Capítulo 66 - De regreso a casa

Cuenta regresiva: 1😭

Dos tormentosos días finalmente habían terminado y en todo este tiempo no he podido contactar a Samy. Claramente no tenía ni el mismo número ni la misma cuenta de facebook, por lo que me parecía misión imposible encontrarla de esta manera. Pero ya me ocuparía de ello en cuanto llegase a Ecuador.

Realmente estaba emocionado por verla; por ver qué tanto ha cambiado. De seguro sigue siendo igual de hermosa. Una sonrisa se me escapa de tan solo imaginarla como ella se describió. Me hace tanta ilusión jugar con los mechones rubios de su cabello, tomarla por la cintura y besarla, hasta que simplemente nuestro amor nos consuma y podamos volver a ser uno sólo en cuerpo y alma.

Renato me hala de mi paraíso imaginativo y me entrega el boleto del avión. Reviso el número de vuelo y el asiento, cayendo en cuenta que es aquel mismo que recuerdo con tanta claridad. Mis alarmas internas se activan y empiezo a hiperventilar un poco, empezando a sentir nerviosismo y hasta un poco de miedo. La verdad no había pensado en el accidente hasta ahora.

—No podemos subirnos a este avión —digo de inmediato y me miran como si estuviese mal de la cabeza.

No me sorprende, pues es obvio que pasaría. Me sería difícil persuadir a tanta gente para que no se suba a ese avión.

— ¿Qué? ¿Estás loco, Christopher? —habla Renato y niego.

—Estoy hablando en serio. No podemos subir a ese avión, ni nosotros ni nadie.

— ¿Estás bromeando? —me mira enarcando una ceja y me muerdo el labio inferior en señal de impotencia.

—Tienen que hacerme caso.

— Chris, tranquilo —habla Richard. —Te estás poniendo pálido, bro.

—Pero si él es pálido de nacimiento, men —bromea Erick y tomo aire, sintiendo que me está empezando a hervir la sangre.

— ¡No es broma! —espeto. Ahora sí estoy de mal humor. —Ustedes más que nadie saben que estoy desesperado por llegar a Ecuador... pero no me voy a subir a ese avión. ¡A este vuelo no!

Todos se miran unos a otros como preguntándose si me pasará algo.

Renato suspira.

—Christopher, no sé muy bien que te ha pasado estos días... pero debes parar con tu actuación de paranoico —me regaña.

— Ustedes no entienden nada... lo digo por el bien de todos.

— ¿Y según tú qué puede suceder? —pregunta uno de los chicos del staff.

Intento tranquilizarme y veo por una de las ventanas que muchas personas ya están subiendo al avión, pero eso solo hace que mis nervios aumenten.

Morirán muchas personas.

—El avión... está... creo que está averiado —digo nervioso. —Y se estrellará.

Un silencio incómodo se presenta, pero de repente todos empiezan a reír a carcajadas, incluyendo los chicos.

—Que buen chiste —comenta Zabdiel.

— Creo que has visto muchas películas de Destino Final, loco —habla Erick y me da palmaditas en la espalda mientras ríe.

Esto fue suficiente. Está claro que no conseguiré convencerlos de lo que digo. Pero si no puedo hacerlo por las buenas, lo haré por las malas.

— ¡Dejen de ser idiotas! —grito perdiendo la paciencia. — Si no me quieren creer está bien, pero de lo que soy yo, no pienso subir a ese maldito avión.

No dejaré que todo lo anterior hecho por Samy sea en vano. Quiero vivir y formar una vida junto a ella.

No quiero morir por segunda ocasión.

—Disculpen —habla una de las azafatas que se encuentra en la puerta de entrada para subir al avión. Nos sonríe y luego prosigue — En pocos minutos se cerrarán las puertas, así que pido que si van a abordar, lo hagan ahora. Si no es molestia.

—Gracias por el aviso, señorita —Renato le sonríe y luego me mira con cara de pocos amigos. — Al avión... ¡Ahora! —espeta.

