Capítulo 45 - Inevitable

Me levanto con pesadez luego de haber tenido el fin de semana más cansado de toda mi vida y me estiro para aligerar el entumecimiento de mi cuerpo. El sueño aun invadía cada milímetro de mi ser y solo quería dormir unos cinco minutos más. Pero sabia que no podía darme ese lujo, de lo contrario tendría el tiempo justo de llegar al colegio y no podría alimentar a mis bebés.

Bostezo y finalmente me levanto para ir a ducharme.

Me visto, arreglo mis cosas y tomo lo último que queda de comida y leche. Suspiro y salgo de casa, una vez más sin desayunar.

Llego al parque y trato de sonreírle lo más que puedo al guardia para luego entrar y hacer mi trabajo.

—No se preocupen, bebés... prometo que les traeré más comida por la tarde —digo aguantando las ganas de llorar por la impotencia. Los acaricio unos minutos mientras ellos comen lo poco que les traje y finalmente sé que tengo que irme cuando veo en mi celular que faltaba poco para entrar a clases.

¡Pinche tiempo!

Antes se me hubiese hecho tan sencillo retroceder algunos minutos y disfrutar un poco más de este bonito lugar, pero ahora ya no podía hacer nada.

Me pongo de pie rendida ante mi derrota y tomo mis cosas.

—Vendré más tarde —hablo sonriendo y algunos me miran como si de verdad me estuviesen escuchando.

Comienzo a salir del parque casi corriendo y de pronto siento un empujón que me hace caer al suelo, haciendo que me golpee el trasero con fuerza.

¡Auch!

Ahora definitivamente perdí lo poco de trasero que tenía.

—Oh cielos, lo siento mucho... soy un gran tonto —escucho hablar a aquel chico y se me vienen a la mente un millón de insultos que podría gritarle a la cara. Empezando desde bobo y terminando en hijo de su santa madre.

Me toma del brazo para ayudarme a parar y ese gesto me hace bajar la guardia.

De acuerdo, al menos es lo suficientemente caballero como para remendar su error. Después de todo, yo también iba un poco distraída.

—No hay problema, la culpa fue mía —digo sin mirarlo y empezando a limpiar mi falda del polvo.

—De verdad, lo lamento mucho —vuelve a hablar apenado y le ofrezco una sonrisa para que vea que estoy bien, pero me quedo en shock al darme cuenta de quien es.

¿Cómo no pude reconocer su voz?

¡Que estúpida!

—N-no te... preocupes —hablo con incomodidad —realmente la culpa fue mía por no mirar por dónde caminaba —me excuso nerviosa y decido irme lo más rápido que puedo del lugar.

Intento parecer como si no estuviese huyendo de él, pero me es imposible.

Hablarle al bobo del Christopher de este tiempo era fácil, hasta cierto punto también divertido aunque me sacaba de mis casillas... Pero tener frente a mí al Christopher que sé perfectamente que pertenece a mi tiempo y que me hable era algo totalmente distinto.

Él ya no era el patán y mujeriego que solía ser antes, ahora era un Christopher un poco más maduro y gentil... Un Christopher al que no dudaría en secuestrar y violar.

Una imagen un poco sugestiva pasa por mi cabeza y la desecho de inmediato. De seguro ya estaba toda sonrojada.

Llego al colegio respirando con un poco de dificultad debido a lo rápido que caminé y me siento hecha un manojo de nervios en cuanto llego a mi salón.

—Ah miren, ya está aquí —dice María José a las otras dos chicas e intento sonreirles pese a mi estado. — ¿Pudiste hacer todo?

Asiento y saco de mi mochila los tres cuadernos entregándole uno a cada una de ellas. Sonríen con satisfacción y cada una me entrega un billete de $10 dólares como mi pago.

Al menos eran generosas.

Había logrado hacer treinta dólares con ejercicios matemáticos realmente sencillos. Lo que me costó en todo esto era tratar de imitar sus letras para que parezca que ellas hicieron todo, fue un calvario total que me llevó horas. Pero finalmente valía la pena.

—Gracias —digo un poco más animada.

—Gracias a ti, linda... Y ya sabes como proceder si hoy también dejan tarea.

—No se preocupen —sonrío y se retiran a sus asientos.

Tomo aire volviendo a la calma y me recuesto encima de mi pupitre para descansar esos cinco minutos que tanto quería, pero la imagen de mi castaño favorito me lo impide.

