Capítulo 8

"¡Mirad! ¡Algo pasa ahí abajo!" –exclamó Elrohir, señalando al tumulto en el asentamiento.

Los elfos vieron cómo todos corrían hacia una de las construcciones de madera, atraídos por extraños sonidos que venían desde el interior. Varios minutos después, salieron arrastrando un cuerpo inerte con ellos.

Keldarion y los gemelos se quedaron sin aliento, ya que vieron claramente de quién se trataba. Legolas.

Los hombres arrastraron al elfo seminconsciente haca un poste que había en medio del claro. Colocaron la cadena de sus grilletes en un gancho bastante alto, causando que Legolas colgara de allí, solo rozando el suelo con los dedos de los pies.

Gimiendo, Legolas levantó la cabeza y miró con recelo a los nórdicos que lo rodeaban. Todos le gritaban, enojados por haber matado a uno de los suyos. Era ensordecedor y la tensión palpable, pero la voluntad de Legolas no vaciló. No muestres el miedo. No muestres el miedo. Aun así, no podía evitar que su cuerpo temblara.

Entonces se acercó Azmir, arrastrando a un Hamil aterrorizado con él.

"Ya veo, elfo. No eres solo un sanador, también eres un asesino."

Legolas lo miró.

"Dime algo que no sepa."

Garret dio un paso hacia delante.

"Te diré lo que debes saber. ¡Pagarás por lo que has hecho! ¡Debes ser castigado!"

El elfo resopló.

"¡Bonitas palabras, viniendo de un bastardo como tú!"

El hombre se enfureció. Agarró un puñado del pelo de Legolas y estrelló la cabeza del elfo contra el poste. El elfo no pudo evitar emitir un grito.

Garret sacó un puñal y la utilizó para cortar la parte posterior de la túnica de Legolas. El hombre apartó la tela hecha jirones, poniendo al descubierto su piel brillante.

Alguien le dio a Azmir un largo látigo de cuero negro y, sonriendo, el líder del clan empujó a Hamil al suelo. El niño lloraba, pidiéndole clemencia.

"No... amo, por favor..."

"¡Mira, elfo! –gritó Azmir-. ¡Mira lo que has hecho! ¡Por cada latigazo que recibas, el chico recibirá el doble!"

Los ojos de Legolas se abrieron como platos.

"¡No! ¡Déjalo en paz! ¡No tiene nada que ver con esto! ¡Haz lo que quieras conmigo, pero no le hagas daño!"

"Demasiado tarde, elfo. Deberías haber pensado en las consecuencias antes de que mataras a uno de mis hombres. Ahora los dos tendréis que pagar –dijo Azmir. Luego anunció-. ¡Diez latigazos para el elfo, veinte para el niño!"

Los hombres rugieron de aprobación. Legolas gritó en señal de protesta, pero nadie le hizo caso.

"Déjame a mí, padre" –Garret cogió el látigo de las manos de Azmir.

El líder del clan le sonrió a su hijo con orgullo.

"Esfuérzate, hijo mío."

Legolas se tensó cuando Garret se colocó tras él. Sus ojos miraban con tristeza al niño acurrucado en el suelo, que le devolvió la mirada en busca de ayuda.

Lo siento, chico. Lo siento mucho. Legolas se maldijo por arrastrar al niño en esto. Lo siento.

Y entonces, el primer latigazo cayó sobre su espalda con un golpe impresionante, cortando sus pensamientos abruptamente.

"¡No!" –gruñendo, Keldarion se levantó con la intención de bajar la colina, pero Elladan consiguió hacerse con la parte posterior de la túnica de su amigo y tiró de él para arrastrarlo de nuevo a su escondite.

"¡Kel, no!"

"¡Suéltame! ¡Le están haciendo daño! –exclamó el príncipe, luchando para deshacerse de su agarre-. ¡Debo detenerlos!"

"¡Lo sabemos! –dijo Elrohir, aferrándose a los brazos de Keldarion-. ¡Pero si vas tú solo, lo único que conseguirás es que te maten! ¡No podemos enfrentarnos a todos ellos!"

"No puedo dejar que le hagan daño..."