— Te dije que no pondría un pie en ese avión —digo con seriedad.

Él rueda los ojos.

— ¿Quieres madurar de una vez?

—Soy lo suficientemente maduro, Renato.

—Entonces sube a ese avión ahora mismo.

—No cambiaré de opinión —digo tajante y me cruzo de brazos.

Escucho como suelta un suspiro de exasperación.

—Pues bien, no nos subiremos al mendigo avión solo por tus rabietas de niño consentido... y que quede claro que si llegamos con varias horas de retraso será tu responsabilidad.

—No te preocupes, acepto mi responsabilidad —digo simplemente. Estoy un poco más aliviado.

—Compraré otros boletos. Y todos estos saldrán de tu paga, señor hago lo que quiero.

No doy respuesta y empieza a marcharse renegando en voz alta.

—Se mánager de los cienciou decían... será divertido decían —lo escucho y todos me miran sin decir algo.

Sé que los boletos me saldrán caros, pero prefiero saber que les salvé la vida a todos ellos que preocuparme por un poco de dinero. Aún así, no podía dejar de pensar en todas aquellas personas que sí subieron al avión. Tendría que estar pendiente a los noticieros.

Renato compra los nuevos boletos para un vuelo que sale dentro de tres horas más, por lo que todos se enojan conmigo.

—Estarás satisfecho —habla y me entrega mi boleto.

Resoplo.

Intento alejarme del resto para que dejen de mirarme con fastidio y me siento para escuchar música en mi celular. Busco en youtube canciones para poder sentir un poco más cerca a mi pulgüita y me topo con una que llama mi atención. Es de su cantante favorito, Bon Jovi.

Thank you for loving me.

https://youtu.be/7pal-MduQ2g

La escucho hasta el final y sonrío, pensando en que tendría que aprendérmela de memoria y dedicársela. Sé que le encantará.

Mi celular empieza a vibrar llamando mi atención y en cuanto lo miro noto el número de Gabriela. Me quedo observándolo, sin saber si contestar o no. Eso me lleva a pensar en que ni siquiera había recordado que aún sigo siendo su novio, y siendo sincero, me dolía un poco tener que terminar nuestra relación y lastimarla. Ella no tiene la culpa de nada. Sin embargo ahora amo a otra chica y no puedo ir en contra de lo que siento.

Samy es mi pasado, mi presente y mi futuro.

Decido contestar.

— ¿Sí?

— ¿Sí? ¿Así saludas a tu futura esposa? —ríe y suspiro.

Esto se me hará muy difícil.

—Lo siento. Estaba pensando en otras cosas.

—No te preocupes, amor. Solo llamaba para saber como estás... ¿todo bien? —inquiere y me pongo de pie.

Cuando me giro noto que los chicos me están observando, pero tratan de disimular rápidamente como si estuviesen conversando entre ellos.

Ahora entiendo a qué viene la pregunta.

— ¿Quién te dijo lo que pasó? —pregunto y se queda callada unos segundos.

Lo sabia.

— ¿Dé que hablas? —intenta hacer como que no sabe nada.

—Eres muy mala para mentir, Gabriela... ¿quién fue?

Suelta un quejido de frustración.

— Zabdi —comenta y ruedo los ojos. —Pero no te enojes, solo lo hizo porque él y los otros chicos están preocupados por ti.

—Claro. ¿Y por eso se burlaban de mí?

—Amor, tienes que aceptar que fue un poquito descabellado actuar de esa manera.

—Gabriela, tú solo formas parte de las personas que no me entenderían ni me creerían si les explico lo que sucede. Pero no los culpo.

—Por favor, no te enojes, pandita de mi corazón —dice con voz aguda.

En otro momento eso me hubiese derretido y el enojo desaparecía como por arte de magia, pero ahora no surte efecto alguno. Tengo que apresurar las cosas. No quiero que Samy luego tenga que sentirse como la "otra" de la relación.

Me acerco hasta la gran ventana que me da una vista completa de los aviones que están fuera y no sé qué decirle para empezar.

