Capítulo 8: Sombras de la Venganza
En la penumbra de una cafetería poco iluminada, Ayumu y Nao compartían una mesa, pero entre ellas se alzaba un abismo insalvable. La tensión, densa e impenetrable, parecía filtrarse en el ambiente, convirtiendo cada respiro en un desafío. Ambas mujeres se encontraban atrapadas en sus propios pensamientos, cuestionando sus decisiones y lo que había quedado en pie después de las consecuencias.
Nao miraba hacia abajo, concentrada en su café como si en él pudiese encontrar alguna respuesta o redención, mientras Ayumu observaba a su ex-amiga con una mezcla de desprecio y una angustia tan profunda que apenas lograba contenerse.
Tras unos instantes de un silencio que se hacía insoportable, Nao alzó la mirada, intentando hacer contacto visual. Con una expresión que pretendía ser neutral pero que apenas lograba disimular su incomodidad, dejó escapar un suspiro.
"Ayumu, si tienes algo que decir, ¿por qué no lo dices de una vez?" —Intentó sonar calmada, aunque la tensión en sus palabras era evidente.
Ayumu la miró sin pestañear, sus ojos reflejando la amarga mezcla de resentimiento y frustración que sentía desde hacía mucho tiempo. Su expresión era dura, y sus labios se curvaron en una sonrisa cínica antes de responder.
"¿Yo? ¿Hablar? ¿De qué serviría, Nao? No hay nada que pueda decir que arregle el desastre que causaste." —Cada palabra salió con un tono afilado y sarcástico, llenando el aire de reproches implícitos.
Nao frunció el ceño, tratando de mantener la compostura mientras su paciencia comenzaba a resquebrajarse. Había esperado, quizás ingenuamente, que esa reunión pudiera ser una oportunidad para reconciliarse, para aclarar malentendidos y errores pasados. Sin embargo, frente a la mirada dura de Ayumu, sintió que cualquier esperanza de redención se desmoronaba rápidamente.
"No es justo que me culpes por todo" —replicó Nao, intentando que su voz no temblara.— "Todos cometimos errores. Hiroki... él también tiene parte en esto, y tú tampoco eres ninguna santa, Ayumu."
Ayumu dejó escapar una risa amarga, sacudiendo la cabeza con incredulidad.
"¿De verdad estás intentando justificarte? ¿Justificar cómo lo manipulaste, cómo lo aplastaste emocionalmente hasta convertirlo en algo irreconocible?" —La rabia contenida durante tanto tiempo se reflejaba en sus palabras, y cada sílaba caía con el peso de años de resentimiento acumulado.— "Si Hiroki es lo que es ahora, es porque tú lo moldeaste a tu manera, porque querías tener control absoluto sobre él."
"¡No tienes idea de lo que dices!" —Nao apenas logró contener el volumen de su voz, aunque su tono estaba cargado de irritación y algo que parecía ser... ¿vergüenza?— "Yo solo quería... que él fuera la mejor versión de sí mismo. Creía que estaba ayudándolo."
"¿Ayudándolo?" —La incredulidad en el tono de Ayumu era palpable, y su voz apenas contenía la ira que ardía dentro de ella.— "No lo ayudaste, Nao, lo aplastaste. Lo obligaste a ser algo que no era, hasta que dejó de ser él mismo." —Las palabras se arremolinaban en la mente de Ayumu, cada una como una daga que ella misma empuñaba. Y aunque estaba descargando su furia en Nao, el dolor de no haber podido confesar sus propios sentimientos por Hiroki le quemaba en silencio.
Nao desvió la mirada, incapaz de sostener la intensidad de Ayumu, y un incómodo silencio se apoderó del lugar. Sabía que había cometido errores, errores que probablemente nunca podría enmendar. Sin embargo, no estaba dispuesta a cargar con toda la culpa.
"No soy la única que ha hecho daño, Ayumu," —murmuró, casi en un susurro.— "Tú también fuiste parte de esto. Todos lo fuimos."
