Capítulo 2 - El nuevo comienzo

Imágenes de un desastroso accidente de un avión cayendo al vacío y explotando en pedazos rondan mi cabeza... siento el miedo correr por mis venas y una necesidad de gritar con todas mis fuerzas se apodera de mí, pero no puedo, me veo a mí y a los chicos, estoy muy mal herido y ellos... ellos están... muertos.

Me siento de golpe despertando en medio de una tenue obscuridad realmente aterrado, tengo la respiración entrecortada y el ritmo cardíaco acelerado. Rápidamente llevo mi mano al sitio en el que recuerdo perfectamente el dolor de una parte del avión incrustado, pero no hay nada.

—Por todos los cielos, todo fue un sueño —menciono aliviado llevando mi mano al pecho para poder recuperar el oxígeno. —Es lo más horrible que he soñado en mi vida —digo para mí y cierro los ojos para calmarme del todo.

Esas imágenes... casi parecía todo tan real.

Abro los ojos despertando completamente y finalmente diviso mi alrededor sintiéndome muy confundido y fuera de mí. Este lugar es sin duda uno de los pocos que podría reconocer con los ojos vendados y no entendía cómo había llegado hasta aquí. Lo último que podía recordar era que estaba en un avión con rumbo a Ecuador... y luego... el accidente, pero, eso fue una pesadilla... entonces en algún momento me quedé dormido y ¿ahora estoy en mi casa?

De pronto un golpecito se escucha del otro lado de la puerta de la habitación y segundos después se abre mostrándome a mi mamá.

—Pensé que aun seguías dormido —menciona aliviada —Que bueno que ya estás despierto, porque normalmente despertarte siempre me estresa mucho —dice risueña y se acerca hasta a mí para dejar un beso en mi frente, luego camina hasta la ventana para abrir las cortinas de par en par y que la luz del día llene el espacio.

Yo aún la miro con sorpresa y sigo intentando recordar cómo había llegado a este punto. Me estaba pareciendo absurdo que no pueda recordar nada.

—Christopher, ¿estás bien, cariño? —inquiere acercándose a mi cama y me toca la frente para cerciorarse quizá de que no tenga fiebre o algo parecido. —Estás pálido, mi amor.

No estaba entendiendo nada de lo que sucedía, pero aún así una parte de mí dejó de intentar procesar todo y ya no le dio importancia, después de esa horrible pesadilla lo único que necesitaba ahora mismo es que mi mamá estuviese aquí conmigo. Ahora me siento a salvo, como si nada en este mundo pudiera hacerme daño.

Sin perder el tiempo la envuelvo entre mis brazos y empiezo a llorar recordando aquellas imágenes tan estremecedoras.

— ¿Qué sucede, cariño? ¿platicas conmigo?

—Tuve una pesadilla horrible, ma —respondo sorbiendo por la nariz y ella asiente comprensiva.

— ¿Quieres contarme? Ya sabes que dicen que si cuentas tus pesadillas no se vuelven realidad —menciona tranquilizadora.

—El avión en el que viajaba para regresar a Ecuador... —digo con la voz un poco temblorosa — ...este sufrió un accidente —explico aturdido —los chicos... todos ellos murieron... y yo... creo que también yo morí, ma —digo y ella parece sorprenderse por mis palabras, se aleja un poco para ver mi rostro y luego esboza una sonrisa para reconfortarme.

—Tranquilo, mi amor, solo fue una pesadilla. Estás aquí a salvo porque Dios y la virgencita siempre te cuidan, mi corazón... y David al igual que el resto de los chicos están bien en sus hogares y junto a sus familias —menciona y me da un beso sobre la frente. —Todo está igual de bien que siempre, además hoy hace un día hermoso, así que mejor deja esas lagrimas de lado y sé el niño lindo y risueño de siempre —vuelve a sonreírme con cariño y se pone de pie. —El desayuno está casi listo, te espero para comer juntos —camina hasta la salida y sale de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

Vuelvo a reproducir todo lo que dijo mamá y frunzo el ceño, pues algo me había dejado dubitativo y aún más confundido... ¿por qué mamá asumiría que me estaba refiriendo a David y mis otros amigos de Loja? Claramente al referirme al vuelo al que regresé a Ecuador estaba hablando de Zabdiel, Erick, Richard y Joel... aunque bueno, tampoco es como si fuese la gran cosa... aún así era muy extraño. Por cierto, tendría que comunicarme con ellos para poder preguntarles lo que sucedió después del vuelo, aún no podía sentirme tranquilo al tener ese vacío de recuerdos en mi cerebro.

Empiezo a buscar mi celular en mi cama pues siempre he tenido la "mala costumbre" (palabras de mi mamá, no mías) de dormir con el celular a un lado de mi cabeza, pero no tengo éxito.