— ¿Sigues ahí, amor?

—Gaby... Gabriela... —aclaro mi garganta. —Sabes que eres una mujer maravillosa y que todo este tiempo has sido una persona muy importante para mí —trato de decir.

— ¿De acuerdo? —dice sin comprender.

—Lo que quiero decir... lo que trato de decir es que —las palabras simplemente no salen. —Carajo —susurro frustrado.

— ¿Sucede algo malo?

—No sé cómo explicarlo —me rasco la nuca, sintiendo que estoy demasiado nervioso. —Es difícil para mí. Juro que lo que menos deseo es hacerte daño.

Un largo silencio inunda la línea y segundos después escucho un sollozo.

— ¿Gabriela?

— ¿Hay alguien más? —pregunta de repente.

Y ahora como se supone que tendría que decírselo.

—Yo... Lo siento.

— ¿Desde cuando?

—Desde hace poco —digo teniendo en cuenta que en este tiempo es como si he llegado a amar a Samy de un día para otro.

— ¿Y por qué seguías actuando como si todo estaba perfecto entre nosotros?

—Porque fue inesperado... Yo no pedí enamorarme de ella, pero ocurrió —sin darme cuenta también había empezado a llorar. —De verdad lo siento, Gaby.

Otro silencio eterno.

— Espero que seas feliz a su lado. Te deseo lo mejor, Christopher —dice mientras escucho como llora. Sin esperar una respuesta de mi parte, cuelga.

Eso fue todo.

Ella lo había entendido. Sé que su corazón es demasiado noble como para desearme el mal. Gaby siempre querría que yo sea feliz. Y realmente deseaba que ella también lo sea.

Distingo a los chicos caminar hasta mí y seco mis lágrimas con rapidez.

— ¿Sucede algo? —pregunta Zabdiel y niego.

—Lo siento, pero necesito estar sólo.

Me voy de allí dejándolos atrás y me siento en un lugar aún más vacío y distante de las personas. Sigo escuchando música en mi afán de pensar en cualquier cosa que no sea lo mal que me sentía por Gabriela. Sin embargo, también me sentía aliviado de que ahora podía hacer mi vida junto a mi verdadero amor.

Las horas transcurren y sé que ha llegado el momento de arribar nuestro avión. Subimos y nos sentamos, cada uno sintiéndose aliviado de que la espera haya terminado.

Recuerdo el otro vuelo y me pongo a buscar cualquier noticia referente a un accidente de avión reciente, antes de que el nuestro despegue. Para mi sorpresa sí lo hallo, pero no es aquel vuelo que dejé pasar, sino otro, de un país diferente y con un destino diferente.

Efecto mariposa.

Había cambiado un suceso importante, lo que llevó a que todo pase de distinta manera. Empiezo a sentirme un poco mal, pero era algo que se me escapaba de las manos. Aunque hubiese tenido la certeza de cual era el otro vuelo que sufriría las consecuencias, nadie me hubiese creído. Prefiero dejar de pensar en ello.

Pese a que el vuelo estaba yendo con normalidad, no podía estar tranquilo. Me sentía alerta y con los nervios de punta. Para mi suerte, las horas pasaron y finalmente habíamos llegado a nuestro destino, Quito, la capital. Sanos y salvos.

Nos topamos con la prensa y empezamos a dar pequeñas entrevistas, ya que eran más de las 2 de la mañana y moríamos del cansancio. Pero no queríamos portarnos mal, ya que ellos esperaron tres horas más de lo que se supone que llegaríamos. Finalmente llegamos al hotel y cada quien entro en su habitación.

Esta vez me tocaría compartir habitación con Joel. Y lo agradecía, porque era quien menos haría preguntas por mi comportamiento.

— ¿Exactamente qué tenemos mañana en nuestra agenda? —pregunto. Ya que siendo sincero no recordaba nada.

