Capítulo 49 - Corazón roto

Al fin había llegado viernes... lo que significaba que podría estar lejos, al menos por dos días, de la cercanía de Christopher. Esta semana de clases que había transcurrido fue un completo dolor de cabeza. Tratar con todas mis fuerzas de evitarlo a toda costa y no toparme con él ni por el más mínimo error, se había vuelto mi cruz con la que tenía que cargar. No podía negarlo, me hacía más falta de lo que podía haber imaginado en algún otro momento. Sólo trataba de evitarlo para que mi conciencia esté al menos un poco tranquila al saber que después de todo, no me estaba aprovechando del hecho de que las cosas no habían salido tan bien entre Chris y Gaby; del hecho de que sin quererlo, ambos llegaron a confiar en mi y ni siquiera se imaginan lo que les hice. 

Me preguntaba si acaso no hubiese hecho lo que hice, eso hubiese sido una mejor decisión. Dejar morir a Christopher era una opción que no pasaba por mi cabeza en ese instante, sabía que tenía que salvarlo, mucho más si en mis manos estaba el poder para hacerlo, pero ahora no sabía si fue lo mejor que pude hacer. 

Sí, hubiese sido la perdida más lamentable, tanto para mí como para el mundo entero, pero al menos ahora hubiese tenido la certeza de que había tenido una vida feliz y realizada en todos los sentidos. Gabriela hubiese estado destrozada por su muerte, pero al menos le quedaría el consuelo de los recuerdos que tuvieron juntos y de lo mucho que se amaron cuando él estaba vivo; tendría la seguridad de que ella fue quien hizo cambiar al chico alocado y mujeriego a uno más centrado y sobre todo fiel... Desde el instante que decidí salvar a Chris, me convertí en la causante de que ahora nada de eso suceda, de que ahora el juntos por siempre de Christopher y Gabriela jamás se dé.

Cierro los ojos con fuerza tratando de ahogar un grito de frustración y respiro lo más profundo que puedo para tratar de serenarme. Un leve golpeteo en mi puerta me hace volver a abrirlos y me pongo de pie para abrir.

— ¿Sí?

— José te está buscando—habla mamá muy rápido y luego sale caminando con rapidez. Salgo detrás de ella y me desvío con dirección a la puerta mientras veo a mamá regresar a la cocina para seguir haciendo el almuerzo.

En cuanto abro veo a un José más que sonriente. Lo miro enarcando una ceja y me pregunto qué es lo que lo tendrá al parecer tan emocionado.

— ¿Y a ti qué bicho te picó?

—Mañana...  —habla y hace una pausa pareciendo que quiere darle suspenso al momento.

— ¿Mañana...?—muevo la mano para que continúe y solo sonríe.— ¡Habla ya, hombre!  

—Lo siento, sólo quería molestarte un poco—ríe y me saca la lengua.—Vine para avisarte que mañana paso por ti a las 9 de la noche, ponte lo más bonito que tengas.

— ¿Cómo que lo más bonito? ¿A dónde vamos?

—Obvio, ¿qué más harían un grupo de adolescentes un sábado por la noche?—pregunta subiendo y bajando las cejas con diversión.

— ¿Dormir? ¿Hacer tareas? ¿Leer un libro?

—Muy graciosa. Y no, tontita. Nos vamos de farra—asiento lentamente evaluando lo que acaba de decir y luego niego.

—No tengo muchas ganas de ir de fiesta, José.

— ¿Estás loca? Es la oportunidad perfecta para rematar a Christopher con los celos, lo hemos hecho bien durante esta semana—ríe con suficiencia y ruedo los ojos. José piensa que estoy evitando a Chris para darle celos con él, cuando no es así.

—No me importa, no pienso ir.

— Sam, no voy a llegar a esa discoteca pareciendo ser el único solterón del grupo—chilla haciendo puchero.

— ¿Cómo que el único? ¿Acaso todos llevarán pareja?—asiente y frunzo el ceño por lo celos de imaginar a Christopher acompañado por una tonta sin cerebro y con buen cuerpo. — ¿Chris también?