Ayumu sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. Por más que deseara descargar toda su frustración y resentimiento en Nao, en el fondo sabía que ella tampoco era completamente inocente. Había permitido que las cosas llegaran a ese punto sin hacer nada para evitarlo, había guardado sus sentimientos en silencio, sin atreverse a decir la verdad, y en el proceso, había contribuido a la tormenta que había arrasado sus vidas. Pero su propio dolor y arrepentimiento no la liberaban de la necesidad de confrontar a Nao y de expresar lo que llevaba tanto tiempo guardado.
Entre tanto, en algún lugar oscuro y distante de la ciudad, Hiroki caminaba bajo la fría luz de las farolas, sumido en sus propios pensamientos. La ira y la determinación se entrelazaban en su mente, alimentando un poder que apenas comenzaba a comprender. Era como si una energía oscura y misteriosa hubiera despertado en su interior, dándole un control sobre sí mismo y sobre el mundo que lo rodeaba que jamás había sentido. Los eventos recientes habían desencadenado algo en él, algo que lo transformaba, dotándolo de una frialdad y precisión que antes no poseía.
Recordaba las humillaciones, el dolor, la desesperación de los días pasados, y en su interior se gestaba un plan. Sabía que este poder no era como cualquier otro; era una extensión de su voluntad, un reflejo de su deseo de liberarse de quienes lo habían traicionado y de dejar claro quién era realmente. Sentía que cada paso que daba le acercaba más a su propósito, a convertirse en algo más grande, en algo que nadie podría controlar. Hiroki pensaba en Nao, en Ayumu y en todos los que habían jugado con él, en cómo cada uno de sus actos le había llevado hasta ese momento.
"Pronto, todo será como debe ser" —murmuró, una sonrisa apenas perceptible asomando en sus labios. El poder que ahora dominaba era inquietante y atrayente, una mezcla de habilidades que parecían extender su propia voluntad sobre el mundo físico.
Podía sentirlo, como hilos invisibles que salían de sus dedos, dispuestos a manipular y controlar, a hacer que otros sucumbieran a sus deseos. Tal y como él había sido manipulado antes, ahora era su turno de controlar, de ser el titiritero en lugar de la marioneta.
Mientras caminaba, cerró los ojos y visualizó esos hilos, esos tentáculos de energía que parecían emanar de su ser, extendiéndose hacia todos aquellos que alguna vez lo habían lastimado. Cada pensamiento lo fortalecía, cada recuerdo de humillación lo dotaba de una frialdad calculada que antes nunca había poseído. A medida que visualizaba el rostro de cada uno de sus traidores, los hilos parecían cobrar vida, respondiendo a su ira y alimentándose de su deseo de venganza.
"Esta vez, serán ellos los que bailen a mi ritmo" —susurró, su voz apenas audible en la quietud de la noche.
La oscuridad parecía envolverlo, convirtiéndolo en una figura sombría y casi etérea, mientras su presencia se volvía cada vez más inquietante. A su alrededor, las sombras parecían moverse en sincronía con sus pensamientos, como si él mismo fuera el núcleo de una fuerza que trascendía la lógica y la razón.
Mientras Hiroki continuaba su solitaria caminata bajo la noche estrellada, sus pensamientos se tornaban cada vez más oscuros y precisos. Sabía que sus planes requerían paciencia y un control absoluto de su recién descubierto poder. Era una habilidad que transformaba su ira y frustración en pura energía manipulativa, y con cada paso, Hiroki afinaba su destreza, ensayando mentalmente lo que haría cuando llegara el momento.
Nao y Ayumu, cada una desde su propio rincón, comenzaban a sentir los efectos de la meticulosa red que Hiroki tejía en su contra. Las pequeñas dosis de duda y paranoia se deslizaban en sus mentes como un veneno lento, casi imperceptible, pero que poco a poco corroía la seguridad en sí mismas.
