Capítulo 60 - Noche mágica

Despierto agitado y sentándome de golpe. La obscuridad de la noche no me permite visualizar nada y estoy asustado.

Aquello fue tan real.

— ¿Chris? ¿Estás bien, amor? —inquiere Samy a mi lado y mis ojos finalmente se acostumbran a la poca luz de la habitación, encontrándome con su rostro preocupado.

—Sí, eso creo —digo respirando más rápido de lo normal.

—Estás sudando —dice tocando mi rostro y frunciendo el ceño. — ¿Una pesadilla? —asiento y tomo sus manos. Samy está cálida, mientras que yo estoy helando.

—Fue... fue algo horrible —digo recordando cada detalle.

Era sobre el accidente en el avión. Pero esta vez no solo vi a los chicos, sino también a mi familia, hasta Samy hacia parte de quienes estábamos en el vuelo. Los gritos, el llanto, volver a sentir ese miedo atroz.

No podía haber nada más horrible que eso.

—Iré por un vaso con agua —habla acariciando mi espalda de arriba hacia abajo para ayudarme a estar tranquilo.

—Pero te pueden ver.

—Son más de las 2 de la mañana, Chris. No pasa nada —se pone de pie y toma mi camisa para ponérsela, ya que estaba en ropa interior. —Ya vuelvo —me da un pequeño beso en los labios y sale con cautela.

Luego de dos minutos vuelve y me tiende un vaso con agua.

—Le puse un poco de azúcar —dice y le sonrío agradecido.

Bebo todo el agua de golpe y respiro hondo.

—Gracias, preciosa —tomo su mano y me sonríe con cariño.

La observo con atención, agradecido de tenerla a mi lado y de que me ame como lo hace. No sé que haría sin ella.

Enarca una ceja.

— ¿Tengo monos en la cara acaso? —inquiere riendo y asiento.

—Pero aparte de los monos, solo estaba admirando lo hermosa que eres.

—No mientas —dice avergonzada y me acerco a ella.

—No tengo porque mentir... sabes que para mí no hay mujer más hermosa que tú.

—Gracias, amor. Para mí tampoco hay hombre más perfecto que tú —deposita un besito en mis labios y se aleja.

De un momento a otro estoy totalmente calmado y el trago amargo de la pesadilla que tuve ha pasado.

—Cuando regresemos a nuestro punto normal del tiempo... —empiezo a hablar y me mira con atención —quiero que te cases conmigo —digo sin dudarlo y Samy se queda estática.

— ¿Q-qué?

—Quiero que te cases conmigo, pulgüita... Ya no veo mi futuro sin ti. En todo lo que recuerdo haber vivido, automáticamente apareces tú y es porque realmente deseo que sea así. Quiero despertarme cada mañana y saber que estás a mi lado —explico y tomo su mano para besar sus nudillos.

—Debes estar loco —dice con la voz entrecortada y con ojos cristalinos.

Asiento y le sonrío.

—Loco por ti —afirmo.

Llevo mi mano derecha hasta la medalla de la virgen que llevo en mi cuello y no lo dudo más.

La retiro de mi cuello frente a la mirada confusa de Samy.

— ¿Qué haces? —pregunta y me acerco. Hago a un lado su cabello y coloco el collar en su cuello. —No entiendo —me mira y luego toma entre sus manos el collar. Juega con la medalla entre sus dedos y vuelve a mirarme esperando una respuesta.

—No tengo un anillo de compromiso, pero sé que el collar lo puede suplir perfectamente —sonrío.

—Pero Chris... es muy importante para ti. Fue un obsequio de tu abuelito —susurra. Y sé que aunque nunca le he contado esa historia, ella la conoce a la perfección por ser una CNCOwner.

—Sí, es muy importante para mí, al igual que tú. Por eso de ahora en adelante quiero que esté contigo.

Me mira sonriendo con emoción y se tira a mis brazos para abrazarme con fuerza.

—Claro que deseo casarme contigo, Christopher. Sería una tonta si no aceptara.

La emoción al escucharle decir aquello me vence y empiezo a llorar.

—Prometo esforzarme para ser un mejor hombre —digo atrayéndole más a mí.

—Te dije que ya eres perfecto —susurra cerca de mis labios y me besa.

Me apodero de sus labios con necesidad y me deshago de la camisa que lleva puesta, así como su ropa interior. Yo no tengo mucho trabajo que hacer, ya que solo me basta con quitarme el bóxer.

La acuesto sobre la cama y me acomodo entre sus piernas, hundiéndome en ella mientras la beso con cariño. Nos movemos con suavidad al principio, pero aumentamos el ritmo conforme nuestras respiraciones se agitan más. Llegamos al éxtasis pocos minutos después y sonreímos.

