Capítulo 2

Muchos, muchos años después...

Acababa de amanecer. Tres individuos entraron en la habitación en silencio, con cuidado de no hacer ruidos para no despertar a nadie. Después de cerrar la puerta tras ellos, se deslizaron sigilosamente hacia la cama donde cierto príncipe de cabellos dorados estaba profundamente dormido. Tras una señal, los tres se abalanzaron a la vez sobre él, agarrándolo por los brazos y las piernas. Legolas se despertó de golpe.

"¿Qué...?"

Una mano le cubrió la boca antes de que pudiera gritar. Luchó para liberarse, pero las manos lo sujetaban con fuerza. En medio de gritos ahogados y maldiciones, lo sacaron de la habitación, lo llevaron a través del pasillo, bajaron las escaleras y lo sacaron por la puerta, yendo directamente al jardín.

Tras detenerse en el estanque del jardín, los secuestradores de Legolas se sonrieron y lo lanzaron al agua. Legolas aterrizó entre salpicaduras, gritando indignado.

"¡Feliz cumpleaños, Legolas!" –gritaron sus secuestradores.

Escupiendo agua y maldiciendo, Legolas miró a los tres elfos que se reían histéricamente ante él.

"¿A esto le dices feliz?" –dijo echando humo, sentado en el estanque con el agua hasta el pecho y calado hasta los huesos.

Keldarion y sus amigos, los gemelos de Rivendell, seguían riéndose.

"¡Claro que sí!"

Legolas frunció el ceño. Llegar a los 2000 años podía ser un sufrimiento. Esto era incluso peor que cuando cumplió los 1000, cuando lo despertaron a medianoche cantándole canciones subidas de tono. ¡A voz en grito! Toda la casa de Thranduil los había oído.

"Vamos, Legolas. No te enfades. ¡Solo queremos que tu 2000 cumpleaños sea inolvidable!" –dijo Elrohir, con una sonrisa de oreja a oreja. Riéndose, Keldarion se agachó y lo ayudó a salir del estanque.

"Vamos a secarte antes de que te congeles."

Todavía con el ceño fruncido, Legolas los dejó que le ayudaran a levantarse.

"¿Sabéis qué? Creo que también quiero que hoy sea inolvidable."

Elladan arqueó las cejas.

"¿De verdad? ¿Así que no estás enfadado por lo del estanque?"

Keldarion frunció el ceño, un poco incómodo cuando Legolas sonrió maliciosamente, diciendo:

"¿Por qué habría de estarlo? ¡Sé que no os vais a enfadar cuando haga esto!" –sin previo aviso, el príncipe más joven se lanzó de nuevo al estanque, arrastrando a los otros tres con él.

"¡Aieeeee!"

Los cuatro cayeron al agua con un fuerte chapoteo, creando una ola enorme en el proceso. Mientras Keldarion y los gemelos murmuraban indignados, Legolas se rio a carcajadas.

"¡Esto es lo que llamo un feliz cumpleaños!"

Elladan y Elrohir no dejaban de murmurar, mirando sus ropas empapadas con disgusto.

"¡No puedo creer que nuestro plan fracasara!" –dijo Elrohir.

Keldarion se escurrió el agua del cabello negro empapado, sin dejar de mirar a su hermano.

"Tenías que tomar represalias, ¿no?"

"Oh, sí" –Legolas flotaba de espaldas en el agua, sonriendo ampliamente con los ojos cerrados. Empezaba a relajarse con los sonidos de la madrugada; el canto de los pájaros, los sonidos de las ardillas, el suspiro de la brisa, el...

"¡¿Qué demonios está pasando aquí?! –tronó una voz de repente. Los ojos de Legolas se abrieron de golpe y tragó saliva cuando vio al rey de Mirkwood acercándose a ellos, ceñudo-. ¿Os habéis vuelto locos? ¿Qué hacéis los cuatro en el estanque y a estas horas del día? –exigió saber con los brazos en jarras.

Acababa de despertarse por la risa de los chicos y después de ponerse apresuradamente su túnica con adornos dorados había salido a investigar. Encontrar el lugar no fue difícil, solo tenía que seguir sus voces. ¡Caramba! ¡Podrían despertar hasta a los muertos!

Todavía sentados en el estanque, los elfos más jóvenes se miraron con timidez. Keldarion fue el único que se atrevió a responder.