Esa misma noche, Nao sentía un extraño malestar, una ansiedad latente que la mantenía en vilo. Recordaba la mirada de Ayumu, la dureza en sus palabras y la rabia que le había transmitido durante la confrontación, pero ahora, sola en su apartamento, el eco de esas palabras adquiría una dimensión aún más perturbadora.
Se movía por su casa en la penumbra, incapaz de conciliar el sueño, repasando los acontecimientos una y otra vez en su mente. Cada escena se repetía con un detalle implacable, y poco a poco, la idea de que había perdido todo control sobre Hiroki comenzaba a instalarse en su mente. Consciente o inconscientemente, su paranoia crecía y se transformaba en algo más: en un miedo frío e inexplicable. Empezaba a percibir que Hiroki estaba diferente, que sus intentos de manipularlo y humillarlo habían tenido consecuencias que nunca anticipó.
Al otro lado de la ciudad, Ayumu experimentaba algo similar. La rabia contenida que había acumulado hacia Nao no le permitía pensar en otra cosa, pero debajo de su furia, algo más se agitaba: una inquietud creciente. Recordaba los momentos en que Hiroki la había mirado, incluso antes de que Nao interviniera en sus vidas y cambiara el rumbo de todo. En su fuero interno, aún existía una chispa de afecto por él, aunque se sentía traicionada y avergonzada por cómo las cosas habían acabado. Pero ahora, con Hiroki ausente y el temor de que él pudiera vengarse en cualquier momento, Ayumu empezaba a temer lo que vendría.
Hiroki había pasado horas observando sus movimientos desde lejos, escondido en las sombras y, en ocasiones, incluso permitiéndose disfrutar de las expresiones de miedo y desesperación que comenzaban a dibujarse en sus rostros. Sabía que el terror psicológico era un arma tan poderosa como la fuerza bruta, y planeaba usarla para someter a aquellos que lo habían traicionado. Empezó a dirigir sus habilidades, enfocados como hilos invisibles que los alcanzaban incluso en sus sueños, susurrándoles pensamientos de culpa y remordimiento.
Esa noche, mientras Ayumu dormía, sintió una presencia inquietante. Las imágenes de Hiroki invadían sus sueños, pero no era el Hiroki que conocía; era una versión oscura, poderosa, que la miraba desde una distancia imposible de medir. La sensación de asfixia y la presión en su pecho eran tan reales que despertó con un grito ahogado, empapada en sudor frío. Los restos de ese sueño la dejaban temblando, con el corazón acelerado y el instinto de protegerse de algo que no comprendía. No sabía si había sido un sueño o una advertencia, pero algo en su interior le decía que Hiroki se estaba convirtiendo en una amenaza tangible.
Al día siguiente, Nao y Ayumu, quienes intentaban evitarse después de su tensa conversación, se cruzaron en el campus. La incomodidad entre ellas era palpable, pero ninguna de las dos podía ocultar la preocupación en sus ojos. Se observaban mutuamente con una mezcla de desconfianza y temor compartido, sabiendo que ambas sentían la sombra de Hiroki cerniéndose sobre ellas.
Nao intentó iniciar una conversación casual, esperando disipar la tensión que cargaba en los hombros.
"¿Ayumu? Anoche tuve... tuve una pesadilla" —confesó en voz baja, temiendo sonar débil.— "Y sé que no soy la única que siente que algo extraño está pasando."
Ayumu la miró con dureza.
"¿Crees que me importa lo que sueñas, Nao? Quizá deberías acostumbrarte a vivir con las consecuencias de lo que hiciste." —Pero la frialdad en su voz no ocultaba el brillo de miedo en sus ojos. Ambas sabían que la presencia de Hiroki era casi como una sombra invisible entre ellas, un recordatorio de lo que habían destruido y de lo que estaba por venir.
Mientras ellas intercambiaban miradas de desdén, Hiroki observaba desde lejos, complacido con el efecto que su influencia ejercía sobre ellas. Sabía que aún no era el momento de aparecerse en persona; el miedo que se gestaba en sus mentes necesitaba tiempo para florecer, para volverse insoportable. Así que se limitó a esparcir pensamientos oscuros y palabras sutiles que se transformaban en susurros de duda en sus conciencias. Era como una danza controlada, donde él guiaba cada movimiento y cada emoción que invadía sus mentes.
