Capítulo 6

El príncipe heredero del Bosque Negro fue el primero en despertar al día siguiente.

"Uf... mi cabeza" –hizo una mueca y entrecerró los ojos para protegerse de la luz. Según la posición del sol, supo que ya era por la tarde.

Los gemelos también se movieron.

"¡Valar! ¿Qué le pasa a mi cabeza?" –se quejó Elrohir en voz alta.

Elladan negó con la cabeza e inmediatamente deseó no haberlo hecho.

"No lo sé ni me importa. ¡No puedo creerlo! ¿Por qué tenemos resaca? Aunque seguro que Legolas está peor..."

"¡Legolas! –gritó Keldarion de repente, buscando a su alrededor, frenético-. ¿Dónde está? ¿Lo veis? ¡Legolas!"

Los gemelos se quedaron en estado de shock al ver la manta vacía junto a Keldarion. Elladan se agachó para tocarla y descubrió que estaba completamente fría.

"Hace mucho que se ha ido."

Aún inestables sobre sus pies, los elfos empezaron a buscar a su compañero desaparecido por la zona, pero fue en vano. Se dieron cuenta de que Legolas había dejado atrás sus queridas armas, cosa que los alarmó. Y para su horror, también encontraron huellas de extraños por todo su campamento. Las pisadas se marchaban por un camino bastante frecuentado, haciendo imposible averiguar en qué dirección se habían ido.

"Fueran quienes fueran, no nos dimos cuenta de su presencia. ¡Podrían habernos matado a todos mientras dormíamos!" –gruñó Elladan observando las huellas que habían cerca de donde había estado Legolas durmiendo.

Keldarion estaba totalmente abatido y apretaba los puños con fuerza.

"¡Se llevaron a mi hermano de mis brazos! ¡Y no me enteré de nada! ¡Arrghh!" –el príncipe se dio la vuelta y le dio un puñetazo a un árbol. Una mezcla de emociones se revolvía dentro de su corazón: furia, culpa y pánico. No sabía qué era peor, si no saber a dónde se habían llevado a Legolas o saber que había sido incapaz de evitarlo.

"¿Por qué se habrán llevado a Legolas?" –preguntó Elrohir, poniendo una mano sobre el hombro de Keldarion.

"¿Y por qué no nos enteramos de nada! ¡Dormíamos como troncos, esto no tiene sentido!" –dijo Elladan, frunciendo el ceño para pensar.

"Las bebidas" –dijo Keldarion de repente.

"¿Qué? –los gemelos estaban desconcertados, con los ojos como platos-. ¡Las cervezas! ¿Crees que alguien nos puso algo en ellas?"

"Polvo para dormir, lo más probable. La bebida nunca nos habría hecho caer como anoche –dijo Elladan, sosteniéndose la barbilla mientras reflexionaba-. ¿Pero por qué? ¿Por qué solo a Legolas? ¿Por qué no nos cogieron a nosotros también?"

"Demasiadas preguntas y ninguna respuesta. ¡Ahora mismo me interesa más rescatar a mi hermano y matar a los responsables de esto!" –murmuró Keldarion con los dientes apretados.

"El mejor lugar para comenzar es la taberna" –sugirió Elladan.

Legolas se despertó sintiendo como si una banda de orcos locos golpearan tambores de guerra dentro de su cabeza. Miles de ellos. Gimió. ¡De acuerdo! ¡No beberé cerveza nunca más! ¡Vaya resaca!

Alzó la mano para agarrarse la cabeza, pero había algo extraño, como si algo tirara de ellas hacia abajo. El sonido de las cadenas lo sobresaltó. Cuando empezó a enfocar la vista se dio cuenta de que no estaba en el bosque con sus compañeros, ¡sino completamente solo en una choza de madera! ¡Y estaba atado de pies y manos con grilletes!

El príncipe elfo se enderezó al instante y se maldijo cuando su cabeza estuvo a punto de explotar por el movimiento. Apretando los dientes por el dolor, Legolas miró a su alrededor, aún confuso e incrédulo. ¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Dónde están los demás?

"¿Kel? –gritó, sin saber si alguien podía oírlo-. Vamos, chicos. ¿Es una broma? ¡Si lo es, no tiene gracia!"

Tiró desesperadamente de las cadenas a pesar de saber que era un esfuerzo inútil. Estaba empezando a entrar en pánico. Casi deseaba que fuera una broma de su hermano y los gemelos, un secuestro como el de varios días atrás. Pero sabía que Keldarion nunca dejaría que lo encadenaran. Nunca.