— A las 8 am tenemos una entrevista en un canal de tv. A las 10 am otra en una estación de radio —habla mientras recuerda. —De allí tenemos libre hasta el almuerzo y luego tenemos una firma de autógrafos a las 2 pm en un centro comercial.

¿Firma de autógrafos?

— Eso nos llevará todo el día —digo pensativo.

— Exactly! Así que te recomiendo descansar lo más que puedas —dice mientras se acomoda en su cama. —Buenas noches.

—Buenas noches —digo decaído.

Sería otro día perdido. Otro día sin poder ver a Samy.

Me acuesto esperando que se me ocurra algo para resolverlo, pero luego me quedo dormido sin éxito alguno.

(...)

— ¡Cuanto extrañaba esto! —dice Zabdiel saboreando su enorme bolón.

—Esto si está exquisito, no como lo que intentaste cocinar tú hace un tiempo, loco —habla Erick y me saca la lengua.

—La culpa no fue mía, sino de ustedes. Fue su error creer que por el hecho de que soy ecuatoriano tengo que saber cocinar obligatoriamente bolón.

—Obvio, bro. Yo como un buen Dominican Man sé preparar un delicioso mangú —comenta Richard.

No se lo puedo discutir.

—Como sea —le quito importancia. —Lo que no entiendo es por qué comen bolón en el almuerzo.

Y es que sí, soy el único de los cinco comiendo un buen seco de chivo con papas, mientras ellos comen algo que se supone que los ecuatorianos comemos de desayuno.

— Christopher, we know that. Pero sólo queremos disfrutar mientras podamos —alega Joel y sé que no puedo seguir discutiendo con ellos.

Todos siguen comiendo mientras conversan animadamente, mientras yo intento hallar la manera de llegar a Loja. De acuerdo a nuestro itinerario, no estaríamos libres hasta dentro de cuatro días. Luego de ello podría ir con mi familia y los chicos disfrutar de los lugares que deseen visitar. Pero yo no quiero esperar tanto tiempo. Se me está haciendo una eternidad el no ver a Samy.

Ni siquiera sé si está bien, porque se me hace muy extraño que ella no haya hecho esfuerzos para contactarse conmigo. He revisado constantemente mis redes sociales por si tengo un mensaje suyo, pero no sucede nada.

¿Y si ella no regresó del pasado?

¿Y si también perdió nuestros recuerdos al igual que yo, pero no los ha recuperado?

¡Necesito verla!

Me pongo de pie y los demás me miran.

— Aún no has terminado tu comida —dice Zabdiel.

—Ya me llené —me excuso.

—De verdad creo que estás enfermo —habla Renato.

—Eso se le quita con un poco de amor de Gaby —habla Erick e intento no sentirme mal al escuchar su nombre.

Ya les contaría todo después. Sería muy incómodo que me sigan molestando con Gabriela mientras estoy con Samy.

—Estaré en mi habitación dándome un baño y descansando un poco hasta antes de irnos a la firma.

— Ok —responden simplemente y me sonríen.

Sé que me mataran luego por escaparme y no cumplir con lo de la firma, pero esto es más importante.

Samy es más importante que todo.

Empiezo a caminar fuera del restaurante del hotel y sé que tengo la mirada de los guardaespaldas sobre mí. Finjo esperar el ascensor y cuando este llega y abre sus puertas, entro. Éstas se están volviendo a cerrar y sé que ahora es el momento, pues creerán que ya estoy dentro y no hay de qué preocuparse. Interpongo mi mano antes de que se cierren del todo y salgo cuanto antes.  Acomodo mis gafas de sol, la gorra y la capucha de mi abrigo para salir. Cuando traspaso la puerta principal me observan con interés pero nadie del servicio parece reconocerme.

Eso fue fácil.

Pero me detengo cuando veo a una multitud de CNCOwners fuera del hotel, pendientes a la salida principal y cantando nuestras canciones.

— ¡Mierda! —susurro para no llamar la atención y escondiéndome de la mirada de todos.

Había olvidado que esto pasaría.

¿Y ahora que haría?