Entretanto, Hiroki había comenzado a experimentar el verdadero alcance de su poder. No solo era capaz de manipular a quienes lo rodeaban a través de su voluntad, sino que sentía una conexión más profunda con la misma estructura de la realidad. Podía extender sus "hilos" de control a lugares insospechados, alterando la percepción y las emociones de aquellos que consideraba sus enemigos. Era como si el mundo mismo se hubiera convertido en un escenario donde él era el titiritero, moviendo los hilos de la vida de cada uno de sus antiguos conocidos.
Los pensamientos de Nao y Ayumu comenzaron a nublarse más y más, atrapadas en sus propias culpas y temores, sin posibilidad de ver una salida. Cada día, cada interacción, se volvía una prueba de su resistencia mental, como si cada momento estuviera teñido de la presencia de Hiroki, quien las acechaba desde la distancia.
Hiroki sabía que había alcanzado una nueva etapa en su transformación, y aunque todavía le faltaba un largo camino por recorrer, sentía que finalmente estaba listo para avanzar con sus planes de venganza.
A medida que avanzaba la semana, la tensión entre Nao y Ayumu alcanzaba un punto álgido, mientras las inseguridades y los recuerdos dolorosos se mezclaban con el miedo irracional que ambas sentían hacia Hiroki. Era como si su sombra fuera una presencia constante, acechándolas desde cada rincón de sus pensamientos. No importaba lo que hicieran, o con quién intentaran distraerse; una parte de su mente permanecía atrapada en una oscura espiral de culpabilidad y remordimiento.
La paranoia en Nao aumentaba cada día. Empezaba a creer que Hiroki tenía ojos en todas partes, que cada persona a su alrededor podía ser un espía. Llegó al punto de evitar mirar su teléfono, temiendo encontrar un mensaje inesperado que la desestabilizara aún más. Ayumu, por otro lado, lidiaba con un conflicto interno más profundo. Aunque una parte de ella había sido amiga de Nao durante años, los recientes eventos la llenaban de resentimiento y, cada vez más, de odio. Pensaba en los momentos en que había sentido algo por Hiroki, en cómo su vida había cambiado desde que Nao había decidido interponerse. Pero lo que más le aterraba era la sensación de que, aunque Hiroki ya no estaba físicamente cerca, su presencia seguía dominando su vida.
En la penumbra de su habitación, Nao repasaba mentalmente cada detalle de su historia con Hiroki, desde el primer momento en que lo había manipulado hasta el último intento por humillarlo. Las decisiones que había tomado ahora la atormentaban, y aunque trataba de justificarse ante sí misma, el miedo la mantenía atrapada.
Su mente se llenaba de preguntas: ¿Qué sería capaz de hacer Hiroki con esos nuevos poderes? ¿Hasta dónde llegaría para vengarse? Pero lo que más la desconcertaba era el cambio que veía en sí misma: una debilidad que antes no existía. Lo que en un principio fue una relación controladora, ahora era una pesadilla, una red de culpa que la atrapaba en todos sus pensamientos.
Mientras tanto, Hiroki perfeccionaba su dominio sobre sus habilidades. Al manipular los "hilos" invisibles de sus enemigos, sentía cómo sus poderes crecían y se expandían, abarcando no solo a las personas, sino también a sus entornos y hasta a las mismas emociones de aquellos a quienes quería controlar. No necesitaba estar presente físicamente para afectar la vida de quienes lo habían traicionado; su influencia operaba en un nivel que iba más allá de lo tangible.