Muerdo mi labio inferior al pensar que lo tuve tan cerca como hubiese querido tenerlo antes y una sonrisa nerviosa se me escapa.

Quizá ahora si era una buena idea acercarme a él y convertirme en su amiga... quizá hasta su mejor amiga. En unos años me convertiría en la envidia de todo el fandom.

—Estoy pensando idioteces —digo riendo por lo bajo.

Era obvio que no me atrevería a hacer eso, una cosa era poner mi vida de cabeza y otra cambiar la suya.

Yo jamás tuve nada que ver con él, así que eso tenía que continuar así.

(...)

La campana del receso suena al fin y suelto un ligero bostezo. Realmente necesitaba recuperar horas de sueño o terminaría desmayándome camino a casa.

Y no podía hacer eso, aún tendría que ir a comprar la comida de mis bebés y luego hacer mi tarea y la tarea de las chicas. Menos mal hoy era mi día libre en el hospital, aunque tengo que admitir que eso me hace extrañarlos a todos.

Me pongo de pie y salgo del salón con la finalidad de buscar algún lugar tranquilo para dormir la media hora de receso que tenemos.

Camino a pasa rápido llegando más allá de las canchas y creo que el lugar perfecto es la última cancha de baloncesto que nadie utiliza porque está alejada de todo y porque supuestamente está embrujada.

¡Puras tonterías!

— ¡Hey, hola! —escucho a alguien gritar detrás de mí. Me volteo y miro quien es.

¡Mierda!

Lo ignoro de inmediato sintiendo que empiezo a ponerme nerviosa y sigo caminando.

—Oye, hola... Eres la chica de esta mañana, ¿verdad? —menciona con amabilidad y yo solo quiero desaparecer.

—Sí, lo soy —respondo finalmente sin mirarlo.

¿Qué es lo que quiere?

— ¿Estás de apuro?

—No, pero me gusta estar sola... gracias por entender —digo tan rápido como puedo, sin embargo sigo escuchando sus pasos detrás de mí.

Es insistente.

En eso no ha cambiado para nada al antiguo Christopher.

— ¿Estar sola? Realmente no lo creo —dice con un tono dudoso y me detengo de golpe.

Si quería que me deje tranquila y se aleje, lo más fácil era dejarle claro que no me interesa hablar con él... Aunque a quién carajos engañaba.

Estoy que muero de la felicidad porque me está hablando.

Giro sobre mis talones intentando mostrar una actitud de molestia y finalmente lo observo. Intento no estudiarlo de pies a cabeza y tirarme sobre él a llorar como Magdalena. Después de todo, se trataba del chico que gracias a mi sigue vivo... en otro tiempo, pero vivo al fin y al cabo.

—De acuerdo, ¿qué quieres?—inquiero pareciendo que estoy a la defensiva.

Noto una leve expresión de miedo y muerdo mi mejilla interna para no reír.

¡Es tan jodidamente adorable!

¡Lo amo, carajo!

—Nada en concreto... Solo te vi y quise saludarte —explica y siento que ya no puedo más, sin embargo retomo mi postura de asesina y lo miro con una ceja enarcada.

—Bien, entonces hola, Christ... —menciono parte de su nombre y me callo. 

Me muerdo la lengua por ser tan tonta y él se sorprende.

—¿Me conoces? — pregunta con interés.

Te sorprenderías lo mucho que sé de ti... Era tu CNCOwner acosadora número uno. Pero no diré nada de eso por obvias razones.

—Pues quién no... Eres Christopher Vélez, el payaso y conquistador del colegio —digo lo primero que se me viene a la mente y ya no aguanto estar más tiempo seria.  —Que no sepas de mi existencia no quiere decir que nunca he estado allí —digo finalmente y parece pensativo.

Si tan solo supiera que el anterior Christopher me odiaba a muerte.

Esto era demasiado gracioso.

— ¿Eres de mi salón? —pregunta confundido.

—No, pero los chismes vuelan, ya sabes —explico rodando los ojos. —Eso de terminar a Daliaris así de la nada, te tiene como el peor patán del mundo —digo haciendo un gesto de desaprobación. —Aunque bien merecido que se lo tenía... —digo feliz y de la nada vuelvo a mi carácter serio. —Y bien, fue un gusto conocerte de cerca —ofrezco mi mano en despedida y él la toma. Siento un leve cosquilleo de electricidad correr por mis nervios y lo suelto de inmediato. —Solo intenta andar con cuidado, las chicas desde que se enteraron que estás soltero andan como locas haciendo planes para "conquistarte". Ahora sí, adiós. —me despido con una pequeña sonrisa.