—Claro, irá con Marian—responde y ruedo los ojos. Es el colmo que de entre todas las chicas del colegio, justo tuvo que ser la más puta. 

—Bien, entonces iré —digo llena de toda la rabia que puedo y José sonríe satisfecho al darse cuenta de ello.

—De acuerdo, Samy. Entonces hasta mañana en la noche... Ya sabes, ponte despampanante para que dejes con la boca abierta a Pinky—me da un beso rápido en la mejilla y luego se marcha. 

Lo observo mientras se aleja de mi casa y me doy un golpe en la frente con la palma de la mano. Se supone que estaba tratando de evitar a Christopher a toda costa y ahora se me había ocurrido la estúpida idea de aceptar ir de farra al mismo lugar donde estará él, y como si fuera poco, donde estará con otra chica mientras yo me muero de los celos.

Suelto un suspiro de exasperación y vuelvo a mi habitación para empezar a prepararme psicológicamente para la noche de mañana.

(...)

Y así era como una noche normal de sábado se convertía de pronto en mi maldición. Estaba comenzando a hiperventilar mientras me miraba al espejo y veía como había quedado después de más de dos horas de arreglarme. 

No podía negar que quería verme linda y mi motivo tenía nombre y apellido, pero no sabía si realmente le gustaría el cómo me veía. Después de todo, estaba más que segura que la tal Marian estaría ahora mismo vistiendo lo más sensual y atrevido de su closet, mientras yo hacía el intento por verme bien. 

Esperaba con todo el corazón que el vestido blanco que había comprado esta tarde en un mercado de pulgas se viera decente, pues no me quedó de otra al no tener dinero suficiente.

Doy el último toque de brillo labial y trato de sonreír para tener un mejor semblante.

—Estoy segura de que a tus 24 años te ves mucho más hermosa que ahora —escucho hablar a mi mamá desde la puerta y niego mientras sonrío.

—No mientas, ma.

—Claro que no miento. Eres hermosa, no por nada dicen que te pareces a mí, muchachita—comenta y ruedo los ojos.

—Eres una narcisista, ma  —digo en broma y asiente con energía.

—Ya me conoces, bebé... y por cierto, José te está esperando  —me avisa finalmente y asiento tomando mi bolso para luego darle un sonoro beso en la mejilla en despedida. Luego salgo con dirección a la puerta. 

José se impresiona al verme y noto como traga espeso y luego sonríe.

—Estás muy guapa—dice finalmente y le sonrío en agradecimiento.

—Tampoco no estás nada mal—digo en broma y bate las pestañas siguiéndome el juego. 

Nos subimos en el taxi que ya estaba estacionado esperándonos y nos dirigimos a la dirección que David le había especificado.  Casi 45 minutos después al fin el taxista se detuvo en el lugar indicado. José se baja primero para luego ayudarme a bajar a mí y en cuanto veo al frente noto finalmente a Christopher. 

Está más guapo de lo que lo he visto últimamente y mi corazón comienza a acelerarse. Veo como observa cada parte de lo que soy, evaluándome y hasta cierto admirándome, lo que hace que empiece a sonrojarme. Desvío mi mirada antes de que se dé cuenta de que también lo estoy viendo y José agarra mi mano para luego sonreírme. Yo hago igual y caminamos hasta ellos.

—Hola, chicos, disculpen la tardanza —dice José y saluda a cada uno. Yo lo imito haciendo lo mismo.

David me presenta a Karen, que sé a la perfección quien es, y a su amiga. Lo siguiente que hago es saludar a los demás y cuando llega el momento de pararme frente a Chris, siento como mis piernas tiemblan al sentir el aroma de su perfume. Si hay algo que me vuelve loca sobre cualquier cosa, es un chico que huela exquisito.

Me sonríe con nerviosismo y yo hago igual, aunque decido desviar la mirada rápidamente de vuelta hacia los demás chicos.

—Entonces estamos todos... es hora de divertirnos —dice David con energía y nos acercamos a una de las discotecas más grandes del lugar. Muestra a los guardias una tarjeta de membresía y seguido de esto, nos brindan una pulsera distintiva para luego dejarnos pasar.

