Capítulo 12 - ¿Dónde estás?
La noche anterior había sido la más larga y la más confusa de toda mi vida. No sabia si ese "algo" que me trajo a mi pasado estaba tratando de torturarme o si simplemente eran pesadillas absurdas.
Toda la noche soñé con los chicos de CNCO, Gabriela y, lo más extraño, Samantha. Esta ultima nunca tuvo nada que ver en mi futuro, sin embargo, los sueños me la mostraban como que si lo era o quizá que lo sería, no entendía nada y ya me estaba doliendo la cabeza de pensar tanto.
Me pongo de pie y voy directo a la regadera a bañarme. Hace un frío que me congela hasta los huesos pero no le doy importancia y decido bañarme con agua helada para despertarme. Estoy vestido en un abrir y cerrar de ojos y tomo mi mochila para bajar.
— ¿Christopher? —pregunta mi mamá extrañada en cuanto abro la puerta de mi habitación y la encuentro. —Iba a despertarte... pero por lo visto ya estás listo.
—Si, ma. Buenos días —le doy un beso en la frente y bajo con urgencia.
Mi lita está en la cocina haciendo el desayuno. Me acerco y le planto un beso de la misma forma.
—Buenos días, lita. Ya me voy... ten un lindo día.
— ¿Te vas? Pero no has desayunado nada, mijo.
—No tengo hambre, lita. Y tengo algo que hacer con urgencia.
— ¿Mijo estás enfermo?
—No, lita. Estoy muy bien, de hecho, guardame mucha comida para el almuerzo que sé que me hará falta. Te amo —digo y salgo de la cocina apresurado.
—Chris ¿ya te vas? —pregunta mamá desde las escaleras.
—Sí, mamita. Te amo. —le envío un beso volado y tomo mi skate para salir.
Voy corriendo por algunas cuadras hasta llegar al parque. Ahora mismo Samantha debería estar allí alimentando a los gatitos.
No entiendo muy bien mi desesperación por verla, pero es algo que no puedo controlar.
—Buenos días, señor guardia. —digo cansado y tratando de tomar aire. Al parecer el parque estaba cerrado aún, era un poco más de las 6 a.m. pero tenia conocimiento que el guardia conocía a Samantha y la dejaba entrar para que haga su trabajo.
—Buenos días, caballero. ¿En qué le puedo ayudar?
—Queria saber si la chica que alimenta a los gatitos ya estaba aquí.
— ¿Samy?
—Sí, ella —respondo sonriendo.
—No, ella no ha llegado aún.
—Oh, entiendo. ¿Puedo esperarla?
—Claro, no hay problema —dice con simpatia y me abre una de las puertas de metal para que pueda entrar.
—Muchas gracias —respondo entrando y tomo asiento en una de las bancas.
Nos quedamos en silencio alrededor de diez minutos y miro la hora en mi celular. Sé perfectamente que Samantha ya debería estar aquí.
—Disculpe, ¿hay algún inconveniente si me adelanto a ayudarle a Samantha?
—No, adelante. Además Samy ya se está tardando un poco.
—Sí, eso es un poco raro... Entonces con su permiso.
Empiezo a caminar hasta el lugar secreto donde se encuentran los gatitos y muchos se acercan a maullarme, quizá en saludo, o quizá simplemente porque tienen hambre.
Me acerco hasta una parte de la bodega y tomo sus croquetas así como su leche en polvo para preparar, por suerte Samantha dejó una botella llena de agua también. Les sirvo cada cosa en sus platos y me siento en el suelo a observarlos mientras la espero.
Nuevamente los minutos pasan y ella no llega, ya se había tardado más de lo usual. Ya casi eran las 7 a.m. y tendría que irme pronto o llegaría tarde al colegio, quizá no había podido venir ahora en la mañana por algún inconveniente y pensaba hacerlo a la salida.
—Creo que ya es hora de irme y muchas gracias por todo, señor. Por lo visto Samantha no vendrá sino hasta la tarde, pero al menos ya la ayudé un poco.
—Que bueno y muchas gracias a usted —responde con una sonrisa amable.
Salgo apresurado comenzando a andar en mi skate hasta llegar al colegio y casi entrando un poco tarde a clases.
(...)
—Pelita, quita esa cara. ¿Quién se te perdió? —pregunta David y me alborota el cabello en juego, pero no lo tomo en cuenta.
No dejaba de mirar de un lado a otro para tratar de encontrar a Samantha. Ya era la hora de receso y no la veía por ningún lugar.
¿En dónde se habrá metido? ¿Será que no vino a clases?
— ¡Pelita! —dice David una vez más —No me estás parando bola.
—Perdón, es que tengo la cabeza en otro lado.
— Pues mas te vale que la pongas en su sitio, porque en un rato tenemos prueba de sistemas —me advierte José y Jonathan se da con la mano en la frente.