—Aish, se debe haber caído —digo fastidiado y me levanto con intenciones de buscarlo debajo de la cama.

Me pongo de cuclillas y me agacho sosteniéndome con mis manos, pero antes de mirar debajo de la cama mis ojos se concentran en ellas... frunzo el ceño y dejo de lado la búsqueda de mi celular poniéndome de pie de inmediato para ver con atención mis manos.

Mis tatuajes de las manos no están... de inmediato me quito el abrigo negro que llevo puesto y visualizo mis brazos.

— ¿Qué mierda? —susurro confundido cuando mis brazos están igual de vacíos. No hay rastro de tinta en ellos... ni en mi pecho. Camino con rapidez al cuarto de baño y enciendo la luz para verme en el espejo, tampoco está mi tatuaje de la espalda... y cuando me fijo más en mi apariencia en general tengo que suprimir un grito. —¡Carajo! ¿Qué es esto? —estoy en completo estado de shock.

Parpadeo varias veces y me restriego los ojos por si estoy viendo mal, pero no, el reflejo que tengo frente a mí es real. Parece que tengo algunos años menos... quizá entre 17 o 20, no estoy seguro, pero tengo la misma apariencia de cuando apenas inicié en CNCO.

¡No puede ser!

Cierro los ojos para pensar e intentar entender lo que me está pasando, pero no logro obtener ninguna respuesta lógica, a la única conclusión que logro llegar es que quizá estoy soñando de nuevo, sigo dormido, aún no he despertado... ¿verdad?

Me pellizco varias veces lo más duro que puedo y lo único que logro es que mi brazo quedé rojo y ardiendo del dolor, pero nada más sucede, estoy despierto... no es un sueño.

Sin pensar en más me desvisto por completo aún sintiéndome extraño conmigo mismo y entro en la ducha para darme un baño de agua fría... lo necesito, aunque el clima está a 12 grados ahora mismo. Necesito despabilarme por completo, quizá así pueda pensar mejor y entender qué carajos pasa aquí... pero entre más sentía que me congelaba por el frío, menos sabía qué pensar.

Todo esto no tiene sentido.

— ¡Christopher... el desayuno! —escucho la voz inconfundible de mi abuelita desde el piso de abajo y decido que tengo que salir pronto y bajar o se enojará ella y mi mamá.

Salgo del cuarto de baño y busco entre mi ropa, no hay nada de lo que recuerdo haber dejado la última vez que estuve aquí, pero no le doy importancia. Me visto con una camiseta roja y unos jeans negros, para luego bajar.

Estoy en el último escalón cuando caigo en cuenta de que mi familia me verá así... mi mamá estuvo hace un rato conmigo, pero puede explicarse su reacción porque la habitación no estaba muy iluminada... quizá se asusten y me pidan explicaciones que no sabre darles, pero quizá también me ayuden a poner mi mente en orden y entender de una vez por todas esta locura.

Llego hasta la cocina y le doy un gran abrazo por detrás y un beso en la mejilla a mi abuelita, hacia tanto que no la veía, las giras no me lo permitían.

—Buenos días, lita— le digo con cariño.

—Buenos días, comilón... allí está tu desayuno servido —menciona señalando la mesa y mi estómago reacciona al ver el plato del desayuno; unas ricas empanadas de verde y un café lojano recién hecho llenan el ambiente con su aroma.

De pronto estaba muerto del hambre, aunque creo que eso era algo normal en mí.

Mi abuelita se gira para verme y cuando creo que va a gritar por verme así, actúa de lo más normal, como si no tuviese la apariencia de un adolescente de la noche a la mañana. Espero unos segundos más, pero no, sigue actuando igual que siempre conmigo.

Estoy a punto de preguntarle si no ve algo extraño en mí, pero mi desayuno me está pidiendo a gritos que lo devore y el ruido de mi estómago revolviéndose me afirma que necesito comer.

— ¡Christopher!.. ¿pero qué te pasó?—escucho a mi mamá hablar tras de mí, ha entrado a la cocina ya vestida con lo que parece ser vestimenta de trabajo. 

Me mira de arriba a abajo, al mismo tiempo que yo la miro a ella de la misma manera, ambos estudiándonos y observándonos dubitativos. Al instante creo entender que me hace esa pregunta porque ella sí se percató de mi apariencia.

—No lo sé, ma —Digo encogiéndome de hombros. — Desperté y estaba así. —digo sin más.

— ¿Qué? ¿De qué estás hablando, Chris? —Pregunta confundida.

—Que no sé porque estoy así —respondo señalando mi cara. — ¿Y usted porque está usando uniforme?