—Gracias... y adiós —dice en respuesta y me dedica una linda sonrisa.

Era hora de salir corriendo antes de que me dé un ataque fangirl y me tire sobre él a besarlo.

— ¡Espera! —vuelve a gritar y me detengo.

¡Carajo!

¿Acaso quiere que me aproveche de él?

Juro que si lo dice no lo pienso dos veces.

— ¿Si? —pregunto mirando su rostro una vez más.

—¿Cómo te llamas? —pregunta y no sé si responderle.

Lo pienso un momento y decido hacerle una broma.

—Para personas indeseables, sólo Samantha —respondo y me volteo sin más para seguir mi camino.

Hubiese querido ver por más tiempo su carita de confusión y molestia... pero obligatoriamente tenia que descansar o mi cuerpo lo pagaría.

Llego hasta mi destino y observo mi alrededor, de verdad que el lugar es aterrador.

Me siento en una de las gradas y luego me acuesto, miro la hora y apenas tengo 20 minutos. Pongo la alarma y en cuestión de segundos me he quedado dormida.

(...)

Me despierto al escuchar la alarma de mi celular y froto mis ojos para despertar del todo.

Bajo las gradas y un ruido extraño proveniente de un pequeño pasillo obscuro me sobresalta. No hay nadie a mi alrededor y dudo mucho que algún tonto bromista esté queriendo asustarme.

Mi curiosidad me supera y me acerco al pasillo que conduce a una de las bodegas que tampoco es utilizada debido al abandono del lugar. Está obscuro y no veo nada.

— ¿Hola? —pregunto para cerciorarme y mi corazón empieza a golpetear mi interior cuando otro ruido extraño sale del interior.

Algo parece caer con fuerza al piso y ahogo un grito.

— Quien sea que este ahí, quiero que sepa que soy peligrosa —digo con nerviosismo y ruedo los ojos.

No mato ni una cucaracha y voy a ser peligrosa.

Algo más vuelve a caer. Es un balón de baloncesto que luego rueda hasta mí.

¡Santa cachucha!

¡Los espíritus chocarreros!

Estoy lista para salir corriendo cuando de pronto un sonido singular me detiene.

— ¿Eso fue un maullido? —inquiero dudosa y lo vuelvo a escuchar. — ¡Sí, lo es!

Entro sin perder el tiempo y alumbrándome con la ayuda de mi celular. El lugar está totalmente lleno de telarañas y siento que me va a dar algo.

Si hay algo a lo que le temo más que a las cucarachas, son a las arañas.

— ¿Dónde estás gatito? Prometo que no te haré daño —susurro entre penumbras y unos chillidos de lo que parecen ser ratas me ponen los pelos de punta. —Tranquila, Samantha... no te asustes.

Camino y veo unos ojos brillar en una de las esquinas. Y justo cuando voy a gritar el gato finalmente sale. Se acerca a mí con cautela y lo tomo con mi mano libre.

—No te preocupes, bebé, no te haré daño —salgo del lugar y finalmente lo veo a exactitud.

Es macho, totalmente blanco y tiene suciedad por doquier. Con un buen baño se solucionaría.

— ¿Y como se supone que te llevaré ahora conmigo?

Miro la hora en mi celular y ya voy con casi 10 minutos de atraso al salón. Si lo dejo aquí y luego regreso lo más probable es que se esconda y luego no lo encuentre.

Lo estudio con atención y sus grandes ojos me hacen chiquito el corazón. Aveces puedo ser demasiado fácil de convencer.

—Sabes que... te llamaré Christopher —río y luego ruedo los ojos.

Lo llevo en brazos y camino hasta la salida... Realmente no tenia de otra. Salgo del colegio y finalmente llego al parque para dejarlo con los demás, les compro su comida y les sirvo para volver al colegio y entrar a la última hora.

♥♥♥♥♥

Christopher el gato se había adaptado bien al lugar y a los demás gatitos tras días atrás de haberlo llevado conmigo. Era gracioso siempre llamarlo por aquel nombre, pero después de todo me hacia sentir un poco cerca al verdadero.