Keldarion se desplomó en los brazos de su amigo, encogiéndose sobre sí mismo cada vez que sus agudos oídos captaban los ocasionales gruñidos de dolor de Legolas. Su hermano se tensaba con cada golpe, con los ojos fuertemente cerrados para soportar la agonía con estoicismo.

"Legolas puede soportarlo, Kel. Es fuerte. No podemos dejarnos ver ahora, no le haremos ningún bien a Legolas muertos" –dijo Elladan, apretando los puños para controlar la ira al ver a su amigo herido.

Keldarion agarró su arco y estaba a punto de apuntar al hombre que empuñaba el látigo cuando los azotes se detuvieron de repente. Y entonces el hombre se dirigió al niño que estaba en el suelo.

Hamil abrió mucho los ojos y lloró aún más fuerte cuando Garret se le acercó. Gimiendo en voz baja por el dolor penetrante de la espalda, Legolas solo fue capaz de mirar con la vista desenfocada. Deseaba ayudar al niño desesperadamente, pero no podía moverse.

El niño gritó al recibir el primer latigazo, y luego otro y otro. Legolas cerró los ojos, incapaz de ver el sufrimiento del muchacho. Aguanta, muchacho. Te curaré otra vez y eliminaré tu dolor. Solo aguanta. Los horribles gritos de Hamil seguían alcanzando sus tímpanos. ¡Basta! ¡Valar, es suficiente!

"¡Para! –gritó Legolas, tirando de las cadenas que rodeaban sus muñecas-. ¡Para, bastardo!"

Garret se detuvo y le sonrió al elfo.

"Solo ha recibido once latigazos. Le quedan nueve."

"¡Dame a mí el resto! ¡Déjalo en paz!"

"¿Qué? ¿No tuviste suficiente con diez? –Garret se giró hacia Azmir-. ¿Tú qué dices, padre?"

El líder del clan se rio.

"¡Dale lo que quiere!"

El joven se colocó detrás de Legolas y levantó el látigo otra vez...

Keldarion sujetaba su arco con tanta fuerza que sus nudillos se habían vuelto de color blanco. ¡Valar! ¡Cómo deseaba dispararle al hombre que utilizaba el látigo! Pero eso solo revelaría su ubicación. Necesitaban el elemento sorpresa para sacar a Legolas de allí.

Aguanta, hermano. Iré a por ti.

Legolas se sorprendió cuando Garret finalmente se detuvo. Pensó que duraría para siempre. Mirando hacia abajo, vio que Hamil estaba inconsciente, con la espalda ensangrentada. El elfo sabía que la suya estaba exactamente igual, o tal vez peor.

Azmir entró en su campo de visión, sonriendo ligeramente.

"Recuerda, elfo. Eres mi esclavo. No permitiré que me desobedezcas o volverás a sentir el látigo. Pasarás el resto de la noche aquí y volverás a trabajar por la mañana -Legolas se limitó a mirarlo, sin fuerzas para responder. Riéndose, Azmir se giró hacia sus hombres-. ¡Dejadlos! ¡Descansad un poco, muchachos! ¡Mañana nos vamos a divertir bastante!"

Los nórdicos rugieron con aprobación y empezaron a dispersarse hacia sus respectivos lugares de descanso, charlando animadamente sobre el pueblo que iban a saquear al día siguiente... dejando al elfo colgando del poste y al chico que yacía inconsciente en el suelo.

"¿Hamil?" –lo llamó Legolas en voz baja, pero el muchacho no respondió. El elfo suspiró, avergonzado al no haber podido controlar su temperamento. Ahora el chico inocente había pagado por ello.

El lugar quedó en silencio cuando los hombres abandonaron la zona, dejándolos a los dos solos. Solo se escuchaban los ocasionales sonidos de los grillos y las voces de los guardias.

Entonces Legolas levantó la mirada repentinamente cuando sintió una presencia familiar. ¡Estaba tan cerca, pero a la vez tan lejos!

"¿Kel?"

Hamil gimió de repente de dolor, pero no se despertó. Con los brazos ardiendo por tenerlos tanto tiempo sobre su cabeza, Legolas sintió ganas de llorar.

Kel, ayúdame. Sácame de aquí.

Desde lejos, Keldarion miró la expresión abatida de su hermano, deseando que Legolas pudiera sentir su presencia y se tranquilizara un poco.

Voy a sacarte de ahí, hermano. Juro que lo haré.

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