— ¿Christopher? —escucho una voz detrás de mí y me giro de inmediato. — ¡Oh Dios mío! ¡Sí eres Christopher Vélez! —dice la chica que evidentemente es CNCOwner.

— Ay, no —digo asustado.

— Y mis amigas pensaron que era estúpido esconderse aquí —chilla emocionada.

En cuanto noto que va a gritar le cubro la boca con mi mano y le hago una señal con mi dedo para que haga silencio.

— Por favor, si gritas todas se darán cuenta que estoy aquí. Te pido que hagas silencio y me ayudes —hablo casi rogando y asiente lentamente. —De acuerdo, voy a sacar mi mano —le aviso, esperando a que se controle.

Lo hago y noto como ahoga un grito.

—Me va a dar algo —da saltitos sin poder controlarse. Al menos no está gritando, estoy a salvo aún.

— ¿Cómo te llamas?

—Sofía —dice en un hilo de voz. —Pero puedes decirme Sofi —sonríe.

—Bien, Sofi. Necesito que me ayudes a salir de aquí.

— ¿Estás huyendo?

—Algo así —miro alarmado hacia el hotel.

— ¿De quién? ¿De Renato?

Hasta ella puede deducirlo fácilmente.

—Es una larga historia, pero si me ayudas serás mi ángel de la guarda.

—  ¡Ay, me va a dar algo! Eso se escuchó tan lindo... y tú solo dime lo que tengo que hacer y lo hago.

Suspiro aliviado.

—Bien, escucha... Necesito que vayas a donde están todas las chicas... y luego sólo tienes que gritar que me viste, pero en dirección contraria a esta —explico. —Estoy seguro que irán corriendo hasta aquel lugar y podré salir de aquí.

Asiente sin dejar de sonreír.

—Es pan comido.

— De verdad muchas gracias —la abrazo y beso su mejilla. —Te debo la vida.

—Haría lo que fuera por ti, Chris... ¿Y puedo tomarme una foto contigo?

—Claro, bella.

Se lo debo.

Nos tomamos varias fotos y minutos más tarde va en camino hacia las demás CNCOwners. Yo espero paciente detrás de un árbol y varias plantas hasta que pueda salir.

No pasa mucho tiempo cuando Sofi grita lo que le pedí y señala hacia el otro lado del hotel. Las chicas empiezan a correr desesperadas y en cuestión de nada, puedo salir corriendo de mi escondite. Sofi me mira y sonríe.

—Gracias, Sofi —hablo al aire.

Sigo corriendo hasta estar lo suficientemente lejos del Hotel y me detengo para recuperar aire. Cuando creo estar bien no pierdo tiempo y detengo un taxi.

—Al terminal, por favor —pido.

—A la orden, caballero —responde el taxista y empieza a conducir.

No me queda de otra que ir a Loja por medio de transporte terrestre, pues no traía conmigo mis documentos como para tomar un avión. Lo malo sería que tendría que soportar un viaje de 11 horas, por lo que llegaría después del anochecer. Aún así, la idea seguía siendo mucho mejor que esperar 4 interminables días.

Compro un boleto, que por suerte es de un autobús que sale de inmediato y me subo. Saco mi celular del bolsillo y aún no veo llamadas ni mensajes, por lo que no deben de haberse dado cuenta aún de mi huida, pues falta más de una hora para la firma y deben de seguir en el restaurante.

Decido enviar un mensaje al grupo de whatsapp, así todos se enterarían de una vez que me fui y no estarán preocupados.

"Si no me encuentran, no se preocupen. Estoy viajando rumbo a mi casa. Les dije que necesitaba llegar cuanto antes."

Pulso enviar y de inmediato pienso en apagar el celular, pero antes envío otro mensaje.

"Pd: Renatito, te amo 😘❤ No me mates 🙏"

Envío y lo apago.