Suspiro con aburrimiento y decido levantarme de mi asiento al recordar que el profesor de matemáticas me pidió que fuera a buscarlo. Salgo aprovechando que tengo hora libre.

3B-7

Encuentro el salón y me asomo por la puerta para ver si realmente está aquí.

Logro divisar a Chris delante del pizarron y al profesor a su lado.

—Creo que no puedo hacerlo —escucho su voz muy abatida y muchos idiotas del salón se empiezan a reír de él.

Juro que los golpearía de no ser porque no puedo hacerlo.

—Disculpe, profesor —decido interrumpir y llamo la atención de todos. El profesor me dedica una sonrisa. —Buenos días, siento mucho molestarlo.

—No, Samantha, sabes que eres bienvenida siempre —contesta sonriente y Chris se voltea dándose cuenta de que soy yo. Frunce el ceño de inmediato.

—Gracias... ¿Me mandó a llamar?

—Claro, por supuesto. Quería pedirte un favor, ¿puedes ayudarme con estos documentos?... Oh, Sr. Vélez, puede tomar asiento... Y no se olvide de repasar las clases, anda muy perdido últimamente —habla y no puedo evitar soltar una risa por lo de "perdido".

Se podría decir que lo está.

—Sí, profesor. Gracias —mencioma mirándome de mala manera y me pongo seria.

Escucho con atención todo lo que me dice el profesor y asiento una vez que ha culminado.

—Por cierto, necesito pedirle un último favor.

—Claro, lo que necesite.

—Pues necesito que sea tutora del joven Vélez —dice sin más y lo miro aterrada.

Tiene que ser una broma.

— ¿Yo? —pregunto y miro en su dirección por un mili segundo. Puedo notar que sus amigos me están viendo mientras dicen algo.

¿Estarán hablando de mí?

—Por supuesto, no hay mejor candidata que usted... No creo que tenga mucho trabajo, él es un chico muy inteligente, al parecer solo está pasando por alguna etapa difícil.

Pues claro, está en la etapa de "viajé en el tiempo y no recuerdo nada del colegio".

Creo que se lo debo, después de todo es mi culpa que esté aquí.

— ¿Entonces?

—Creo que no tengo problema con ello —digo nerviosa.

Asiente y lo siguiente que escucho es que llama a Christopher. Él se vuelve a acercar hasta nosotros pareciendo confundido y luego asiente.

—Ella es la Srta. Samantha Rodriguez —empieza presentándome.

Casi digo que no es necesaria la presentación pero me callo cuando él finge que apenas me está conociendo.

—Mucho gusto, Christopher Vélez —me ofrece su mano y la acepto con el cejo fruncido.

¿A qué está jugando?

—Samantha pertenece al pequeño grupo de nuestros mejores alumnos en la institución —sigue hablando el maestro y él asiente sin interés.

—Pues muchas felicitaciones —dice sarcástico. Y un ligero sentimiento de molestia aparece en mi cabeza.

No hagas que te pierda el respeto, Christopher.

—Gracias —digo de la misma manera y enarco una ceja. 

—Puede sonar un poco irrespetuoso, pero ¿qué tengo que ver yo con ella?

De acuerdo, quiero renunciar.

¡Que se joda!

—Fácil, Sr. Vélez... le pedí a Samantha que sea su tutora por algún tiempo. Sabemos la calidad de estudiante que es usted y nos sorprende su cambio demasiado brusco en su rendimiento.

—No creo que sea necesario, profesor.

—Yo tampoco lo creo, Vélez —interrumpo y me mira sorprendido. Para ser sincera había entrado en mi papel de maestra estando frente a un niño malcriado que no hace caso a sus mayores. —Tengo mejores cosas que hacer que estar con un alumno de último año al que deberían regresar a primero —digo molesta y frunce el ceño.

—Sabemos lo ocupada que estás, Samantha, pero eres la salvación del Sr. Vélez —habla el maestro y bajo la guardia un poco.

—Solo por usted, profesor —digo con sinceridad y molestia.

Si por mi fuera lo dejaría seguir sufriendo para que aprenda su elección.

Y allí estaba una vez más la Samantha orgullosa queriendo dejar pasar la oportunidad de tener tiempo junto a su crush de toda la vida.

—Me niego a...

—Ya está dicho entonces —vuelvo a interrumpirle y le sonrío en burla.

Si hay algo que disfruto más que enseñar eso es joder a las personas.