"Err... ¿celebrando el cumpleaños de Legolas?" –el príncipe heredero se encogió al ver que la expresión de su padre se volvía aún más aterradora.

"¿Celebrando? –la voz del rey estaba en calma-. ¡¿Perdiendo el tiempo en el estanque como una banda de patos locos?!"

Los jóvenes hicieron una mueca mientras la voz de Thranduil se alzaba cada vez más. El rey miró fijamente a su hijo menor.

"¿Qué dices tú, Legolas?"

"¡¿Yo?! –los ojos de Legolas se abrieron como platos-. ¡Empezaron ellos! ¡Me secuestraron y me tiraron aquí!"

"¡Sí, y luego nos arrastraste contigo!" –señaló Elrohir.

"¡Os lo teníais ben merecido!" –replicó Legolas.

"¡Silencio! –gritó Thranduil, haciendo que diera un salto del susto. El rey se inclinó y agarró a Legolas por la oreja-. Tú vienes conmigo."

"¡Ay! ¡Padre! –se quejó Legolas mientras tiraba de él-. ¡No es mi culpa! ¡Me secuestraron!" –pero el rey de Mirkwood lo ignoró y siguió caminando de regreso al palacio.

Keldarion y los gemelos se miraron con aire de culpabilidad.

"Err... ¿nos pasamos?" –preguntó Keldarion, empezando a arrepentirse.

Elladan y Elrohir inclinaron.

"¿Qué crees que hará tu padre con él?" –inquirió Elladan.

Sin responder, Keldarion salió del estanque y se dirigió a toda prisa hacia el palacio, con los gemelos tras él. Al entrar al vestíbulo, encontraron a Thranduil y Legolas de pie cerca de las escaleras. Keldarion habló inmediatamente.

"¡Padre! ¡No fue culpa de Legolas! Lo sacamos de la habitación cuando dormía y lo tiramos en el estanque y..." –la voz de Keldarion se desvaneció cuando vio la sonrisa tonta en la cara de su hermano. La cálida bata del rey estaba envuelta alrededor de su cuerpo empapado. ¡Y Thranduil estaba sonriendo! El rey elevó las cejas.

"Sí, lo sé."

"¿Lo sabes?" –Keldarion y los gemelos empezaron a sentirse muy incómodos.

"Por supuesto. Creí a Legolas desde el principio. Solo quería que admitierais el crimen."

Keldarion y los gemelos se quejaron. ¡Los había engañado! ¡Vaya con el rey astuto!

"Bueno... err..." –inquietos, los tres 'criminales' miraron a Legolas cuando se echó a reír como un idiota, pero volvieron a centrarse en Thranduil cuando empezó a hablar de nuevo.

"El secuestro es un delito, y por eso debéis ser castigados."

Legolas se rio más fuerte y Thranduil levantó una mano cuando los tres elfos abrieron la boca para hablar.

"No he terminado –dijo sonriendo-. Como castigo, quiero que... -después de una pausa para crear intriga, continuó-. ... ¡sirváis la mesa de la cena de esta noche!"

"¡¿Qué?!" –exclamaron Keldarion y los gemelos, horrorizados.

A estas alturas Legolas se había dejado caer en uno de los escalones, riéndose histérico. Sujetándose el estómago, dijo entrecortadamente.

"¿Servir la mesa? ¡Eso es bueno! ¡Ay, padre! ¡Sí que va a ser un feliz cumpleaños!"

Frunciendo el ceño hacia su hermano, Keldarion murmuró:

"Padre, lo mimas demasiado."

"Se lo merece. Al fin y al cabo, es su cumpleaños –Thranduil ayudó a Legolas a levantarse, que todavía se estaba riendo-. Vamos, hijo. Vamos a vestirte... ¡y dejémosles a merced de los criados!"

Thranduil se llevó a Legolas, ignorando las quejas y maldiciones de los otros. Sonrió aún más al oír la alegre risa de Legolas y cuando abrió la puerta de la habitación, le dijo:

"Te ha gustado, ¿verdad?"

"Oh, sí –riéndose, el príncipe se secó las lágrimas de los ojos-. Gracias, padre. ¡Ha sido el mejor regalo de cumpleaños!"

Thranduil lo abrazó por los hombros y miró a los ojos centelleantes de su hijo.

"Y tú formas parte de lo más preciado para mí, Legolas. Verte feliz me hace feliz... ¡incluso cuando eres como un dolor en el trasero!"