La noche siguiente, Hiroki decidió dar un paso más. Sabía que Nao y Ayumu estaban en el límite de sus fuerzas, y el momento era perfecto para sembrar aún más desesperación. Aprovechando su conexión con los hilos mentales que las mantenían atrapadas, proyectó imágenes fugaces en sus sueños, recuerdos distorsionados de momentos en los que ambas le habían fallado. Era como un juego macabro, un teatro de sombras donde él era el maestro de ceremonias, y ellas, las marionetas.
Nao despertó sobresaltada, su corazón latiendo a mil por hora mientras la escena de su sueño aún se desplegaba en su mente. Había visto a Hiroki, mirándola con una frialdad que nunca había imaginado. No era el Hiroki vulnerable que recordaba; este tenía una autoridad implacable, casi inhumana, como si fuera una figura esculpida en la venganza misma. En la oscuridad de su habitación, sintió que esa imagen seguía presente, observándola.
"No... esto no puede estar pasando" —murmuró, intentando calmarse. Pero en el fondo sabía que no había forma de escapar de sus propios actos, y el miedo la paralizaba.
Ayumu también despertó sobresaltada. Aunque la pesadilla había sido diferente, el resultado era el mismo: la imagen de Hiroki apareciendo en su mente como una figura inalcanzable y terrible, alguien que ya no tenía interés en perdonarlas o entender sus motivaciones. En ese instante, la rabia que había sentido hacia Nao se desvaneció, reemplazada por un terror que se anclaba en su pecho. Al recordar cada instante en que había deseado sincerarse con Hiroki, cada mirada que había evitado, la sensación de haber perdido algo irremediable la ahogaba.
Al amanecer, Nao y Ayumu, por un impulso irrefrenable, se encontraron en un parque desierto, sin haberse coordinado. Al verse, la tensión entre ellas fue palpable. Durante largos minutos, ninguna dijo nada; simplemente se miraron, conscientes de que compartían el mismo miedo y la misma culpa. Finalmente, Nao rompió el silencio.
"¿Crees... crees que nos está siguiendo?" —preguntó en voz baja, evitando el contacto visual. Su voz temblaba, y en su mirada había una vulnerabilidad que jamás había mostrado antes.
Ayumu la miró con desdén, aunque en su interior compartía la misma inquietud.
"Eso es lo que merecemos, ¿no? Lo manipulaste, lo humillaste. ¿Qué esperabas? ¿Que él simplemente se quedaría de brazos cruzados?"
Nao tragó saliva, incapaz de responder. Aunque su mente buscaba excusas y justificaciones, en el fondo sabía que Ayumu tenía razón.
"Yo... yo solo quería controlarlo. Quería... que él fuera débil, que dependiera de mí" —confesó Nao en un susurro.
Las palabras resonaron en el silencio del parque, y por un momento ambas se dieron cuenta de lo profundas que eran sus heridas. Sin embargo, mientras intentaban procesar la conversación, la sensación de ser observadas se intensificó, como si la misma presencia de Hiroki estuviera allí, disfrutando de su miseria.
Mientras ellas se debatían en su remordimiento y miedo, Hiroki observaba a la distancia, oculto entre las sombras. Había perfeccionado su capacidad para proyectarse mentalmente en las mentes de sus enemigos, transmitiéndoles pensamientos oscuros y evocando las imágenes que alimentaban sus miedos más profundos. Sentía una satisfacción indescriptible al ver cómo el control que alguna vez tuvieron sobre él se invertía, y ahora eran ellas las que estaban atrapadas en sus propios tormentos.
Decidido a continuar con su venganza, Hiroki reflexionó sobre los próximos pasos a seguir. Ya no era el joven ingenuo y manipulable de antes; ahora se había convertido en alguien implacable, dispuesto a utilizar su poder para arrastrar a quienes lo traicionaron hacia su propia destrucción. Sabía que su objetivo final no se limitaba a ellas; otros también caerían, uno por uno, hasta que todos experimentaran la desesperación que él había sentido.
Sin embargo, aún quedaba mucho por hacer. Hiroki estaba convencido de que su camino recién comenzaba y que, con cada paso que daba, su poder crecía en intensidad y precisión.
Continuará...
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