—Pueden salir unos minutos para que se pongan de acuerdo con los horarios.

Me despido del profesor y salgo.

—Bien ¿a qué hora en las tardes estás libre?

—No creo que tenga tiempo —dice de mal humor.

—Claro, me imagino que andas por ahí perdiendo el tiempo en quien sabe qué y por eso ahora eres el más tonto de la clase... Ni tú ni yo queremos esto, pero lamento informarte que son ordenes del profesor.

— ¿Siempre eres así de insoportable?

—Con gente insoportable, sí —comento siguiéndole la pelea y le dedico una sonrisa fingida.

—Pues bien, si tenemos que hacer esto solo te pido que no nos llevemos mucho tiempo.

—Eso depende de ti... espero no tener que empezar a enseñarte desde las sumas y restas.

—Mañana a la salida —dice más molesto que el principio y se va a su salón.

¡Que geniesito el suyo!

♥♥♥♥♥

Hoy era el gran día que empezaría las clases con Chris y el nerviosismo empezaba a apoderarse de mi cuerpo. Esperaba que haya dejado su fea actitud de lado o me conocería de verdad.

Me levanto de mi cama y como de milagro estoy lista 30 minutos después. Trato de desayunar algo rápido antes de que se levante mamá, pero me intercepta mientras lo hago.

—Estás muy apurada hoy, bebé —dice en saludo y me da un beso en la frente.

—Sí ma, tengo unos papeles que entregar a mi profesor antes de clases —subo mi vaso de jugo y lo termino en seguida. —Por cierto, ma. —saco de mi mochila $15 dólares y se los tiendo.

— ¿Más dinero?

—No es nada nada, ma.

—Claro que lo es... ¿de donde lo estás sacando?

—Te amo, mamita, tengo que irme —doy un beso en su cabeza y comienzo a caminar hasta la puerta.

— ¡Samantha...!

—No lo hagas... Sabes que lo detesto —le interrumpo y me mira entrecerrando los ojos.

—Dame una explicación ahora mismo.

—Prometo que luego te contaré... Ahora solo te pido que confíes un poco en mí. Sé que no lo parezco, pero recuerda que tengo 24 y no soy una tonta —explico y salgo de casa antes de que se levante papá. La noche de ayer había vuelto a beber; parece que lo está tomando de costumbre.

Lo mejor que puedo hacer ahora es evitarlo.

Llego al colegio luego de pasar por el parque y me acerco a la oficina del profesor para entregarle los documentos con los que me pidió ayuda. Entro al salón, entrego la tarea de inglés a las chicas y vuelven a pagarme por el trabajo.

Realmente estaba cansada, pero por alguna extraña razón estaba con muy buen ánimo hoy.

Las horas pasan entre clase y clase y cuando finalmente el timbre de salida suena, casi salgo corriendo en dirección al salón de Christopher.

En cuanto lo veo saliendo camino hasta él y me mira de mala manera. Eso solo significaba algo.

No estaba de humor y lo aprovecharía.

— ¡Hola, mechitas! —saludo siendo lo primero que se me ocurre y rueda los ojos.

— ¿Mechitas? ¿Acaso no encontraste algún mejor sobrenombre para molestarme?

— No... bueno, de hecho sí, pero no quería que te pusieras a llorar como niñita y luego me acusaran de hacerte bullying o algo así —digo burlona —Además con esa mata de cabello que tienes en la cabeza te viene como anillo al dedo. ¿No te fastidia un poco? —pregunto realmente interesada.

Recuerdo todas las veces que lo veía con su largo fleco a un lado y me preguntaba si su gran frente no sufría las consecuencias. Al menos aquí no hay grandes temperaturas como en otros lugares.

—No, me gusta así.

—De acuerdo, son tus gustos raros —digo molestándolo y noto que no le gusta nada.

Ay Samantha.

¿Acaso quieres ganarte el odio de Christopher una vez más?

—En fin, qué es lo que quieres conmigo. ¿Por qué me buscas? —pregunta y juro que quiero reírme con fuerza.

Como dije, en algunas cosas no ha cambiado en nada.

— ¿Yo? ¿querer algo de ti? No te creas mucho solo porque algunas niñas ciegas andan detrás de ti... ¿Acaso olvidas que hoy empezamos con tus clases de sumas y restas? ¿O será que empezamos desde el abecedario?

