Capítulo 1
Flashback – 2500 años antes de la Guerra del Anillo...
Era una cálida noche estrellada. El reino del Bosque Negro era magnífico ahora que la primavera había regresado. Los árboles susurraban con la brisa y los grillos cantaban sus felices canciones, celebrando la llegada de la estación más hermosa.
Thranduil celebraba una gran fiesta para su pueblo en el gran salón, ¡y qué fantástico evento! Todos sus súbditos habían acudido, llenando el lugar hasta el máximo de su capacidad. Bailaron toda la noche después del gran banquete, y como anfitrión cortés que era, Thranduil se unió a ellos en la celebración, paseando entre su pueblo y preguntándoles por su bienestar.
Arriba, en el palacio, en el ala real, Keldarion, el príncipe heredero, estaba sentado junto a su hermano menor en la cama y acariciaba amorosamente los cabellos dorados del elfling.
Legolas ya estaba dormido, abrazado a su peluche y con el pulgar en la boca. El elfling estaba agotado después del día increíblemente ajetreado; trepar a la alta estantería del estudio del rey y casi causarle un ataque a su padre, jugar con su hermano en el jardín antes de trepar (¡otra vez!) al enrejado tras los arbustos, deslizarse por la barandilla de las escaleras de la sala de recibimiento y estrellarse con un jarrón enorme procedente de Rivendel (¡gracias a los Valar no se hirió de gravedad!), quedarse atrapado con un caballo enojado en uno de los establos hasta que el comandante Linden lo rescató ¡y finalmente perseguir a un gran ganso salvaje hasta que el animal se dio la vuelta y lo persiguió a él!
El príncipe más joven del Bosque Negro era un niño tan salvaje que necesitaba que lo vigilaran todo el tiempo para que no muriera a una edad tan temprana.
Keldarion sonrió al recordar todos esos acontecimientos. ¿Niño salvaje? ¡Más bien un pequeño diablo loco! Se inclinó y besó la frente de su hermano. Keldarion le había prometido al rey que iría a la celebración después de dejar a Legolas durmiendo, así que ahora que había sucumbido al sueño, se levantó de la cama y se dirigió a la puerta... y entonces empezó a caer al suelo cuando sus pies resbalaron con las piezas de juguete que Legolas dejó tirados por la habitación.
"¡Aaaa...!"
Keldarion cayó con fuerza, golpeándose la cabeza con el cabezal de la cama. Durante un minuto solo pudo ver estrellas mientras yacía en el suelo, aturdido. No supo cuánto tiempo permaneció así, con la sangre goteándole por la sien, pero lo siguiente que supo es que estaba mirando la cara angelical de Legolas.
Legolas debió de despertarse por el grito de sorpresa de su hermano y ahora el pobre elfling tenía los ojos llenos de lágrimas mientras miraba a Keldarion, aterrorizado.
"No te mueras..." –suplicó, aferrándose a la mano de su hermano desesperadamente.
Keldarion parpadeó antes de incorporarse lentamente, haciendo una mueca.
"No me estoy muriendo, Legolas" –dijo en voz baja.
Pero Legolas no estaba muy convencido.
"Tu cabeza sangra."
Al tocar el profundo corte, Keldarion no pudo evitar gemir.
"No te preocupes, pequeño. Es solo un rasguño" –murmuró, intentando calmar a su hermano a pesar de que la herida seguía sangrando.
"Déjame ver" –Legolas se enderezó al máximo y se quedó mirando el corte con atención. Sin decir nada, puso una mano sobre él con una expresión de pura concentración.
Keldarion se estremeció ligeramente por el toque de su hermano, preguntándose qué estaba haciendo. Y entonces ocurrió un milagro. El dolor empezó a disminuir bajo los dedos de Legolas y desapareció por completo. Suspiró de placer pero sin entender qué acababa de ocurrir. Pero entonces, Legolas empezó a balancearse y casi cayó al suelo, pero el príncipe heredero consiguió atraparlo justo a tiempo.
"¡Legolas! –Keldarion bajó la mirada hacia el pálido rostro de su hermano, ansioso. Legolas parecía aún más cansado que antes-. ¿Legolas?"
El elfling gimió y sus ojos empezaron a desenfocarse.
"¿Kel...? No me siento... bien. Cansado..."
Keldarion entró en pánico. ¿Qué pasaba con él? ¿Por qué se había vuelto tan débil de repente? También se dio cuenta de que su dolor había desaparecido y el corte se había cerrado, completamente curado.
Y entonces Keldarion lo supo.
¡Legolas era un manyan! ¡Su hermano menor era un curandero, al igual que su difunta madre! ¡Ay, Elbereth! ¡Era un sanador!