Los agudos sentidos del elfo captaron de repente una presencia que se aproximaba. Un humano. La puerta de la habitación se abrió y entró un muchacho tímidamente. Legolas no podía estar más sorprendido.

"¿Hamil?"

Hamil no era capaz de mirar al elfo a los ojos.

"M... mi señor..."

"¿Qué significa esto? ¿Dónde están mis amigos? –Legolas no pudo evitar sonar iracundo mientras miraba al chico tembloroso-. ¡¿Por qué estoy encadenado?!"

"Perdóname, mi señor –dijo Hamil, mientras se acercaba lentamente-. Es todo culpa mía. Mi amo se enfadó mucho cuando volví tarde el otro día. Tuve que contarle lo del accidente y cómo me habías curado a mí y al caballo."

"¿Y él me capturó por eso? ¿Para qué?"

"No estoy seguro, mi señor. Solo soy un esclavo. Pero siento haberte arrastrado en esto" –dijo llorando.

Los agudos ojos de Legolas pudieron ver que el muchacho estaba ligeramente inclinado,como si algo le doliera.

"¿Tu maestro te hizo daño, muchacho?"

Hamil levantó la cabeza y asintió a regañadientes.

"Ven aquí –ordenó Legolas. El muchacho se acercó más y dejó que Legolas lo mirara. El elfo siseó de furia cuando vio las terribles contusiones y verdugones en la espalda de Hamil-. ¿Qué te hizo?"

"Me golpeó con su cinturón. Para recordarme que no debía llegar tarde nunca más" –dijo Hamil, haciendo una mueca cuando Legolas le tocó la piel palpitante. Pero entonces el dolor se desvaneció y fue reemplazado por la agradable sensación del poder sanador de Legolas.

Por dentro, el príncipe hervía de rabia. ¿Qué clase de persona le hacía eso a un niño? Estaba tan absorto en su tarea que no se percató de los hombres que se acercaban a la puerta.

"Bueno, bueno, bueno. El sanador está trabajando."

Hamil se alejó del elfo al oír esa voz y se encogió en un rncón.

"A... amo..."

Legolas levantó la vista y se lo quedó mirando. Reconoció a dos de ellos de la taberna y el hombre alto que acababa de hablar parecía ser su líder, al que Hamil llamaba maestro.

"¿Quién eres?"

"Me conocen como Azmir. Y tú vas a convertirte en mi esclavo."

"¿Tu esclavo? –Legolas miró al hombre-. ¿Estás loco?"

Azmir frunció el ceño. El elfo no parecía temerles, se mostraba desafiante y majestuoso.

"Estoy perfectamente cuerdo, maestro elfo. Sé lo que estoy haciendo."

"¿Tienes idea de quién soy?" –preguntó Legolas, desafiante.

"Sí. Eres un sanador elfo. Y acabamos de presenciar tu habilidad. Es una pena que una criatura tan maravillosa como tú haya caído en nuestras manos tan fácilmente."

Legolas casi se echó a reír. Pensaba que lo habían capturado para que su padre pagara el rescate, pero parecía que no conocían su verdadera identidad. Sin embargo, seguía sin estar en una buena situación.

"¿Qué le has hecho a mis amigos? Si les has hecho daño..."

"¿Qué harás si es así? Estás a nuestra merced, elfo –se burló el joven que estaba detrás de Azmir. El líder del clan se rio ante las palabras de su hijo-. Tus amigos están bien. Mis hombres os drogaron en la taberna. Exceptuando el dolor de cabeza no sufrirán consecuencias. Te capturamos sin complicaciones."

"¿Qué vais a hacer conmigo?" –le preguntó Legolas a los hombres. Estaba muy aliviado al saber que Keldarion y los demás estaban ilesos... aunque no estaba seguro de poder fiarse de las palabras de ese humano.

"Eso era exactamente de lo que quería hablarte cuando envié a este muchacho a buscarte –dijo Azmir, mirando ceñudo a Hamil. El muchacho bajó la cabeza y temblaba de miedo-. Al ver que se retrasaba otra vez supe que tenía que venir a buscarte yo mismo. Qué molesto. ¡Es un esclavo inútil si sigue tardando tanto!"

Cuando Azmir avanzó hacia delante y levantó el puño para golpear al niño, Legolas gritó:

"¡No le golpees, orco!"

Los hombres miraron al elfo, sorprendidos. Nadie se atrevía a hablarle así al líder de los nórdicos. El joven llamado Garret se acercó a Legolas y exclamó:

"¿Cómo has llamado a mi padre?"