Permanecemos uno al lado del otro, tomados de la mano y mirando al techo. Tengo que admitir que de todas las veces que hemos hecho el amor, esta ha sido la más significativa.

— Quiero llevarte a un lugar —dice de repente y la observo sin comprender.

— ¿Ahora?

—Sí. Ponte ropa —dice poniéndose de pie y empezando a vestirse.

—Samy, son las 3 de la mañana —digo y me tira mi camisa sobre la cabeza.

—Dije que te vistieras, no hay inconveniente con la hora. —Se pone sus pantuflas y me mira, esperando impaciente con los brazos en jarra.

De inmediato me visto y veo que se acerca a mi armario, tomando dos abrigos.

—Póntelo, puede que haga frío —habla y ella se viste con el otro.

— ¿A dónde vamos?

—Ya verás —sonríe y se acerca a mí.

Me planta un beso en los labios y de inmediato sé lo que está haciendo, así que cierro los ojos también. Segundos después noto que ha dejado de besarme, así que los abro.

Cuando lo hago caigo en cuenta de que estoy en una especie de laboratorio. Hay pantallas por donde sea y donde se supone que debe estar el techo, solo se ve el cielo más estrellado que había visto en mi vida. Casi parecía una escena sacada de una película.

Samy se aleja de mí pareciendo emocionada, y se mueve por el lugar como si no fuese la primera vez que está aquí.

— ¿Dónde estamos?

—En un observatorio astronómico —responde. —Para ser exactos, estamos en Chile —dice y me quedó atónito.

¿Chile?

—No pensé que habría algo como esto en algún país sudamericano —digo mirando cada detalle. — Estaba convencido de que Estados Unidos controla todo aquello —menciono y Samy suelta una carcajada.

—Chris, Estados Unidos no es el único país que estudia el espacio, por ende la NASA no es dueña del universo. Aunque sí es cierto que es la agencia espacial más importante debido a los grandes estudios y descubrimientos... —comenta acercándose a visualizar lo que parece ser un telescopio. —Y solo para dejarlo claro, Chile posee el 40% de la observación astronómica del mundo.

Wow.

—Siempre me impresiona lo mucho que puedes llegar a conocer —comento y sonríe.

—Lo siento si te llego a estresar con ello, pero esto es lo que me apasiona.

—Nunca me estresaria aprender de ti, preciosa —me acerco a ella y la abrazo por detrás.

—Gracias, amor. Realmente deseaba desde hace mucho mostrarte alguno de mis lugares favoritos en el mundo.

— ¿Has venido aquí antes? —inquiero mientras observa el cielo con el telescopio, como si estuviera buscando algo en concreto.

— Varias veces. Tuve la suerte de darme cuenta de que este observatorio no es utilizado, quizá sí, pero en muy rara ocasión. Entonces decidí escaparme hasta aquí cada vez que pudiera.

— ¿Y por qué no es utilizado? Yo lo veo en muy buenas condiciones.

—Y lo está. Sólo que se han construido muchos observatorios con mayor calidad de imagen y más cobertura de distancia. Si sales de aquí puedes darte cuenta que estamos rodeados de observatorios —explica y me sonríe. —Mira el lado bueno, tenemos esto para nosotros solos.

Ella vuelve su mirada al visor y se sobresalta.

— ¡La encontré!

— ¿Un ovni? —bromeo y me da un ligero golpe en las costillas con el codo.

—Me refiero a una estrella... VY Canis Majoris. Observa —se hace a un lado y veo a través del visor.

Lo que veo a simple vista no me impresiona mucho, solo noto un enorme punto brillante, pero que sin embargo es diferente a los demás. Titila mucho y su luz es roja, es la primera vez que veo algo así. Hace que las demás estrellas en el firmamento se vuelvan insignificantes.

— ¡Es inmensa! —digo, totalmente sorprendido.

— Así es —sonríe. —Es una hipergigante roja. Es tan enorme que si estuviera en lugar del sol, su circunferencia coincidiría aproximadamente con la órbita de Júpiter —explica y me quedo asombrado. Realmente es gigante. — ¿Recuerdas a la estrella más cercana al Sistema Solar?

Intento recordar nuestra conversación pasada, pero es en vano.

—Lo siento, recuerdo la conversación, pero no el nombre.

— Próxima Centauris —responde y ahora lo recuerdo.

—Oh sí... es aquella que está a 4,22 años luz de distancia.