Después de cinco horas, el viaje ya se me había hecho eterno. Casi no sentía mi trasero de tanto estar sentado. Por suerte, el autobús se había detenido en una gasolinera, así los pasajeros podríamos aprovechar para ir al baño o comprar algo para comer. Yo decido hacer ambas cosas.

Con la vejiga vacía, me acerco a la despensa de la gasolinera y compro varias chucherías, entre ellas dulces, papas y una gaseosa. Mamá me mataría si me ve comiendo esto ahora mismo.

Volvemos a la carretera en cuestión de minutos. Después de comer decido tomarme una siesta y sin querer me quedo dormido de largo. Soy despertado por un trabajador cuando hemos llegado finalmente.

—Joven, llegamos a Loja —anuncia mientras despierto.

Suelto un quejido cuando mi cuello duele a horrores. Eso es lo que pasa cuando se duerme en un autobús.

—Gracias, señor —hablo llevando mi mano a la zona del dolor. Me pongo de pie y bajo, siendo el último en hacerlo.

Al fin, de regreso a casa.

Respiro profundo y luego exhalo lentamente, llenando mis pulmones una y otra vez de aquel oxígeno que tanto extrañaba. Decido encender mi celular y ver la hora.

1:00 am del 27 de noviembre.

Sin esperar, mi celular empieza a llenarse de notificaciones del grupo de whatsapp. Ni siquiera pienso en leerlos, porque sé que dicen.

Pido un taxi y le doy la dirección de mi casa. Luego de más de media hora, he llegado.

—Muchas gracias —digo luego de que he pagado y me bajo.

Para mi sorpresa las luces de mi casa están apagadas, lo que significa que Renato no les informó nada a mi familia y por ende no me están esperando, lo que también explicaría que mamá no me haya llamado enojada a pedirme explicaciones del porqué hice esto.

Observo el timbre de mi casa sin saber si tocar o no, pero decido no hacerlo. Antes tengo que ir en busca de Samy.

Camino entre las calles vacías y obscuras, hasta llegar a la que recuerdo es su casa. No ha cambiado mucho. Solo está pintada de un color diferente, pero de allí todo sigue igual.

Sé que Samy ya no vive con sus padres, pero es la única opción con la que cuento para encontrarla. No me demoro más y toco el timbre pese a que estoy consciente de que deben estar descansando y pareceré un loco preguntando por su hija a estas horas.

No recibo respuesta, así que vuelvo a tocar. Espero, espero y vuelvo a tocar.

Otra vez no hay respuesta.

— Creo que deben estar muy dormidos —digo para mi mismo.

Me doy por vencido por el momento tras intentar e intentar y no recibir respuesta alguna.

Evalúo mis opciones y entre ellas no está ir a mi casa, pues no quería molestar a todos y que perdieran sus horas de sueño por mi causa.

Empiezo a caminar varias cuadras adelante y llego a donde quería. El parque. Este está cerrado, pero decido intentar buscar debajo de aquella roca que recordaba.

—Simplemente hay cosas que no cambian —digo sonriendo cuando he tenido éxito.

Abro la puerta de rejas e ingreso. Camino hasta el lugar detrás del árbol y solo puedo hallar la bodega. Busco indicios de los gatitos, pero varios minutos después no veo ninguno. Quizá en la realidad de este tiempo Samy nunca los encontró y por ende no los trajo aquí para cuidarlos. Eso me pone un poco triste y decido tumbarme en el suelo y acostarme para descansar un poco.

Algunos arbustos empiezan a moverse, me siento enseguida y entre la obscuridad creo reconocer al gato blanco que Samy llamó Christopher.

Sonrío.

Se acerca a mí, maullando y aprovecho para acariciarlo.

—Sí, eres tú bebé. Pero estás más guapo y limpio. Eres la mascota de alguien ¿verdad?

Maulla en respuesta, empezando a ronronear como si también me reconociera y sigo acariciándolo.

—Estoy feliz de que aquí sí tengas una familia que te cuide —beso su cabeza. —Pero deberías volver y no andar callejeando —lo reprendo, como si eso sirviera de algo.