— ¿Podemos dejarlo para mañana? Hoy no estoy de ánimos, además tengo mucha hambre y solo quiero irme a casa.

¿Acaso este cree que puede manejar mi tiempo como se le antoje?

¡No, Christopher, te estás metiendo con la mujer equivocada!

—Claro, no hay problema —digo en broma y se sorprende.

¡Ingénuo!

— ¿De verdad?

—Sí, mechitas, sólo déjame avisarle al profesor que no quieres empezar con tus clases porque eres demasiado despreocupado y listo —doy media vuelta y me toma del brazo soltando un gruñido de exasperación.

¡Bingo!

—Eres una mala persona... ¿alguien más te lo ha dicho? 

—Es el pan de cada día —miento y hago que me suelte. Un leve cosquilleo queda en aquel lugar donde me tocó.

—Bien, pero vamos a mi casa. No pienso aguantar hambre solo por unas tontas clases.

— ¿A tu casa? —pregunto sin creermelo.

—Sí, a mi casa... ya te dije que tengo hambre.

—Claro, no hay problema.

No puedo creer que voy a entrar a la casa de Christopher Vélez.

Quiero gritar, llorar y patalear de la emoción. Estoy en mi momento fangirl.

Salimos del colegio y caminamos en silencio todo el camino. Era una sensación totalmente extraña estar a su lado.

—Es aquí —dice y quiero reírme porque ya lo sé.

Abre la puerta y entramos. Yo casi que estoy con la boca abierta y muriendo lentamente de la emoción al estar aquí.

—Mijo, que bueno que llegaste —dice la Sra. Piedad, su abuelita. —Oh, veo que trajiste compañía.

Creo que voy a sufrir de un infarto.

¡Señora, quiero su autógrafo!

—Ah sí, ella es Samantha... mi tutora. 

—Un gusto conocerte, Samantha... Chris no nos quiso decir nada con respecto a ti, pero ya me imaginaba que eras muy guapa —me sonrojo totalmente y le sonrío.

¡Ay, ya la amo más!

—Muchas gracias, señora. Es usted muy amable.

—Solo digo la verdad... y nada de señora, dime Piedad o simplemente lita como lo hace mi Chris.

Le explico que prefiero llamarle "lita" aunque se me haga un poco raro y me sonríe con simpatía.

—Ay, pero si es un amor... debiste hablarme de Samy con anticipación mijo... En todo caso, estás en tu casa cariño, ven cuando desees. Espero verte más a menudo.

—Espero que así sea, lita —respondo sonriendo y noto que Chris me mira un poco sorprendido. Enarco una ceja y no responde.

—Mijo, ¿estás bien?

—Ah, s-sí, todo está muy bien, lita —responde nervioso y se me hace un momento un poco incómodo.

—Bien... entonces vamos a almorzar antes de que empiecen a estudiar. Tu mamá preparó algo que te encantará, ella está en la cocina.

—Sí, lita. Antes iremos a dejar las mochilas a mi habitación. 

—Claro, prepararé la mesa hasta entonces.

La Sra. Piedad se marcha y nos quedamos solos. Me mira y quito mi cara de fan que cumplió el sueño de conocer a la abuelita de su cantante favorito, por una más seria. Él pone los ojos en blanco fastidiado.

Si tan solo supiera que me resulta difícil contenerme de no gritar de felicidad y tirarme sobre él, lo entendería.

—Sígueme—dice y subimos las escaleras. —Puedes dejar tus cosas sobre la cama, no hay problema.

Observo estudiando con atención cada rincón de su habitación y muerdo mi labio inferior para contener una sonrisa.

— ¿Algún problema? —llama mi atención asustándome un poco. Había olvidado que estaba detrás de mí.

— N-no, solo... solo analizaba el habitad natural del espécimen de mi experimento —digo con rapidez.

¡Sí, me encanta que el mundo arda a mi alrededor!

Debería golpearme antes de decir estupideces para la próxima.

— ¿Experimento?

Bueno, lo hecho, hecho estaba.

—Es la primera vez que trataré de darle clases a un neardental... ¿Estás seguro de que esas mechas no es lo que te impiden pensar con claridad? —sigo en mi papel de fastidiosa.

—Aparte de ogra enana y sarcástica ahora resulta que eres graciosa.

¿Cómo me ha llamado?

—Con que así estamos, mechitas... luego no te quejes cuando llegue el momento de mi venganza.

— ¡Ay, que miedo! 