"¡Orco! ¡Un idiota! ¡Un bastardo! ¿Quieres más?" –Legolas se sentía abrumado por la furia. ¿Cómo se atrevían a tratar a un niño de esa forma? No le importaba haber enfurecido al hijo de Azmir, y el elfo lo observó cuando empezó a levantar el puño para pegarle.

"¡Garret! –lo amonestó Azmir, sonriendo ligeramente-. Déjalo. Ya habrá tiempo para eso después. Por ahora, vamos a mostrarle a este elfo su nuevo hogar."

A su señal, los hombres agarraron a Legolas por los brazos, tiraron de él para ponerlo en pie y lo arrastraron fuera de la habitación. Legolas tropezó, luchando por seguirles el ritmo, pues sus tobillos seguían encadenados permitiéndole nada más que dar pequeños pasos.

Legolas se sintió furioso ante tan humillación. ¡Pagarían por esto! Pero a pesar de todo, se dejó arrastrar por ellos. De vez en cuando miraba hacia atrás para ver a Azmir tirar de Hamil. No sabía lo que el hombre pensaba hacerle al chico.

Lo sacaron de la choza y se dirigieron a otra construcción de madera. El lugar era una especie de base militar. ¡Los nórdicos!, pensó Legolas, consternado. Podía ver muchos más vagando por los alrededores. Tenían un aspecto descuidado, con el pelo hasta los hombros y la mayoría de ellos llevaban barba. Los hombres lo observaban con interés y asombro, pero Legolas los miró con desdén.

Lo empujaron a través de la puerta y estuvo a punto de caer de rodillas, a pesar de que lo evitó con sus pies ágiles. Lo que vio allí dentro causó que un escalofrío de miedo le recorriera el cuerpo.

Filas y filas de camas llenaban la sala, ocupadas por muchos soldados nórdicos heridos. Algunos gemían de dolor y otros estaban inconscientes. Sin embargo, la mayoría de ellos estaban despiertos, maldiciendo y refunfuñando al odiar sentirse inútiles. Pero todos callaron cuando Azmir entró y contemplaron a la magnífica criatura que su líder había traído.

Legolas palideció. Ahora conocía el propósito de su presencia en ese lugar. Azmir vio la forma en la que abrió los ojos cuando comprendió.

"Eres inteligente. Ya has averiguado por qué te hemos traído hasta aquí sin habértelo dicho. Bien. ¡Entonces ponte manos a la obra!"

Legolas se plantó firmemente en su sitio.

"No."

"¿Qué has dicho?"

"¿Estás sordo? ¡He dicho que no! ¡No seré tu esclavo, no sanaré a estos hombres para que puedan volver a saquear las aldeas y matar a humanos inocentes otra vez! ¡No me someteré a tus malignos deseos de codicia!"

El rostro de Azmir delataba su furia. Sacó la daga atada a su cinturón y agarró a Hamil. Con un movimiento de su muñeca, cortó la garganta del niño. La sangre brotó del corte con fuerza y Hamil dio varios espasmos mientras caía al suelo, agarrándose el cuello.

Legolas jadeó, asombrado, pero al instante se adelantó y se arrodilló al lado del chico. Poniendo las manos sobre el corte, Legolas empezó a curar la herida. Al mismo tiempo miraba los ojos del muchacho, llenos de terror y agonía. Cuando terminó, Legolas levantó la mirada y no pudo disimular el odio en su expresión.

"¡Eres peor que un animal!"

Garret avanzó hacia él y lo golpeó en la cara.

"¡Maldito seas, elfo! ¡Debería cortarte la lengua!"

Su cabeza se giró por la fuerza del golpe, pero Legolas volvió a mirar a los hombres, con la cabeza bien alta a pesar de estar arrodillado en el suelo.

"¡Sanarás a cada uno de mis hombres o dañaré a este chico hasta que lo hagas! ¡Conozco tu debilidad, elfo! No puedes soportar ver sufrir a este muchacho. Pero a mí me da igual hacerle daño una y otra vez, ¡así que será mejor que hagas lo que digo o le cortaré otra vez el cuello y lo dejaré sangrar hasta morir!" –gruñó Azmir, tirando del pelo de Hamil.

El niño recién curado estaba llorando y parecía estar aterrorizado. Miró a Legolas, suplicante. Y entonces los hombros de Legolas se desplomaron. Habían ganado.

Bueno, ¿qué les parece? Legolas está en un buen lío esta vez ;)

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