Sigo acariciándolo varios minutos hasta que me quedo dormido allí mismo.

La cola del gato molestándome en la nariz, me despierta. Me muevo con pereza y me siento mirando mi alrededor un poco perdido, segundos después recuerdo que es lo que hago en medio del parque.

Me levanto y enciendo mi celular. Son las 5:47 de la mañana. Casi amanece.

Más mensajes invaden mi bandeja, pero decido seguir ignorándolos.

—Hora de irse.

Me despido de Chris gatuno y salgo del parque antes de que el guardia llegue. Camino en dirección a mi casa y esta vez sí toco el timbre, para estas horas mi mami y mi lita ya están despiertas.

La puerta se abre y me topo con mi mami. Pestañea varias veces y luego finalmente reacciona.

— ¿Qué haces aquí, Christopher?

—Hola mami, yo también la extrañé —bromeo y se cruza de brazos.

— Claro que también te extrañé... pero se supone que no estarías aquí hasta dentro de tres días.

—Tuve que hacer algunos cambios —me encojo de hombros.

— ¿Cómo que cambios? ¿Y por qué estás lleno de hojas y césped?

—Le contaré todo después mamita —le doy un beso en la mejilla. —Ahora sólo quiero darme un baño y salir de nuevo —entro a la casa.

— ¿Y los demás?

— En Quito —respondo simplemente. — ¡Hola, lita! —saludo emocionado, entrando en la cocina.

— ¿Y este muchacho qué hace aquí, Yenny? —pregunta viendo hacia mamá.

—Parece que ninguna estuviera feliz de verme —hago puchero.

—No seas tonto, mijo. Solo nos tomas por sorpresa —me abraza con fuerza. —¿Por qué estás aquí tan pronto?

— Lo mismo le pregunté yo.

—Prometo que les contaré todo, pero ahora tengo algo que hacer.

Les doy un beso en la frente a ambas y salgo corriendo a las escaleras para ir a mi habitación.

Me baño y visto con ropa que tengo en mi armario, guardo mi cartera y mi celular en la parte trasera de mi pantalón y bajo, no sin antes ponerme mi gorra y mis gafas.

— Ya me voy.

— ¿No desayunas? —inquiere mi lita. Y aunque la boca se me hace agua de tan solo ver todo el banquete que ha preparado, niego.

—Muchas gracias, lita hermosa. Pero tengo que irme ahora.

Veo la hora en el reloj de pared. 6:26 am.

Los padres de Samy deben estar despiertos ya.

—Nos vemos luego, lita bella —dejo un beso en su mejilla.

—Ve con Dios, mijo.

De inmediato me topo con mamá.

— ¿Te vas? ¿Ya desayunaste?

—Luego mamita —también beso su mejilla. — ¡Las amo!

Salgo de casa y camino las cuadras que me separan hasta los padres de Samy. Llego y tomo aire, preparándome para enfrentarlos. Toco el timbre, una y otra vez, pero en ningún momento salen.

— ¿Será que no están en casa?

Me siento en la acera esperando alguna señal de ellos y a lo lejos finalmente distingo a su mamá. Me pongo de pie de inmediato y limpio mi pantalón, así como me acomodo la gorra y la chaqueta.

Sí, quiero dar una buena impresión.

—Buenos días —dice por ser amable, pero pasa de largo sin prestarme atención.

—Buenos días, señora —le hablo mientras veo como busca sus llaves para abrir la puerta. — ¿Puedo hablar con usted?

—Lo siento, joven. No estoy interesada en comprar nada si es lo que desea —dice sin mirarme.

Las llaves caen al suelo y me apresuro a tomarlas por ella.

—No es eso de lo que necesito hablar —se las entrego y finalmente me mira.

Me observa con el ceño ligeramente fruncido y segundos después noto que me ha reconocido.

— ¿Es usted Christopher Vélez? —inquiere confundida por mi presencia.

Le sonrío.