—Pues deberías tenerlo... no sabes de lo que puedo ser capaz —digo acercándome demasiado, hasta estar a pocos centímetros de rozarnos las narices.

Bueno eso es algo hipotético, porque en realidad le rozaría el pecho, la verdad es que tengo que mirar hacia arriba para encararlo.

Tengo el ceño fruncido porque nunca me ha gustado que me llamen enana.

Mido 1,64... No soy un hobbit.

Noto que se pone un poco nervioso y relajo el rostro en cuanto siento que su mirada casi escudriña cada parte de mi alma. Esos lindos ojos me están observando con atención.

—Viéndote de cerca no eres tan fea —menciona matando el lindo momento y no lo pienso dos veces.

— ¡Eres un idiota, Vélez! —digo con fastidio y le doy un golpe en el estómago que hace que se tire al suelo del dolor.

A eso le llamo el puño del terror.

— ¡Eres una pulga asesina!

— Te dije que me vengaría —digo sonriendo con maldad y luego huyo en dirección a la sala antes de que se recupere.

Minutos después baja con otra ropa y sobandose la panza.

—Esto no se va a quedar así —susurra cerca de mi oído y se aleja cuando su abuelita ha regresado.

—Ven mija, siéntate aquí —dice tomándome de la mano.

—Muchas gracias.

Tomo asiento y Christopher se sienta frente a mí con cara de pocos amigos.

—Hola, buenas tardes —aparece la señora Yenny y me pongo de pie de inmediato para saludarla.

—Buenas tardes, señora...

Carajo, casi se me sale el nombre.

—Hola... eres Samantha ¿verdad?

—Sí, es correcto. Es un gusto —estiro mi mano y la toma con amabilidad.

—Igualmente. Soy Yenny, la mamá de Chris —me sonríe y posteriormente le da un beso a Christopher en la frente como saludo.

—Hola, mami. ¿Cómo ha estado?

—Muy bien, mi cielo... ¿y a usted como le ha ido en el colegio?

—Pues ya se puede dar cuenta que no muy bien —responde y me señala con la cabeza.

—Oh sí. De verdad quiero agradecerte por estar predispuesta a ayudar a mi niño, estos últimos días se le está dificultando mucho concentrarse en clase —dice hacia mi con una sonrisa y luego dirige su mirada seria hasta él —Solo espero que no sea por alguna muchacha loca porque sino le haré recapacitar de una manera que no le va a gustar —lo amenaza y ambos tragamos espeso.

De acuerdo, ella asusta mucho.

—No, mami, no es nada de eso —dice de inmediato pareciendo asustado y quiero reír.

—Eso espero.

Regresa a la cocina y minutos después el almuerzo está servido y todos comemos. Chris conversa con su mamá y su abuelita entre momentos y yo solo escucho estando en completo silencio.

Tan solo soy la espectadora que está sorprendida de estar en la misma mesa con Christopher Vélez y su familia como si fuese lo más normal del mundo... Algún día escribiré un libro sobre todo esto.

— ¿Te parece si ya vamos a estudiar?

—Claro... solo dejame ayudarle a tu mamá y a tu abuelita —digo levantándome.

—No es necesario —dice la señora Yenny. —Mejor aprovechen el tiempo para que avancen mucho más.

—Está bien y muchísimas gracias, estuvo delicioso.

—En eso te doy la razón —menciona Chris sonriéndome. —Gracias, mamita... Gracias, lita.

Subimos a la habitación y nos sentamos en el suelo a estudiar.

(...)

No sé cómo habíamos llegado a este punto pero Christopher se había quedado profundamente dormido de la nada. Yo tan solo lo observaba mientras pensaba en todo lo hablado anteriormente.

Sentía un pequeño vacío en el corazón al saber que estaba sufriendo por amor... exactamente por su prometida Gabriela a quien más debe de extrañar al estar aquí.

—No te preocupes bonito, algún día la tendrás a tu lado otra vez... aunque eso me vuelva a romper el corazón, solo ten paciencia —susurro y comienzo a acariciar su cabello. Era la mejor sensación del universo... Siempre quise hacerlo.

Sonrío al notar su rostro totalmente relajado mientras duerme y saco mi celular del bolsillo para luego tomarle una foto.

Parezco una loca obsesionada, pero esta oportunidad es única en la vida y no la iba a desaprovechar como buena CNCOwner que soy.