— ¡Exacto! Y solo para que notes la diferencia, te diré que VY Canis Majoris se encuentra a 3800 años luz.

— ¿Tanto? —inquiero con la boca ligeramente abierta y asiente. — ¿Y aún así se puede observar tan nítidamente y verse tan grande?

—Ahora entiendes el significado de supergigante roja.

— Wow, es impresionante y tan bella también.

—Definitivamente... pero es triste que esté muriendo.

— ¿Está muriendo?

—Sí. Las estrellas de ese tipo no viven mucho tiempo, claro, me refiero en tiempos astronómicos. VY Canis Majoris tiene aproximadamente 10 millones de años existiendo y dentro de unos pocos 100 mil años finalmente morirá, convirtiéndose en un hermoso espectáculo llamado supernova —puedo ver la emoción en sus ojos cada vez que habla.

—Pero 100 mil años es mucho.

—Para nosotros sí, pero para la vida de una estrella no. Por eso especifiqué lo del tiempo astronómico.

—Entiendo —digo volviendo a ver por el telescopio, comenzando a sentir un cosquilleo de emoción.

Debo admitir que esto me está gustando.

— Si hay algo que disfruto de estudiar más en el espacio, son los astros —dice con una sonrisa. —Es hermoso imaginarse el cómo todos nuestros átomos fueron forjados en el interior de una estrella en proceso de reacción termonuclear. Algunos átomos, los más pesados, se crearon en una violenta explosión estelar, una de magnitud inimaginable, las más violentas del universo... las supernovas.

Samantha habla con tanta pasión, que es capaz de hacer que algo como esto se sienta la experiencia más fascinante. Puedo sentir la manera en que se me eriza el cuerpo al escucharla.

— ¿Entonces somos el resultado de la muerte de una estrella?

—Así es. Una estrella tuvo que morir para que hoy, tú y yo, podamos estar aquí juntos... Somos polvos de estrella —dice todo tan sutilmente, como si estuviese recitando un poema.

—Es maravilloso —digo embobado con lo mucho que puedo aprender de Samy. —Si sigues hablando de esa manera, me enamoraré mucho más de ti.

Se sonroja y sonríe.

— Pues si es así, dejame mostrarte la constelación de Orión. Precisamente este mes es el ideal para observarla —me pide con amabilidad el visor y se lo cedo. Empieza a buscar, diciendo en voz baja lo que parecen ser coordenadas.

¡Es una genio!

—Está allí, justo arriba —se hace a un lado y me la muestra.

Solo noto una vez más muchos puntos luminosos. No sé como los astrónomos pueden diferenciarlos y reconocerlos.

— Siendo sincero, no tengo idea de cómo se ve la constelación de Orión.

—Te indico —toma mi mano y me conduce hasta una enorme pantalla donde se puede visualizar lo que el telescopio está captando. —Esta es la constelación. Está formada por un conjunto de 204 estrellas —empieza a trazar el dibujo con su dedo. —Orión, el gran cazador de la mitología griega —dice con entusiasmo.

Observo lo que ha trazado e intento memorizarla, de esa manera, podré buscarla en el cielo cuando desee.

— ¿Es tu constelación favorita?

—Se puede decir que sí —lo piensa. —Me encanta la historia que hay detrás de ella.

— ¿Cuál historia? —pregunto con curiosidad.

— Se dice que Orión intentó seducir a Artemiza, la diosa cazadora, quien había jurado permanecer virgen por toda la eternidad, así que está pidió un escorpión gigante para que lo matase como castigo y así fue. Entonces Zeus, hermano de su padre Poseidón, lo colocó en el cielo como una constelación, pero tambien puso al escorpión en el firmamento para que siguiera persiguiéndolo por toda la eternidad —narra y la escucho sin siquiera pestañear. —Por eso es que cuando la constelación de Escorpión sale en el cielo, Orión se oculta al otro lado, como huyendo del terrible animal que lo mató en la tierra —finaliza y sonríe.

Cuando tenga la oportunidad empezaré a estudiar mucho más sobre estrellas y constelaciones.

— ¿Puedo ser tu escorpión y perseguirte por toda la eternidad como si fueras mi Orión? —inquiero acercándome más a ella y enreda sus brazos a mi cuello.

— ¿Intentarás matarme? —enarca una ceja.

— Sólo a punta de besos y mucho amor —susurro cerca de sus labios y asiente sonriendo.

— Deberían convertir nuestra historia de amor en una constelación.

— Me encargaré de pedírselo personalmente a Zeus —hablo y me da un beso casto en los labios.

— Te amo... de aquí a la galaxia más lejana.

— Y yo mucho más allá.


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