Hacía tanto que no venía a un lugar como este y el solo ver a tantas personas bailando al son de la música, estaba comenzando a inyectarme esas ganas de olvidarme del mundo y solo disfrutar el momento.

—Pueden pedir lo que quieran —grita David debido al ruido —Va por cuenta de la casa —sonríe y levanta su brazo señalando el brazalete. Eso era lo que nos convertía en clientes VIP.

— ¿A quién le vendiste tu alma para esto, David? —inquiere José y él responde con una sonrisa.

—Sucede que es muy bueno tener la voz que tengo... Acordé una serenata para la novia del tipo que es dueño de la discoteca a cambio de todo esto.

— ¿Todo esto por una simple serenata? —habla fuerte Karen pareciendo bastante sorprendida.

—No cualquier serenata, preciosa. El hombre está desesperado porque lo perdonen —contesta y le guiña a Karen quien se sonroja de inmediato. —Por cierto, ustedes tres ayudarán—les habla a Jonathan, José y Christopher y los tres asienten sonriendo como si hubiese sido lo mejor que les haya dicho.

— ¿Quieres algo para beber? —José llama mi atención y dudo un poco si aceptar o no, pues con las pocas veces que he bebido no tengo mucha experiencia con el alcohol.

—No estoy acostumbrada a beber. ¿Qué me recomiendas?—veo como piensa y luego sonríe.

—Ya lo tengo —dice con una sonrisa y se marcha en busca de nuestras bebidas.

Miro hacia donde está Christopher y noto a la empalagosa de Marian demasiado cerca de él.

—Chris, vamos a bailar —dice ella poniéndose de pie mientras espera la respuesta de Chris.

—Ve a bailar, Chris. Nosotros nos aseguramos aquí de que no falten las bebidas —dice David obligándole a ir y lo miro de mala manera aunque sé que no me está viendo.

Marian lo toma de la mano y lo conduce hasta la mitad de la pista donde muchas personas bailaban al ritmo de Actúa de J Alvarez. ¿Por qué precisamente tenía que sacarlo a bailar con esa música un poco sugestiva?

¡Quiero arrastrar a esta tipa!

Observo como prácticamente se le regala en bandeja de plata a Christopher y desvío mi mirada decidiendo ignorarlos y prefiero ponerme a conversar con Karen y Leslie que parecía que la estaban pasando mucho mejor que yo. Intento reírme cuando Leslie habla que Jonathan es un completo baboso, pero no puedo evitar pensar en que quiero que Christopher vuelva a sentarse y no se mueva de aquí.  

José me empuja levemente con el hombro cuando ha regresado con nuestros tragos y cuando lo observo se está riendo, al parecer le parece gracioso mi sufrimiento.

De la nada observo como Chris se ha acercado hasta nosotros y bebe un vaso completo de lo que parece ser ron. 

—Christopher, dale con calma, eso era ron —comenta Jonathan y lo ignora. 

Por un segundo me mira y decido devolverle la mirada con desaprobación. No, no me gusta nada lo que está haciendo.

—Pela, ¿qué se supone que haces? —inquiere David llamando su atención.

—Solo intento divertirme... Y si estoy sobrio no lo lograré, mucho menos con una acompañante como Marian —dice con fastidio y toma otros dos vasos para llevar. Tengo que admitir que lo último que dijo casi me saca una sonrisa.

Observo como bebe de golpe los tragos al igual que Marian y luego siguen bailando tan candente como les es posible. Frunzo el ceño con enojo y le arrebato de las manos el trago de José para beberlo de golpe.

— ¿Es que acaso todos ustedes quieren terminar cayendo de borrachos?—pregunta David al verme sorprendido y me encojo de hombros. Tomo una de las cervezas que están sobre la mesa de centro y bebo lo más que puedo.

—Oye, deja eso—dice José y me quita la botella.— ¿Qué estás haciendo?

—Deja de preguntar tonterías y mejor vamos a bailar—digo sonriendo y me pongo de pie para luego llevar a José a la pista de baile.

Los chicos silvan al vernos y ambos reímos mientras comenzamos a bailar al ritmo de Movimiento de cadera. Recuerdo que me encantaba bailar esta música cuando tenía la misma edad que ahora y hasta mucho después. Intento ser lo más sensual posible mientras bailo y José simplemente me toma de la cintura mientras hago mi espectáculo... creo que ya se me había subido el alcohol un poco a la cabeza. 

