Capítulo 8 - Confundido

—Al fin fuera del salón —dice José estirándose al igual que todos nosotros. Siento que me duele el poco trasero que tengo de estar tanto tiempo sentado.

—No sé de qué te alegras si apenas es el receso —digo estando a su lado.

—Pinky, dejanos ser felices... Como siempre de aguafiestas —comenta Jonathan y me da un sopetón en la cabeza.

—Dejen a la pela en paz... Que últimamente anda de mal humor porque no se ha llevado a casa a ninguna amiguita —responde David en "mi defensa" y los chicos empiezan a reír.

—David, no digas tonterías.

—Ay, ahora resulta que digo mentiras... Pelita has cambiado mucho, eso me lastima —replica gracioso.

—Sí, probablemente lo he hecho... ustedes deberían hacer lo mismo y madurar de una vez por todas —respondo de mala gana y me cruzo de brazos.

—Istidis dibiriin hicir li mismi —se burla Jonathan y lo observo entrecerrando los ojos. —Ya, Pinky... Olvida ese teatrito de chico renovado que no mata ni una mosca. Te conocemos y deberías mejor aprovechar que estás soltero y darle chance a Marian... Esa chica te come con la mirada —dice subiendo y bajando las cejas.

— No, gracias. Estoy bien así.

— David, creo que deberías revisar si nuestro amigo aquí presente no tiene fiebre o algo parecido... Me asusta su situación.

—No estoy enfermo, José —vuelvo a responder mientras frunzo el ceño.

Muy pocas veces me molesto en realidad, pero aveces los muchachos no miden sus palabras y se les pasa la mano conmigo. Pero toda la culpa es mía por tirarmelas de conquistador y del chico deseado por todas.

Eso siempre me trajo muchos problemas en mi juventud, sobre todo en mi época de fama. Aún recuerdo como las CNCOwners se la pasaban llamándome "gato" en cada oportunidad. Por un lado era divertido, pero por otro no me gustaba que hayan tenido tan mal concepto de mí cuando se suponía que debía ser un modelo a seguir.

Mis relaciones nunca duraban tanto porque sentía que me aburría o porque simplemente me gustaba otra chica en el momento menos pensado. A Gabriela la lastimé muchas veces al principio por mis inmadureces. Fueron muchos los momentos en los que tuvo que agachar la cabeza frente a la prensa por lo que se decía de nuestra relación.

Hasta hoy no me había puesto a pensar tan a fondo en esta situación y ahora mismo me sentía el más idiota de los idiotas por todo lo que le hice pasar a la única mujer a la que le he importado de verdad. Después de todo, ella fue quien me hizo cambiar y ser un mejor hombre. Se lo debo todo, aunque no sepa si lo nuestro sucederá o no en este nuevo futuro que estoy construyendo.

—Mira quien viene a buscarte otra vez —menciona David dándome un ligero golpe con el codo para llamar mi atención.

Samantha venia caminando hasta nosotros y note cómo José mejoró su postura de momento en cuanto la vio.

—Mechitas, lo siento mucho, pero hoy no podré ir a tu casa —dice ella sin siquiera prestar atención a los demás. Sin saber la causa eso me hizo sentir bien.

—Claro, está bien...

—Bien. No te olvides de estudiar por tu cuenta —comenta y sólo asiento. Nos quedamos en silencio y noto que muerde su labio inferior pareciendo nerviosa. —Ah, bueno... No los molesto más.

—No... No molestas para nada —habla José y noto un pequeño grado de sorpresa en ella que la hace sonrojarse. —Por cierto, lamento que mi querido amigo no nos presente... Soy José, él es David y él Jonathan —comenta señalando a los muchachos y posteriormente ellos saludando con la mano.

—Un gusto, chicos. Soy Samantha.

—Lo sé —vuelve a hablar José. —Digo, es que eres ayudante de nuestro profesor de física matemáticas.

—Oh, ya veo... claro, es natural que sepan quien soy.

—Sí —responde nervioso y lo miro extrañado.

¿Es mi imaginación o a José le gusta Samantha?

Aunque eso me tiene sin cuidado.

—Bien, ahora si tengo que irme... Adiós, chicos —menciona tras varios segundos de incomodidad y se marcha mientras sin motivo alguno los cuatro no le quitamos la vista de encima mientras camina.

—Allí está otra vez mi Pinky haciendo de las suyas —comenta Jonathan dándome palmaditas en la espalda como si hubiese hecho algo extraordinario.

— ¿Para cuando la boda? —pregunta David. Él y Jonathan se ríen mientras que José se mantiene serio. Quizá enojado por lo que dicen.

—Creo que están equivocados... al que deberían preguntarle eso es a José. Casi se le cae la baba —digo gracioso y él se pone nervioso mientras los demás reímos.

—La Josa está enamorada —comienzan a molestarlo y me siento aliviado de dejar de ser el centro de atención al menos por el momento.

(...)

No podía haber peor opción un lunes de comienzo de semana que salir más tarde de lo normal porque castigaron a todo el salón. Estaba furioso porque moría del hambre y en vez de estar con mi familia en casa comiendo la deliciosa comida que de seguro prepararon, estaba aquí, perdiendo mi tiempo.

Ya teníamos alrededor de una hora retenidos haciendo una plana inmensa de "no debería hacer trampas" como que si eso solucionaba todo. Eso es ridículo, no somos niños pequeños como para estar haciendo este tipo de cosas.