Legolas se sonrojó.

"¡Vamos, padre! No empieces a decir cosas cursis."

Eso hizo que Thranduil soltara una carcajada. Mientras Legolas se ponía ropa seca, el rey recogía la habitación sin darse cuenta; colocó las almohadas que estaban en el suelo, cogió la túnica que colgaba de la lámpara del techo (¡no tenía ni idea de cómo pudo haber llegado hasta allí!) y enderezó la silla volcada.

"¡Dios mío, Legolas! ¿Qué has estado haciendo aquí? ¡¿Luchar con un jabalí?!"

Legolas solo emitió una risa tímida. El rey negó con la cabeza, un poco exasperado. Sus hijos eran tan opuestos como la noche y el día. La habitación de Keldarion siempre estaba impecable, la de Legolas hecha un desastre. El príncipe mayor siempre iba vestido con elegancia, mientras que Legolas prefería una sencilla túnica y leggings. Ni siquiera se parecían físicamente. Keldarion tenía el pelo negro y los ojos azul cobalto, lo que le daba un aspecto muy atractivo. Legolas, por el contrario, había heredado la hermosura de su madre, con el cabello dorado y un par de ojos plateados y traviesos que se oscurecían hasta alcanzar el gris de una tormenta cuando estaba enojado... o cuando estaba tramando algo.

Legolas siempre estaba tramando algo. Y al final terminaba en problemas. A veces, Thranduil se preguntaba si tenía 'problema' como segundo nombre, pues parecía que éstos lo seguían a dondequiera que iba. Desde niño, el príncipe había sido tan activo y enérgico que los demás tenían problemas para seguirle el ritmo. Solo Keldarion (y a veces los gemelos de Rivendell, que visitaban el Bosque Negro con frecuencia) lo conseguían.

Hacía años, Legolas desapareció durante una semana completa. El reino entero entró en caos buscándolo por todas partes. Con 500 años y siendo un elfling tan activo podría estar en cualquier parte. Pero uno de los guardias había recordado verlo sanar a un ratón herido, que luego había huido a las mazmorras. Y allí lo encontraron. Inconsciente en el suelo, débil por el hambre y temblando de miedo. El niño se había perdido en el laberinto de túneles y nunca volvió a bajar hasta allí después de eso.

Varios meses después, se había roto las dos piernas después de saltar desde el tejado del palacio. Pensó que podría volar como los pájaros. Todo esto había hecho que Thranduil ordenara que debía ser vigilado en todo momento ¡antes de que el príncipe se suicidara!

Ser un manyan también había causado que se metiera en problemas. Una vez, mientras curaba a un caballo que había sido herido por una flecha, fue golpeado brutalmente en el costado. Se rompió las costillas y estuvo a punto de perforarse un pulmón. Fue arañado por un águila mensajera mientras le sanaba un ala rota, casi en los ojos. También tuvo que curar una vez a nueve guerreros del Bosque Negro que habían sido heridos por orcos. Los sanó en una noche, casi matándose a sí mismo por usar demasiada energía. Le llevó una semana recuperarse, preocupando a todo el mundo.

Legolas había sido más cuidadoso con su habilidad después de eso, ayudado por Keldarion. Empezó a conocer sus límites y a ser más consciente de las consecuencias. Siempre un salvador de sus compañeros y animales heridos, Legolas tenía el corazón más grande de la Tierra Media, ¡pero también era un cabeza dura y siempre conseguía volver loco a su padre!

¡Ay! ¡Me matará algún día de los nervios, si es que no se mata a sí mismo! Pensó Thranduil mientras miraba a su hijo, que estaba sentado en el borde de la cama, tirando de sus botas de cuero suave. Había una gran fiesta esa noche para celebrar el cumpleaños número 2000 del príncipe. Para el rey era una fecha agridulce, pues ese día también hacía 2000 años de la muerte de la reina Marwana. Pero la vida continuaba y Legolas era muy querido por el pueblo del Bosque Negro. El primer día de octubre era el día de Legolas, a pesar de la tragedia acaecida en su nacimiento.

Thranduil se agachó y puso una mano sobre la cabeza dorada de Legolas. El príncipe miró hacia arriba, sonriéndole a su padre. No tuvieron que intercambiar palabras, ambos comprendían por completo los sentimientos del otro.

Afuera, en el patio del palacio, ya estaba preparadas las mesas y las sillas para la alegre fiesta de esa noche...

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