Miro disimuladamente hacia donde está Christopher y me doy cuenta de que me está observando, pero decido ignorarlo y seguir en lo mío.

Los minutos habían pasado y todos ya habíamos bebido un poco de más mientras no dejamos de bailar.  Vuelvo a centrar mi atención en Christopher y para mi sorpresa está más concentrado en observarme que en bailar con su acompañante. 

Estaba loca por lo que se me había ocurrido, pero luego podría meterle la culpa al alcohol, quien realmente era el culpable de ponerme así.

—Bien, José... si dices que realmente le intereso a Christopher, eso lo vamos a averiguar ahora.

— ¿De qué hablas?

— Tú solo sigue bailando—le susurro cerca del oído al saber que Chris aún me miraba. Me pego más a su cuerpo y siento como se pone rígido.

—Samy, está bien que le quieras dar celos a Pinky, pero no quiero que me golpee hasta la muerte. Ese tipo cuando se pone celoso no hay quien lo controle—explica José y yo hago como si no lo estoy escuchando, simplemente sigo bailando y hasta cierto punto me agacho teniendo cuidado de que el vestido no se me suba más de la cuenta y se me vea el trasero.

Finjo reírme lo más feliz que puedo y vuelvo a girarme para estar frente a frente con José y lo abrazo por el cuello mientras él me mira enarcando una ceja.

—Eres peligrosa—me dice sonriendo y le guiño un ojo para después depositar un beso en su mejilla. 

Al instante sentimos un fuerte empujón haciéndonos a un lado y veo que es Christopher quien lo ha hecho a propósito mientras pasaba a nuestro lado con una Marian sonriente tomando su mano. Los observamos hacia donde se dirigen y notamos como entran al baño de caballeros.

—Entraron en el baño—digo sorprendida y sin quitar mi vista de aquel lugar. 

Pensé que él ya no era del tipo de hombres que hacían esas cosas, pero no, sigue siendo el mismo gato coge putas de siempre. Y está claro que no le intereso en lo más mínimo.

— ¿Acaso está mal de la cabeza?  —inquiere José. 

Me  mira como si estuviese pensando que su amigo es un completo idiota y lo siguiente que veo es como va hasta donde David para comunicarle lo que el estúpido de Christopher estaba haciendo.  

David se alarma y luego sale prácticamente corriendo hacia los baños. Comienzo a seguirlo con la rabia corriendo por mis venas y las ganas incontrolables de golpear a Christopher, pero José me detiene.

— Tú te quedas aquí—ordena sutilmente y niego.

—Déjame ir, José—reprocho con los ojos llenos de lágrimas que amenazan con salir y se hace a un lado pareciendo rendido. 

Camino hasta estar en la puerta del aseo de hombres, pero no me atrevo a entrar, así que prefiero esperar aquí afuera. Segundos después sale Christopher pareciendo fastidiado y se da cuenta de mi presencia.

Me acerco queriendo golpearlo, pero de inmediato me alejo guardando la compostura. Estaba decepcionada de él... Este no es el Christopher que yo conozco.

— ¿En qué se supone que estás pensando? —pregunto con amargura.

— ¿De qué hablas?—pregunta sin importancia.

—Te estás comportando como un jodido imbécil... ¿acaso quieres ser padre a tan corta edad?—digo lo primero que se me viene a la mente para ocultar mis jodidos celos, aunque estaba claro que el ser padre tan joven se podía convertir en una posibilidad.

— ¿Acaso te importa?—pregunta enojado y juro que ahora quiero golpearlo con mucha más razón.

—Claro que me importa, idiota.

—Ahora resulta que te importo —ríe de mala gana. — ¿Por qué has estado evitándome entonces?—pregunta de repente y no sé que contestarle.

—No te he estado evitando... —digo nerviosa y desvío la mirada —solo he tratado de pasar tiempo con José.

—Ya veo—responde serio y enojado.