—Así es —afirmo y desvía su mirada, ignorándome. Entra y esta a punto de cerrarme la puerta en la cara. — ¡Espere!

— No tengo nada que hablar con usted —me mira con fastidio.

—Sólo necesito que me ayude a localizar a Samy —explico con rapidez y se detiene de cerrar.

— ¿Samy? ¿Mi Samy? —inquiere sorprendida.

— Sí, señora. Su hija Samantha.

— No entiendo por qué la busca... usted y ella jamás se relacionaron.

—Sé que puede que usted crea eso, pero...

— No lo creo —me interrumpe —estoy convencida de ello. Mi Samy no hizo más que sufrir porque usted nunca se dio cuenta de que existía —me reprocha y empiezo a sentirme mal. —Siempre le dije que pasara de usted, pero no me hacia caso... ¿sabe todo lo que sufrió cuando se enteró que se marcharía al extranjero? ¿sabe lo mucho que lloró? ¿lo mucho que le dolió pensar que el "amor de su vida" se marchaba?

No hago más que mirar al piso y negar. Ya entiendo porque probablemente me odia.

—Y luego, cuando creía que el dolor estaba pasando —sigue hablando. —Usted se vuelve famoso... no dejaba de chillar de la emoción y de la felicidad porque usted hizo su sueño realidad. Desde entonces no hizo más que ser una fan enamorada. Comprando todos sus discos... —escucho un sollozo y subo la mirada para verla. Está llorando. —Yendo a sus conciertos... cualquier cosa para verlo de cerca. Pero usted... —vuelve a mirarme con odio —Usted nunca supo que ella existía.

— Yo...

— ¿Y ahora viene a preguntar por ella? —vuelve a callarme. — ¿Ahora que es muy tarde?

Las lágrimas ruedan de sus ojos y yo no puedo reaccionar.

¿Es muy tarde?

No comprendo.

—Sé que fui un idiota por no fijarme antes en la chica perfecta que es Samy... y le pido perdón por ello. Pero... puede que no lo entienda ahora, pero necesito verla. Cuando me reúna con ella le explicaremos todo —intento decir y niega.

—Usted no entiende nada —intenta secarse las lágrimas.

—Estoy consciente de que me odia, señora, pero yo amo a su hija y de ahora en adelante quiero demostrarle eso también a usted. Quizá algún día pueda ganarme su aprobación.

— ¡Deje de decir tonterías! —me reprende y vuelve a llorar desconsolada. —Aunque todo eso que me dice fuera cierto... ¿de qué sirve? ¿de qué sirve que quiera hacerla feliz ahora?

—No entiendo, señora.

Guarda silencio y desvía la mirada. Sus lágrimas no han dejado de salir. Una punzada en el pecho y una horrible posibilidad pasan por mi cabeza.

¡No, solo debe ser mi estúpida imaginación!

— ¿Dónde está Samy? —inquiero, empezando a sentir un dolor en el corazón. —Por favor, necesito que me ayude a encontrarla.

—Christopher —habla mientras niega —mi Samy te amó mucho... mucho —susurra y de inmediato tengo que sostenerla para que no se caiga cuando parece que se desmayará. —No debió ocurrirle esto... ella era una linda niña.

¿Era?

¿Por qué habla en pasado?

— ¿Qué... qué ocurrió con Samy?

Me mira directamente a los ojos y sin saber la respuesta, mi corazón se parte.

— Mi niña está muriendo en una cama de hospital —susurra y siento como si el mundo se paralizara. —Está muriendo y ya no hay nada qué hacer.

Sé que la señora sigue llorando, pero no soy capaz de escucharla.

¡No, no, no, no, no!

Esto debe ser una confusión. Debe ser una pesadilla.

—Tiene que haber un error —digo para mi mismo. —Mi Samy no puede morir.

Estoy llorando... Y lo estoy haciendo como nunca lo he hecho antes.

Sus recuerdos invaden mi cerebro sin poder controlarlo, haciendo que cada uno sea más doloroso que el anterior.

No...

...Mi Samy no.




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