— ¡Mierda! Me olvide de estudiar para esa vaina.
—No nos sorprende —dice riendo David y José le sigue el chiste.
Se tranquilizan enseguida y me observan unos segundos sin que yo me percate de ello, comenzando a susurrar como viejas chismosas. Reacciono mucho tiempo después y los miro con confusión.
— ¿Qué?
—Sí, yo creo lo mismo —dice David.
— ¿De qué estás hablando? —pregunto.
—Que tienes cara de pendejo —responde.
—De pendejo enamorado —continua Jonathan y frunzo el ceño.
—Yo no estoy enamorado.
—Claro que lo estás... Y lo peor de todo es que ahora seré el único solterón del grupo —comenta Jonathan frustrado. —Eso no se vale.
— ¿Cómo que el único? ¿Y ustedes de quienes andan enamorados? —pregunto realmente perdido en el asunto.
Sabia que a estos les gustaba cualquier chica que se les cruzaba por el frente, pero enamorarse era algo más crítico y serio.
—Pues el putito de David de la chica que conoció, Karen... Este pendejo de acá —dice señalando a José —de la cerebrito.... ¿Samantha se llama verdad? —inquiere y me sorprendo al escuchar su nombre. —Ninguno de los dos dejan de hablar de ellas... Y ahora tú, pela.
— ¿Te gusta Samantha? —pregunto confundido hacia José.
— ¿Qué parte de "José está enamorado de Samantha" no entendiste, Christopher? —dice un poco fastidiado Jonathan. —Y ya, mejor dinos quién te tiene así... quizá me presente a una amiga.
Observo algunos segundos a José y simplemente no me imagino a Samantha con él. Es decir, José es un gran chico y un excelente amigo, pero no creo que sea el tipo adecuado para ella.
Creo que Samantha es una chica mucho más difícil de conquistar de lo que aparenta ser.
— ¡Pelaaa!
—Creo que ya lo perdimos —dice José riendo y desvío la mirada para que no note mi disgusto.
Definitivamente no estoy celoso, pero tampoco sé que es lo que estoy sintiendo al respecto.
—¿Y quién es la víctima? —vuelve a insistir Jonathan.
—Ya les dije que no estoy enamorado de nadie, dejen de pensar tonterías —digo tajante y decido irme del lugar.
Ahora mismo prefiero estar solo.
Camino por el patio hasta que llego a la cancha de fútbol y decido sentarme a ver cómo jugaban algunos muchachos. Quizá si tenia suerte encontraría a Samantha por aquí.
No tenía ni cinco minutos allí cuando vi como el balón venia hacia mi y segundos después se estampó en mi rostro.
— ¡Mierda! —exclamo adolorido y me llevo la mano a un costado de la ceja izquierda donde sentía el dolor. Noto enseguida que estoy sangrando y decido ir a la enfermería lo más rápido que puedo.
—Por Dios, ¿qué te pasó?
—Un accidente con un balón —explico y muy rápidamente me hace acostar en la camilla.
—El golpe fue tan fuerte que también te ha golpeado el ojo... Tendrás algunos días un bonito ojo adornado de verde y morado —dice en broma.
—No puede ser cierto.
Esto sin duda me traería problemas con mamá.
Ahora que lo pensaba mejor, este accidente fue el que evite cuando apenas llegué a mi pasado. Pero realmente no eliminé la posibilidad de que suceda, solo lo pospuse por algún tiempo.
—Pues no estoy jugando —dice comenzando a curar mi herida.
— ¡Auch! ¡Duele! —grito un poco exagerado.
—Solo es un poco de alcohol, aguanta como macho —responde conteniendo la risa.
Con el dolor de mi alma lo hago y finalmente termina. Suena la campana del final de receso y trato de levantarme.
—Tendrás que irte a casa a descansar un poco.
—No puedo irme. Tengo una prueba justo ahora.
—Te haré un justificativo para que puedas darla después —responde y se sienta en su escritorio. —Además no puedes andar por el colegio de esa manera, tienes la camisa manchada de sangre y necesitas ponerte mucho hielo en el ojo.
Me miro y me da un poco de asco y mareo mezclado. Nunca me ha gustado ver sangre, soy demasiado cobarde.
—Bien, ésta es tu justificación para que vayas a darle a tu profesor y éstas las medicinas que tendrás que tomar para el dolor.
— ¿Eso es todo?
—Si, señor Vélez —dice con una sonrisa.
—Muchas gracias, Dra. Mendoza —digo en agradecimiento y salgo de la enfermería.
Este accidente me había dejado pensando en mucho. Ahora había la posibilidad de que las cosas que cambié o que impedí que sucedieran, aun así pasen.
Pero ahora no estaba tan preocupado de eso, sino en saber donde estaba Samantha.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top