— ¿Acaso eso no era lo que querías?—

— Pues sí, me alegro mucho por ustedes. Y mejor ve a preocuparte por él y no por mi, yo estoy bien —dice finalmente y se marcha del sitio dejándome con la palabra en la boca.

Me muerdo la lengua al caer en cuenta de lo que estaba a punto de decir y cierro los ojos para respirar y retomar la calma.

—Sam... ¿me ayudas?—escucho a David y veo que trae a Marian casi arrastrándola. Si por mi fuera la dejaría aquí botada, pero prefiero ayudar a David y caminar con ella hasta la mesa.

En cuanto llegamos, Marian se sienta sobre las piernas de Christopher mientras vuelve a besarlo y él le corresponde. Mi cara debe ser de completo odio en este momento porque no me estoy esforzando por ocultar todos los sentimientos encontrados que tengo ahora mismo.

Vuelvo a mi asiento que está junto a José sintiéndome derrotada y con el corazón roto y él me rodea la cintura con su brazo.

—Ahora te toca a ti seguirme la corriente—susurra mientras me acaricia la mejilla con delicadeza y simplemente asiento decaída. 

Se acerca más de lo debido a mi rostro y me planta un beso en los labios. Me quedo inmóvil durante un nanosegundo y luego le correspondo cerrando mis ojos y dejándome llevar por el beso.

Escucho un golpe en el suelo que hace que tanto José como yo nos separemos y cuando nos percatamos de lo que sucede, vemos a Marian intentando ponerse de pie y un vaso roto. Christopher está mirándonos a ambos intermitente como si quisiera gritarnos o quizá golpearnos.

Nos ignora al instante y luego se va del lugar dejando a todos confundidos y con la boca ligeramente abierta.

(...)

La noche se había vuelto un completo fiasco y lo único que pude hacer para olvidarme del idiota de Christopher fue ahogarme en alcohol. Ahora mismo los únicos que estábamos en la mesa eramos José y yo; él intentando que no beba más y yo diciéndole que era un completo aburrido. Tenía unas ganas inmensas de bailar, pero dudaba mucho lograr ponerme de pie.

— Samy, ya deja de tomar.

—Se supone que me trajiste aquí para divertirme—digo con torpesa.—Así que no molestes y mejor sirvenos un poco más de bebida.

—Te arrepentirás de esto mañana—habla negando y llena los vasos con un tipo de alcohol que ni siquiera reconocía. 

Los minutos seguían pasando y mientras los demás bailaban, yo tenía un nudo en la garganta que se estaba haciendo cada vez más molesto con el pasar de los segundos.

— ¡Salud!—grito alzando el vaso en dirección de José y bebo todo de golpe. En seguida y sin poder evitarlo las lágrimas habían comenzado a salir sin control.

— ¿Te sientes mal?

— Sí —digo limpiando mis mejillas y me quita el vaso de la mano para ponerlo sobre la mesa.—Mi vida es un asco—espeto con  todo el resentimiento que pueda sentir.

—Eso no es cierto, Samy.

—Claro que lo es... Mi papá me odia—se me sale y frunce el ceño sin entender—arruiné la vida de la persona más importante para mí—sigo hablando mientras no puedo contenerme de llorar.—Soy una mala amiga... y estoy harta de tener que hacer trabajos dobles para poder conseguir algo de dinero para mi familia que no es suficiente. Me siento inservible—sorbo por la nariz y José niega.

—No digas esas cosas, Samy.

— Tú no sabes nada, Josesito—lo miro con tristeza y en un loco arranque me acerco a él para besarlo, pero él retrocede y niega.

—Has bebido suficiente, te llevaré a casa—dice con seriedad.

—No, la noche aún es joven.

— Estás mal, Samantha... acabas de intentar besarme.

— ¿Y eso qué? Hace un rato nos besamos.

—Fue para darle celos al idiota de Christopher ¿lo olvidaste?—pregunta y ruedo los ojos.

—Sabes qué, sí, lo había olvidado por un momento... y tú tonto me lo recordaste—refunfuño y me cruzo de brazos. 