Una vez que guardo mi celular, me acuesto a su lado sin dejar de mirarlo y muerdo mi mejilla interna para aguantar los deseos de besarlo. Podría aprovecharme de él y no se enteraría.

Mejor dejo de fantasear.

Cierro los ojos tratando de concentrarme en otra cosa y poco a poco me hundo también en el sueño.

Despierto en un lugar desconocido y desolado. Es una casa, una casa abandonada en el medio de la nada y siento miedo. Un miedo que me obliga a temblar y mirar a todos lados.

El llanto de alguien llama mi atención y miro detrás de mí hasta que lo veo. Está de espaldas, pero logro reconocer su ropa y cabello.

— ¿Christopher?

— ¿Por qué me hiciste esto? —lo escucho hablar mientras llora.

— ¿Qué?  —pregunto acercándome pero era como si el camino en vez de acortarse se alejara..

—Me alejaste de todo lo que quería... de todo lo que me hacia feliz... ¡Eres un monstruo! —espeta y niego comenzando a llorar.

—No Chris, te juro que solo lo hice para salvarte.

— ¡Te odio, Samantha!

— No... no digas eso —me acerco más y empiezo a correr.

— ¡Te odio! —grita y finalmente logro llegar hasta él.

—No, por favor, no digas eso.

—No sabes cuanto te odio —susurra llorando y lo tomo del brazo haciéndolo girar hacia mí.

Ya no veo a Christopher.

Solo veo una calavera que repite sin parar que me odia por lo que le hice.

Me levanto alterada y con el corazón a mil por hora. Veo el rostro preocupado de Chris observándome y siento muchas ganas de llorar. Llorar de alivio, de felicidad, de tristeza, de impotencia... llorar por todo y por nada.

— ¡Christopher! —susurro con ojos muy llorosos y en un impulso me tiro sobre él a abrazarlo.

Él estaba bien y era lo único que me importaba.

Comienzo a llorar descontroladamente y lo abrazo con más fuerza acercándolo a mí.

Los latidos de su corazón me sobrecogen y me hacen sentir segura de mi decisión. Siento su mano acariciar mi cabello con suavidad y me dejo reconfortar por ese lindo gesto.

Siento como su corazón empieza a agitarse tanto como el mío y juro que quiero quedarme así por siempre.

— Tranquila, solo fue una pesadilla —escucho su voz apacible susurrarme en el oído y eso me hace entrar en razón al instante.

Lo miro avergonzada y quiero que la tierra me trague.

¿Cómo pude hacer este show frente a él?

—L-lo siento, d-de verdad lo siento... Christopher —digo nerviosa mientras limpio las lágrimas de mis ojos.

Me pongo de pie frente a su mirada confundida, tomo mis cosas y me voy sin decir más.

Bajo corriendo hasta llegar a la puerta y salgo de casa sin siquiera despedirme.

— ¡Tonta, tonta, tonta! —me digo a mi misma mientras corro en dirección al parque.

Llego totalmente agitada hasta mi escondite con los gatitos y me recuesto en el gran árbol para tomar aire, estaba comenzando a sentirme mal de la nada.

Un mareo nubla mi vista y agito la cabeza para intentar ver con claridad. Cierro los ojos al no funcionar lo que intenté y un vuelco horrible en el estómago me hace poner de cuclillas, abrazándome a mi misma.

El dolor no parece menguar y se hace cada vez más fuerte.

Un sonido ensordecedor de lo que parece un tipo de transporte pasando muy cerca de donde estoy me sobresalta y abro los ojos de golpe.

Ahogo un grito y caigo al suelo mientras veo pasar en frente y muy cerca mí un tren gigantesco rojo.

Ya no estoy en el parque cercano a mi casa. Estoy en un lugar totalmente distinto y cerca de los rieles del tren... Podría jurar que hasta estoy en otro país.

Me pellizco para despertarme de este sueño pero me doy cuenta de que no estoy soñando. Esto es real... esto está sucediendo ahora.

Visualizo en uno de los vagones un idioma extraño y eso me confirma que no estoy en Ecuador.

— ¿Será posible que...?

Pestañeo varias veces sin creerlo y un maldito dolor de cabeza intenso me hace gritar y acostarme sobre el suelo lleno de lodo.

— ¡Mierda! ¡Me voy a morir! —grito desesperada y cierro los ojos debido al dolor.

Luego todo es obscuridad y no siento nada más.

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