—Porque tengo que trabajar, ¿por qué más lo usaría?.. ¿y a qué te refieres con que no sabes porque estás así?

¿Trabajo? ¿Desde cuándo volvió a trabajar?

— Pues a que me veo así, como un adolescente, ma. A eso se refería cuando me preguntó el qué me pasó ¿no?

— Hoy no estoy de ánimos para tus bromas. Se nos hará tarde, Christopher, ponte el uniforme de inmediato —me regaña y se gira para tomar una taza de café para posteriormente sentarse frente a mí.

No entiendo a lo que se refiere y no puedo dejar de ver su uniforme, tratando de recordar si en algún momento me dijo algo al respecto de que regresaría a laborar.

Empiezo a comer mientras analizo la situación y veo cómo mi mamá empieza a escribir en su celular.

—Definitivamente necesito unas vacaciones —murmura, claramente estresada. Pone el celular sobre la mesa y regresa la mirada a mí. —Sigo esperando a que subas a ponerte el uniforme, Christopher.

— No entiendo de que habla, mamita— digo con la boca llena y luego trago.

—Te dije que dejaras de bromear. ¡Llegarás tarde! Y yo también... deja el desayuno y sube a ponerte el uniforme ahora mismo —menciona un tanto agobiada y dejo de comer.

¿Uniforme? ¿Llegar tarde? ¿De qué está hablando? ¡No entiendo nada!

—Apúrate, tienes como 20 minutos para llegar a tiempo al colegio o no te permitirán entrar —dice y en cuanto menciona la palabra "colegio" escupo el café que estaba tomando y empiezo a toser dramáticamente.

Ahora sí esto era la gota que derramó el vaso.

No entiendo ni un carajo lo que está sucediendo.

— ¿Dijiste colegio?—pregunto intentando que me diga que se equivocó pero me mira con el ceño fruncido, se cruza de brazos y luego enarca una ceja.

— ¿A qué estás jugando, muchachito?—pregunta pareciendo molesta.— ¿Acaso te cambiaron los extraterrestres mientras dormías? ¡Hoy estás muy raro!

Siendo honesto, la teoría del cambio de los extraterrestres me parecía lo más cercano para dar una explicación.

Mi abuelita al escuchar lo mencionado por mi maná comienza a reírse a carcajadas mientras yo sigo pensando seriamente en lo que había dicho, aunque quizá lo más razonable era que sí estaba en lo que parecía ser un raro y largo sueño. Porque sino, ¿qué otra explicación podría haber?

Nadie aparece de la noche a la mañana siendo adolescente de nuevo, ¿cierto?

—No, mamita... ya voy a cambiarme—digo un poco asustado y siguiéndole la corriente. Bebo el último sorbo de mi café y llevo conmigo un trozo de empanada para comer de camino a mi habitación.

Empiezo a rebuscar en mi armario y efectivamente, allí está el uniforme que tan bien conocía y el cual pertenecía al colegio donde años atrás me gradué. 

Lo observo realmente extrañado e imágenes de mi último día en el colegio vienen a mi mente. Recuerdo que mi camisa al igual que la de todos los demás terminó como pared pintada por vándalos, con escritos donde me deseaban los mejores éxitos y donde dejaron mensajes de cariño y aprecio... Pero allí estaba frente a mí, completamente intacta y sin una sola mancha de tinta sobre ella.

— Esto es demasiado... loco —suspiro sin saber qué más pensar al respecto. Me visto frente al espejo sin dejar de observarme detenidamente. Se me hace casi aterrador verme con esta "nueva-vieja imagen" por decirlo así. 

Estoy listo en cuestión de pocos minutos y tomo de sobre la silla que está cerca de mi escritorio lo que recuerdo que también era mi mochila con la que iba a clases. No me tomo el tiempo de revisar si llevo conmigo todo y cuando estoy por salir de la habitación recuerdo que aún no había encontrado mi celular. 

— ¡Carajo! —murmullo frustrado.

Vuelvo a buscar debajo de mi cama y por los alrededores donde comúnmente lo dejaba cargando, pero no lo veo por ningún lado.

— ¡Christopher, se hace tarde! —escucho a mi mamá desde abajo y decido buscarlo luego. 

Bajo las escaleras lo más rápido que puedo, me despido de mi abuelita una vez que me ha dado su bendición y salgo de la casa para luego subir al auto y salir junto a mamá rumbo al colegio como recordaba que hacíamos cada día de mi vida en la secundaria. 

En el camino, no puedo dejar de meditar al respecto de lo que estoy viviendo. Tal parece ser que cada minuto que transcurre me convenzo más de que no estoy soñando, de que esto es real por muy extraño y paranormal que parezca.