—Se nota que ya estás en tu estado máximo de borrachera, así que nos vamos ahora mismo—se pone de pie y en seguida me agarra por la cintura para ayudarme a ponerme de pie. Pero con los zapatos que llevaba puestos sentía como si estaba parada sobre un par de zancos de los cuales perdería el equilibrio en cualquier momento. 

José le habla algo a David cuando nos acercamos hacía ellos y luego empezamos a salir con torpeza.

—Eres un aburrido.

—Sí lo soy—responde cuando estamos casi afuera del lugar. 

—José, no quiero irme —gimoteo en su agarre y me dedica una sonrisa burlona.

—Samy, tenemos que ir a casa.

— ¡No! No quiero irme... ¡Que la fiesta continúe! Wouuu —grito riendo.

Debo estar haciendo el ridículo del año, pero no me importa.

—Samy, por favor...

— ¡Nooo!—me detengo en seco sin querer moverme y lo que parece ser un fantasma hace acto de presencia frente a nosotros.

Pero no, solo era el rostro pálido y sin color de Christopher.

— ¿Chris? Todos pensamos que te habías ido a casa —dice José.

—No, no fue así —dice frunciendo el ceño y sin despegar su mirada de mí.

—Pero miren quien volvió... si es el coge putas número uno de toda Loja —espeto y río con amargura. 

Como me gustaría golpear su cara bonita.

— ¿Cómo sucedió? —pregunta y José se encoge de hombros.

—Comenzó a beber todo lo que tenia en frente sin saber por qué y no pudimos evitarlo, se enojaba si le decíamos algo.

—Eres un aburrido, José... Yo estoy de maravilla... Si quieres me pongo en 4 para que lo compruebes —digo arrastrando las palabras y lo miro con sugerencia. José ríe por el comentario y Chris lo mira con desaprobación. 

¿Celoso Vélez?

—Ves, no estás bien, Samy —me reprende aún sonriendo y yo simplemente ruedo los ojos. —La llevaré a casa—habla hacia el gato.

—Yo te ayudo.

Sí, que él me lleve. De esa manera podría aprovecharme de él y luego decirle que no sabía lo que estaba haciendo.

Buena táctica, Samantha.

—No es necesario, yo puedo solo.

Otra vez este aburrido.

— Pero has bebido mucho, José.

—Tu igual.

—Pero...

—Christopher, no soy como tú —dice José pareciendo enojado y él suspira. 

Uhhhh golpe bajo.

—Sabes que puedo ser un idiota aveces, pero lo que pasó fue producto de la borrachera... 

Claro, excusate gato mujeriego.

—Lo sé, pero no desconfíes tampoco de mí, me conoces y yo no me llevaría a Samy a la cama en la primera oportunidad... Mejor ve por Marian que está igual o peor que ella —explica serio y suspira derrotado.

Buen punto, Josesito.

—Solo vayan con cuidado... Confío en ti, hermano, solo trataba de preocuparme por ella —eso me ablanda un poco el corazón pero se me olvida enseguida y vuelvo a observarlo con rabia.

—Entiendo tu preocupación, después de todo ustedes se han hecho muy buenos amigos. Me gusta eso... que ella tenga alguien con quien contar después de todos los malos ratos que pasa.

Quería replicar diciendo que no era cierto, pero mi lengua pesaba y ni siquiera tenía ánimos de hablar.

—Ehh sí, siempre estaré para ella... —dice con torpeza. —Ahora vayan antes de que se haga más tarde.

—Hablamos luego, Chris... Cuidate.

—Adiós, Mechitas coge putas —digo riendo a carcajadas y veo como simplemente niega con una bonita sonrisa. Al menos le gustaba su nuevo sobrenombre.

Por suerte un taxi justo pasaba por el lugar y nos subimos para ir en dirección a mi casa.

(...)

Había despertado con el dolor de cabeza más grande que había sentido en mi vida. Ni siquiera los viajes me habían causado un dolor así de intenso, definitivamente me había pasado de la raya con el alcohol.

— Sé que eres mayor de edad... pero tu cuerpo no lo es, así que no vuelvas a hacer una tontería así—me regaña mamá y asiento mientras bebo del café caliente que me había preparado.