Durante su vida, la reina Marwana fue la curandera real del reino del bosque. De los elfos silvanos y sangre noble, nació siendo manyan, al igual que su madre y su abuela antes que ella. La línea de manyans había surgido con el comienzo de la Tierra Media y la extraordinaria capacidad de curación había sido transmitida de generación en generación durante miles de años. Pero solo una persona poseía esa poder en cada época, nunca más de uno a la vez. Y ahora parecía que el regalo había sido transmitido a Legolas.
Keldarion miró a su hermano con asombro.
"¿Cómo sabes hacer eso?"
Pero Legolas se acurrucó contra su pecho.
"Estoy cansado. Quiero dormir" –murmuró, antes de deslizarse al mundo de los sueños. Acunando en sus brazos al elfling dormido, Keldarion se puso en pie y salió corriendo de la habitación.
Thranduil estaba enfrascado en una conversación con el comandante Linden cuando Keldarion llegó corriendo por el pasillo.
"¡Padre!"
El rey miró hacia él al instante y su corazón dio un vuelco cuando sus ojos se posaron en el elfling en brazos de Keldarion. Enseguida se acercó a ellos y cogió a Legolas en brazos.
"¿Kel? ¿Qué pasa? ¿Legolas se ha hecho daño?"
Keldarion negó con la cabeza sin percatarse de las miradas interesadas de los huéspedes.
"No. ¡No fue Legolas quien se hizo daño, sino yo! ¡Y él me curó!"
Los ojos de Thranduil se abrieron como platos mientras que los demás se quedaron boquiabiertos cuando escucharon la declaración de Keldarion. Mostrando los restos de sangre en su cabeza, Keldarion relató lo que había pasado en la habitación. Todo el mundo estaba en silencio mientras escuchaban atentamente al príncipe heredero, cada vez más sorprendidos. Un manyan recibía su poder durante la pubertad, pero con solo 300 años Legolas no era más que un niño.
Acomodando al príncipe durmiente en sus brazos, el rey despejó el cabello de Legolas de la parte trasera de su cuello... y se quedó inmóvil. Allí estaba, el pequeño bulto en la piel de alabastro, donde estaba la piedra curativa manyan.
El rey del Bosque Negro se quedó sin palabras y cuando levantó la mirada, vio que Keldarion lo observaba con la misma expresión de asombro en su rostro.
"Es un manyan, ¿verdad, padre? Legolas es igual que madre."
Thranduil asintió débilmente. ¿Mi bebé, un manyan? ¡Ay, Elbereth, ayúdanos! Entonces se volvió hacia su pueblo, que los habían estado mirando con asombro.
"¡He aquí! –anunció, levantando sin esfuerzo al niño dormido para que todos lo vieran-. ¡Un nuevo manyan ha nacido!"
El anuncio fue recibido con una ovación y aplausos. Los habitantes del Bosque Negro estaban increíblemente felices de que por fin había surgido un sucesor de la reina Marwana como curandero real... y tan pronto. Luego Thranduil bajó a su hijo y se quedó mirando el rostro de Legolas con una mezcla de emociones: maravilla, alegría, ansiedad, miedo...
Es demasiado joven como para ser un manyan. El rey sacudió la cabeza, todavía incrédulo. ¡Valar! ¡Es solo un bebé!
"¿Padre?"
Thranduil se volvió hacia su hijo mayor.
"¿Sí, Kel?"
"Yo lo protegeré" –prometió Keldarion.
Podía leer los sentimientos de su padre con mucha claridad y sabía el temor que desgarraba a Thranduil por dentro. Ser un manyan a una edad tan temprana haría que Legolas fuera muy vulnerable al dolor y la miseria, a heridas y enfermedades, a las emociones... Tendría que aprender a controlar su habilidad antes de perder el control.
"Lo protegeré –repitió Keldarion-. Con mi vida. Le guiaré para que no se sobrepase con su habilidad y detendré a cualquiera que se atreva a manipularlo. Lo juro."
Thranduil miró con orgullo a su primogénito. Keldarion tenía 1300 años, era solo un adolescente, pero ya era más sabio de lo que se esperaba a su edad. Legolas murmuró incoherencias cuando Thranduil lo puso de nuevo en brazos de Keldarion. Luego besó la frente del príncipe heredero.
"Sé que lo harás, hijo mío."
"Igual que yo, mi señor" –dijo el comandante Linden. Esto fue repetido también por otros guerreros y súbditos.
Mientras tanto, los árboles cantaban mucho más fuerte. Tenían razones para alegrarse. Había surgido un nuevo manyan.
Muchos, muchos años después... (continuará)
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