—Bien, espero que les haya quedado de lección para la próxima. Pueden retirarse —dice la maestra muy seria y nadie se mueve de su lugar hasta que ella se ha ido.

—Uff... Pensé que nos quedaríamos toda la tarde —comenta uno de mis compañeros y se despide para luego irse.

El pensar que aún tenia que hacer tarea al llegar a casa me mortificaba. No estaba acostumbrado a escribir tanto y tras eso me duele la mano de hacer tantas planas.

— ¿Te quedas, pelita?

—Si, David... adelantense.

—Listo, hablamos luego pana.

Me despido de los muchachos y finalmente guardo mis cosas para luego salir. Menos mal había llevado mi skate a clases, así llegaría en poco tiempo a casa.

En cuanto voy por mi camino habitual visualizo a alguien conocida. Samantha estaba entrando en un pequeño parque cercano a mi casa con algunas fundas montadas sobre su bicicleta.

Me detengo en el lugar y decido entrar. La curiosidad era mas grande que yo.

— ¿Mechitas? —escucho decir detrás de mi y en cuanto me giro la veo mucho mejor. Es la primera vez que no la veo con el uniforme y tengo que admitir que eso le favorece mucho. Lleva en sus manos pequeños tazones llenos de leche y otros con croquetas.

—Hola... lo siento, es que te vi a lo lejos y me dio curiosidad.

—La curiosidad mató al gato —dice enarcando una ceja y luego ríe. —Bien, ya que estas aquí, toma esto y acompañame.

La sigo por en medio de unos arbustos que se esconden detrás de un árbol hasta que llegamos a un punto un poco alejado. Pone los tazones en el suelo y de la nada noto como algunos pequeños gatos salen de entre los montes.

Samantha se sienta en el suelo en silencio y comienza a acariciar a muchos de ellos, sonriendo cada vez que lo hace.

—Puedes dejarlos también aquí —me dice y hago lo que me pide. Pongo los tazones en el suelo y la imito sentándome a su lado.

Nos quedamos en silencio mientras los gatitos comen y sólo los observamos.

—Debería librarme de ti ahora que conoces uno de mis secretos —dice riendo y la veo con sorpresa. Parece relajada, como si fuese una mejor versión de ella.

—No creo que quieras asesinar a un chico tan guapo como yo —respondo en broma y vuelve a reír.

—Tienes razón, seria un desperdicio para todas las pobres ciegas que andan detrás de ti.

—Golpe bajo —digo queriendo parecer ofendido.

—Sabes que eres lindo de verdad, no te hagas el tonto —comenta y agacha la mirada avergonzada por lo que dijo.

Es la primera vez que me da cumplido. Y debo de decir que me gustó viniendo de ella.

—También pienso que eres linda —digo con honestidad y me devuelve la mirada.

—No soy ese tipo de chicas con las que estás acostumbrado andar, Vélez. No te hagas ilusiones.

Me mira seria y después simplemente me ignora.

Decido cambiar el tema, no la quiero a la defensiva. Me gusta más así como está ahora.

— ¿Esto lo haces siempre? —pregunto tomando un gatito y recostándolo en mis piernas.

—Sí, pero en las mañanas... Hoy no pude y por ello tuve que cancelarte.

—Entiendo... Y ahora que recuerdo, la primera vez que te vi salias precisamente de este parque.

— ¿De verdad?

—Sí, lo recuerdo muy bien... Te caíste por mi culpa ese día.

—Oh, claro, ya lo recordé.

—Ese día fue muy extraño... te notabas un poco abrumada, como si estuvieses sorprendida de verme —comento recordando su expresión y ella simplemente ríe.

—Claro que sí, sabía muy bien quien eras... Christopher Vélez el galán del colegio —dice graciosa —Tengo que aceptar que me sorprendí porque era la primera vez que te veía de cerca.

— ¿Nunca antes nos habíamos topado?

—Por supuesto que no, tú deberías saber eso mejor que yo.

Claro que debería saberlo, pero no recuerdo muchas cosas de mi pasado lejano. En cuanto a este pasado, literalmente no era yo el que estaba viviendo esta vida antes de llegar hace una semana.

—Creo que aveces las cosas pueden cambiar inesperadamente —digo sin observarla y recordando todos los cambios que se han dado desde que estoy aquí.

—Y todo depende si se cambian para bien o para mal —menciona un poco afligida y la observo detenidamente. Me gustaría saber en qué tanto piensa cuando se pone de esa manera.

No despego mi mirada de ella y comienzo a observarla con mas detalle. Me gusta como lleva su cabello suelto y la manera en que este cae sobre sus hombros formando ligeras ondas castañas.

Llevo mi mano hacia un mechón que está sobre su rostro y lo hago a un lado colocándolo detrás de su oreja y luego sonriendo por ello.

Samantha me mira sorprendida y alejo mi mano lo más rápido que puedo.

—L-lo lamento... Creo que ya se me hizo un poco tarde —digo. Me pongo de pie de un salto y le sonrío con nerviosismo. —Nos vemos, Samantha.

—Adiós, Christopher —dice con serenidad y empiezo a alejarme del lugar.

¿Por qué hice eso? ¿En qué se supone que estaba pensando?

¿Me llamó Christopher y no por su ridículo sobrenombre?

De acuerdo...

...Necesito una seria conversación con mi almohada.

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