Vuelvo a mi habitación para intentar hacer las tareas que tenía para mañana y enciendo el computador para investigar algo. Una notificación de facebook me llama la atención y en cuanto entro veo que José me ha escrito y me ha enviado el link de lo que parece ser una notificación, más el mensaje de "es un completo idiota" añadido.

Entro con curiosidad para ver a lo que se refiere y en cuanto veo la foto en la que está etiquetado algo dentro de mí termina de romperse.

Christopher se acostó con Marian.

Me pongo de pie saliendo hecha una fiera de mi habitación y salgo de casa en dirección a la de aquel pendejo. Camino casi pareciendo que estoy corriendo y cuando llego toco el timbre sin perder un segundo más de mi tiempo. La sangre me estaba hirviendo y mis manos picaban por finalmente golpearlo.

Cuando finalmente abre la puerta, lo miro con desaprobación.

—Eres un grandísimo idiota —espeto.

—Hola, Samy, también me da gusto verte —dice queriendo hacerse el gracioso y le doy una mirada asesina. — ¿Acaso no has descansado lo suficiente? ¿Por eso el mal humor?

— ¿Por qué carajos te acostaste con esa tipa?—pregunto más enojada que hace segundos atrás y enarca una ceja confundido.

— ¿Acostarme? ¿tipa? No sé de qué estás hablando.

— ¿Quién es, mi amor? —escucho a la Sra. Piedad y cambio mi comportamiento por completo en cuanto la veo. No quiero que se entere de las babosadas que anda haciendo su nietesito. —Oh, eres tú, Samy.

—Buenas tardes, lita —trato de sonreír y ella me responde de igual manera.

—Buenas tardes, Samy... ¿Qué haces allí fuera? ¡Entra, mija!— me toma de la mano y me conduce hasta la cocina. No me queda de otra que dejarme llevar, quizá de esa manera podría tranquilizarme un poco. —Toma asiento allí, Samy... Chris está haciendo la tarea, quizá quieras ayudarle un poco—le da una sonrisa de complicidad a Christopher y él se la devuelve.

Bien, eso es extraño.

—Me encantaría, lita, pero no puedo quedarme mucho tiempo.

—Ya veo, mija. En ese caso, yo iré a la tienda por algo que olvidé comprar... ya vuelvo —dice y sale a toda prisa dejándonos a solas. 

¿Es mi idea o lo ha hecho a propósito?

Suspiro olvidándome de eso y lo miro con enojo una vez más.

—No puedo creer que hayas hecho eso, Christopher—continúo con mi regaño y él rueda los ojos.

— ¿Qué se supone qué hice?

— ¿Todavía lo preguntas? Por favor, a estas alturas todo el colegio lo debe saber.

—No sé de lo que estás hablando, Samy. ¿Quieres explicarme?

— ¿Qué explicación puedo darte? Tu más que yo debes de saber lo que hiciste con Marian... ¿O acaso la borrachera hizo que olvidaras todo?

— ¿Te refieres a lo de la discoteca? En verdad lo lamento, yo...

— ¿Discoteca? —le interrumpo. —No me refiero a la discoteca, sino a lo que terminaron en la casa de la tipa esa —espeto furiosa muriendo de los celos y frunce el ceño.

—Estoy confundido.

¿Por qué se sigue haciendo el idiota?

— ¿Ah sí? Tal parece que eres demasiado "caballero" porque no tienes memoria... pues te invito a revisar facebook, quizá así recobras la memoria, idiota —digo terminando la conversación y me marcho del lugar tirando la puerta.

Camino algunos pasos y me topo con lita quien me mira con una sonrisa.

—Pensé que al menos te quedarías unos minutos más, mija. Iba a prepararles un juguito de sandía—menciona alzando la gran sandía que traía en manos.

—Será para la próxima, lita. Muchas gracias, pero ahora mismo tengo mucha tarea que hacer—me excuso y ella asiente con una sonrisa.

—De acuerdo, mi niña. Ve con cuidado y vuelve cuando desees.

—Sí, lita. Adiós. 

Cuando estoy en casa me siento frente al computador topándome una vez más con la estúpida fotografía y empiezo a llorar sintiendo como si me hubiese engañado y se haya reído de mí en mi cara.

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