ¿Puedo mirarte un rato?
Kanon rió.
- ¿Quieres que me voltee?
- No. Quédate así, si deseas.
Kanon se volteó. Sorrento se sonrojó nuevamente.
- ¿Para qué quieres mirarme?
- Me gustan tus tatuajes. Tienes... toda la espalda...
Kanon reía.
- Es intimidante que alguien te mire así, ¿no crees, Sorrento?
- ¿Así cómo? - dijo sonrojándose aún más.
- Mucho rato - Kanon rió al ver que había puesto en apuros a su compañero.
- Sí, tienes razón... Es que... Jamás he dormido con alguien más. Es lógico pensar que estas cosas pueden llegar a ocurrir debido a nuestros oficios, la verdad es que yo no tengo idea de porqué soy policía. Sólo sé que soy muy joven...
- Y muy inteligente.
- Muy descoordinado iba a decir. Pero sí, soy muy inteligente Kanon. Puedo darme cuenta de las cosas mucho antes de que ocurran. No pude prever lo que ocurrió con Julián, sin embargo entiendo que estábamos demasiado cerca de lograrlo... y yo sigo acá. ¿No te parece raro? ¿Dejarme vivo... para qué?
- Por eso estoy yo acá...
- Y por eso estoy vivo. ¿Verdad, Kanon?
Kanon guardó silencio. Podía haber seguido, pero aún estaba nervioso y prefirió callar.
- Estoy en una burbuja en esta situación. ¿No te parece sorprendente? O tú eres realmente un buen policía...
- Lo soy.
- Eso es lo más sorprendente de todo. Eres un excelente policía.
- ¿Por qué te sorprende tanto?
- Porque pensé que serías un gorila de la central, no un hombre como tú.
- ¿Como yo...? ¿Qué tengo...?
- Tú eres el malo. - Su corazón comenzó a latir extremadamente rápido.
- Soy policía.
- Eres un ser humano, igual que todos.
- Sorrento, ¿a qué va todo ésto?
- Nunca pensé que me pasaría ésto. Nunca había dormido con alguien... Nunca me había puesto en este nivel de peligro... Nunca pensé que me sentiría a salvo estando secuestrado.
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