Recapitulemos... ¿qué es lo último que recuerdo? 

Bien, en lo único que no puedo dejar de pensar es en ese accidente y todas las imágenes que vienen a mi cerebro se ven tan reales que me aterran. Entonces, quizá el accidente en el avión sucedió tal como lo recuerdo... ¿y luego qué? Luego simplemente me desperté aquí en lo que parece ser mi pasado. Es todo lo que recuerdo y no le veo absolutamente nada de lógica al asunto.

Pienso más al respecto casi al punto de que creo que mi cabeza está por estallar y una loca idea se me cruza por la mente... y era algo que simplemente me parecía improbable además de una completa locura.

¿Y si en realidad estoy... en mi pasado?

¡No! Eso es imposible... ¿cierto?

¿Cómo se supone que viajé al pasado?

¿Cómo tan siquiera puede tener eso sentido?

Nadie puede viajar en el tiempo.

¿o sí?

— Christopher, se te hace tarde, ya casi son las 7. Ve rápido —mamá me habla, alejándome momentáneamente de mis pensamientos. Ya estábamos frente al colegio y no había caído en cuenta de ello. Me da un beso en la mejilla y luego su bendición —Que la virgencita te cuide, cariño. Te amo.

— Te amo, mamita —le respondo, aún sin querer bajarme del auto, pero finalmente lo hago, sintiéndome muy nervioso por la conclusión descabellada a la que había llegado.

Viajé a mi pasado...

No sé qué hago aquí, pero soy un adolescente de nuevo.

¡Por todos los cielos!

Ingreso al colegio a la par que muchos otros estudiantes y me detengo en medio camino cuando caigo en cuenta que no tengo idea de a dónde dirigirme. No sé en que año del colegio se supone que estoy.

— ¡Carajo! Piensa, Christopher —me hablo a mi mismo mirando a todos lados. — ¿Estoy en segundo o tercero de bachiller? Porque menos de eso lo dudo mucho.

— ¡Pinky! —escucho a lo lejos y cuando me doy vuelta veo a David y los demás chicos. ¡Que alivio! — Buenos días, querido amigo —me abraza por los hombros, algo que me hace sentir un poco más tranquilo — ¿Listo para un día más de nuestra tormentosa vida como estudiante?

—Emmm s-sí, eso creo.

No, definitivamente no estoy listo.

Siendo sincero no recuerdo absolutamente nada de lo que aprendí durante el colegio, no creí que volvería a necesitar los conocimientos del trinomio cuadrado perfecto en mi vida.

¿Quién carajos se va a imaginar que por alguna razón desconocida va a terminar volviendo a su época de estudiante?

¡Exacto! 

Nadie... absolutamente nadie.

—Antes de que lo olvide —David empieza a buscar en su mochila —Lo dejaste anoche en mi casa, pendejo —comenta, al mismo tiempo que me extiende un celular.

Lo tomo sin entender y al observarlo lo reconozco. Es mi celular... de hecho, es mi celular de hace años atrás. Recuerdo que este viejito me acompañó durante varios años hasta que uno de los chicos por jugarme una broma lo terminó tirando a una piscina y hasta allí vivió el pobre.

— No le hice nada, bro. Así de asqueroso ya estaba —comenta en broma y los otros chicos ríen. —Ya deberías decirle a tu mamá que te compre uno nuevo, Pinky.

— Ah, sí, tienes razón —Digo confundido y me miran como si hubiese dicho algo fuera de lugar.

—Oigan, ya vamos al salón o nos meteremos en problemas —comenta José y ellos empiezan a caminar en dirección de lo que parece ser nuestro salón de clases.

Me quedo en mi sitio, estupefacto, mirando con atención mi antiguo celular y sintiendo con el pasar de los segundos cómo se forma un nudo en mi garganta. 

— ¡Pelita! —vuelve a gritar hacía a mi, David — ¿Acaso no vas a venir a clases con nosotros? No te olvides que hoy hay examen de química y eres nuestra única salvación, mijo —dice en alto para que lo pueda escuchar y sigue caminando esperando a que lo siga.

— ¿Examen de química? —murmuro, frunciendo el ceño y miro al cielo. — Diosito, ¿qué clase de broma de mal gusto es esta? ¿Estoy pagando algo que hice mal acaso?

Empiezo a caminar hacia el salón que recordaba perfectamente que era de tercero de bachillerato, de mi último año del colegio, sintiéndome cada vez más agobiado y pensando en dos cosas que en conclusión eran reales y de las cuales estaba seguro:

1.- Que sin saber cómo o por qué, definitivamente sí estoy 8 años en el pasado; y,

2.- Que mi mamá me matará por obtener una mala calificación en ese examen de química.

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